5 obras de grandes maestros en el Museo Nacional de Bellas Artes
Forman parte de la muestra “Obras maestras del Renacimiento al Romanticismo”, llegada de Hungría
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Yrurtia, un escultor de carácter
¿Quién fue Rogelio Yrurtia? Considerado el escultor argentino más importante del siglo XX, sus obras se exhibieron en París y recibió numerosos premios internacionales. Dejó como legado monumentos por todo Buenos Aires, muchos inspirados en próceres de la historia nacionalEl Bellas Artes comenzó a viajar por el país
Se inaugura una nueva muestra itinerante, con 32 obras destacadas de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes; la primera fecha tendrá lugar en Paraná, Entre Ríos, del 27 de abril al 17 de junio.¿Por qué tenés que visitar "Obras maestras del Renacimiento al Romanticismo"?
La muestra incluye piezas de Leonardo da Vinci, Rafael, Tiziano, Murillo, Goya, Vasari, entre muchos otros; llegan por primera vez desde Hungría al Museo Nacional de Bellas ArtesObras maestras del arte europeo llegan de Hungría al Bellas Artes
Incluye obras de Leonardo Da Vinci, Rubens, Goya, Lorenzo Lotto, Tiziano, Giorgio Vasari, Peter Paul Rubens y Anton van Dyck, entre otros; visitala hasta el 29 de julio de 2018- Proyecto de decoración efímera (c. 1508-1509), de Rafael. Pluma y tinta parda sobre papel
Las posturas de la figura central y del pequeño Cupido ubicado a la izquierda fueron inspiradas por el Apolo de Belvedere. La famosa estatua antigua, expuesta en el patio del Palacio del Vaticano, podía ser estudiada por los artistas que visitaban Roma, y también alcanzó una amplia difusión mediante dibujos, estatuillas y grabados. Los artistas del Renacimiento se sintieron cautivados por la anatomía de su figura alta y esbelta, y el movimiento armónico del cuerpo, que reprodujeron en obras de temas variados, tanto profanos como religiosos. - La anunciación (c. 1600), de El Greco (Doménikos Theotókopoulos). Óleo sobre tela
Esta pintura tiene por tema la anunciación del arcángel Gabriel a la virgen María, cuando le informa que concebirá un niño varón por obra del Espíritu Santo. El Greco produjo distintas obras con esta temática. Si bien las primeras tienen una marcada influencia bizantina, poco a poco va incorporando las pautas de los maestros italianos, como el tratamiento del color, los efectos de la luz y la composición en general. Luego, en España, acentúa aún más la luz sobrenatural, los colores vivos y la distorsión de las proporciones de las figuras. - La sagrada familia con San Juanito (c. 1665-1670), de Bartolomé Esteban Murillo. Óleo sobre tela
Un gran aporte de Murillo fue la composición de santos representados como si se trata de una escena de género: gente corriente, realizando actividades comunes; lo que cautivó a sus contemporáneos. Estas pinturas se volvieron muy populares y acercaron al pueblo las ideas de la Contrarreforma. En la obra, la cruz es el elemento que puede resumir la totalidad de la representación y develar a la sagrada familia. - La virgen con el Niño y San Pablo (c. 1540), de Tiziano. Óleo sobre tela
Tiziano fue uno de los pintores venecianos más importantes del Renacimiento, y el retrato, uno de sus mejores logros. En la década de 1540, pintó al Papa Pablo III y se multiplicaron sus cuadros con escenas religiosas, mientras experimentaba con pinceladas cada vez más sueltas y coloridas. Fue durante esos años que realizó esta pintura, donde representó a San Pablo de espaldas, con sus atributos (libro y espada), vestido con traje militar romano. La virgen observa el libro y sostiene al niño, con semblante dulce y tranquilo. Cristo está de pie, con una manzana en la mano, como símbolo del pecado original y la salvación. - Venus y Sátiro (1716-1720), de Sebastiano Ricci. Óleo sobre tela
Este pintor italiano se destacó como uno de los renovadores de la pintura veneciana a comienzos del siglo XVIII. En esta obra, la diosa del amor romana, Venus (o Afrodita), aparece dormida junto a su hijo Amor (o Eros), mientras un sátiro, viejo y salvaje, observa lascivo la desnudez. El artista compuso la escena según una tipología común en la pintura de entonces: el cuerpo femenino, suave e indefenso, a merced de un hombre fuerte y robusto. Los colores dan brillo al relato y están distribuidos en diferentes matices de blanco y rojo carmín.