Mauricio Kartun: "Cuando algo altera el teatro, aparecen nuevas convenciones"
Mauricio Kartun: "Cuando algo altera el teatro, aparecen nuevas convenciones"

Mauricio Kartun: "Cuando algo altera el teatro, aparecen nuevas convenciones"

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El reconocido dramaturgo argentino reflexiona sobre los desafíos y reinvenciones de las artes escénicas, en este momento de emergencia sanitaria.
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Con más de treinta obras de teatro estrenadas, una veintena de textos publicados, más de dos décadas como formador de dramaturgos, y una gran cantidad de premios y distinciones, Mauricio Kartun se posicionó como una de las figuras más reconocidas de las artes teatrales en la Argentina. 

Desde sus primeros pasos en los 60, formándose con Jorge De La Chiessa, Oscar Fessler, Pedro D'Alessandro, Augusto Boal, Ricardo Monti, entre otros, Kartun no ha parado de crecer y de crear. Algunas de sus producciones más reconocidas, que logró subir a distintos teatros del país: Chau Misterix (1980), La casita de los viejos (1982), Cumbia morena cumbia (1983), Pericones (1987), Lejos de aquí (1993, en colaboración con Roberto Cossa), Romeo y Julieta (2003), El niño argentino (2006), Terrenal: pequeño misterio ácrata (2014), La vis cómica (2019).

A continuación, el autor reflexiona sobre las artes escénicas en estos tiempos de tanta incertidumbre.

-¿Qué opinás sobre las maneras del teatro para seguir activo a pesar de la pandemia (streaming, redes sociales, etc.)? ¿Atenta contra lo que se supone "verdadero" teatro?

-Yo creo que es lo que hay y pienso que no atenta, porque por ahora no hay contra qué. Sí veo que tiene un costado interesante: se liberaron muchos videos de viejos espectáculos míticos que, de otra manera, mucha gente se hubiese perdido. La circunstancia, tal vez, nos enseña un par de cosas: por un lado, que para el video de registro que hacemos habitualmente hay que gastar un mango más, y hacerlo al menos a dos o tres cámaras para poder editar luego; y por el otro que, pasado un tiempo prudencial, es sano liberar los videos de los espectáculos que lo ameriten.

-¿Viste obras mediante esas plataformas digitales? ¿Qué destacarías según los formatos virtuales?

-La verdad es que vi poco. Sí volví a ver algunas que me habían gustado mucho en su momento: trabajos de Bartís, de Tolcachir y de un par más. En general, me cuesta mucho por la precariedad técnica del registro. Cuando vemos algo en pantalla, tenemos ya el cerebro formateado para leer por corte. El punto de vista fijo fastidia y, encima, el audio suele ser turbio. Tengo que hacer mucho esfuerzo y me desconcentro.

-¿Creés que la emergencia sanitaria cambiará el quehacer teatral y, sobre todo, su expectación; o como sucedió a lo largo de la historia, se mantendrá firme a su condición de puramente presencial?

-El mundo pasó epidemias más graves en épocas en las que la medicina era muchísimo más precaria, y el teatro sobrevivió igual a sí mismo. Creo que es solo cuestión de tiempo. Un par de años, en la historia del teatro, no es nada.

Gentileza: Centro Cultural de la Cooperación.

-En ese sentido, ¿es propicio este momento para evaluar/reevaluar teorías teatrales? ¿Surgen enfoques distintos, por ejemplo, nuevos dispositivos/nuevos públicos, en relación con este contexto? ¿O es mejor esperar?

-Si aceptamos que se trata de una instancia de transición, aceptaríamos también lo transitorio del nuevo orden. No me parece que dé para cuestionar teorías, pero sí resulta muy interesante investigar en la actividad teatral durante esta época, para ver justamente su comportamiento fuera de los mecanismos rutinarios. Cada vez que alguna circunstancia singular alteró la rutina del teatro, aparecieron de ese quiebre nuevas convenciones. Creo que lo más interesante no es el momento en sí, sino lo que dejará.

-En este momento de aislamiento y, más allá de las obras vía streaming, la lectura siempre es buena opción. ¿Qué libros dramatúrgicos recomendarías?

-La verdad, leer teatro es un pelotazo. Y los libros técnicos son para unos pocos interesados. Prefiero recomendar otros géneros. Por ejemplo, de las cosas lindas que leí en lo que va del año: Breves amores eternos, de Pedro Mairal, y su imperdible El año del desierto. Realmente notables. Me gustó también Nada de nada, de Hanif Kureishi; y Teoría general del olvido, de José Eduardo Agualusa.

-¿Por su parte, cómo vive los días de aislamiento? ¿Qué cosas cambiaron/permanecieron en su profesión?

-Es curioso, venía muy embalado escribiendo un nuevo proyecto teatral y, con la cuarentena, se me frizó. Y no hubo manera de descongelarlo. Trabajo impulsado por el deseo, por las ganas de estrenar, hacer algo más con ese texto. Y si no tengo eso, no funciono. Nunca aprendí a trabajar de oficio y la posibilidad de los meses de receso escénico que tenemos por delante me sacaron todo entusiasmo.
Aproveché un boceto de argumento que tenía y me puse a escribir un folletín por entregas. Publico cada viernes un capítulo nuevo, lo subo a un blog y lo difundo por redes sociales. Con eso, me mantengo en forma. Se armó un buen grupo de seguidores y eso me estimula. Para quienes quieran, puede conocerlo: Konsuelo.

Escena de La vis cómica. Complejo Teatral de Buenos Aires.

-Fuiste y sos un maestro de dramaturgos. ¿Seguís con los talleres? ¿Para quienes quieren escribir teatro en este momento, qué cosas tener en cuenta?

-Por pura casualidad había decidido no dar clases este año. Me vino bien esa circunstancia porque hubo menos que desarmar. Pensé en algún seminario breve por streaming; pero acá, donde paso la cuarentena, internet es a manija y las emisiones se cuelgan sin parar. Aprovecho la circunstancia para bajarme de la calesita. Hace veinticinco años que no paro con los cursos, talleres y clases por todos lados. Viene bien formatear un cacho el disco, repensar, olvidar, cuestionar. Hoy leía los resultados de ese concurso tan piola que hizo el Teatro Cervantes (ejemplar y a la altura de las circunstancias): de los 69 seleccionados, 22 fueron alumnos míos alguna vez. Me sirve para hacer balance, ver que el laburo rinde, cosechar un cacho de vanidad que siempre tira para arriba. Para los que escribimos teatro: creo que es buen momento para aprovechar la profusión de concursos. Es una rica zanahoria para impulsarnos y nunca antes hubo tantos y tan variados.

Foto de portada: gentileza La Voz.