Más de 80 jóvenes de todo el país van a participar de IDEAS: conocé a 6 de ellos
Más de 80 jóvenes de todo el país van a participar de IDEAS: conocé a 6 de ellos

Más de 80 jóvenes de todo el país van a participar de IDEAS: conocé a 6 de ellos

Van a trabajar en talleres específicos sobre democracia, futuro, procesos de memoria, innovación, progreso y más

El Ministerio de Cultura de la Nación invitó a más de 80 jóvenes de todo el país para que participaran de IDEAS, el evento en el que 13 oradores internacionales de primer nivel darán charlas magistrales y cruzarán ideas con distintos pensadores argentinos. Su participación va a incluir mucho más que asistir a las charlas magistrales de los oradores internacionales y diálogos con sus pares argentinos. Desde el 20 hasta el 24 de septiembre, van a participar de talleres específicos sobre los temas abarcados por IDEAS: democracia, futuro, procesos de memoria, innovación, progreso y más.

Conocé a algunos de los jóvenes que fueron elegidos por las autoridades de sus provincias, gracias al valor de sus perfiles y su potencial para transformar el futuro:

Federico Abbondio, Chubut

Tiene 30 años y es licenciado en Turismo con Orientación Hotelera. Actualmente sus días se dividen entre el trabajo -es el responsable del Área de Turismo Científico Social en Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de la provincia de Chubut-, el estudio -está realizando la tesis de una maestría en Desarrollo y Gestión de Destinos Turísticos- y su familia.

“Mi mamá era profesora de geografía e historia, por lo que de chico muchas veces he ido a recorrer la Península Valdés junto a ella y sus alumnos; por otro lado, siempre me gustaron las actividades al aire libre, y de chico junto a los amigos del barrio, íbamos al campo y descubríamos parte del pasado, por ejemplo, materiales que eran usados en las ex vías del tren diseñado por los Gales”, cuenta Federico sobre por qué eligió dedicar su vida al turismo.

Fue convocado por la Secretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Noelia Corvalán Carro, en enero 2016. Ella quería que se desarrollara un vínculo entre ciencia y turismo a nivel provincial, y es así como surgió su trabajo. Lo que busca Federico con el desarrollo del turismo científico es llegar a un público cada vez más amplio en cuanto a conocimiento de ciencias -como paleontología, geología y astronomía-. Define a esa misión como "popularización y democratización de la ciencia y su conocimiento".

“Esta popularización busca aumentar la cultura científica de la población, poniendo en valor los recursos humanos especializados que tenemos en la provincia y su patrimonio natural y cultural”, agrega.

Abbondio trabaja también en la planificación del turismo responsable y el rol de la comunidad local. “Chubut como provincia posee un rico patrimonio natural y cultural, por ejemplo somos lugar del descubrimiento del dinosaurio más grande del mundo, nos destacamos en avistaje de fauna marina a nivel mundial, poseemos un cielo limpio y despejado para la observación astronómica, aguas cristalinas para el buceo, pueblos de pescadores artesanales. entre muchísimas otros atractivos”, dice orgulloso.

Federico no solo se dedica a realizar actividades como “Pedaleando con científicos” -a lo largo de 4.5 kilómetros de recorrido en bicicleta se realizan 6 paradas, en las que investigadores charlaron sobre temáticas regionales- o “Cafés Científicos” -ofrece un espacio para la ciencia y su comunicación de manera horizontal y descontracturada, a fin de promover encuentros para debatir, escuchar y discutir ideas sobre la ciencia-, también se ocupa de realizar deportes al aire libre -los acuáticos son sus favoritos: kayak, pesca, y buceo- y de seguir los partidos de su equipo de fútbol: River Plate.

Al preguntarle cuáles son sus expectativas con respecto a la jornada de IDEAS, Federico dice que “resulta muy atractivo estar durante casi una semana con personas de todo el país con visiones y trabajos en ámbitos diferentes y realizar un intercambio de vivencias y experiencias con ellos”.

