Octavio Paz: "Mi destino, pensé desde niño, era el destino de las palabras"
Octavio Paz: "Mi destino, pensé desde niño, era el destino de las palabras"

Octavio Paz: "Mi destino, pensé desde niño, era el destino de las palabras"

Letras
Efemérides
A 107 años de su nacimiento, recordamos al poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1990 y del Cervantes en 1981.

Octavio Paz nació el 31 de marzo de 1914 en Ciudad de México y fue el único hijo del matrimonio entre Josefa Lozano y Octavio Paz Solórzano. Además de gran poeta y ensayista, la figura de Paz es hoy reconocida por la valentía de defender la causa feminista, la lucha contra los totalitarismos y la defensa de la ecología, en una época en que muy pocos lo hacían.

Una de sus obras maestras, Pasado en claro (1975), es un libro constituido por un largo y único poema de alrededor de seiscientos versos. Es un texto principalmente autobiográfico en el que conviven dos voces: la del poeta que recuerda desde el presente y la de un pasado que reinventa, y en el que los temas son la casa, el hogar, la infancia.

“Mi madre, niña de mil años, madre del mundo, huérfana de mí, abnegada, feroz, obtusa, providente, jilguera, perra, hormiga, jabalina, carta de amor con faltas de lenguaje, mi madre: pan que yo cortaba con su propio cuchillo cada día.”

Con estos versos del poema Pasado en claro, Paz recuerda a su madre, Josefa Lozano, hija de andaluces. En 1977, el poeta mexicano fue parte del hoy mítico programa de entrevistas A fondo de le TVE. En la emisión que lo tiene como protagonista, Paz le cuenta al periodista Joaquín Soler Serrano que esos versos los había escrito para mostrar a la madre de origen español, que él veía como madre y niña a la vez. Y que su primera conexión con el país de la madre había sido a través las canciones populares que ella cantaba.

En cambio, hay ferocidad para referirse al padre, Octavio Paz Solórzano. Y brutalidad para contar su muerte:

“Del vómito a la sed, atado al potro del alcohol, mi padre iba y venía entre las llamas. Por los durmientes y los rieles de una estación de moscas y de polvo, una tarde juntamos sus pedazos. Yo nunca pude hablar con él. Lo encuentro ahora en sueños, esa borrosa patria de los muertos. Hablamos siempre de otras cosas”.

Versos del poema “Pasado en claro”.

Octavio Paz Solórzano fue abogado, político y periodista, que se unió al ejército zapatista durante la Revolución mexicana y que más tarde murió arrollado por un tren. En esa entrevista con Soler Serrano, Paz se niega a ahondar en su relación con su padre, pero reconoce que era una figura que le generaba “desasosiego”.

Sin embargo, también cuenta que fue su abuelo, Ireneo Paz, era el hombre que él quería. Ireneo, también escritor, fue la primera y gran influencia literaria de Octavio: el abuelo le relataba historias al nieto y además Octavio se crio en su casa, que tenía una biblioteca de entre seis mil y siete mil ejemplares, a la que Octavio tenía acceso libre, por lo cual, de niño leyó todo lo que quiso tanto de literatura mexicana como universal.

Su padre y su abuelo eran abogados, así que Octavio Paz empezó esa misma carrera para seguir la tradición familiar. Aunque casi la terminó, se negó a recibirse porque ya sabía que quería dedicarse a la poesía. En su paso por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) conoció a Elena Garro, que también se convertiría en una reconocida escritora. Garro y Paz se casaron en 1937 y tuvieron una hija: Helena.


Elena Garro y Octavio Paz (Foto: Archivo El Universal).

Ese mismo año, el poeta chileno Pablo Neruda invita a Paz al Congreso de Escritores Antifascistas, a celebrarse en Valencia, para defender la causa republicana en medio de la Guerra Civil Española. Paz admiraba la obra de Neruda, que ya era conocido, y el chileno fue uno de los primeros en prestar atención a la poesía del mexicano. Sin embargo, la relación entre ambos fue conflictiva. Aunque en su juventud, Paz se posicionaba cercano al marxismo, más tarde se desilusionó del régimen soviético y denunció los crímenes de Stalin. En tanto que Neruda se convirtió en un defensor del mandatario ruso. Estas diferencias los llevaron a pelearse casi a las piñas (parece que el chileno logró esquivar una piña del mexicano y luego los separaron) y estuvieron distanciados casi 20 años. Sin embargo, pudieron reconciliarse en Londres unos años de la muerte de Neruda.

Después de ese viaje a España, donde conoció personalmente a Vicente Huidobro, Nicolás Guillén y Antonio Machado, se fue a París, donde conoció a César Vallejo, y luego pasó por Nueva York antes de regresar a México en 1938, donde escribió artículos de apoyo de la causa republicana y también fundó las revistas literarias Taller y El hijo pródigo, de las que surgió una nueva generación de escritores mexicanos.

