Xavier Inchausti: “En la balanza, la música siempre tuvo más peso”
Tiene 25 años, en noviembre del año pasado se convirtió en el integrante más joven de la Orquesta Sinfónica Nacional y ya tiene un currículum que causa envidia. Nació en Bahía Blanca y dio conciertos como violinista en Moscú, Taiwán, Madrid y Viena, entre otras ciudades. Sus pares lo ven como un verdadero crack y la critica especializada lo define como uno de los violinistas más virtuosos en ejercicio.
–¿Cómo comenzó tu relación con la música?
–A los ocho años empecé a tocar el piano y, a los nueve, me cambié al violín. Mi primer maestro fue Sergio Lazaret y después seguí con Fernando Hasaj. En 2002, tuve mis primeros conciertos y continué desarrollando mi carrera, que hasta este momento es netamente solista.
–¿Cuándo decidiste venir a Buenos Aires?
–Dejé Bahía Blanca en 2001. Venía regularmente a tomar clases con Fernando Hasaj y empecé a tener muchos conciertos. Después, en 2004, fui a estudiar a la Universidad de Viena. Ahí estuve un año; volví y seguí con los conciertos tanto en la Argentina como en Chile, Brasil y Uruguay. En 2010, fui a estudiar a España, a la Escuela Superior de Música Reina Sofía, con la profesora Ana Chumachenco, quien es una de las más grandes maestras que hay en el mundo. Fui un privilegiado por estudiar y trabajar con ella.
–¿Cómo llegó la Orquesta Sinfónica Nacional a tu vida?
–Tenía relación con la Orquesta desde hace mucho porque tengo amigos que la integran. Además, tocaba como solista invitado desde 2008, gracias al director emérito, Pedro Ignacio Calderón, y al programador, Ciro Ciliberto. En 2015, yo había vuelvo de España y salió la vacante de concertino B. Me generó mucha ilusión y me preparé muchísimo. Sabía que era un concurso en el que había que tocar un gran repertorio y de mucha dificultad. Por eso fue una alegría enorme enterarme de que iba a formar parte de la Orquesta. Siempre le he tenido una gran admiración como público. Formar parte de ella es una enorme responsabilidad y alegría, y sobretodo, poder tocar en la sala Sinfónica en el CCK, que es como el Stradivarius: el violín que tiene el más bello sonido.
–¿Cómo te preparaste para el ingreso a la Sinfónica?
–Para la primera ronda pedían un concierto de Mozart, después una sonata clásica romántica. Pero la parte más interesante, al menos para mí, fue en la segunda ronda, cuando me pidieron un solo de orquesta de violín. Fue un gran desafío porque nunca los había tocado. Es mucho más que un concurso porque es mirar hacia el futuro, lleva mucha responsabilidad y trabajo diario formar parte de la Orquesta Sinfónica Nacional.
–¿Cómo es tu día a día?
–Soy muy riguroso. Me preparo para los conciertos que tengo. Normalmente estudio desde la mañana hasta la noche. Soy muy ordenado con ese tema, claro que tengo intervalos para comer y descansar; pero, prácticamente, dedico todo el día al estudio y a la capacitación.
–¿Qué expectativas tenés con tu incorporación a la Sinfónica?
–Si bien es una orquesta de una trayectoria enorme y de una calidad fantástica, creo que todos estamos apostando a su crecimiento. Nunca se llega a la perfección, pero siempre se la busca. También el hecho de trabajar en La Ballena Azul del CCK (el lugar asignado para los ensayos de la OSN) influye en esta búsqueda. En este momento, el objetivo es ese: trabajar hasta lograr el sonido que queremos.
–¿La Orquesta sale de gira?
–Sí. Cuando era solista invitado hice varias giras por el interior del país e, incluso, en Uruguay. Es lo bueno que tiene la Sinfónica, que no solamente se la puede disfrutar en el CCK, sino también en distintos escenarios del país, y tratar de llegar cada vez a más público. Es la Orquesta que más giras realiza por el interior.
–Este año, la SInfónica va a hacer ensayos abiertos. ¿Con qué se van a encontar los que asistan?
–En los ensayos estás más pendiente de la cuestión sonora, de la comunicación con el compositor, en lugar de con el público. Uno está muy focalizado en la música y creo que en el concierto es donde realmente se puede apreciar el arte, donde hay un interlocutor. Es donde todo cobra sentido, si no queda solamente en el lenguaje, en lo abstracto de la música. En el concierto se llega a una comunicación con la audiencia, que es lo más importante y donde uno se siente complacido en poder brindarle todo ese trabajo a alguien.
–¿Dejaste cosas en el camino por la música?
–Muchas veces hay que resignar cosas, ponerlas en la balanza. Hasta ahora, la música fue la que tuvo más peso. Por ejemplo, tuve que rendir libre el colegio para dedicarme cien por cien a la música. También tuve que dejar el básquet a los diez años por un tema de las manos, a pesar de que ahí tenía a todo mi grupo de amigos. Hay muchas cosas que tuve que relegar, pero creo que lo hice por una buena causa.
–¿Qué le aconsejas a un chico que está comenzando este camino?
–Lo más importante es disfrutar de la música y nunca dejarse apabullar por las exigencias. Siempre tiene que haber un disfrute. No se tiene que perder eso, que es lo esencial. Y, en relación con lo práctico, les sugiero que practiquen y estudien mucho, y que lo hagan con mucha pasión.
Fotos: Romina Santarelli