Mujeres de la filosofía: del olvido a la reivindicación histórica
Mujeres de la filosofía: del olvido a la reivindicación histórica

Mujeres de la filosofía: del olvido a la reivindicación histórica

Letras
Filosofía
En su libro Ellas lo pensaron antes, la investigadora argentina María Luisa Femenías rescata a filósofas del mundo y de distintas épocas que, sistemáticamente, fueron excluidas del “canon académico”. Enterate en esta entrevista, quiénes fueron y cuáles sus aportes en el mundo de las ideas.
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Con su tesis sobre el movimiento feminista, en 1901, no solo se convirtió en la primera egresada en Filosofía de nuestro país, sino también en una de las pioneras de la revolución de las mujeres. Olvidada y solapada por la fama de su padre, el pintor Cándido López, recordamos y homenajeamos en esta nota, a quien supo tener “un cuarto propio” mucho antes del emblemático ensayo de Virginia Woolf

A la luz de la actual ola feminista en la Argentina y en el mundo, no es raro enterarnos de tantos momentos de invisibilización, ocultamiento y hasta menosprecio contra muchas de las mujeres, de todas las épocas y sectores sociales. También —y quizá sobre todo— contra aquellas que, con inteligencia, aportaron sus ideas para hacer tambalear cierta cofradía machista del mundo académico.

En este sentido, María Luisa Femenías, filósofa e investigadora argentina, se dedicó a estudiar y rescatar a muchas de sus colegas de distintos momentos de la historia, a quienes reúne en su nuevo libro Ellas lo pensaron antes (Ediciones Lea). En esta nota, conversamos con la autora sobre aquellas mujeres de la filosofía que, en no pocos casos, se adelantaron a los varones pensadores, pero fueron sistemáticamente excluidas y olvidadas.   

-A propósito del próximo 8 de marzo que se conmemora “Día de la Mujer Trabajadora”  ¿podemos decir que siempre hubo mujeres filósofas que trabajaron por/para el pensamiento o siempre estuvieron marginadas y enclaustradas en el rol de meras musas?

-Yo sospecho que siempre hubo mujeres que filosofaron y que en la mayoría de los casos, de esto hay certeza, su obra no pasó al canon filosófico. Si lo hizo, su paso fue efímero o precario (es decir, relativamente breve), al menos hasta tiempos muy recientes. Siempre se consideró que si no habían perdurado era por cuestiones de “calidad”. Sin embargo, la crítica más reciente muestra que no siempre fue así; como trato de mostrar en mi último libro: obras extremadamente importantes fueron destruidas, dejadas de lado, consideradas escritas por filósofos varones o simplemente consignadas como “anónimas”. Y eso es un “dato” muy significativo que es preciso tener en cuenta.

-¿Podrías nombrar algunas de esas mujeres y sus aportes en el mundo de las ideas?

-En la medida en que fueron muchas, se hace difícil enumerarlas a todas; haríamos una suerte de diccionario y no es el caso. Primero porque tras muchos años de investigación, actualmente tenemos registro de un número muy significativo de ellas; segundo porque en tanto se trata de investigaciones en curso, muy probablemente haya aún muchas más. Para dar cuenta de su importancia, doy solo dos ejemplos: si los escritos de Hipatia no se hubiera destruido, habríamos contado con un estudio sistemático bajo la teoría de un sistema solar de modelo heliocéntrico, y fue muchos siglos antes del de Copérnico e incluso antes del de Aristarco de Samos, que son los dos registros que se suelen citar habitualmente. Del mismo modo, si no se hubieran desprestigiado los aportes críticos de Madame de Chatelet sobre la mecánica cartesiana y la de Newton, otro tanto hubiera sucedido por ejemplo respecto de sus análisis, acerca de las contradicciones entre determinismo y libertad que ambos modelos conllevaban. En Ellas lo pensaron antes, ofrezco un panorama organizado de las filósofas más relevantes (veintiuna en total), pero claro que podrían agregarse muchísimas más.

-En el título del libro decís que "ellas lo pensaron antes". ¿Qué destacarías de aquello a lo que se anticiparon?

-No puedo dejar de reconocer que el título es un poco retórico, por eso conviene leerlo junto con el subtítulo: “Filósofas excluidas de la memoria”. Es decir, la trasmisión del pensamiento filosófico en general —e insisto, hasta tiempos muy recientes— se ha hecho con omisión de los aportes de las mujeres. Además del claro ejemplo de Hipatia, podríamos señalar a modo de anécdota que el término “mónada” [según el sistema de Leibniz, filósofo y matemático alemán del siglo XVII, cada una de las sustancias indivisibles, pero de naturaleza distinta, que componen el universo] fue acuñado por Anna de Conway, cosa que siempre reconoció el propio Liebnitz, a quien se le atribuye con frecuencia ser su autor. Es decir, el peso de la tradición de tal concepto y su errónea atribución se basa en el prejuicio de que las mujeres son incapaces de hacer teoría o de dedicarse a disciplinas, cuyo nivel de abstracción es muy elevado. Esto hizo que, a pesar del propio Leibnitz, se le atribuyera esa noción, al tiempo que todos sus desarrollos posteriores. Una minimización similar sucedió con la obra de Madame de Chatelet, quien por ser mujer, debía de carecer de capacidad matemática y, por tanto, solo podía escribir “manuales y resúmenes”, tal como su propio hijo supuso, desacreditando un libro que él mismo no entendía.

