San Martín: la política antes de la guerra
San Martín: la política antes de la guerra

San Martín: la política antes de la guerra

Compartimos un texto de Mario "Pacho" O'Donnell en el día del Bicentenario de la Independencia del Perú.

San Martín desembarcó en Pisco y estaba con su ejército en las afueras de Lima planeando cómo tomar esa plaza defendida por un experimentado y bien armado ejército realista, comandado por generales fogueados en las guerras napoleónicas. Ya no eran los improvisados jefes altoperuanos como Pio Tristán o Goyeneche al servicio de Fernando VII. Fue entonces cuando sucedió algo que modificó la situación. 

El 1º de enero de 1820 se produjo en España una revolución liberal contra el absolutismo de Fernando VII, comandado por el general Rafael del Riego, que sublevó a las poderosas tropas que se preparaban en Andalucía a las órdenes del conde de la Bisbal, para recuperar la sublevada colonia del Río de la Plata. Un movimiento que rápidamente se expandió a Italia y Portugal y luego por casi toda Europa. El 7 de marzo el rey español, jaqueado por la movilización popular, se vio obligado a jurar la Constitución de Cádiz promulgada en 1812 durante su prisión y que instauraba una monarquía constitucional que acotaba sus poderes.

Retrato de José de San Martín realizado por el artista limeño José Gil de Castro, el pintor de libertadores. En esa pintura San Martín tiene 39 años.

Ello tuvo consecuencias en las guerras independistas de las colonias españolas en América. El virrey de la Serna escribió a San Martín proponiéndole una reunión “entre liberales”, que eran como se llamaban los que disentían con el absolutismo, para llegar a un acuerdo entre “españoles americanos y españoles europeos”, como si se tratase de una guerra civil y no de independencia. San Martín acepta, entre otros motivos porque en sus fuerzas se había desencadenado una devastadora epidemia de cólera, y sus delegados y los del Rey se reúnen en dos oportunidades, fracasando ambas por la exigencia de nuestro Libertador de que ante todo debía reconocerse la independencia del Perú. 

Fue para todos evidente que lo único que podía destrabar las negociaciones era un encuentro personal entre ambos jefes, lo que se produjo en Punchauca, en las afueras de Lima, el 2 de junio de 1821. San Martín volvió a alegar a favor de la inevitabilidad del reconocimiento de la independencia peruana, pero también, buen político, sabía que debía acompañar la exigencia con algo que la hiciera potable para el enemigo. Entonces propuso que una vez aceptada y jurada la independencia peruana se instituiría en Lima una monarquía constitucional.

Es evidente que el Libertador buscaba ganar tiempo para fortalecer su ejército, haciendo que la epidemia perdiera fuerza y que Arenales regresara con su columna de la campaña de la Sierra, como lo escribiría  en carta a su amigo O’Higgins. Además había confiado en que el leal Güemes avanzara por tierra y así tomar la capital peruana en una maniobra de pinzas pero el gran jefe gaucho había sido asesinado en una ominosa conjura entre un sector de la aristocracia salteña y el ejército realista al mando del general Olañeta.

Una de las primeras cosas que hizo el general San Martín al ingresar a Lima en julio de 1821 fue buscar el estandarte utilizado por la expedición comandada por Francisco Pizarro durante la conquista del imperio del Inca. Se trataba de un símbolo clave del dominio colonial español en América. Fuente: Museo Histórico Nacional


Los españoles en un primer momento recibieron la propuesta con euforia pero luego desconfiaron y desde Madrid no llegó la aprobación. Nuevamente reiniciadas las hostilidades la caída de Lima era inminente, sitiada por mar por el almirante Cochrane y por tierra por el ejército patriota. Sus oficiales reclamaron sin éxito a San Martín que atacara. Entonces sucedió lo que el Libertador había previsto, probablemente por lo acordado en la reunión secreta entre ambos jefes: el virrey de La Serna y sus tropas abandonan Lima y se dirigen hacia la Sierra, perseguidos desganadamente por el coronel Necochea quien cumplió órdenes de no forzar el combate. 

San Martín, quien manifestó no desear “bullas ni fandangos”, ingresó en Lima el 12 de julio de 1821 a caballo y sin escolta, protegido por las sombras de la noche a pesar de que se le había preparado un recibimiento apoteósico. El 28 de julio se proclamó la independencia peruana. Durante su breve gestión, secundado por Bernardo Monteagudo, estableció la libertad de imprenta y de comercio, oficializó la religión Católica, creó la Biblioteca Nacional del Perú, fundó la Escuela Normal de Varones para formar docentes con nuevos métodos pedagógicos, creó la Guardia Cívica -cuerpo armado que debía respaldar las medidas revolucionarias-, expulsó a españoles que no aceptaban la independencia y confiscó sus bienes, y prohibió la exportación de metales preciosos a España.

Documento elaborado por San Martín, días después de la declaración de la independendia del Perú, el 1° de agosto de 1821 en la ciudad de Lima. Fuente: Museo Histórico Nacional.

Pero no terminarían allí los sucesos de esta guerra singular: a fines de agosto el ejército realista, esta vez comandado por el mariscal Canterac, avanzó amenazadoramente hacia Lima. El Libertador dispuso sus fuerzas en las afueras y ambos ejércitos quedaron enfrentados en posición de combate. Sin embargo ninguno de los dos jefes daría la orden de ataque. Los oficiales patriotas, entre ellos Las Heras y Arenales, incitaron en vano a San Martín a hacerlo y el jefe de la flota patriota, el almirante Cochrane, su declarado enemigo, lo acusaría de cobarde en carta a O’Higgins.

Entonces se produce lo inesperado: las tropas del Rey giran hacia su derecha y se dirigen a ocupar la fortaleza del Callao desfilando delante de las fuerzas patriotas, ante la pasividad del Libertador y los apremios de sus oficiales, pero seis días más tarde Canterac y los suyos la abandonan sin combatir y se retiran hacia la Sierra llevando consigo armas y caudales,  dejando la impresión de que lo sucedido también se había ajustado a algún pacto secreto acordado en Punchauca entre los jefes. 

San Martín, como lo escribió a su amigo O’Higgins, estaba satisfecho con el éxito de su objetivo de tomar y sostener Lima por negociaciones políticas, sin derramamiento de sangre y sin arriesgar su situación con acciones de dudoso resultado. Demostró ser un hábil negociador, demostrando que si von Clausewitz afirmaba que “la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios”, nuestro Libertador había confirmado que un buen general es aquel que evita la guerra cuando el objetivo puede lograrse a través de la negociación y el acuerdo, es decir la política.

 

 
Imagen portada: Diario La República, Perú.