Siete poemas ingeniosos de Oliverio Girondo
Siete poemas ingeniosos de Oliverio Girondo

Siete poemas ingeniosos de Oliverio Girondo

Letras
Efemérides
A 129 años de su nacimiento, homenajeamos al escritor argentino de la mejor manera: leyendo sus poemas.
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Lo llamaron Octavio José Oliverio Girondo, pero para todos sería nada más (y nada menos) que Oliverio Girondo. Nació en Buenos Aires, el 17 de agosto de 1891. El buen pasar de su familia le permitió conocer Europa a temprana edad, donde vivió y estudió algunos años en Inglaterra y Francia. Allí conoció y estrechó lazos literarios y amistosos con poetas y artistas que lo introdujeron en los diversos círculos de las corrientes estéticas emergentes, como el surrealismo. Su conocimiento de los movimientos artísticos de vanguardia europeos lo llevó a investigar un estilo que revolucionaría la literatura argentina.

En 1915 hizo una breve incursión en la dramaturgia y estrenó La madrastra, un drama escrito en colaboración con Zapata Quesada, su gran amigo de la infancia y la juventud. Juntos escribieron una segunda obra que nunca llegó a estrenarse.

Girondo se recibió de abogado, pero nunca ejerció. Entre 1920 y 1921 siguió recorriendo España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil. El resultado de esos viajes se vio impreso en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, su primer poemario, editado en 1922 con ilustraciones del propio Girondo.

La aparición de este libro, un año antes que Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poesía de Borges, lo posicionó como representantes de la vanguardia porteña de esa época. Ambos escritores –junto con Evar Méndez, Samuel Glusberg, Jacobo Fijman, Xul Solar, Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón y Macedonio Fernández–, se reunirían en torno de las revistas Proa (1922) y Martín Fierro (1924–1927) y serían conocidos como los integrantes del “Grupo de Florida”, caracterizado por su estética elitista y vanguardista, por reunirse en la Confitería Richmond y por su antagonismo con el “Grupo Boedo” , de impronta más social y que priorizaba más el contenido que la forma.

Girondo codirigió con Evar Méndez la revista Martín Fierro y escribió su “Manifiesto”, publicado en el cuarto número, el 15 de mayo de 1924:

“Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca.... Martín Fierro sabe que todo es nuevo bajo el sol, si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”.

Entre sus obras de poesía se encuentran: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922), Calcomanías (1925), Espantapájaros (1932), Persuasión de los días (1942), Campo nuestro (1946), En la masmédula (1953). Y entre las de prosa: Interlunio (1937) y Nuestra actitud ante el desastre (1940).


El inicio de una de sus obras más disruptivas: el Espantapájaros (1932).

Girondo murió en la ciudad de Buenos Aires, el 24 de enero de 1967, a los 75 años.

 

Aquí, siete de sus grandes poemas:

  1. ¡Todo era amor!

    ¡Todo era amor… amor!
    No había nada más que amor.
    En todas partes se encontraba amor.
    No se podía hablar más que de amor.
    Amor pasado por agua, a la vainilla,
    amor al portador, amor a plazos.
    Amor analizable, analizado.
    Amor ultramarino.
    Amor ecuestre.
    Amor de cartón piedra, amor con leche…
    lleno de prevenciones, de preventivos;
    lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
    Amor con una gran M,
    con una M mayúscula,
    chorreado de merengue,
    cubierto de flores blancas…
    Amor espermatozoico, esperantista.
    Amor desinfectado, amor untuoso…
    Amor con sus accesorios, con sus repuestos;
    con sus faltas de puntualidad, de ortografía;
    con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
    Amor que incendia el corazón de los orangutanes,
    de los bomberos.
    Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,
    que arranca los botones de los botines,
    que se alimenta de encelo y de ensalada.
    Amor impostergable y amor impuesto.
    Amor incandescente y amor incauto.
    Amor indeformable. Amor desnudo.
    Amor-amor que es, simplemente, amor.
    Amor y amor… ¡y nada más que amor!

  2. Poema 12

    Se miran, se presienten, se desean,
    se acarician, se besan, se desnudan,
    se respiran, se acuestan, se olfatean,
    se penetran, se chupan, se demudan,
    se adormecen, se despiertan, se iluminan,
    se codician, se palpan, se fascinan,
    se mastican, se gustan, se babean,
    se confunden, se acoplan, se disgregan,
    se aletargan, fallecen, se reintegran,
    se distienden, se enarcan, se menean,
    e retuercen, se estiran, se caldean,
    se estrangulan, se aprietan se estremecen,
    se tantean, se juntan, desfallecen,
    se repelen, se enervan, se apetecen,
    se acometen, se enlazan, se entrechocan,
    se agazapan, se apresan, se dislocan,
    se perforan, se incrustan, se acribillan,
    se remachan, se injertan, se atornillan,
    se desmayan, reviven, resplandecen,
    se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
    se derriten, se sueldan, se calcinan,
    se desgarran, se muerden, se asesinan,
    resucitan, se buscan, se refriegan,
    se rehuyen, se evaden, y se entregan.