-¿Por qué creés que no se las tomó en cuenta, aun cuando muchas de sus tesis eran revolucionarias?

-Los factores históricos por los que no se ha tenido tradicionalmente en cuenta la labor teórico-filosófica de las mujeres son muchos, y varían un poco de época en época. No obstante, podría señalar que el más importante es el extendido preconcepto de que las mujeres son seres incapaces, incompletos, inferiores u otros adjetivos afines, respecto de los varones. Este argumento solía reforzarse con teorías fisiológicas complementarias, que ahora nos hacen reír: por ejemplo, que la energía de la mujer está centrada en el útero y no en el cerebro, de ahí que pueda gestar, pero no alcanzar los niveles más altos de abstracción, que la filosofía o la matemática requiere. De ahí que su razonamiento fuera inexistente, débil o emocional. Esta conclusión, basada en premisas que no podían demostrarse, da cuenta de los preconceptos sobre los que se construyó buena parte del “saber” sobre la inferioridad y la incapacidad de las mujeres. En general, las variaciones sobre este tipo de argumentos son muchas, sutiles, elaboradas y extendidas de diverso modo a lo largo de los siglos. Mujeres como Oliva Sabuco, que investigaron filosofía natural (como se denominaba, entonces, a la medicina), desmitificaron algunas de esas creencias y aportaron observaciones rigurosas sobre cuestiones vinculadas al propio cuerpo y a la fisiología femenina. Defendieron, por ejemplo, la hipótesis del doble origen del embrión (es decir, el aporte material masculino y el femenino en la formación del nuevo ser), teniendo en cuenta que el óvulo y su papel recién se estudió en el siglo XIX.          

-En las distintas épocas que atravesaron, ¿existieron estrategias para volverse visibles o hubo que esperar hasta cierto revisionismo (sobre todo feminista) para incluirlas en la “historia oficial”?

-Muchas de ellas fueron visibles en su época, pero nunca fueron incluidas en la “historia oficial”, si queremos llamarla así. Ahora tampoco, salvo unas escasas excepciones. En general, los programas de estudio no las integran, si por “integrar” queremos decir incluirlas a la par en el diálogo-debate de los problemas de su tiempo. Es decir, las filósofas no debieran aparecer en un apéndice que agreguemos por compromiso o por parecer aggiornados. Por el contrario, deben formar parte de la trama filosófico-conceptual que contribuyeron y contribuyen a tejer. Actualmente, los aportes a nuestra comprensión de la democracia y de la ciudadanía de filósofas como Seyla Benhabib, Celia Amorós, Nancy Fraser, Martha Nussbaun, Ann Phillips, Carole Pateman, entre otras, son innegables y de extraordinario valor teórico. No creo equivocarme si digo que ninguna de ellas figura “oficialmente” en los actuales programas de estudio; salvo quizá en algún seminario sobre feminismo o como “comentadoras” de obras de otros filósofos.     

La filósofa argentina, María Luisa Femenías.

-¿Cómo se leen hoy los textos/ideas que cada una de ellas propusieron en su tiempo? ¿Complementan o trasgreden/refutan otras teorías ya instaladas?

-Me atrevería a decir que “no se leen”. La mayoría no están traducidas al castellano y las pocas que lo están, por lo general, no circulan habitualmente por las librerías de acceso público de nuestro país. Ahora, de las que yo he leído, la mayoría aunque en su idioma original o en inglés (idioma al que la mayoría está traducida), aportan una mirada novedosa, crítica, por lo general sutil que muestra cómo se incorporaron a los debates teóricos de su época. Claro, estas filósofas son una minoría “ilustrada” por diversas razones. Por un lado, debido a la creencia tradicional de que no era necesario, en general, educar a las mujeres. Eso torna a las que sí lo estaban en seres casi extraordinarios, en excepciones… El dicho popular que se repetía, “mujer que sabe latín no tiene marido ni buen fin” (repetido por la filósofa mexicana Graciela Hierro), dice mucho de los prejuicios que rodearon a las mujeres “sabias”. Por otro lado, por lo general solo accedían a la educación mujeres del clase acomodada, con padres o hermanos progresistas interesados en la educación, que hallaron oportuno que sus hijas también se “cultivaran”, más allá de aprender algún idioma de moda, tocar un instrumento musical, cantar y administrar el “arte de la conversación”. Y eso, a veces, por motivos diversos: el padre de Hipatia, que era matemático, quería que su hija continuara sus propias investigaciones; el hermano de Anne de Conway porque él mismo rehuía el estudio mientras su hermana aprovechaba las lecciones que le eran destinadas y le hacía los deberes. Otras circunstancias deben haber influido en que “la niña” estudiara: férrea vocación, capacidad singular para una disciplina o varias, bibliotecas familiares bien nutridas donde refugiarse, y otras por el estilo.

-Todavía, en el siglo XXI, hay cierto imaginario sobre la imagen de los filósofos: varones con barba que se sientan a pensar fumando en pipa. ¿Está cambiando esa imagen? 

Espero que sí porque también, como dijimos, es un lugar que ha ocupado la mujer. Como aquellas que, al decir de sor Juana, revuelven la comida o hacen las compras mientras van pensando sus ensayos, sus argumentos y sus revisiones críticas. Al menos, eso alegan que hacía Elizabeth Anscombe.