Diego Hurtado: “El CONICET demostró tener respuesta rápida en la pandemia”
Diego Hurtado: “El CONICET demostró tener respuesta rápida en la pandemia”

Diego Hurtado: “El CONICET demostró tener respuesta rápida en la pandemia”

Historia
Efemérides
En 1958, se crea el más importante de los organismos del complejo de ciencia y tecnología del país. Para conocer su historia y hablar de su función social, entrevistamos al secretario de Planeamiento del MinCyT, también especialista en historia de la ciencia argentina.
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El principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en la Argentina cumple 63 años. El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) fue creado el 5 de febrero de 1958, a través de un decreto-ley, como culminación de un proceso que se había iniciado una década antes.

Organismo descentralizado del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MinCyT), la historia del CONICET está marcada por los vaivenes institucionales de nuestro país. Sin embargo, en la actualidad cuenta con cientos de institutos y centros; más de 10 mil investigadores, 10 mil becarios y 2.700 técnicos y profesionales, que apoyan la indagación en las distintas ramas de la ciencia.



Para repasar su sinuosa trayectoria y analizar el papel fundamental que tiene en el desarrollo de científico argentino, entrevistamos a Diego Hurtado, actual secretario de Planeamiento del MinCyT y director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica de la Universidad de San Martín (UNSAM).

- ¿Cuál era el estado de la ciencia y tecnología argentina antes de la aparición del CONICET?
- Para contextualizar de manera correcta, es necesario entender que el CONICET acompaña la creación a lo largo de la década de instituciones que serán parte la columna vertebral de la ciencia y la tecnología argentina, incluso traspasando gobiernos antagónicos.
Durante el gobierno de Perón, se crea en 1950 la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; al año siguiente, el Instituto Antártico y, en 1954, CITEFA. Cuando es derrocado Perón, el gobierno de facto crea en 1956 el INTI y el INTA, y, en 1958, el CONICET. Es decir, que en algún sentido, hay pensar que la década del cincuenta marca una bisagra en el proceso de institucionalización de la ciencia y la tecnología en Argentina.
Nombro instituciones emblemáticas aún miradas desde el presente, pero por ejemplo, Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) que crea el peronismo en 1951-1952, tenía un componente importante de investigación y desarrollo. El IAME estaba muy vinculado a la ciencia y la tecnología como la entiende el peronismo: como parte de una política económica e industrial. Esto es algo que se pierde después de su gobierno.

Lo “que hay antes”, es ese periodo emblemático entre 1946 y 1955 en donde se intenta avanzar en un proyecto para la ciencia y la tecnología que acompañe el proceso de industrialización y que defina sectores estratégicos, como el agro, la industria, la energía, los alimentos, la salud como política pública.

Con el inicio de la revolución libertadora se pierden muchos de sus rasgos y eso, en parte, puede explicar que se cree un CONICET bajo el modelo de la ciencia básica. El diseño del Consejo estuvo a cargo de un grupo encabezado por el premio nobel Bernardo Houssay, bajo estándares internacionales basado en la “libertad de investigación”. Eso es lo que Houssay creía que necesitaba el país, pero el tiempo va a demostrar que ese modelo desconecta la actividad científica de la realidad socioeconómica.


Bernardo Houssay inuagura en 1968 el INALI.

- ¿Cómo definirías esa primera etapa del Consejo? Señalas en un artículo que había una disputa entre el “cientificismo” y los que se oponían a él.
- En 1958, se nombra a Houssay como presidente vitalicio (lo será hasta su muerte en 1971) y a Rolando García como vicepresidente, que estará cuatro años. Ahí es cuando se produce una tensión o una confrontación entre dos proyectos diferentes para el COINCET. El de Houssay, como decía antes, estaba muy orientado a las ciencias fundamentales que busca legitimarse en la internacionalización de la producción de conocimiento. El proyecto de García -meteorólogo, decano de la Facultad de Exactas y Ciencias Naturales que había creado el Instituto de Cálculo, junto con Manuel Sadosky, donde se instaló la primera computadora del país en 1960- se orientaba en una dirección mucho más conectada con “las necesidades nacionales”. Este sector reclamaba Ciencias Sociales en el organismo -algo que tardará en llegar- y agendas de producción de conocimiento vinculadas a las demandas económicas y sociales.
Es muy interesante ver las actas de directorio de esos primeros años porque ahí se plasman los debates. Sus integrantes –todos hombre, lamentablemente– se alinearon detrás de alguno de los dos proyectos. Obviamente va a terminar imponiéndose el esquema de Houssay, que tiene mucha influencia sobre el gobierno de entonces. Se presenta ante la sociedad como un representante de la ciencia, que debe ser apolítica.
En la “Noche de los bastones largos”,  Houssay es partidario de que el CONICET no haga ningún comunicado porque no es un organismo político y sin embargo él es un animal político. Hay una doble retórica o fantasía de que para ser científico hay que mantenerse al margen. Hoy sabemos, luego de cinco siglos de ciencia moderna, que hablar de ciencia neutra es una fantasía o es un espejismo.

