El mundo celebra el 250.ª aniversario del nacimiento del Ludwig van Beethoven
El mundo celebra el 250.ª aniversario del nacimiento del Ludwig van Beethoven

El mundo celebra el 250.ª aniversario del nacimiento del Ludwig van Beethoven

Música
Efemérides
Nació el 16 de diciembre de 1770 en Bonn, Alemania. Compositor, director de orquesta, pianista y profesor, su legado arrasó las convenciones musicales clasicistas y tendió un puente hacia el romanticismo.
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El domingo 13 de diciembre a las 17 h, para celebrar los 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, el Centro Cultural Kirchner ofrecerá un concierto especial, presencial, en el marco del ciclo Beethoven y nosotres, en el Auditorio Nacional.

Ludwig nació en medio de una familia originaria de Flandes. Hijo de un tenor de la corte de Bonn, Johann van Beethoven y de Maria Magdalena Keverich, transitó una infancia difícil debido al alcoholismo que padecía su padre. Desde muy pequeño demostró aptitudes musicales que su padre intentó explotar. Tomando como modelo a Mozart, y con la intención de convertirlo en un nuevo niño prodigio, le enseñó piano, órgano y clarinete. La penuria, la soledad y la aspereza del ambiente que lo rodeaba, forjaron su especial carácter: un niño meditabundo, solitario y encerrado en sí mismo.

A los siete años dio su primer concierto público de piano y, a los 11, estrenó Nueve variaciones sobre una marcha de Ernst Christoph Dressler, su primera composición. Tiempo después fue contratado en la corte del príncipe de Colonia, donde pudo aprender de los mejores y codearse con la élite alemana.

El joven Beethoven partió hacia Viena en busca de nuevas oportunidades. A sus 25 años hizo su primer concierto público como compositor y realizó una importante gira europea que le valió el reconocimiento de la aristocracia. Allí estrenó su Primera Sinfonía.

Interior de la casa natal  de Beethoven, en Bonn, hoy convertida en museo.

Cinco obras emblemáticas

Beethoven es considerado el último de los representantes del clasicismo musical y el precursor del romanticismo. Exploró los extremos de los matices y las alturas de los instrumentos -graves y agudos- así como ritmos de mayor complejidad. Desafió las formas musicales como la sonata y la sinfonía.

Compuso sinfonías, sonatas, lied (canción alemana), arias de concierto, música de cámara, misas y una ópera.

  1. Para Elisa - Concierto para piano: Conocida también como Para Teresa, es una composición para instrumento solista, de corta duración, propia del romanticismo. Varias teorías plantean la dedicatoria: puede ser una soprano alemana llamada Elisabeth Röckel, amiga de Beethoven ó Therese Malfatti von Rohrenbach zu Dezza, una alumna de la que el compositor se habría enamorado.
  2. Sonata “Claro de luna” para piano N.º 14 en Do# menor: Compuesta en el año 1801 y dedicada a su alumna, la condesa Giulietta Guicciardi. Está estructurada en tres movimientos: Adagio sostenuto, Allegretto y Presto agitato.
  3. Sinfonía Heroica N.º 3 Mi mayor, Op. 55: Gran admirador de la Revolución Francesa, Beethoven pensaba dedicarle a Napoleón la Sinfonía Heroica, iniciada en 1802. Cuando Napoleón se coronó a sí mismo como emperador de Europa en 1804, Beethoven vio que era un tirano y  borró la dedicatoria. La obra fue concluida en 1804 y publicada en 1806 con la inscripción  Sinfonía heroica, compuesta para festejar el recuerdo de un gran hombre, en referencia a un héroe libertario anónimo. Se estructura en los movimientos: Allegro con brio, Adagio assai (conocido como la marcha fúnebre), Scherzo y Allegro molto–Poco andante–Presto. Esta tercera sinfonía  representa un cambio: orquesta más grande, duración de tiempo mayor y exploración de nuevas posibilidades del lenguaje musical.
  4. Sinfonía N.º 9 o Novena sinfonía Coral. Op. 125: En esta obra compuesta entre 1818 y 1824, Beethoven, ya con problemas de sordera, logra el máximo desarrollo de sus innovaciones musicales. Introduce en la sinfonía un coro y cantantes solistas, y adiciona dos trompas, triángulo y platillos. La obra tiene una duración aproximada de 65 minutos, lo que representa claramente una ruptura con la tradición. Dentro de la Sinfonía N 9 se encuentra el famoso Himno a la alegría, una musicalización al poema Oda a la alegría de Friedrich Schiller, escrito en  1786. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.El estreno de la Novena Sinfonía significó la última aparición pública del compositor, ya sordo.  Al finalizar la ejecución de la obra, le tocaron el brazo para que se diera cuenta que la pieza había terminado.
  5. Ópera Fidelio o el amor conyugal: Fue la única ópera compuesta por Beethoven y estrenada en 1805. Tiene dos actos, un libreto de Joseph F. Sonnleithner, basado a su vez en un texto del francés Jean-Nicolas Bouilly para la ópera Léonore, ou l’amour conjugal de Pierre Gaveaux. El argumento relata la historia de Leonor, una mujer que se hace pasar por un guardia de la prisión llamado Fidelio para rescatar a su marido Florestán, un preso político condenado a pena de muerte.

