Ana María Shua: “Para escribir, hay que tener mucha autocrítica”
Ana María Shua: “Para escribir, hay que tener mucha autocrítica”

Ana María Shua: “Para escribir, hay que tener mucha autocrítica”

Letras
La escritora nos cuenta cómo va a ser su taller de microrrelatos en la Biblioteca Nacional; estos son sus consejos para escribir mejor

Dramaturgia, nouvelle, poesía, cuento, microrrelato y crónica son algunas de las opciones que ofrece la Biblioteca Nacional Mariano Moreno para todos aquellos que quieran lanzarse al mundo de las letras o adquirir nuevas herramientas para perfeccionar su escritura.

Dictados por grandes maestros –expertos en los géneros que abordan, como Gabriela Cabezón Cámara, Laura Cardona, Guillermo Martínez, María Moreno, Sylvia Iparraguirre, Pedro Mairal y  Ana María Shua, entre otros–, los encuentros gratuitos de frecuencia semanal comenzaron esta semana. La primera parte del ciclo se extenderá hasta septiembre y tendrá una segunda etapa entre octubre y noviembre.

¿Se puede enseñar a escribir? ¿Hay que escribir todos lo días? ¿Existen técnicas para lograr un buen texto?

Ana María Shua –escritora de cuentos, novelas, literatura infantil y microrrelatos– dice al respecto: “Se puede enseñar a mejorar la escritura. No importa en qué estado venga la persona al taller, siempre puede escribir mejor de lo que escribía antes. Un taller no puede convertir en escritor a alguien que no lo es; tiene que tener algo que ya viene de fábrica. Como sucede en cualquier actividad que tiene que ver con el arte, se necesita un cierto talento; pero con eso solo no alcanza: hay que desarrollarlo y trabajarlo. Para eso sí puede servir un taller. Cuando empecé a escribir, me hubiera gustado mucho tener un taller literario”.

El taller que vas a dictar en la Biblioteca Nacional es sobre microrrelato, ¿cómo va a ser tu metodología de enseñanza?

El taller que voy a dictar en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno se trata de una introducción al género. Voy a hacer que los participantes escriban y trabajen durante las clases, pero también me voy a llevar textos para revisar. Por eso pedí que los alumnos vengan con dos o tres escritos ya hechos. Mi idea no es corregir lo que ellos escriban en los minutos de clase, porque no creo en el espontaneísmo en la literatura. Espontáneamente se te puede ocurrir una buena idea, pero después eso hay que trabajarlo, desarrollarlo. Entonces, prefiero que lo que escriban en clase, se lo lleven, lo trabajen y me lo traigan en el próximo encuentro. Así, de esta forma, puedan lograr un texto mejor escrito. Simultáneamente, vamos a abordar qué es el género en particular, qué características tiene, tanto en América Latina como también en otros idiomas no hispanos. Vamos a leer mucho.

¿Cómo definís exactamente "microrelato"?

Hoy los críticos están de acuerdo con llamar microrrelato a un texto o minificción –y ese es uno de los temas que también vamos a abordar en el taller: la cuestión del nombre y las discusiones en torno a él– que tiene como máximo unas 25 líneas, aproximadamente una página, y no tiene mínimo. El más breve que conozco es uno que dice “Fantasma” y el resto de la página está en blanco.

¿Cómo fueron tus inicios como escritora?

Empecé desde chica. Ya en la escuela primaria escribía versitos, poemas y, rápidamente, me convertí en la poetisa más famosa de toda la escuela. En el último grado, escribía dos o tres de mis composiciones, me quedaba con una y cambiaba las otras por figuritas. En aquel momento, me ayudó mucho mi profesora de arte dramático, María Esther Fernández. Tomé sus clases en mi casa, porque mi madre desconfiaba del ambiente artístico. Con ella aprendí muchos monólogos y, como era una gran maestra, se dio cuenta enseguida de que no tenía mucho perfil de actriz, pero sí de escritora. Entonces, cada vez que venía me pedía que le preparara unos versos. Con el tiempo, tuve suficientes como para seleccionarlos y publicarlos. De alguna manera, sí tuve una suerte de taller. Me orientaba y guiaba en las lecturas: me proponía mucha poesía, mucho teatro. Por otro lado, nunca tuve referentes en particular, siempre me gustó leer de todo y no tuve autores señeros que fueran mi faro. Fui una lectora muy ecléctica.

