Diana Sacayán, símbolo de la lucha contra la transfobia
Diana Sacayán, símbolo de la lucha contra la transfobia

Diana Sacayán, símbolo de la lucha contra la transfobia

Efemérides
Diana Sacayán fue una reconocida líder del colectivo trans, asesinada brutalmente en 2015. En el día en que hubiese cumplido 45 años, recordamos su compromiso social y su activismo a favor de los derechos humanos. La palabra, además, de Alba Rueda, la primera persona trans en ocupar el cargo de Subsecretaria de Políticas de Diversidad del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad.
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Amancay Diana Sacayán nació el 31 de diciembre de 1975 en la provincia de Tucumán, pero pronto la familia se trasladó a la localidad de Gregorio Laferrere en el Partido de la Matanza, provincia de Buenos Aires. Durante su juventud fue víctima de violencia institucional debido a la persecución sufrida en razón de su identidad de género, por parte de las fuerzas policiales, dado que en aquella época, la identidad trans era considerada un delito. Sacayán se acercó al Partido Comunista (PC) en la cárcel, comenzando así un activismo que mantuvo incesante hasta sus últimos días.

Para entender la militancia de Diana, antes hay que tener en cuenta la discriminación y criminalización que padece el colectivo travesti-trans en la Argentina. Esta discriminación se torna la causa de todas las violencias que atraviesa a ese colectivo, quitándoles derechos como el acceso a la educación, a la salud, a un trabajo formal. Sacayán luchó con ímpetu para mejorar su vida y la de sus compañeras. Así fue como formó parte del Programa de Diversidad Sexual del INADI, dirigió la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays y Bisexuales (ILGA) y fundó el Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL). Además, integró el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género y fue la primera travesti en recibir su DNI con la inscripción del género femenino.


Diana Sacayán, recibiendo su nuevo DNI de la mano de la entonces Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.

En cuanto a los alcances de su activismo, consiguió que se respetara el nombre de la identidad de género autopercibida en todos los hospitales y centros de salud, a través de la sanción de la Resolución N.º 2359/07 del Ministerio de Salud del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Además, estuvo presente en proyectos de atención a la salud, incluidos los de consultorios médicos exclusivos para la población trans. En relación con el derecho a la educación, coordinó un programa para que sus compañeras retomaran los estudios.

Su mayor logro fue promover la sanción de la Ley de Cupo Laboral Trans que establece que “(…) el Sector Público de la Provincia de Buenos Aires debe ocupar, en una proporción no inferior al uno por ciento (1 %) de la totalidad de su personal, a personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo y establecer reservas de puestos de trabajo a ser exclusivamente ocupados por ellas, con el fin de promover la igualdad real de oportunidades en el empleo público”. De esta Ley provincial, surge el reciente Decreto N.° 721/2020, firmado por el presidente Alberto Fernández, en el que se establece el cupo trans a nivel nacional. Actualmente, se encuentra en la Cámara de Diputados un proyecto para que el cupo laboral trans sea ley.

Por su parte, Diana no pudo ver la trascendencia ni los resultados de estas medidas, porque fue asesinada el 11 de octubre de 2015. La autopsia estableció un total de 27 lesiones en su cuerpo, y hemorragias internas y externas como causal principal de su muerte. Durante el ataque fue golpeada, atada de manos y pies, amordazada y apuñalada con un arma blanca. En 2018 uno de los perpetradores del asesinato, Gabriel David Marino, fue condenado por el delito de homicidio calificado por odio a la identidad de género y por haber mediado violencia de género. De esta manera, el fallo en el caso de Diana Sacayán se convirtió en el primero en el país en incluir el inciso 4 del artículo 80 del Código Penal que establece un agravante a los homicidios cometidos “por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión”.


Foto de Gala Abramovitch: Gabriel David Mariño -derecha- acusado por el travesticidio de Amancay Diana Sacayán junto a su abogado Lucas Tassara y equipo, en una de las audiencias del juicio.

Sin embargo, en octubre de este año la Cámara de Casación confirmó la condena de Marino, pero solo por el agravante de violencia de género y quitó la figura de travesticidio. El abogado Juan Kassargian, representante de la querella por parte del INADI, contó:

“Fuimos a la Corte Suprema para que vuelva a colocar esta calificación en la conducta que hizo Marino, porque si no pareciera que la vida trans o la vida travesti pasa a ser una nuda vida, una casi vida, situada en el abandono, en la exclusión”.  

