Trabajadoras de la cultura: reflexiones sobre la mujer
Trabajadoras de la cultura: reflexiones sobre la mujer

Trabajadoras de la cultura: reflexiones sobre la mujer

Charlamos con diferentes mujeres trabajadoras de la cultura argentina, quienes respondieron sobre sus inspiradoras, sus roles, el machismo en su trabajo y la disparidad de género dentro del campo cultural. Esto respondieron:
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Paula Casajús, Jefa del Área de Documentación y Registro del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA)

Justamente estuve desarmando apellidos en el registro de nombre de artistas mujeres de la colección... qué increíble cómo de a poco hay que ir desarmando lo que está subterráneamente construido y necesitamos cambiar. Ana Weiss de Rossi (pintora), casada con Alberto Rossi (pintor) la actualizamos a Ana Weiss; Lía Correa Morales de Yrurtia (pintora), casada con Rogelio Yrurtia (escultor), actualizada a Lía Correa Morales; Leonnie Matthis de Villar (pintora francesa), casada con Francisco Villar (pintor español), actualizada a Leonnie Matthis. Mercedes Santamarina fue una gran coleccionista y donante para el Museo Nacional de Bellas Artes, ella no se casó pero su tío también era coleccionista y había ocupado lugares importantes en el campo cultural, por lo que ella cuando donó su colección al museo dejó bien claro que siempre debía especificarse su nombre, Mercedes Santamarina, en la procedencia de las obras donadas para que no se confundiera con la gestión y donación de su tío, Antonio Santamarina. Otra coleccionista a destacar que donó su colección de joyas al Museo fue Albina van Praet (a quien también acabo de editarle su apellido de casada: “de Sala”) y quien fue presidenta del Consejo Nacional de la Mujer. También quiero destacar a Grete Stern, fotógrafa casada con el también fotógrafo Horacio Coppola, ella trabajó en el museo dirigiendo el laboratorio fotográfico en el que se fotografiaban las obras de la colección; a María Luisa Bemberg, quien formó una colección de arte rioplatense impecable que legó al museo; a Sara Facio, quien formó la colección fotográfica del MNBA; a Nelly Arrieta, quien apoyó la gestión del museo desde su extensa presidencia de la Asociación Amigos. Creo que hemos hecho grandes aportes y es necesario seguir avanzando ya que nuestra mirada y procedimiento es totalmente diferente.

Leonor Acuña, Directora del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL)

El INAPL está dedicado, en gran medida, al estudio de las culturas de las distintas comunidades y pueblos que integran nuestra sociedad: pueblos indígenas, barrios inmigrantes. Obviamente, en las excavaciones arqueológicas se busca información cultural. El concepto de cultura que nosotros manejamos presupone que las distintas comunidades se relacionan con su medio y con los otros de maneras diferentes. En esos casos es bastante evidente que hombres y mujeres tienen distintos lugares, actividades y roles.

Acercarse a otra cultura permite muchas veces aprender mucho de la propia (como dice un antropólogo inglés: es como encontrar la otra mitad de una medalla) y permitirse ciertas conclusiones que dicen que dentro de la misma cultura hay formas de cultura femeninas.

A lo largo de mi vida laboral admiré a muchas mujeres. Elijo mencionar a dos de ellas: Berta Vidal de Battini, docente y lingüista, que dejó un legado impresionante para la educación y la valoración y conservación de la lengua y la literatura argentinas. Llegó a ser supervisora técnica en el Ministerio de Educación, jefa de la sección Folklore en Filosofía y Letras de la UBA con todas las responsabilidades que tienen esos cargos.

Y Ana María Lorandi, una antropóloga que abrió las investigaciones en etnohistoria de nuestro país, fue directora del Instituto de Ciencias Antropológicas y asumió todas las responsabilidades que esto implica. Excelentes investigadoras. Personas muy distintas y con ideologías muy diferentes. De ambas aprendí que los cargos están en función de las instituciones, qué son las instituciones y por qué las necesitamos para construir nuestras disciplinas y, por lo tanto, con mucha responsabilidad, a nuestro país.