- A lo largo de su historia, el CONICET ha sufrido varias intervenciones. ¿Qué consecuencias trajo esto en el desarrollo de una ciencia al servicio de nuestro país?
- EL CONICET tiene una trayectoria muy sinuosa y en algunos sentidos padeció transformaciones muy traumáticas. Sus primeros años, a pesar de esta confrontación de los grupos de Houssay y García, fueron buenos años para el Consejo.
Luego, con la llegada de las dictaduras, el CONICET empezó a padecer la injerencia de los gobiernos de facto. Por ejemplo, para entrar durante la Dictadura de Onganía los antecedentes de investigadores e investigadoras debían pasar por los servicios de inteligencia.

Indudablemente, quien más daño le hizo al CONICET fue la última Dictadura, de 1976 a 1983. Siguiendo la “Doctrina de Seguridad Nacional”, que pensaba que “el enemigo se reproduce en las universidades y en las fábricas", se desconectó al CONICET de ellas creando institutos propios.

No tengo los números exactos, pero hay una tesis de doctorado de Fabiana Beckerman, investigadora de la Universidad de Cuyo, que señala que cuando ingresa la Dictadura, el CONICET tenía muy pocos institutos propios porque su función era la de fortalecer la investigación en las universidades, pero al finalizar había más de 150 institutos. Se dio así una transformación traumática de sus metas y funciones.


Represión y desalojo de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la llamada "Noche de los bastones largos", en 1966.

Y no se trató solo de eso, sino también de poner al frente de esos institutos personajes afines que se comportarán como mandarines y dónde financiarán no proyectos de investigación sino a los propios directores. Cuando volvemos a la Democracia y asume la presidencia del CONICET Carlos Abeledo, nombrado por Raúl Alfonsín, se encontrará con una situación tan compleja que tiene que acudir a los tribunales. Hay una publicación de más de 100 páginas, donde Abeledo cuenta los desastres financieros que cometieron los directores de la Dictadura, como poner a plazo fijo los subsidios, comprarse propiedades a través de fundaciones, entre muchos otros.
Por último, en el gobierno de Carlos Menem y su afán devastador del Estado, el CONICET padeció las políticas de desfinanciamiento, de la misma manera que lo padeció durante el gobierno de Mauricio Macri.

- La implementación del programa Raíces en 2003 muestra una nueva etapa para la ciencia y la tecnología argentina. ¿Esto trajo consecuencias en el CONICET?
- Cuando florece este programa -que venía de antes pero se lo declara política de Estado en 2008-, se inicia lo que para mí es como una pequeña edad de oro de la ciencia y la tecnología.
Efectivamente, vemos aparecer el relanzamiento del Plan Nuclear, en 2006; la ley de producción pública de medicamentos, en 2011; el plan Argentina Innovadora 2020. Es decir, ocurren muchos episodios, entre ellos el florecimiento del programa Raíces.
En ese contexto el CONICET, creo que tiene un momento impresionante. Se multiplica su población. Creo que no se llegaba a 2000 becarios y apenas se superaba los 2000 investigadores de carrera en el año 2003. Y en 2015, tenemos un CONICET con alrededor de 9500 investigadores y un poquito más de 10 mil becarios.


Sede del CONICET en el Polo Cientifico y Tenológico de la ciudad de Buenos Aires.

Eso se ve muy poco en América Latina y no sé en otros lugares del mundo. Estábamos recorriendo un camino muy original e inédito para la ciencia y la tecnología argentina y ahí el CONICET estuvo al frente todo este proceso, además pensándose a sí mismo como una institución que necesitaba reformas importantes. Ir detrás de un proyecto de país le supone a las instituciones reconfigurarse, ir adaptándose, a veces de manera gradual y progresiva. Esto en el campo de la política científico-tecnológica es complejo.

