13 de junio: "Día del Escritor", en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones
13 de junio: "Día del Escritor", en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones

13 de junio: "Día del Escritor", en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones

Letras
Efemérides
Se conmemora cada 13 de junio en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), poeta, cuentista, ensayista y novelista argentino. En esta nota, la socióloga María Pía López nos cuenta sobre la influencia que tuvo Lugones, su perfección literaria para describir y su heterogéneo pensamiento político: desde su juventud socialista hasta el apoyo a la ideología fascista de José Félix Uriburu.
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El "Día del Escritor" en la Argentina se celebra todos los 13 de junio, en honor al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), un artista que a través de sus variadas obras lideró, sin quererlo, la vanguardia literaria del modernismo de finales del siglo XIX. ¿Qué lo hizo tan excepcional a Lugones? ¿Por qué su literatura no se pareció a ninguna otra? ¿Quiénes fueron sus discípulos? ¿Era Jorge Luis Borges un enemigo o el que mejor lo entendió?

Todo esto lo responde María Pía López, doctora en Ciencias Sociales, socióloga, ensayista, investigadora, docente y admiradora del escritor, nacido en Villa María del Río Seco, en el norte de la provincia de Córdoba, a quien le dedicó un libro: Lugones. Entre la aventura y la cruzada (Colihue, 2004).

Fue Leopoldo Lugones, en 1928, el fundador y primer presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), la asociación c¡vil que, tras su suicidio por tomar un vaso de whisky con cianuro en 1938, declaró al 13 de junio como el "Día del Escritor" en la Argentina.

Entrevista con María Pía López

-¿Cómo fue la educación de Leopoldo Lugones para interesarse por tantas cosas?

-Para pensar la educación de Lugones hay que pensar en su formación inicial en la provincia. Nace y crece en la frontera entre Córdoba y Santiago del Estero, y él cuenta una anécdota que es interesante sobre sus inicios como lector, elogiando la existencia de las bibliotecas populares. Entonces, dice que en la escuela había una de estas bibliotecas creadas por Sarmiento (lo dice en la biografía que escribió de él), que el maestro le prestó al niño Lugones un libro llamado La Metamorfosis de los insectos, y él dice que eso le reveló su amor por la naturaleza y, al mismo tiempo, el respeto a la contemplación científica. Ese amor por la naturaleza yo creo que está presente a lo largo de su obra, fuertemente en su poética, en odas seculares y en sus poemas más tardíos también. Lugones es alguien que trabaja con referencias de la naturaleza y, de algún modo, con una especie de entusiasmo y admiración por lo grandioso del paisaje. Entonces, es alguien que narra montañas, narra altura, narra flujos de ríos, eso es en parte la fuerza de su poética y él la vincula con este origen, que es una fascinación por contemplar el mundo animal.


Leopoldo Lugones. Muestra de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno

-¿Cómo logró convertirse en un vanguardista de la literatura?

-Lugones fue un vanguardista particular del modernismo, donde de algún modo brillaban Rubén Darío y José Martí. Un vanguardista que no se reconocía como tal, y que tenía como particularidad de trabajar con la sonoridad de la poetica, construyendo un alejamiento quizá del mundo de las referencias.

Él mismo va a decir que Darío es el gran libertador del idioma, porque construye uno que va a ser un idioma americano, a diferencia del español. El modernismo pude ser visto como el momento de ruptura de la poética latinoamericana respecto del mundo europeo. Sin embargo Lugones, que participó activamente de esta corriente, y que tiene libros extraordinariamente vanguardiastas como La guerra gaucha o Lunario sentimental, cuando aparecen las vanguardias argentinas de la década del 20, y las vanguardias europeas en la del 10, va a ser absolutamente crítico, y va a considerar de algún modo que vienen a postular una especie de generación de las artes, en la que todo vale porque se rompe el principio de armonía, que era el que sostenía la belleza y la valoración de la belleza.

Esas críticas, van a convertirlo en la Argentina en un fuerte opositor al grupo Martín Fierro. Ya en los 30, Borges va a decir que casi todo lo que hicieron ellos, cuando creían haber hecho algo nuevo, era apenas una nota al pie de Lunario Sentimental. Esa es la complejidad que tiene la figura de Lugones para pensarlo como escritor vanguardista.


Lunario Sentimental, muestra de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno

-¿Cómo describiría el estilo modernista de Lugones? ¿Tuvo discípulos?

-Hay una serie de escritores que se podrían pensar como discípulos de Lugones, del círculo más estrecho de sus amigos, como Samuel Glusberg, Horacio Quiroga y Ezequiel Martínez Estrada, con quien hay una relación de filiación, de amistad y de crítica por parte de Martínez Estrada hacia Lugones. Mucho respeto como poeta y distancia como ensayista. Fundamentalmente, esa distancia la establece en los modos de considerar la interpretación del Martín Fierro y el nacionalismo de Lugones.