La sordera no le impidió componer

Beethoven dejó un legado de 722 composiciones creadas a lo largo de su prolífica carrera de 45 años. A sus 26 años comenzó a sentir un zumbido en sus oídos, que empeoró con el paso del tiempo. Intentó mantenerlo en secreto temiendo que la afección arruinara su carrera. A los 44 años, estaba casi completamente sordo e incapaz de escuchar voces y sonidos musicales.

En principio usó auxiliares auditivos para poder seguir componiendo pero, a medida que avanzaba su imposibilidad de oír, encontró otras maneras como la conducción ósea. Acompañado por su memoria, conectó una varilla de metal a su piano a la que mordía para sostenerla entre sus dientes. Mientras tocaba música, podía sentir las vibraciones en su mandíbula y percibir sonidos. Sabía perfectamente cómo sonaban los instrumentos y las voces, eso le permitió componer.

Primeros audífonos utilizados por Beethoven 

El homenaje de los músicos de hoy

Para celebrar los 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, el Centro Cultural Kirchner ofreció un concierto especial, presencial, enmarcado en el ciclo Beethoven y nosotres. El ciclo celebra la figura, la creación y el espíritu revolucionario, humanista, cosmopolita y visionario del compositor, que trasciende el tiempo y confluye con obras e intérpretes argentinos de hoy.

El violista y violinista Adrián Felizia  fue uno de los protagonistas de este concierto conmemorativo. Hablamos con él sobre la importancia de Beethoven en la música internacional, su legado y el análisis de sus obras en las distintas etapas de la vida del compositor.  

Beethoven es considerado el primer compositor romántico. Eso tiene mucho peso a la hora de escucharlo porque lo acerca a nosotros, a lo que somos en la actualidad, a nuestra cultura, a nuestra forma de escuchar. Beethoven fue uno de los primeros en considerar y dar un peso primordial a las emociones en su discurso musical. Antes de Beethoven, para un compositor era mucho más importante la composición en un sentido arquitectónico, cuestiones de simetría, formalismo. Beethoven usaba esta forma de componer y esa capacidad arquitectónica, sin embargo, lo primero que llega de sus obras es la emoción. Eso es lo que lo ha hecho universal.

Sin Beethoven no podríamos hablar de Schumann, de Brahms, de Mahler, de la música del siglo XX, los compositores considerados modernos, ni tampoco de la música para cine. Es difícil imaginar la música sin Beethoven porque fue el primero que le abrió la puerta a todo un caudal comunicativo. En Beethoven, ese caudal expresivo es una especie de explosión, una catarata, algo que se abre y fluye y uno se deja arrastrar por eso”.

-¿Qué despertó tu admiración por el compositor?

-Cuando empecé a escuchar la música, mal llamada clásica, fui por etapas. Escuchaba primero música barroca, que es muy anterior a Beethoven. Cuando escuché a Beethoven, de alguna manera vivencié la misma revolución, la misma sensación de novedad que habrán sentido las personas que escuchaban sus obras a medida que iban saliendo del horno y que eran una novedad para la cultura europea de ese momento. Era algo casi irresistible y con la sensación de lo prohibido porque sin romper del todo las reglas, las transgredió al extremo de lo que en ese momento se utilizaba. Posteriormente ya eso se convirtió en toda una tendencia.

-¿Qué quería expresar Beethoven a través de sus obras?

-Beethoven significa ese espíritu de lucha, ese espíritu de pararse y hacerle frente a la adversidad, tomar el destino, encaminarlo, a pura fuerza de voluntad, hacia donde él sentía que tenía que llegar. Sentía que tenía mucho que decir como compositor, y lo tenía. Ni siquiera su terrible problema de sordera lo apartó de ese camino. Todos los músicos sentimos esa sensación de algo irresistible que es muy fuerte, y al mismo tiempo hay un terrible dolor porque es difícil imaginar un destino peor para un músico. Beethoven no solamente lo sobrellevó su sordera sino que escribió sus mejores obras, sus más increíbles obras.

-¿Hay distintas etapas en el desarrollo de las obras del compositor?