El abogado explicó que las justificaciones por las cuales quitaron la figura del inciso 4 hacen referencia a que “(en los) crímenes con armas blancas siempre hay una multiplicidad lesiva por lo cual esto no tienen nada de extraordinario”. No obstante, “la policía científica que actuó en el lugar expresó que la escena del crimen era de una violencia inusitada”, afirmó Kassargian y agregó que ”uno de los jueces de la Cámara manifestó que como hubo una intimidad sexual entonces por qué había que entender que hubo odio”.

Más allá del hecho de que las querellas presentaron múltiples pruebas de que efectivamente la escena del crimen denota una clara manifestación de odio, el abogado sostiene que los jueces en su lógica excluyen la violencia estructural que forma parte de la historia de las travestis:

“si tomas que cada uno de los eslabones de su vida fue la manifestación de alguna violencia, en la familia, en el colegio, en la calle y que su muerte es el último eslabon de esa cadena, alcanza para entender que las muertes trans están inscriptas en esa discriminación estructural que abarca toda esa violencia”.

Kassargian afirma que el fallo solo protege a Diana “en su faz biológica, pero no en lo que tiene que ver con todo lo que hace a ella y a su concepción de la vida, integral, como un ente político, cultural, histórico” y concluye: “Si una ley no refleja la realidad y no protege a la vida en todas sus fases, entonces, es una ley que no se aplica, es una ley injusta”

La lucha por el caso de Diana Sacayán continuará. Todavía se encuentra en etapa de investigación la participación de otra persona en el asesintato que no ha podido ser identificada. Y, por supuesto, toda la comunidad estará a la espera de que la Corte Suprema revise el fallo de Cámara y vuelva a incluir la figura de travesticidio, porque de lo contrario se sumaría un eslabón más en la cadena de violencias: el de no reconocer en una sentencia el nombre de esa muerte y de todas esas muertes

Diana siempre será una líder y una figura importante dentro del colectivo travesti-trans. Sus logros sentaron precedente para continuar con la lucha por parte de todo el colectivo en la búsqueda de políticas públicas que resguarden y protejan a las comunidades travestis, transexuales y transgénero.

Actualmente, en la Argentina se sumó una línea más en la lucha por los derechos del colectivo: la incorporación de un Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, que Sacayán no pudo vivenciar, el cual se encuentra realizando un trabajo incisivo en lo que respecta a políticas de diversidad. La primera persona trans en ocupar un cargo de funcionaria pública como Subsecretaria de Políticas de Diversidad de ese Ministerio, Alba Rueda, nos habla de Diana, del rol que cumple la Subsecretaría en relación al cupo trans y de la importancia de la militancia para la implementación de políticas públicas.

-¿Cuál es el rol de la Subsecretaría de Políticas de Diversidad? ¿Cuáles son las políticas que están implementando?

-La idea es, por un lado, poder generar respuestas que tengan que ver puntualmente con la transversalidad de la agenda de diversidad. Y por otro lado, constituirse en un ámbito específico en el que la especificidad pase por la expertis. Creo que la clave no es solo transversalizar la agenda en los 22 Ministerios Nacionales, en los organismos descentralizados y aquellas asociaciones que participa el Estado, sino también instalar una perspectiva transversal de la diversidad para un abordaje más integral.

Bajo esas dos consignas lo que sucedió fue la pandemia. Principalmente, lo que se pudo ver por parte de la población travesti-trans es que había( y hay) una economía de subsistencia que se manifiesta en pandemia de una manera muy agravada. A partir de todo eso desarrollamos un programa de fortalecimiento en el acceso a derechos para personas travesti, transexuales y transgénero, que recibe demandas particulares o de organizaciones sociales y articula con las áreas de gobierno, tanto nacional como las contrapartes provinciales, pero con abordaje integral de la situación. El programa tiene como perspectiva no solo dar una respuesta a la demanda emergente, que puede ser por ejemplo un módulo alimentario, sino también poder considerar y abordar las cuestiones de manera integral, es decir, considerando que frente a estas situaciones podrían estar sucediendo cuestiones en torno a lo habitacional, a lo institucional, al ámbito educativo, al ámbito de la salud. 


Alba Rueda, subsecretaría de Políticas de Diversidad del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. 

-¿Qué significa para vos la normativa referente al cupo trans?