Emmanuel Alfredo Aguirre Nieva, Tierra del Fuego

Oruindo de la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego, Emmanuel Nieva tiene 18 años y es uno de los 80 jovenes seleccionados para participar de IDEAS.   

Está cursando sexto año en el Colegio Provincial de Río Grande y allí organiza, desde 2006, el centro estudiantil. Trabaja en el proyecto Parlamento Juvenil, un concejo deliberante donde se tratan temas de cultura, educación y deporte para jóvenes. Comprometido con la comunidad educativa, Emmanuel considera fundamental que las instituciones incorporen a la currícula lenguas extranjeras, talleres de informática y metodologías de estudio.

Ha sido el precursor de dos acciones significativas para el fortalecimiento de los lazos de su comunidad educativa: jornadas de bienvenida a los nuevos estudiantes y trabajo de voluntariado para mejorar las instalaciones de la escuela.

Contento de viajar a Buenos Aires para ser parte del encuentro, Emmanuel tiene sus expectativas puestas en el intercambio de saberes y conocimientos. Para él, es una gran oportunidad “participar en un espacio de debate, capacitación, concientización y actuar en una serie de problemáticas que se presentan en nuestra sociedad”. Lo motiva, además, “conocer la realidad de otras provincias, escuchar el punto de vista de otros jóvenes sobre distintas temáticas, y compartir experiencias”.

La organización comunitaria le preocupa y lo ocupa. Sostiene que las claves para una organización comunitaria exitosa radica en “tener compromiso, objetivos en común, responsabilidad, trabajar en equipo y tener dedicación”.

Con respecto al vínculo de los jóvenes con la política, cuenta que en su ciudad “los jóvenes están teniendo una participación muy activa con respecto a la política. Esto gracias a los espacios con los que contamos y nos brindan para debatir y trabajar”. ¿Qué preocupa más a los jovenes de su generación? Seguro de su respuesta, dice sin rodeos: “el trabajo, el bullying y la calidad de vida”.

Una vez finalizado el colegio su objetivo es estudiar para Contador Público en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF), y luego de eso, mudarse a Ushuaia para estudiar Turismo.

Vive con su mamá y sus dos hermanas, menores que él. Se divierte con el handball y el paddle. Toca la guitarra, y aunque prefiere el rock nacional y el folklore, a la hora de hacer música cualquier género le resulta bienvenido.

Ana Florencia Soraire, Salta

Ana Florencia Soraire tiene 29 años y es de Salta. Es antropóloga por la Universidad Nacional de Salta y doctorada en Estudios Sociales de América Latina por la Universidad Nacional de Córdoba. También es becaria posdoctoral de CONICET en el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades, en la Universidad Nacional de Salta e investiga sobre Gestión de Recursos Humanos, Extractivismo, Conflictos territoriales y Bienes comunes.

Le entusiasma participar del encuentro y conocer otros puntos de vista sobre las cuestiones que atañen al mundo y sus sociedades, sobre todo lo vinculado con neurociencias y feminismo. Tiene claras sus expectativas: “Quisiera dialogar con profesionales de otros países y de otras provincias argentinas, conocer sus visiones sobre los desafíos que afrontan y las realidades que construyen ante eso”.

Como antropóloga, se especializa en las relaciones de trabajo en la Argentina, desde la década del '90 al presente. El trabajo de campo lo hizo con hombres y mujeres que trabajaron en minas a cielo abierto. Así fue que cruzó dos campos de investigación: la gestión de recursos humanos y la gestión de recursos naturales. Actualmente, coordina un grupo de formación y debate sobre Bienes comunes y conflictos territoriales, en la Facultad de Humanidades de la UNSa.

Le captan la atención “las manifestaciones artísticas que trastocan los sentidos comunes de la vida social e interpelan, y los encuentros lúdicos en los que confluyen personas de distintas edades, géneros y gustos”. Entre sus intereses principales figuran viajar, sola y con su hijo, y la fotografía. Le apasiona, también, el trapecio fijo, las danzas africanas y el chocolate.