-A Beethoven se lo divide en tres periodos: clásico, donde seguía los lineamientos de sus antecesores; medio, llamado heroico, en el que empezó a sentir la merma en su audición; y el último, en el que evolucionó a una especie de mundo de comunicación donde él solo estaba y ese camino lo llevó al extremo. Si bien fue lo que posibilitó el romanticismo, encontró una especie de paraíso. Las últimas obras de Beethoven están en un estado de ambigüedad emocional, es dramático, alegre, tiene esperanza, lo tiene todo. En el período heroico las obras son más marcadamente trágicas y, en general, terminan con un triunfo. Los  finales son siempre triunfales porque, como buen romántico, estaba fascinado con la idea de la superación de la dificultad. En las últimas obras, los últimos cuartetos, las últimas sonatas de piano, era una persona grande y tenía asumido el drama de no escuchar y los muchos otros problemas de comunicación que tuvo siempre. Sus últimos años encontró una especie de paraíso. Creo que sintió que había cumplido con su cometido y sentía una paz a esa urgencia creativa de sus años más jóvenes.

-¿Qué particularidades tuvo el concierto homenaje en el ciclo Beethoven y nosotres del CCK?

-Para los músicos que participamos fue un concierto muy importante porque retomamos el contacto con el público. Fue el primer y también el último concierto del año para todos los que estuvimos allí y nos deja satisfechos. Estamos muy agradecidos. 

Beethoven y nosotres estuvo integrado por dos obras muy significativas de lo que sería el contraste de la musa beethoveniana.

La composición que abrió el programa, el Cuarteto para cuerdas en fa menor n° 11 op. 95, Serioso, se considera el último de los cuartetos del período medio por su lenguaje expresivo. Por la textura y algunas otras características, se podría decir que está más del lado de los últimos cuartetos que escribió Beethoven. Es un cuarteto trágico en carácter, dramático, pero tiene momentos que estarían en esa ambigüedad anímica, porque es una especie de paraíso con ecos de conflicto en algunas disonancias que aparecen y no hay una resolución clara de esas disonancias. 

La segunda parte es todo lo contrario. Septimino es una obra llamativamente optimista de Beethoven. Muy fresca, muy juvenil, de una perfección asombrosa que ha sido un éxito tremendo, en el sentido de la aceptación por parte del público y por parte de los músicos. Una de las obras más queridas por los músicos y que más se tocan de Beethoven. Llena de melodías, inspiradísimas. Es, prácticamente, un concierto para violín y clarinete, y todo el resto, un paso atrás. Es muy discursiva por parte del violín ya que lleva siempre la voz principal. Es una especie de concierto en miniatura por la instrumentación -que es de siete y no de una orquesta- y no por el tamaño de la obra o su escala, ya que es muy larga y llena de momentos de mucha calma, alegría. Casi no hay momentos de drama salvo en los desarrollos donde se puede encontrar algún tipo de drama, sensación de tensión por la armonía.

Foto: Federico Kaplun-Gentileza Centro Cultural Kirchner

El clarinetista Mariano Rey, otro de los protagonistas de ese especial concierto, nos introduce en la forma de componer de Beethoven a partir del análisis de sus obras, como las sinfonías y el Septimino, ejecutada en el concierto.  

Foto: Federico Kaplun-Gentileza Centro Cultural Kirchner

Beethoven es uno de los compositores muy importante para cualquier músico. Su forma de escritura hace que uno pueda sentirse muy cómodo, abarcando su música, en cuanto a su forma expresiva y a su escritura.

Se me vienen a la mente las nueve sinfonías. Fue una experiencia increíble haberlas tocado completas con la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón. Fue increíble porque, más allá de lo que uno estudia, uno encuentra el significado de esa escritura. Se demuestra como se van desarrollando e insertando  motivos y formas en la escritura, por las cuales uno va comprendiendo mejor de que se trata.

Hay un desarrollo en la escritura de Beethoven y ese desarrollo, hacia los inicios del romanticismo, tiene que ver con la inclusión de figuras rítmicas diferentes, con matices y volúmenes que él ya los trabaja, de una manera mucho más desarrollada, en la sinfonía n° 1. El entrelazado entre instrumentos es cada vez más desarrollado. El hecho de haber tocado todas esas sinfonías y sentir como la pluma de él iba generando esos pequeños cambios, en pequeños detalles que, hacían grandes diferencias. Siendo uno de los últimos del clasicismo vienés trasciende hacia el romanticismo de una forma que, en sus sinfonías, está muy presente.

El Septimino es una obra clave porque funcionó como un modelo para otros compositores. Amalgama muy bien los vientos con las cuerdas. Consiguió un equilibrio y llevar los instrumentos a un punto donde se muestran las virtudes de cada uno. Tanto el violín, la viola, el cello, el clarinete y el corno funcionan de una manera entre virtuosa y solística y eso los lleva a un puesto muy generoso. Esa amalgama tiene que ver con como equilibra las sonoridades de cada instrumento. Las acerca en vez de marcar de una manera definida que es lo que hace cada instrumento.  El Septimino, hecho en tonalidad mayor, representa la alegría, la esperanza, el deseo de que hay otras cosas con un buen espíritu para caminar. Esta obra resume la comunión entre los instrumentos".                                

Foto portada: Biblioteca del Congreso