Dolores Solá: “Prefiero que piensen que soy frívola a que soy solemne”
Dolores Solá: “Prefiero que piensen que soy frívola a que soy solemne”

Dolores Solá: “Prefiero que piensen que soy frívola a que soy solemne”

Música
Entrevistas
La cantante conduce, junto a Hernán Lucero, el podcast de Sonido Cultura dedicado al tango, con historias, relatos y excentricidades de este género. Las emisiones se pueden escuchar gratis y online desde la plataforma Compartir Cultura.

Dolores Solá viene de una familia numerosa. La menor de seis hermanos –uno de ellos, el político y actual canciller, Felipe Solá–, pasó una infancia llena de música y escuchando tangos junto a su papá. Desde chica cantaba muy bien y se aprendía todas las letras por eso la llamaban para que mostrara su talento frente a las visitas. “Dolores, vení a cantar tal canción. ¿Dolores, cómo era la letra de tal otra?”, la aclamaban sus parientes.

Sin embargo no se animó a dedicarse al canto profesionalmente hasta que a los 27 años conoció al músico Acho Estol. Se enamoraron y empezaron a hacer música juntos. A mediados de los noventa, el tango no estaba de moda entre los jóvenes, pero a los dos les gustaba y junto a Juan Valverde, crearon La Chicana. El grupo que sacó al tango del lugar de culto que tenía en ese momento y rescató la tradición gardeliana de maridarlo con otros géneros. Fueron los pioneros en hacerlo y hoy el grupo sigue siendo una referencia.

Desde este año, sumó un desafío nuevo su carrera: es la conductora, junto a Hernán Lucero, de Eche veinte centavos en la ranura, un podcast en el que se cuentan historias, relatos y excentricidades de la cultura del tango. La idea es “escuchar todas las manifestaciones del género, tanto desde el punto de vista estilístico como geográfico”, cuenta Lucero en el primer programa y Solá agrega: “Desde los tangueros tradicionales hasta las tangueras hipermodernas”.

Eche veinte centavos en la ranura es parte del proyecto Sonido Cultura, un ciclo de podcast que también tiene otras programas de literatura, cine, folclore, música clásica, crítica cultural, entre otras propuestas. Todos los contenidos están disponible para su libre reproducción y puede escucharse de manera online en la plataforma Compartir Cultura.

-¿Cómo fue la elección del nombre del programa, Eche veinte centavos en la ranura, el título de una tango con letra de Raúl González Tuñón y música de Juan “el Tata” Cedrón?

-Es un homenaje al poeta Tuñón y a Cedrón, que para nosotros es un referente muy importante por la búsqueda de su estética y todo lo que ha hecho con los grandes poetas y escritores, como Tuñón y Juan Gelman, entre otros. Y somos especialmente admiradores de ese disco, en el que Cedrón le pone, ¡tan bien!, música a esas poesías de Tuñon. Después porque en la poesía, Tuñón le está diciendo al público que si quiere ver la vida color de rosas, “eche veinte centavos en la ranura”; entonces es una invitación a la fantasía y a la aventura.

-¿Había hecho radio?

-Sí. El año pasado me llamaron desde Radio Provincia para participar en La la lás, un programa sobre música y mujeres, que conduce Carolina Muzi. Ella y Marcelo Figueras me convocaron para hacer una columna, que sigo haciendo una vez por mes. También están Charo Bogarín, Celsa Mel Gowland y Paula Maffía. Elegí contar historias de mujeres músicas, empecé a hacerlo y me encantó. Siempre había tenido la inquietud de hacer radio; creo que todo el mundo tiene esta inquietud: o de hacer o de tener un restaurante alguna vez en la vida.

Arte de tapa del último disco de La Chicana: Hikikomori.


-Su último proyecto con La Chicana es Hikikomori, ¿cómo surgió y a qué se debe ese nombre tan particular?

-Hikikomori es una palabra que define un síndrome de la sociedad japonesa de jóvenes que no salen de sus casas y que hacen todo a través de la computadora. Es un martirio social. Y en la pandemia, nos sentimos un poco unos hikikomoris.

-¿Lo hicieron en 2020?

-Sí, aunque lo pensamos antes. En realidad, las obras se piensan durante mucho tiempo: hay ideas que son de último momento y otras que tienen mucho tiempo. Uno va redondeando cosas a último momento pero casi todos los temas habían sido escritos antes de la pandemia. Fue gracioso porque cuando Acho (Estol) me los mostró, me dijo: "Mirá, tengo unos temas que me salieron medio dark, medio postnucleares…" Y después vino la pandemia. Pensándolo después, me parece que la oscuridad de esos temas tuvo que ver un poco con los cuatro años de macrismo. Por el avance de la derecha en el mundo, en las redes sociales y, luego, también la pandemia.

-Uno de sus artistas más admirados es Carlos Gardel. ¿Por qué?

-Escucharlo me gusta muchísimo. A pesar de que con el paso de los años lo voy conociendo de otra manera, me gusta tanto como cuando era chica. Lo escuchaba con mi padre y me aprendía las canciones. Saqué un disco solista en homenaje a él, a (Ignacio) Corsini y a (Agustín) Magaldi. Allí, escribí lo que me pasa cuando lo escucho: lo mismo que con el amor y con la luna, cada vez que me los encuentro, me maravillo.

Por otra parte, era un productor de sí mismo. Muy inteligente. Se dio cuenta de hacia dónde iba la cosa. Tuvo su propio estudio de cine, produjo sus propias películas: se dio cuenta de que el cine iba a tener la importancia que luego tuvo. Se adueñó de ese tango que estaba naciendo y le cantó tangos a todo el mundo. Tuvo una gran generosidad con su generación.

