Rómulo Macció y la Nueva Figuración
Rómulo Macció y la Nueva Figuración

Rómulo Macció y la Nueva Figuración

Arte
A 88 años del nacimiento de este reconocido artista argentino, recordamos parte de su vida y obra, y la importancia de la Nueva Figuración que supo crear junto con Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega y Ernesto Deira.
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Luego de un paso temprano por las artes gráficas y publicitarias, se dedicó a la pintura de modo autodidacta. Demostró su talento a los 25 años, con la primera muestra individual en la galería Galatea. Allí presentó algunas obras con cierta estética surrealista y despertó el interés de otros grandes del arte, como Clorindo Testa y Rogelio Polesello. A partir de ahí, se hizo un nombre propio: Rómulo Macció. Comenzó a circular entre los entendidos y el público en general y se hizo un lugar en el panteón de los grandes referentes del arte argentino.

Vivió en Argentina, España, Italia y Nueva York. En 1983, se estableció en el barrio de La Boca, donde pinto sus calles y los paisajes en innumerables obras, así como otros detalles de distintas ciudades por las que viajó. Sus lienzos coloridos, con trazos que evidencian la espontaneidad de la técnica, ya mostraban una producción que marcaría una forma distinta de entender y hacer arte, alejándose de las configuraciones tradicionales. En 1969, recibió el Premio Internacional Torcuato Di Tella y, en 1967, el Gran Premio de Honor del LVII Salón Nacional de Artes Plásticas. Además, participó en las más importantes y prestigiosas bienales de Europa y América.

Macció, quien este 29 de abril hubiera cumplido 88 años, dejó una obra inmensa que todavía da de qué hablar. A fines del año pasado, su obra 19,10 Bogotá (1962) se vendió por 183.200 dólares, a través de la casa Roldán Subastas. Con esta nueva adquisición, continúa cierta tendencia y posicionamiento a la hora de comprar arte argentino.

¿Cuál es el interés pictórico que despierta Macció? 

Según especialistas en su obra, quizá la respuesta esté en lo que el artista supo conformar, en 1961, junto con otros tres maestros de la pintura (Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega y Ernesto Deira): aquello que se conoció como la Nueva Figuración. En la Galería Peuser de Buenos Aires, estos cuatro jinetes de las artes llevaron adelante la muestra “Otra figuración”, con la que intentaron marcar cierto rumbo en la práctica plástica de los sesenta. Y, aunque el grupo duró apenas unos cuatro años, así lo hicieron.

“Porque no soy realista. Porque creo en los libres. Porque creo. Porque hago la tela y ella me hace. Por mí y el interlocutor. Por el nuevo lenguaje. Porque quiero salvarme. Por los límites. Porque digo sí. Porque no sé hacer otra cosa. Porque soy figurante. Porque se me da la gana”, expresó Deira en el texto para el catálogo de la exposición.

Tiempo después, el artista recordó en una entrevista: “Más allá de los rótulos, nuestra intención entonces fue romper una actitud de prejuicios ominosos, obviar ese miedo argentino a equivocarse, lanzándonos a la aventura. Por eso no queríamos ni el aval de la gente que se decía de vanguardia, ni la de los demás: para nosotros se valían de refugios. Por suerte, lo que hicimos no fue una cosa ‘moderna’ que envejece rápidamente; fue un trabajo serio que se mantiene (...)”.

La mayor intención de esta Nueva Figuración, entonces, fue superar y renovar lo que Rómulo Macció llamaba la pintura “bonita, rosa, bombón”: esa forma de representación en la que dominaba una idea de belleza tradicional. Ahora, los elementos abstractos de las figuras -incluida la humana- conforman una sintaxis distinta, enalteciendo los gestos pictóricos informales, como las manchas, garabatos, chorreaduras. Incluso, el uso excesivo de la materia plástica.

El caos

Deira, por su parte, había señalado un tiempo nuevo: el “estallido de la pintura”. Y Noé fue quien teorizó sobre la actitud conceptual con la que los cuatro integrantes trabajaron, más allá de que cada uno produjera una estética única y personal. De acuerdo con el objetivo del grupo, la visión del mundo debí­a centrarse en el concepto de caos. Es que se trataba de un momento en el que reinaba un espíritu distinto: el espectro que tomó forma luego de la Segunda Guerra Mundial. Durante los cincuenta y sesenta es cuando también despegan ciertas prácticas como el informalismo, el happening, el arte destructivo, como algunas de las propuestas que dieron cuenta de cierto agotamiento de aquello que se entendía como obra de arte hasta el momento. Ese quiebre dio paso en la Argentina hacia el conceptualismo: ese arte que se desarrolla en la idea y no en su materialidad.


(Adquisición Primer Premio LVI Salón Nacional de Artes Plásticas, 1967. Acrílico sobre tela).

Es por eso que, quizá, rastrear y observar las obras de aquel grupo neofigurativo sea una manera de acercarse también a las artes de hoy -y no solo de nuestro país-, para reflexionar sobre cuáles son las identidades de las obras en el siglo XXI, qué elementos continúan operando, sus propuestas, intenciones, ficciones. Tal vez así, nos ayuden a descubrir, una vez más, el gran poder de transformación que las artes aún siguen conservando y la importancia como acontecimientos estéticos y culturales que suponen para las sociedades de hoy.