"Es necesario pensar el modo de acercarse a cada público"
"Es necesario pensar el modo de acercarse a cada público"

"Es necesario pensar el modo de acercarse a cada público"

Museos
Entrevista a Valeria González, nueva directora de la Casa Nacional del Bicentenario.

Valeria González es historiadora del arte y curadora. Y es expresiva, muy expresiva. En su hablar entusiasta, la acompañan sus ojos y sus manos, que revolea sin cesar. Cuenta sus planes para esta nueva etapa de “La Casa”, como llaman cariñosamente al centro cultural que preside. Ubicada en Riobamba 985, la Casa Nacional del Bicentenario está emplazada en dos edificios simétricos construidos en 1913. Es elegante, tiene presencia e inspira.

En una charla relajada, la flamante directora de la Casa Nacional del Bicentenario se dispone a conversar de sus proyectos de gestión y la emoción en el arte.

 

¿Cómo nace en vos el interés por el arte?

–Estudié Historia del Arte. Pertenezco a esa primera camada de curadores que nos formamos de manera autodidacta, mirando mucho, y de manera muy crítica, formatos y ejemplos diferentes de exposición. Descubrí mi vocación muy temprano, cuando cursaba el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires. A los 15, ya sabía que quería seguir Historia del Arte, aunque por ese entonces lo que me interesaba era particularmente la literatura. Era una lectora fanática de Borges y escribía mucha poesía y cuentos cortos. Me interesaba vincularme con algo relacionado con las ciencias humanas, las artes, pero no desde las letras.  

¿Por qué no?

–Tenía miedo de que si estudiaba Letras se me fuera a aplastar esa cosa más fresca, más intuitiva de la inspiración para escribir. Quería seguir siendo escritora, aunque esa profesión murió a los 20, cuando estaba ya en plena carrera de Historia del Arte.  

Más que morir, seguramente, se habrá transformado.

–Así es, se transformó. La líbido no desaparece, sino que se reubica. Dejé de tener la necesidad de escribir poesía porque empecé a volcar toda esa necesidad expresiva en buscar las formas de contar, a partir de obras ajenas. No abandoné la escritura creativa, en realidad, la puse en otro lado.

¿En qué consiste “curar” una muestra?

–La curaduría es una profesión que se ha definido de manera muy reciente y que ha surgido por nuevas necesidades del sistema del arte contemporáneo. “Curar” una exposición tiene que ver con generar el concepto, la familia de conceptos, o las hipótesis que hacen el relato que uno construye. La exposición como relato basada en hipótesis de trabajo: eso es la curaduría. Luego, los instrumentos para concretar ese relato y comunicarlo ponen un pie principal en las obras seleccionadas de determinados artistas. No se trata sencillamente de elegir una suma de obras y de montarlas en un espacio, sino que la curaduría profesional consiste en la construcción de ese relato.

¿Cómo dialogan obras de diferentes épocas?

–Dos obras pueden ser heterogéneas en muchos sentidos, pero si se dan encuentro es porque el curador decidió que se encuentren. Entonces, ese encuentro tiene que ver con una hipótesis que está afirmando en su relato. Estos diálogos se vienen dando desde la aparición de la fotografía, en 1839, o desde antes de que se inventara la cámara fotográfica, incluso, si uno piensa que ya en la pintura renacentista existía el deseo de fotografía. Y en esto hay una relación íntima entre mi labor como curadora y la Historia del Arte. No concibo la una sin la otra. Justamente porque la curaduría es un relato que puede volver a poner en escena objetos estéticos que el público pudo haber visto mil veces, pero vuelve a construir una nueva mirada sobre estos sujetos. Esto también lo hace el historiador: trabaja siempre para aportar nuevas miradas sobre pasados y presentes. Ya lo había dicho el gran historiador Immanuel Wallerstein: “Sólo se puede narrar el pasado como es, no como era”. El pasado está en permanente construcción; la historia del arte está en permanente construcción. Y, entonces, las vinculaciones entre los objetos estéticos y la obras de arte están en un replanteo permanente. Esto es lo que hacen los curadores; y es muy parecido a la labor del historiador.

¿Qué impronta imprimirá tu gestión en la Casa Nacional del Bicentenario?  

–Nuestra intención es posicionar la Casa como un centro de excelencia vinculado troncalmente al arte contemporáneo argentino. Es decir, posicionarla como el centro nacional situado en la Ciudad de Buenos Aires, con dinámica de centro cultural. Nuestro año se divide en tres instancias bien distintas. En primer lugar, la presentación de Opera Prima, el 13 de mayo: una exposición que reúne más de 60 obras seleccionadas especialmente para este premio, por un jurado integrado por Andrés Duprat, Raúl Flores, Mónica Millán, Liliana Piñeiro y por mí. Se exhibirán obras de artistas de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, Chaco, Chubut, Corrientes, Entre Ríos, Mendoza, Neuquén, Chaco, San Juan, Tucumán, Santa Cruz y Santa Fe, realizadas en diversos formatos y con heterogeneidad de lenguajes y poéticas. Esta iniciativa fue realizada con el propósito de continuar con la difusión de la producción artística emergente de todo el país y retoma experiencias previas como la de Currículum Cero, organizada por la Galería Ruth Benzacar. Luego, en julio, seremos una especie de espejo difusor y amplificador de la propuesta más federal que tendrá lugar en Tucumán, con motivo del Bicentenario. Y la tercera instancia contempla un proyecto que arranca en agosto y abarcará el resto del año, es decir que se irá transformando a sí mismo a medida que transcurren los meses. Se trata de "Casa Tomada", y tiene que ver con la valoración del arte más allá del objeto fetiche y de las múltiples prácticas que se abren cuando uno se corre de él. En este sentido, "Casa Tomada" será una suerte de artilugio para plasmar en una muestra todo un conjunto de ideas. Creo que en este proyecto podremos mostrar realmente la nueva identidad de la Casa. Vamos a usar la ficción de "Casa Tomada" como eje del guión estético, visual, escenográfico, curatorial, de prensa, de escritura. Todo va a girar en torno a esa ficción.

¿Y para el público infantil?

–La programación de julio se dividirá en dos: la primera quincena estará centrada en el concepto de "Emancipación", en la que, a su vez, está trabajando el Secretario Américo Castilla, junto con el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo Timoteo Navarro de Tucumán; la segunda quincena va a estar absolutamente dedicada a los niños. Será una especie de "prohibido para adultos".

¿Cómo se dialoga, desde un espacio cultural dado, con el visitante?

–La clave radica en salir a buscar públicos. No hay imanes posibles; hay que salir. Claro que contamos con los enormes y poderosísimos medios de comunicación electrónicos. Salir a buscar a los públicos no implica solamente la cuestión física del salir. Es necesario pensar el modo de acercarse a cada público concreto.   

¿Qué te conmueve de tu tarea?

–Muy a cuento la pregunta. Nunca mi vocación hubiese ido hacia la matemática o la ingeniería. Lo que me interesa es trabajar, a partir de mi sensibilidad, en generar nuevas miradas para los objetos, incluso nuevas miradas para los mismos objetos.

¿La propia sensibilidad, de algún modo, se proyecta en el relato del arte ajeno?

–Voy a compartir la primera imagen que se me vino a la mente. Como contaba, si bien me convertí en una lectora empedernida a muy temprana edad, el hábito de la lectura llegó antes de poder leer fluidamente, y lo hizo como coraza protectora. Lo que me vuelve lectora empedernida es la posibilidad de esconderme detrás de las páginas. Con mucho esfuerzo esa inhibición tremenda, casi aislacionista, se fue curando y esa coraza se fue transformando en una pantalla hacia los otros. En un sentido, esa coraza dejó de ser aislación y pasó a ser una herramienta de comunicación. En términos dialécticos nunca hay una polaridad simple, sino una síntesis. Creo, entonces, que el libro, los contenidos, el estudio, la historia del arte pasaron a acompañarme en mis momentos de soledad y de reflexión, a la vez que me permitieron el enorme placer de poder compartirlos; y al hacerlo, generar nuevos lazos profesionales y afectivos con la gente. Esta anécdota resume un poco mi vida.

 

Texto: Bárbara Schijman

Fotos: Soledad Amarilla