-Para mí significa, por un lado, una política pública constituida desde las organizaciones sociales, que en su momento estuvo liderada por Amancay Diana Sacayán, quien impulsó la ley de cupo trans en la provincia de Buenos Aires. Es una demanda que está muy unificada en todas las organizaciones de manera federal. Es un reclamo que viene por parte del movimiento LGTB, por parte de la población travesti-trans en la Argentina y que es una oportunidad de plantear una política pública en términos afirmativos que permita llevar adelante otras líneas de trabajo. La primera es resguardar el derecho al acceso al empleo de las personas trans en nuestro país y, a partir de allí, abordar también de manera transversal otros aspectos como, por ejemplo, la terminalidad educativa, la formación en el empleo. Además, en términos de política pública me parece que debate con las lógicas de la meritocracia y con una lógica patriarcal del binarismo que existe en todas las instituciones. En ese sentido, la ley de cupo trans va a venir a dar una respuesta a las instituciones binarias diciendo que todas las personas somos válidas para ocupar nuestros cargos como trabajadoras y que cuando el Estado no asume una responsabilidad de la desigualdad histórica y estructural de nuestro país, lo que queda es la exclusión

-¿Cuáles son las acciones que están desarrollando en la Subsecretaría sobre el cupo trans? 

-Hay tres ejes que nos abarca el Decreto 721/2020: Uno es la coordinación de la Unidad de Coordinación Interministerial (UCI) donde participa el Ministerio de Educación, la Jefatura de gabinete con la Secretaría de Empleo y el INADI. La UCI está encargada de articular con los gremios y con las organizaciones sociales, y de generar políticas públicas para la terminalidad educativa y para la formación en el empleo; el otro es el Registro del cupo trans, que es el registro a aspirantes al ingreso a la administración pública por parte de las personas travestis, transexuales y transgénero, y un tercer eje dedicado a la formación bajo el principio de no discriminación en los ámbitos de trabajo

-¿Cuál es la importancia del activismo trans para que el Estado impulse políticas con perspectivas transgénero?

-La importancia es alta. Por un lado, ha sido siempre el activismo en las organizaciones trans lo que mantuvo la agenda política durante todos estos años. Hoy, en el momento en el que se constituye un Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, el desafío es constituir toda una línea de trabajo que pueda recuperar esa agenda social traducida en políticas públicas. Y, por el otro lado, creo que el activismo siempre va a tener una posición necesaria que es tensar y friccionar las lógicas del estado que son con otros tiempos, que tienen otras dinámicas.

-¿Cuál fue el rol de Diana Sacayán en el activismo trans y en la lucha por los derechos de las travestis?

-El activismo de Diana fue siempre un activismo que reivindicó la diversidad, lo que quizás hoy podemos hablar de intersecciones del feminismo, teniendo en cuenta las desigualdades de etnia, de clases, que ella las señalaba como lo que significa para las travestis de La Matanza ser activistas allí, aportar una perspectiva de derechos desde La Matanza, ser “matanzera”, ser una travesti racializada. Ella hablaba de sudaca y de piquera, porque tenía una posición política dentro de su activismo que recuperaba lo que en aquellos años fue el movimiento piquetero, que eran trabajadores desocupados por la crisis en 2001 en Argentina, olvidados por las políticas neoliberales. Entonces el aporte de Diana, tiene que ver con lo que hoy comprenderemos con la línea de las intersecciones, recuperando cuestiones de territorio, La Matanza como territorio de vida, de militancia, de comprensión, de imbricar la identidad travesti dentro de una lucha más amplia, de reconocimiento a aquellos sectores subalternizados, menoscabados por las lógicas capitalistas de un neoliberalismo que deja olvidado a gran parte del pueblo. Esto me parece que es la marca de Diana para los aportes de las travestis, por eso su proyecto es el de cupo trans. Ella lo llevó adelante porque si bien el tema de la identidad es importante, también es fundamental que estén nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestras condiciones de vida, presentes al momento de hablar de derechos.

-¿Qué implica para vos haber compartido la lucha y el activismo con personas como Diana Sacayán y Lohana Berkins?

-Para mí la militancia de Lohana y de Diana son ante todo militancias de una enorme pedagogía. Aprendí a militar con dos compañeras de enorme referencia. En mis primeros años de militancia conocerlas fue empezar a conocer el activismo travesti y la lucha que tenía nuestra historia. La dinámica fue cambiando a lo largo de los años, no era una militancia de redes sociales, sino una militancia de mucha participación y presencia política. Además, éramos muchas menos, por lo que ser activista era tomar contacto con la presencialidad y con llamar a todas las compañeras a conformar una mesa de trabajo más amplia. Tanto para Lohana como para Diana todas las compañeras travestis y trans eran importantes, ese era el eje de nuestra lucha, el activismo travesti anteponía el eje de la identidad travesti por sobre las otras agendas.

Además, todo lo que ambas aportaban fue siempre desde los aspectos más críticos a las lógicas en los que nos situabamos. Era un pensamiento crítico desde la incomodidad, no era un pensamiento cómodo para las funcionarias, para las propuestas tibias, era un pensamiento que ponía siempre la atención en todo lo que faltaba. Eso era un ejercicio bastante saludable y me parece que es un aporte enorme, que también sirvió mucho para el feminismo.