Y también por su historia: hijo natural, que llegó con su madre en un barco, nunca se supo quién era su padre, cuándo había nacido, si tres años antes o tres años después, si estuvo preso en Ushuaia o no, por qué la policía le rompió su prontuario. Hay todo un misterio alrededor, que él en vida trabajó muchísimo. Era muy astuto, pícaro, buen tipo, inteligente. Y cantaba como los dioses. Y además, escribía. Compuso la música –muy a la altura– de esas letras maravillosas de (Alfredo) Le Pera: “Volvió una noche”, “Silencio” o “Golondrinas”.

Dolores Solá y Acho Estol. Foto: La Chicana


-¿A qué se refiere cuando dice que le encanta el verbo “corromper” para hablar de tango?

-Quiero decir que al tango le hizo mucho daño el excesivo celo, el excesivo respeto, un respeto más parecido a la solemnidad que al amor. Lo lastimó: alejó a la juventud. Y si alejás a la juventud de un género, en cierta forma lo estás matando. Porque el género se puede ir renovando e ir creciendo y tener que ver con el presente, en la medida que las nuevas generaciones lo abracen. Supongo que el daño se hizo sin querer, por gente bienintencionada, que quería mucho al tango. Pero lo hicieron medio pelota. Diciendo: “No, esto no es tango”, con muchas críticas hacia lo nuevo.

Con Acho entonces pensamos: "Salgamos a hacer tango y ver cómo sale y si no les gusta, paciencia". Y cuando hagamos nuestros tangos se va a notar que estamos atravesados por los Beatles y Prince. No queremos ignorar eso. Creo que lo logramos, que pudimos hacerlo, que fuimos un poco punta de lanza en esa invitación al desparpajo. Yo prefiero pasarme de vueltas en ese sentido. Me parece que la solemnidad mata. Aunque alguien piense que soy frívola. Prefiero que piensen que soy frívola a que soy solemne.

-¿Por qué canta?

-Qué pregunta. Toda la vida me gustó cantar, desde muy niña, y además cantaba muy bien. Crecí en una familia con gente más grande que yo, entonces era: "Vení, Dolores, ¿cómo es la música de Buenas tardes, mucho gusto? ¿Cómo es la música de El padrino?". Después tardé mucho en decidirme a cantar, un poco, un poco mucho (se ríe), por vagancia y también porque mi familia no lo fomentó. Cuando lo conocí a Acho, a los 27 años, empezamos a cantar juntos en casa y nos dimos cuenta de que a los dos nos gustaba mucho el tango.

-¿Y profesionalmente?

-Nos salió un trabajo de verano muy bueno, a partir de una tía mía que estaba haciendo unos informes para el hotel Casapueblo, en Punta del Este, así que nos metimos en un estudio y grabamos tres temas: un tango, una canción de flamenco y un bolero; nos presentamos y nos dijeron que sí, que nos contrataban para todo el verano. Yo no había cantado nunca en la vida con micrófono y en público, así que tuve ese bautismo de fuego, con la televisión uruguaya en la apertura de la temporada en Casapueblo. Nos pasamos todo un verano cantando cuatro veces por semana; creo que nunca ganamos más plata que en ese verano (risas). Estuvimos haciendo ese show bastante tiempo y al final un día dijimos: “¿Qué vamos a hacer con la música?”. Porque cantábamos un miércoles a la 4 de la mañana en el vip del boliche Pacha, y nos queríamos matar y queríamos matar a nuestro público. Entonces dijimos: 'seamos pobres y cantemos tango, que lo demás no importa nada'.

-El debut de La Chicana fue en La Viruta, un club de tango donde además de shows hay milonga. Hoy, además de cantarlo, ¿lo bailás al tango? 

-Cuando nos conocimos con Acho empezamos a ir a la milonga, a bailar. Y dijimos: "Hagamos tango". Primero nos pusimos a hacer tango de la guardia vieja y enseguida empezamos a grabar algún tema de Acho. Él componía sobre todo folclórico, entonces grabamos un chamamé. Y, luego, el primer tango que compuso, que se llama "Farandulera". Así empezamos. Me gusta bailar el tango, pero lo bailo muy mal, porque empezamos en esa época a ir a la milonga y nos agarró un entusiasmo bárbaro pero después no seguimos yendo y aprendiendo. Al final dejamos de ir a bailar pero seguimos tocando tango. Yo siempre tengo la inquietud de volver a la milonga porque es un lugar maravilloso.

-Muchas letras de tango son machistas, ¿cree que se van a seguir cantando? ¿Qué se hace con ese material que fue escrito en un tiempo muy diferente al actual, de plena reivindicación de los derechos de las mujeres y diversidades?

-El tango que llaman machista habla de una época que era machista, de una sociedad que era machista. Pero ¿qué vamos a hacer? ¿Vamos a dejar de leer literatura de la gente que tenía esclavos, por ejemplo, o vamos a juzgar a todo el mundo con los valores progresistas de hoy? Me parece que no se puede juzgar a esas canciones con el ojo social de hoy. Sin embargo, entiendo que alguien elija no cantar "Tortazos", que es una milonga muy graciosa que habla de los tortazos que le pega el cafishio a la mina. De ahí a hacer de cuenta que ese tango no existe, no. No lo elijo en este momento, porque sería ser una provocadora, pero yo al tango lo juzgo con muchísimo más amor.