IDEAS invita a pensar el futuro juntos. ¿Qué cambios a nivel social vislumbras en el corto y largo plazo? “Creo que se va a dar una fuerte apuesta a la autogestión y a la gestión colectiva, un poco a la fuerza, otro poco, como elección de vida”, considera. Supone, además, “movimientos feministas sumando mujeres en la lucha contra la violencia de género; agricultura familiar y sustentable, multiplicándose en las ciudades densamente pobladas; cátedras libres en las universidades nacionales, en búsqueda de la soberanía alimentaria, por ejemplo”. A largo plazo, Florencia sospecha que “el poder otorgado a las redes sociales, en el devenir de las subjetividades, propiciará la emergencia de apuestas creativas, innovadoras y rentables”.

Su objetivo post IDEAS va un en ese sentido: “regresar a Salta con propuestas innovadoras y útiles a las problemáticas que nos aquejan, en especial a las mujeres”.

Ana Paula Putiuk, Misiones

Hace 31 años nació en la localidad misionera Apóstoles Ana Paula Butiuk, hoy doctora en Ingeniería Química. Su investigación se basa en el uso alternativo de los residuos de la yerba mate. Actualmente vive en Posadas y reparte sus días entre la docencia y la investigación. Es auxiliar docente de primera en la cátedra de Biotecnología en las carreras de Ingeniería Química e Ingeniería en Alimentos de la Universidad Nacional de Misiones (UnaM) y becaria posdoctoral del CONICET.

A la química llegó a través de otra ciencia exacta. Desde muy chico tuvo afinidad por la matemática y participó en las Olimpíadas de esa materia a nivel nacional e internacional hasta que terminó el secundario. Cuando llegó el momento de elegir una carrera, buscó una dentro de las posibilidades económicas de su familia: “Que estuviese en Posadas o en La Plata, localidad donde vivían mis abuelos maternos y que tuviera como base los cálculos matemáticos. Es por eso que seleccioné Ingeniería Química y que, por suerte, no se desvió de mis expectativas”, dice Ana.

A la hora de elegir lo que más le gusta de su profesión, destaca la versatilidad, ya que se puede incursionar tanto en la docencia como en la investigación y, también, trabajar tanto en una industria de manufactura como en una cooperativa de servicios. 

Apóstoles es la Capital Nacional de la Yerba Mate, razón por la cual la relación entre el mate y Ana comenzó a gestarse durante su infancia. El lazo es tan fuerte, que eligió la planta que se utiliza para esta infusión como protagonista de su tesis doctoral. A raíz de esta investigación viajó –gracias al Programa Becar– a Japón, donde desarrolló la última fase de su proyecto en los cuatro meses de estadía.

La línea de investigación en la que actualmente trabaja Butiuk fue consensuada con el profesor emérito Osao Adachi, de la Universidad japonesa de Yamaguchi, con quien colabora en el marco de un proyecto para el desarrollo de procesos biotecnológicos novedosos en nuestro país. Esta relación se inició en 2009, durante el Workshop Argentina-Japan "Bioscience and Biotechnology for the Promotion of Agriculture and Food Production", en la Ciudad de Buenos Aires.

“El mate es infaltable en un misionero. Cuando viajé a Japón llevé mi equipo de mate y envié por correo postal provisiones para poder disfrutarlo durante mis horas de trabajo en el laboratorio”, dice la investigadora, y  agrega: “Nuestro trabajo resulta la base para el desarrollo de una nueva bioindustria, ya que las sustancias químicas producidas fueron obtenidas mediante procedimientos relativamente sencillos y originales, con lo cual será difícil pensar que surjan posibles competidores de nuestros procesos en otros países”.

Sobre su participación en IDEAS, Batiuk comenta: “Me motiva poder transmitir las altas potencialidades socioproductivas que existen en la región misionera, como ser el aprovechamiento de la biomasa regional y su alto potencial para una nueva línea de producción en la industria farmacéutica. El intercambio de ideas y reflexiones con grandes referentes del mundo me será de sumo enriquecimiento no solo profesional, sino también en pos de la concreción del proyecto en mi provincia, lo que dará lugar a una mejora en la zona productiva y también en el ámbito social traduciéndose en la creación de nuevos puestos de trabajo”.