En 1943 ganó una beca Guggenheim y se fue a vivir a Estados Unidos, hasta que finalizada la Segunda Guerra Mundial, Paz entró al Servicio Exterior Mexicano, que lo destinó a París. Allí conoció a Jean-Paul Sartre, a Albert Camus y a André Breton, de quien se haría amigo personal. La obra de estos pensadores franceses influirá más tarde en la obra del mexicano. Según cuentan Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, en la biografía que escribieron sobre Octavio Paz, fue en esa estadía en la capital francesa que Paz empezó su alejamiento del marxismo y el existencialismo para acercarse a un socialismo utópico y al surrealismo.

A principios de los años cincuenta, su trabajo llevó a Paz a conocer Japón y la India, donde por primera vez tuvo contacto con los clásicos budistas y taoístas. “El budismo fue un ejercicio mental y espiritual que me ayudó a empezar a dudar del yo y de sus espejismos. La veneración del yo es la mayor idolatría del hombre moderno. Para mí el budismo es una crítica del yo y de la realidad. Una crítica radical que no termina con la negación sino con la aceptación. Todos los grandes santuarios budistas de la India contienen relieves y esculturas de gran sensualidad. Una sexualidad poderosa pero pacífica. Me impresionó encontrar esa exaltación del cuerpo y de los poderes naturales en una tradición religiosa y filosófica que menosprecia el mundo y que predica la negación y el vacío”, le dijo Paz en 1990 a Alfred Mac Adam en la entrevista que dio a la revista literaria The Paris Review.

En 1952 volvió a México, allí fundó el grupo poético y teatral “Poesía en voz alta” y empezó a colaborar en la Revista mexicana de literatura y en El corno emplumado, en las que defendió las posiciones experimentales del arte contemporáneo.

“El hombre que volvió a México a fines de 1952 era un poeta diferente, un escritor diferente. Si me hubiera quedado en México, probablemente me hubiera ahogado en el periodismo, en la burocracia o en el alcohol. Huí de ese mundo y probablemente también de mí mismo”, dijo Paz en la entrevista con The Paris Review.

En 1960 volvió a ser destinado a París como parte del servicio diplomático mexicano y luego a la India entre 1962 y 1968, donde conoció a la artista plástica francesa Marie-José Tramini. Ya divorciado de Garro, Paz se casó con Tramini en 1964 en los jardines de la Embajada de México en la India bajo un árbol de neem, típico del país asiático.


Marie-José Tramini y Octavio Paz (Foto: Archivo Reuters).

En octubre 1968, Paz renunció a su cargo diplomático en señal de protesta por la sangrienta represión del gobierno a las manifestaciones estudiantiles, conocida como la Masacre de Tlatelolco.

La obra de Octavio Paz

El poeta mexicano cuenta con una gran producción literaria entre el género de la poesía y el del ensayo. Dentro de la lírica incursionó en el erotismo, la experimentación formal y la reflexión sobre el destino del hombre. Además de Pasado en claro, su otra gran obra maestra es Piedra de sol (1957), en la que se ven las preocupaciones históricas y existenciales del autor. En tanto que la obra ensayística, su curiosidad lo llevó a escribir de múltiples temas como literatura, historia, política y sociología.


Sor Juana Inés de la Cruz.

Una mención particular es el estudio crítico Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982), el ensayó que Paz escribió sobre la escritora y religiosa mexicana. “Quería recuperar una figura que considero esencial, no sólo para México sino para América en general. Al principio, sor Juana fue sepultada y olvidada, después desenterrada y momificada. Yo quería devolverla a la luz del día, liberarla del museo de cera. Está viva y tiene mucho para decirnos. Fue una gran poeta, la primera en la larga línea de mujeres poetas latinoamericanas… no olvidemos que Gabriela Mistral, de Chile, fue el primer escritor latinoamericano que ganó el Premio Nobel. Sor Juana fue, además, una intelectual de primera clase (…) y una defensora de los derechos de la mujer. Fue puesta en un pedestal y ensalzada, después perseguida y humillada. Debía escribir sobre ella.”, contó Paz en la entrevista The Paris Review.

La escritora mexicana Elena Poniatowska recuerda que en 1960 Paz le escribió: “En general las mujeres me dan más esperanzas sobre la humanidad actual que los hombres. Quizá el gran fenómeno del siglo XX no sea la física nuclear, ni el comunismo, ni Fidel Castro, sino la liberación de la mujer”.

El reconocimiento internacional

En 1990 la Academia Sueca le otorgó a Paz el Premio Nobel de Literatura por “su escritura apasionada y de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística”. Además del máximo galardón a las letras a nivel mundial, ya había obtenido el reconociendo mayor a las letras hispanoamericanas con el Premio Cervantes en 1981. En tanto que en 1993, recibió el premio Príncipe de Asturias.

Octavio Paz murió a los 84 años, el 19 de abril de 1998, en la Ciudad de México.


Ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura.