La cultura y literatura coreanas que conquistan a lectores argentinos
La cultura y literatura coreanas que conquistan a lectores argentinos

La cultura y literatura coreanas que conquistan a lectores argentinos

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A partir de la explosión a nivel mundial de la música pop coreana (k-pop), las series de televisión (k-dramas), películas ganadoras del Premio Oscar como "Parásitos" y la iniciativa del "Mes de Corea" por parte de booktubers, la cultura coreana se impuso con fuerza. Y por su parte, la literatura no fue la excepción. En esta nota, conversamos con Nicolás Braessas, director de la editorial Hwarang especializada en literatura de ese país asiático, quien nos cuenta más sobre esta auténtica revolución coreana en Argentina.
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"Considerada como 'el milagro económico del este asiático', Corea del Sur se ha convertido en el país más innovador del planeta, a pesar de estar rodeada por dos potencias económicas, como son China y Japón, y amenazada por los misiles nucleares de Corea del Norte", dice Isidre Ambrós para el sitio politicaexterior.com. Sin embargo, a pesar de las influencias chinas y japonesas por medio de guerras, ocupaciones y rutas comerciales en distintos momentos de la historia, Corea del Sur supo desarrollar y conservar su identidad y cultura propias, y a ser modelo económico y tecnológico con réplicas en el mundo. 

En la Argentina, los primeros inmigrantes coreanos comenzaron a llegar a mediados de los años sesenta y, sobre todo, durante la década de los ochenta. Se asentaron en distintos barrios como en el Bajo Flores porteño: la zona donde se instalaron, la llamaron Baek-Ku. Hoy, con la explosión a nivel mundial de la música pop coreana (k-pop), las series de televisión (kdramas), películas ganadoras del Premio Oscar como Parásitos, etc., la cultura coreana se impuso con fuerza. Y por su parte, la literatura no fue la excepción.

Agosto, mes de la literatura coreana

Gracias a una iniciativa de la booktuber y amante de la cultura y literatura coreanas, Magalí Solodovsky, desde su cuenta de Instagram @magui.world, y apoyada por el Centro Cultural Coreano (CCC) de Argentina, se adoptó agosto como el "Mes de Corea". Esta propuesta tiene con objetivo distintas actividades de lectura, recomendación y debate de autores y autoras coreanos, para la difusión de la litertura tradicional y contemporánea de ese país asiático. ¿Y por qué agosto? Porque el 15 de agosto, los coreanos conmemoran la victoria sobre Japón en 1945.

Por su parte, el director del Centro Cultural Coreano, Moonhaeng Cho, destacó: "El crecimiento de la ola coreana, como se le dice al furor por los contenidos culturales de mi país, comenzó por el k-pop y las telenovelas, pero de ahí siguió al cine, a la gastronomía y hoy vemos que también hay un creciente interés por la literatura. Por eso, intentamos reforzar la cantidad de libros coreanos de nuestra biblioteca y las actividades relacionadas".
 
Parte de la gran biblioteca del Centro Cultural Coreano en Argentina.
 
Desde allí, el Centro Cultural Coreano se suma a la iniciativa de las redes para celebrar la literatura coreana, invitando a toda la comunidad a conocer los tesoros de su biblioteca. Cuenta con cuatro mil ejemplares para consultar y descubrir no solo a los grandes maestros de la literatura de Corea, sino también a sus autores más contemporáneos que ya están dando de qué hablar. A través de la cuenta oficial de Youtube del CCC, Gabriel Pressello —encargado del área de comunicación— lleva adelante Korea Review, con las mejores recomendaciones de libros coreanos.  
 
 
Por el momento, y de acuerdo con los protocolos sanitarios actuales, si bien todavía no está permitido permanecer en las instalaciones de la biblioteca del CCC, sí se puede retirar libros como cualquier biblioteca pública. Para eso, antes de visitarla, solo hay que reservar turno en este link.
 
Hwarang, un mundo de historias coreanas
 
Fundada como editorial independiente en 2019, Hwarang lleva adelante un catálogo interesantísimo, cuyo objetivo principal es la edición de literatura coreana de calidad. "En el antiguo reino de Silla, existía un grupo de guerreros poetas llamados Hwarang. Su misión era salvaguardar lo más importante de su cultura. Nuestra editorial intenta recuperar ese espíritu y difundir la cultura coreana en el mundo de habla hispana", dicen desde esta casa editora.
 
Nicolás Braessas, editor y director de Hwarang Editorial, nos cuenta en esta nota sobre el facsinante mundo de la literatura coreana, la cual, cada vez más, está ganando lectores de todos los rincones del mundo.

Nicolás Braessas, director de Hwarang Editorial, especializada en literatura coreana. Gentileza: korea.net.
 
-En el último tiempo, parece haber florecido un interés particular por la literatura asiática y, sobre todo, japonesa. ¿Cree que, en el caso de la literatura coreana, también hay cierta curiosidad de lectura en el país?

-Hay cierta curiosidad incipiente gracias a obras como La vegetariana, de Han Kang; Almendra, de Won-pyung Sohn, o Kim Ji-young, nacida en 1982, de Cho Nam-joo. De todas formas, al menos en el mundo hispanohablante, sigue siendo un efecto rebote de la pasión que genera Japón. Corea es un país nuevo para nosotros. Las primeras obras del coreano al español se tradujeron recién a finales del siglo XX. Es algo totalmente novedoso y todavía no tenemos una tradición de lectores que busquen específicamente obras de ese país.

-¿Piensa que la explosión de la música pop y las series de televisión coreanas (k-pop y k-dramas) ayudaron a acercar al público a la cultura y literatura de ese país?

-Definitivamente. Hay países como Rusia o Francia que los pensamos en el imaginario popular asociados a la alta cultura. En cambio, la ola coreana llega por lo popular. Adolescentes que escuchan K-pop, fanáticos de Netflix por los K-dramas, lectores de cómics quieren saber más sobre Corea y la puerta de entrada termina siendo la cultura de masas, las industrias culturales. Asia, en el siglo XXI, está en el centro de la escena y lo coreano llega por esas vías. Va a ser un trabajo largo crear una tradición de literatura coreana en el país y que no venga solo para saber más sobre Corea, sino a buscar buena literatura.


El amor es un capítulo aparte, uno de los k-dramas más populares. Disponible en Netflix.

-Su editorial Hwarang, desde 2019, apuesta a la literatura coreana en la Argentina. ¿Qué autores y autoras se destacan?

-En Hwarang tenemos una idea doble de catálogo. Buscamos llenar ese vacío de traducción, trayendo autores clásicos, crear una historia de la literatura coreana en español, pero también autores contemporáneos. Dentro de poco vamos a publicar a Park Min Gyu que es mi autor favorito. Él fue el gran renovador en la década de los 90, al romper una tradición de cien años de un realismo bastante politizado. Otra gran autora es Jang Ryujin. Ella se volvió de culto cuando publicó Las tristezas y las alegrías del trabajo, una panorámica muy genial del mundo laboral en la Corea actual.

-Editó Laberintos de neón, un libro que reúne a distintas autoras coreanas. ¿Existe una tradición de mujeres escritoras dentro de esta literatura y región?

-La cultura coreana históricamente fue patriarcal por sus raíces confucianas. Durante la dinastía Joseon, menos las kisaeng, unas cortesanas similares a las geishas, y ciertas aristócratas, a las mujeres se les prohibía escribir en chino, que era la lengua literaria de la época. Hubo casos aislados de poetas, pero recién a finales del siglo XX se puede empezar a hablar de una verdadera tradición de mujeres escritoras. De hecho, en la actualidad, en el mercado editorial hay más mujeres que hombres.


-¿Qué relaciones encuentra entre la literatura coreana y la argentina? ¿Hubo influencias en escritores argentinos?

-A nivel estético, hay muy pocas relaciones. El siglo XX coreano fue trágico: la colonización japonesa que buscó erradicar su cultura, prohibiéndoles aprender su propio idioma; la liberación que fue el prefacio de la Guerra de Corea entre el norte comunista y el sur capitalista; la violencia de una dictadura desarrollista que transformó al país en primer mundo en menos de una generación. Todos esos sucesos llevaron a una preferencia por el realismo político y al escritor como militante que custodia la memoria civil del pueblo. En Corea, esa tendencia se llamó minjung, un nacionalismo disidente. A diferencia de la literatura realista de izquierda en la Argentina, que siempre estuvo relacionada con el marxismo o el peronismo, en Corea había una nostalgía por el pasado pastoril perdido de forma tajante: el campesino como esencia de la coreanidad. En el siglo XXI, con la prosperidad económica y la democracia, poco a poco, fueron dejando de lado esa solemnidad y ese didactismo para entrar en una internacionalización más globalizadora. No creo que haya habido influencias ni de un lado ni del otro: Corea se relaciona más literariamente con Rusia y la tradición anglosajona.

-¿Según su criterio, qué buscan los lectores occidentales en la literatura coreana en general?

-Las lecturas asiáticas todavía están muy imbuidas de orientalismo. Por un lado, seguimos buscando la delicadeza bucólica, pasados de guerreros nobles y geishas en tierras míticas; y por el otro, buscamos fantasías high tech gracias a esas ciudades infinitas de neón y rascacielos, muy a lo Blade Runner. Suele ser un choque cuando se lee literatura coreana por primera vez, porque tal vez estén buscando eso o un Murakami mágico y, en cambio, se encuentran con una literatura que apela más al realismo y otras problemáticas. El Premio Oscar para Parásitos fue un momento decisivo para que mucha gente se empiece a preguntar qué pasa en Corea. Por otro lado, es muy interesante que las adolescencias globales estén fanatizadas con Corea gracias al k-pop y es muy particular que sus primeros libros sean coreanos por extensión de ese fanatismo.

-Para quienes todavía no han leído literatura coreana, ¿qué recomendaría y por dónde empezar?

-Santiago Arcos Editor publicó una antología muy completa sobre la literatura del siglo XX en Corea: JI-DO Antología de la narrativa coreana contemporánea. En Hwarang, quisimos hacer una continuación de ese libro, pero centrándonos en el siglo XXI con Laberintos de Neón. Bari, la princesa abandonada, de Hwang Sok-yong, trata sobre la diáspora norcoreana y el drama de ese país desde una perspectiva muy original. Él toma el mito fundacional del chamanismo coreano, la princesa Bari, y retrata la vida de una desertora en clave simbólica con esa leyenda de trasfondo. También La vegetariana, de Han Kang, suele ser la carta de presentación más común, el caballito de batalla con el que Corea se dio a conocer en las letras globales.