¿Tenés algún método de escritura? ¿Cuál es tu disciplina para escribir?

Primero decido el género y, en función de eso, mi cabeza empieza a trabajar. Nunca me pasa que cuando me propongo, por ejemplo, escribir microrrelatos, se me ocurren ideas para una novela o al revés. Es una decisión totalmente racional, luego busco ideas sobre qué tengo ganas de escribir. Después, comienza el proceso de investigación y documentación que, a veces, es simultáneo. Me pasó con mi libro Fenómenos de circo, que fue el único caso en que tuve que investigar para escribir esos microrrelatos: mientras iba leyendo y aprendiendo, incorporaba material y se me ocurrían ideas de lo que quería escribir.

Generalmente, me propongo escribir una página por día. No siempre lo logro, pero lo intento. A veces, salen dos; y con más frecuencia, diez líneas. Quizá, en cuatro horas, todo lo que consigo hacer son esas diez líneas. Tal vez me salen esas diez en dos horas y después necesito todo el día para seguir pensando y poder avanzar. Y escribo por la mañana, después del almuerzo ya no se me ocurre nada.

Como escritora de distintos tipos de textos (novela, poesía, literatura infantil), ¿qué te inspira a escribirlos?, ¿preferís algún genero?

Me inspira todo y lo que más sufro es la novela. Creo que la novela es un género sufrido, porque cuando se la va escribiendo, lo que se deja atrás es un borrador, un borrador incómodo, desagradable. A veces, vas cambiando de idea y, sin embargo, tenés que seguir adelante. Si estás volviendo atrás a cada rato para modificar, podés quedarte eternamente en la primera página. Entonces, tenés que llegar hasta el final sea como fuere, incluso en las peores condiciones, para poder tener todo el material y trabajar en serio. Entonces, eso que vas dejando atrás te pesa en la conciencia porque es feo, está mal escrito, es torpe, tiene errores.

En tu nueva novela, Hija, entre cada uno de los capítulos escribís un diario sobre cómo fue tu proceso de escritura. De alguna manera, puede funcionar como una suerte de taller para los lectores.

Sí, me gustó mucho hacer ese tipo de trabajo porque como lectora también me gustaría que otros escritores me lo cuenten a mí. Me encantaría saber qué inventaron, qué les contaron, qué les pasó de verdad. De alguna manera tiene algo de clase de escritura, que espero que no interrumpa demasiado la acción. Igualmente, se puede saltear y continuar con la historia. La verdad es que me tentó: había leído HHhH, de Laurent Binet, sobre el atentado de Heydrich en Praga, y me gustó muchísimo cómo cuenta los hechos tal como él averigua que fueron sucediendo, casi novelados. Y, simultáneamente, va contando la forma en que hace su investigación. Esa combinación me gustó, me interesó y dije: “Caramba, ¿se podrá hacer esto mismo con una novela de ficción?”. En realidad en más difícil porque, por ejemplo, Binet en su libro puede ir hablando de lo que va a venir: eso ya todos lo saben, no es una sorpresa. En cambio el autor de ficción, si quiere mantener el suspenso, hay cosas que no puede contar. Tiene más límites, pero eso mismo lo hace más interesante.

¿Qué consejo le darías a los participantes de los talleres literarios?

Que tengan mucha autocrítica, que sepan que no todo lo que uno escribe es bueno. A veces, aunque esté bien escrito. Yo siempre escribí bien, pero no todo lo que hice y hago es bueno. No hay que enamorarse de todo lo que sale de la pluma (o del teclado). La vanidad puede jugar en contra, pero también es uno de los elementos imprescindible. Hay gente que me dice: “Yo escribo, escribo y después tiro todo, porque es una necesidad de descarga”. Entonces digo: “Bueno, este no va a ser escritor”. El que es escritor no tira todo, aunque no le haya salido bien o decida no publicarlo. Si lo escribió, por algo es y no lo tira así no más. La diferencia entre un escritor y alguien que quiere ser un escritor es darse cuenta cuando te sale mal.

 

Los cinco tips de Ana María Shua para escribir microrelatos

1) Cuando un microrrelato es bueno, muerde.

2) Un microrrelato no es lo mismo que una frase ingeniosa.

3) No tiene nada que ver con un tweet. El tweet es un formato, el microrrelato es literatura.

4) Por breve que sea, tiene que ser inolvidable.

5) Igual que cualquier otro texto literario, el microrrelato es un universo pequeño que se construye con trozos de realidad.