  3. El puro no

    El no
    el no inóvulo
    el no nonato
    el noo
    el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan
    y nooan
    y plurimono noan al morbo amorfo noo
    no démono
    no deo
    sin son sin sexo ni órbita
    el yerto inóseo noo en unisolo amódulo
    sin poros ya sin nódulo
    ni yo ni fosa ni hoyo
    el macro no ni polvo
    el no más nada todo
    el puro no
    sin no

  4. Llorar a lágrima viva…

    Llorar a lágrima viva
    Llorar a chorros.
    Llorar la digestión.
    Llorar el sueño.
    Llorar ante las puertas y los puertos.
    Llorar de amabilidad y de amarillo.
    Abrir las canillas,
    las compuertas del llanto.
    Empaparnos el alma,
    la camiseta.
    Inundar las veredas y los paseos,
    y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
    Asistir a los cursos de antropología,
    llorando.
    Festejar los cumpleaños familiares,
    llorando.
    Atravesar el África,
    llorando.
    Llorar como un cacuy,
    como un cocodrilo…
    si es verdad
    que los cacuyes y los cocodrilos
    no dejan nunca de llorar.
    Llorarlo todo,
    pero llorarlo bien.
    Llorarlo con la nariz,
    con las rodillas.
    Llorarlo por el ombligo,
    por la boca.
    Llorar de amor,
    de hastío,
    de alegría.
    Llorar de frac,
    de flato, de flacura.
    Llorar improvisando,
    de memoria.
    ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

  5. ¿Dónde?

    ¿Me extravié en la fiebre?
    ¿Detrás de las sonrisas?
    ¿Entre los alfileres?
    En la duda?
    ¿En el rezo?
    ¿En medio de la herrumbre?
    ¿Asomado a la angustia,
    al engaño,
    a lo verde?…
    No estaba junto al llanto,
    junto a lo despiadado,
    por encima del asco,
    adherido a la ausencia,
    mezclado a la ceniza,
    al horror,
    al delirio.
    No estaba con mi sombra,
    no estaba con mis gestos,
    más allá de las normas,
    más allá del misterio,
    en el fondo del sueño,
    del eco,
    del olvido.
    No estaba.
    ¡Estoy seguro!
    No estaba.

  6. Hazaña

    Todo,
    todo,
    en el aire,
    en el agua,
    en la tierra
    desarraigado y ácido,
    descompuesto,
    perdido.
    El agua hecha caballo antes que nube y lluvia.
    Los toros transformados en sumisas poleas.
    El engaño sin malla,
    sin “tutu”,
    sin pezones.
    La impúdica mentira exhibiendo el trasero
    en todas las posturas,
    en todas las esquinas.
    Las polillas voraces de expediente cocido,
    disfrazadas de hiena,
    de tapir con mochila.
    Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.
    Las ventanas que escupen dentaduras de piano,
    cacerolas,
    espejos,
    piernas carbonizadas.
    Porque mirad
    sin musgo,
    mi corazón de yesca,
    qué hicimos,
    qué hemos hecho
    con nuestras pobres manos,
    con nuestros esqueletos de invierno y de verano.
    Desatar el incendio.
    Aplaudir el desastre.
    Trasladar,
    sobre caucho,
    apetitos de pústula.
    Prostituir los crepúsculos.
    Adorar los bulones
    y los secos cerebros de nuez reblandecida…
    Como si no existiera más que el sudor y el asco;
    como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre
    las raíces del odio;
    como si ya no fuese bastante deprimente
    saber que sólo somos un pálido excremento
    del amor,
    de la muerte.

  7. Ella

    Es una intensísima corriente
    un relámpago ser de lecho
    una dona mórbida ola
    un reflujo zumbo de anestesia
    una rompiente ente florescente
    una voraz contráctil prensil corola entreabierta
    y su rocío afrodisíaco
    y su carnalesencia
    natal
    letal
    alveolo beodo de violo
    es la sed de ella ella y sus vertientes lentas entremuertes que
    estrellan y disgregan
    aunque Dios sea su vientre
    pero también es la crisálida de una inalada larva de la nada
    una libélula de médula
    una oruga lúbrica desnuda sólo nutrida de frote
    un chupochupo súcubo molusco
    que gota a gota agota boca a boca
    la mucho mucho gozo
    la muy total sofoco
    la toda ¡shock! tras ¡shock!
    la íntegra colapso
    es un hermoso síncope con foso
    un ¡cross! de amor pantera al plexo trópico
    un ¡knock out! técnico dichoso
    si no un compuesto terrestre de líbido edén infierno
    el sedimento aglutinante de un precipitado de labios
    el obsesivo residuo de una solución insoluble
    un mecanismo radioanímico
    un terno bípedo bullente
    un ¡robot! hembra electroerótico con su emisora de delirio
    y espasmos lírico-dramáticos
    aunque tal vez sea un espejismo
    un paradigma
    un eromito
    una apariencia de la ausencia
    una entelequia inexistente
    las trenzas náyades de Ofelia
    o sólo un trozo ultraporoso de realidad indubitable
    una despótica materia
    el paraíso hecho carne
    una perdiz a la crema.