Ambas, como jefas, se instalaron en un lugar en que la ética de la función consistía además de en la honestidad, en la construcción de equipos, la conciencia de que debían escuchar, un cuidado enorme en su rol de evaluadoras, y ambas, cuando les tocó separarse del cargo de jefatura, se quedaron en la institución aportando, formando y colaborando desde su rol de viejas sabias de la tribu.

El INAPL es un instituto de fuerte presencia femenina. Susana Chertudi dejó una huella fundamental en su propia investigación y en el recuerdo de su rol como coordinadora del área científica técnica. Leticia Ferreyra fue una excelente directora de la biblioteca del INAPL. El Museo Nacional del Hombre (que forma parte del INAPL) estuvo dirigido por Liliana Lorenzo y lo está actualmente por otra excelente profesional que es María José Fernández. Hubo y hay investigadoras en todas las áreas de la antropología y, por supuesto, Diana Rolandi, que fue su impecable directora durante 37 años y que hizo al INAPL tal como es en la actualidad.

Yo no sufrí el machismo ni en el INAPL ni en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Salvo mi propio machismo interno, con el que debo luchar algunas veces. Creo que mujeres y hombres tendemos a gestionar de manera diferente. Se relaciona con el lugar que se le da al otro en la planificación de la tarea. Helena Leet-Pellegrini dice que las expertas femeninas usan su condición como un recurso para incluir al no informado. Lo sintetiza diferenciando entre lo que describe como una actitud masculina que parece ser “¿Gané?”, mientras que la femenina es “¿Fui lo suficientemente útil?”.

Como dije, nosotros trabajamos mucho en contacto con las comunidades, gestionamos proyectos en todas las regiones del país. Nuestras intervenciones tienen consecuencias en la vida de la gente como cuando trabajamos en la promoción de artesanías, en la formación de docentes, en propuestas de revalorización de bienes culturales como la lengua. En todos los casos podemos también producir algún desequilibrio en la comunidad entre hombres y mujeres. Forma parte de nuestra responsabilidad estar atentos a eso para que los destinatarios de nuestras acciones puedan tomar sus decisiones en ese intercambio entre especialistas y dueños de la cultura.

Mercedes de las Carreras, jefa de Gestión de Colecciones, Museo Nacional de Bellas Artes.

Desde mi experiencia como restauradora, creo que el rol de la mujer en la cultura es muy importante por las características propias donde la sensibilidad estética, la capacidad de observación, el detallismo, el perfeccionismo, la paciencia, entre otras cualidades, permiten responder a las necesidades macro del cuidado del patrimonio desde un lugar único.

María Clara Tombesi, conservadora de colecciones, Museo Mitre.

Yo creo que ser una minoría nos lleva a tener que usar el término “cultura femenina”, pero no debería ser así, porque cuando hablamos de cualquier tipo de arte ejecutado por hombres no se lo denomina  “cultura masculina”.

La mujer fue, a lo largo de la historia, ignorada por relevantes que fueran sus acciones y muy pocas lograron superar la barrera de un mundo hecho por y para hombres. Un ejemplo que se me ocurre es el de Delfina Mitre, esposa de Bartolomé Mitre, quien no aparece en ningún libro de historia pero que ha sido una mujer fundamental en la vida sociopolítica de su marido, ya que por la correspondencia y otra documentación que se encuentra en el museo vemos que era ella quien había quedado a cargo del manejo de la casa y las relaciones particulares, mientras Mitre se encontraba en el exilio, que no fue poco tiempo.