Después están sus seguidores díscolos, entre los que la figura central, me parece, es Borges. Un Borges que después de toda las disputas y las críticas, hay una que señalaba David Viñas que me parece central, que es que en Lunario Sentimental se trabaja sobre la totalidad, y la mirada sobre el universo, y Borges escribe frente a eso la Luna de enfrente, es decir, la luna que yo puedo ver desde el patio de mi casa. Baja desde la totalidad, el ademán grandioso, lo gigante y las alturas, hacia el orden de lo barrial. Pero al mismo tiempo, ese mismo Borges que produce ese cuestionamiento tan intenso toma distancia para poder establecer su propia poética. Cuando prologa El Hacedor (1960), agrega una escena onírica e imposible, que es el encuentro con Lugones en el orden atemporal, en el escenario de la eternidad, un Lugones que ya está muerto, pero que sin embargo lo recibe afectuosamente. Borges imagina esa escena de reconciliación, entre el Lugones que era el gran poeta nacional en los años 10 y 20, y un Borges que ya ocupaba ese centro indiscutido de regir la lengua literaria argentina.

Prólogo de El Hacedor, por Jorge Luis Borges

Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:

Ibant obscuri sola sub nocte per umbram.

Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría.

En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.

-Vanguardista y disruptivo por un lado, y un heterogéneo pensador político, ¿cómo terminó en el fascismo y promoviendo el golpe de José Félix Uriburu?

-En el caso de Lugones, es cierto que tiene ese rebelión, esos entusiasmos vitales, una enorme participación y muy activa en los inicios del socialismo argentino. Fue editor junto a José Ingenieros de la revista La Montaña, que se crea de algún modo como escisión de un partido socialista que veían demasiado tentado con un camino social demócrata.

Cómo ese autor vanguardista, socialista, militante se convierte de algún modo en un pensador autoritario es algo que me parece que hay que pensarlo muy finamente, y sobre cómo se va pregnando en él una reacción frente a suscesos políticos, en el que yo creo que tiene que ver fundamentalmente la lógica del miedo, el miedo hacia la violencia y al ascenso plebeyo, que significa para él el Yrigoyenismo. Lugones reacciona ante eso de un modo absolutamente jerárquico, lo que empieza a formular ya el Lugones liberal de los años 10, es una idea de que los gobiernos tienen que ser los gobiernos de las elites, de aquellos que saben y que pueden mandar porque pertenecen a un cierto estamento. Frente al yrigonenismo él tiene esa posición y es una posición que se va a ir enfatizando, que lo irá corriendo a posiciones cada vez más autoritarias.


Leopoldo Lugones, practicando esgrima

Por otro lado, con los entusiasmos que le despierta claramente el ascenso del fascismo, en los años 20 en Italia, creo que lo que une al primero y al último Lugones es esta idea de que hay algo que caracteriza a las sociedades, que tiene que ver con la armonía. Esa armonía no debe ser anárquica, sino responder a principios jerárquicos. Eso, en términos políticos, es contrario a las lógicas de la democracia plebeya.


Leopoldo Lugones, a la izquierda de Lisandro de latorre y el presidente de facto, José Félix Uriburu

-¿Se sabe por qué se suicidó?

-No se sabe por qué se suicidó Lugones, siempre es difícil saber sobre el momento final. Hay quienes dicen que fue por motivos amorosos, un amor por una muchacha joven que lo abandonó por presiones del hijo de él. Pero también es cierto que él se suicida el día anterior a que Agustín Pedro Justo deje la presidencia, y es probable que haya tenido miedo de las consecuencias judiciales de su participación tan activa respecto al golpe de Estado.

También hay que agregar que dejó una obra inconclusa, que es la historia de Roca, y la última palabra que termina de escribir es “basta”.

Nunca un suicidio tiene una sola razón para terminar una vida y es probable que la termine porque ve cerrado su horizonte vital en muchos sentidos. Por eso mencionaba estas tres cosas. Es probable que Lugones pueda haber visto su horizonte vital cerrado por razones políticas, amorosas e intelectuales.


Foto: Télam. María Pía López

-Lugones incursionó en muchos géneros, ¿cuál fue su preferido y qué libros recomendaría para los que no leyeron a Lugones?

-A mí me parece un extraordinario poeta y cuentista. Recomendaría a quienes nunca transitaron por sus libros Las fuerzas extrañas, un libro de cuentos que me sigue pareciendo muy interesante. Hay otras obras como La guerra gaucha, que es demasiado exigente para cualquier lectora o lector contemporáneo, porque tiene la pretensión de usar todo el idioma, lo cual resulta absolutamente imposible.


Tapa del libro de María Pía López: Lugones. Entre la aventura y la cruzada (Colihue, 2004)