- Luego de cuatro años de desfinanciamiento, ¿con qué desafíos se encuentra hoy el organismo?
- Esta pregunta debería ser para la presidenta del CONICET, Ana María Franchi. Cuando pienso en ella como presidenta, no dejo de sentir cierta felicidad después de haber visto pasar a la institución por situaciones penosas. Pero para ir a la pregunta, para mí está claro que cuando aparecen gobiernos que le van a dar importancia a la ciencia y la tecnología como el actual, eso responde a un proyecto de país. Y cuando aparece en acción la ciencia y la tecnología es porque el proyecto de país es inclusivo.
Cuando uno compara, los proyectos neoliberales son viables pero excluyentes, generadores de desigualdad. En ellos se cumple la pauta de que no necesitan ciencia y tecnología porque es la industria, son los procesos de diversificación de la economía, la que generan los puestos de trabajo para todos y para todas, y espacios de desarrollo para todas las regiones del país.


Equipo de investigadores que desarrolló un test rápido serológico para el COVID 19 en el Centro de Investigación y Desarrollo en Fermentaciones Industriales (CINDEFI, CONICET, La Plata).

El desafío hoy, igual que con el MinCyT que vamos juntos en esto, es lograr orientar la política de ingresos a carrera, de becas, de formación de investigadores e investigadoras, a aquellas áreas del conocimiento que van a ser demandadas por un proyecto de país inclusivo que necesita industria, que necesita exportaciones de alto valor agregado, puestos de trabajo calificados pero también condiciones de trabajo dignas. Cuando digo condiciones de trabajo dignas pienso en toda la economía informal y en más de cuatro a cinco millones de argentinas y argentinos que hoy tienen que vivir en ella. No podemos dejar de generar políticas de producción de conocimiento para mejorar las condiciones de trabajo, de vida de los ciudadanos y ciudadanas que viven en y de la economía informal. El desafío es orientar nuestras políticas a dar respuesta eficaz a las demandas de conocimiento científico-tecnológico del país.

- En estos días se anunció que el Frente Dario Santillan producirá barbijos con telas antivirales desarrolladas por el CONICET, ¿cuáles es el camino para desarrollar más sinergias como esta?
- En la pregunta subyace cuál es el camino para generar un CONICET más cercano a las demandas perentorias, no solo las de largo plazo como en general se conciben las carreras de investigador a investigador sino también con capacidad de respuesta rápida como lo demostró con la pandemia.

Con Ana Franchi pensamos, de manera convergente, que hay que trabajar por un CONICET y por un sector de ciencia y tecnología que ponga a la tecnología o al factor tecnológico en un lugar epistemológico equiparable al lugar de la ciencia.

Eso no se puede hacer en dos días, supone una transformación gradual y solo tiene sentido si hay un proyecto de país o una economía o políticas sociales que demandan conocimiento vinculado a la necesidad de desarrollos tecnológicos.
Cuando se habla de ciencia básica versus tecnología, creo es un problema planteado, en términos metodológicos, de manera equivocada. En realidad lo que hace falta es una ciencia y una tecnología capaz de responder a las demandas de un proyecto de país en evolución. Así, cambian las preguntas: ¿Existe ese proyecto de país? ¿Está definido de manera clara? ¿Tiene estabilidad en las instituciones? Cuando las políticas públicas se clausuran, se pierden objetivos y no se respetan leyes del Congreso, el país va para otro lado y entonces qué se le puede pedir a la ciencia.


Barbijos con tela antiviral del CONICET, que serán fabricados por organizaciones sociales.

Cuando uno mira los países llamados centrales son países que se caracterizan por la estabilidad de sus instituciones y sus políticas de Estado y no importa quién gobierne mantienen aproximadamente su rumbo. Eso no ocurre en la Argentina y eso hace muy dificultoso sostener direccionamiento de políticas. Cuando me das el ejemplo del Frente Dario Santillán y el barbijo, digo que para tener ese CONICET necesitamos una estabilidad política de años que vaya en la misma dirección y un proyecto de país inclusivo que se proponga una ciencia y una tecnología capaz de responder a las demandas sociales.