No me siento inspirada por alguien en particular, de hecho, considero que ponernos en el lugar de "inspiración" es seguir exigiendo que la mujer cumpla un rol de ejemplo y perfección que no comparto. Más que inspiración siento empatía fácilmente con el dolor ajeno y me motiva mucho la capacidad de resiliencia de las personas que han sido lastimadas (víctimas de violación, maltrato laboral, etcéra) o que luchan por causas justas y ligadas al bien común: amigas, familiares, gente del día a día que me puedo cruzar por la calle y de la que pienso “estas mujeres son heroínas”, porque todos cargamos con nuestros problemas, pero hay mujeres que realmente llevan una carga muy grande sobre sus hombros.

Espero con mi trabajo diario, que busca no solo entendernos y relacionarnos como trabajadoras sino también como personas, transmitir mi pasión por la conservación y la restauración, compartiendo los conocimientos, experiencias y valores que esta profesión defiende. Este es un trabajo en el que fácilmente puede afectarnos el machismo en varios niveles, de hecho, lo he soportado inicialmente a nivel educativo en la Universidad. En lo laboral, muchas veces compartimos espacios con otros trabajadores que no saben respetar nuestro trabajo y no nos ven como compañeras sino más bien como futuras conquistas o una diversión para el grupo de hombres que se pavonea con decir cosas al vernos pasar.

También afecta a la hora de la repartición de tareas en las que se ve una clara diferenciación del tipo "una mujer no hace eso" o "un hombre no hace eso". Creo que no hay mujer en este país que pueda decir que no tuvo alguna vez dificultades vinculadas a una cuestión de género. Por suerte, no he tenido dificultades serias y pude poner en la mesa las objeciones que tenía a los planteos que consideraba incorrectos. Pero creo que la participación de la mujer en muchas áreas de la cultura todavía al día de hoy es dispar.

Maria Soledad Rebelles, cuentacuentos, realiza actividades en el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers y en su comunidad

Creo que la cultura es un espacio que aúna desde un lugar que va más allá del género. Cantar, bailar, contar, actuar... no siento que haya espacios femeninos o masculinos en eso. Más bien es algo que nos encuentra desde lugares y pensamientos que bucean profundidades expresivas. Creo que la pasión es la clave. En lo personal, encuentro un disfrute enorme al compartir textos de escritoras y escritores argentinos, al narrar esas historias comparto, de alguna manera, la visión de cada uno de ellos y esta es la forma de inspirar que siento: compartir la poética de la palabra.

Ahora que repaso mentalmente mi repertorio, veo que la mayor parte de los textos que elijo narrar son de autoras mujeres. Casi todas argentinas. Nombro algunas: María Elena Walsh inspira en mí el desparpajo, le da rienda suelta a mi alborotada forma de ser, así, un poco... chipitiriflaútica. Laura Devetach y María Cristina Ramos llevan de la mano a la “Sole niña” que acerca el oído al hormiguero, que observa la naturaleza en sus detalles “pequeños”, me ayudan a nombrarla poéticamente. Iris Rivera me inspira a buscar en las personas esas historias recónditas que se encuentran interesándose por el que está al lado. Estas mujeres -junto a otras- “me cuentan”, dicen con sus palabras, las cosas que yo pienso. Es un honor prestarles mi voz. Soy una mujer inspirada.

No siento que el machismo afecte especialmente a la narración oral. Más bien pienso en esto: hay un imaginario popular que ubica a la mujer -abuela, madre- contando cuentos a los niños. Culturalmente, que la mujer cuente cuentos, es lo previsible. Ahora bien, me interesa destacar que la narración oral escénica es una actividad artística que debe ser tenida en cuenta como tal. Profesionalizarla, con el grado de compromiso que requiere por parte del artista y con el respeto que merece de parte del público. No es “un cuentito” lo que hacemos, es el producto de un intenso trabajo de búsqueda de repertorio, ensayos y desafíos para lograr el resultado esperado.

En el ámbito pequeño en el que me muevo no he sentido disparidad de género. Siempre me he visto motivada e incentivada por mis compañeros varones. En las instancias de capacitación participamos tanto hombres como mujeres. Es común que hagamos proyectos juntos y compartamos escenarios. Siento que, al menos en mi entorno, es productivo el compartir.