Valentín Muro, Río Negro

Valentín Muro se crió en Bariloche y tiene 28 años. Está finalizado la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y trabaja con computadoras desde hace más de una década. Brindó charlas TEDx, escribe una columna sobre tecnología en La Nación y tiene un newsletter semanal titulado “Cómo funcionan las cosas” en el que, en cada entrega, intenta develar algo diferente, desde cómo funciona ir al supermercado, hasta cómo funciona aceptar (o no) lo que no podemos cambiar.

En sus primeros tres años de carrera se dedicó a estudiar cuestiones de lógica e inteligencia artificial. Estaba en medio de ese camino cuando advirtió algunos problemas que le hicieron girar la mirada hacia otro lado: “A partir de ver lo que pasaba con las máquinas, me di cuenta de los problemas que había en la educación. Me puse a investigar sobre Watson, la máquina que diseñaron para que ganara concursos de preguntas y respuestas. Puede leer Wikipedia, libros o papers académicos y después responder preguntas al respecto, tanto sencillas como complejas. Lo que advertí estudiando esto es que las respuestas que puede dar esta máquina son las mismas que nos dan los chicos en el colegio. La manera de evaluar y enseñar es alrededor de la memoria: una capacidad muy mala en las personas en comparación con las máquinas, que tienen memoria perfecta. Si nosotros evaluamos a las personas en relación con lo que pueden hacer las máquinas, es decir, si evaluamos a las personas haciendo cosas de máquinas, las máquinas ganan. Si vos a la máquina le das el examen que le das a los chicos en el colegio, va a sacar diez. Por eso hay que enfocarse en aquellas cosas que pueden hacer las personas y no las máquinas, como el trabajo creativo. Las máquinas no realizan trabajo creativo, son malas para hacer teorías científicas, para programar, para diseñar otras máquinas y cualquier tipo de expresión artística. Nos tenemos que perfeccionar en eso que las máquinas no llegan a alcanzar. Ver eso fue epifánico”.

A partir de ahí, empezó a estudiar lo que llama la “cultura hacker”. Le interesaba conocer qué es lo que motiva a las personas que se reconocen a sí mismas como hackers y cuál es su ética, cuál “el conjunto, algo difuso, de valores que esas personas siguen”, explica. Así fue como, entre fines de 2012 y principios de 2013, formó un grupo que se llama Wazzabi, una organización que promueve la idea de que todos pueden aprender a hacer lo que sea.

“Lo que hacemos es tratar de divulgar estos valores de la ética hacker, que se pueden resumir en tres: la autonomía, la creatividad y la comunidad. Con este grupo empezamos a organizar eventos, actividades y distintos proyectos para difundir estas ideas, porque creemos que las personas tienen que ser más cercanas a las cosas”, dice.

Respecto de cómo nació la desacertada concepción sobre los hackers que se instaló en la sociedad, Muro señala: “Los hackers no son delincuentes. Esa idea es relativamente reciente –está desde el '87, aunque los hackers existen desde los años '50– y tiene que ver con que, cuando surgieron los primeros delitos informáticos, los periodistas llamaban "hackers" a los delincuentes. En los medios se empezó a usar la palabra como definiendo a un personaje mítico, que se mete en cuentas bancarias, pero es un error. Un hacker es alguien que se divierte con el ingenio. Son esas personas que necesitan desarmarlo todo y después volverlo a armar; las personas que se hacen su propia ropa, las que usan una cortina para hacer una pollera. Tiene que ver con tomar las cosas como son, entender cómo funcionan y trasformarlas en otra cosa. Eso es hackear”.

“Inmediatamente vas a empezar a pensar en personas que nunca se te ocurriría llamar hackers, pero cumplen con este perfil –agregó–. Los hackers son los que hicieron internet, Wikipedia, Linux. Y el perfil de hacker ni siquiera está vinculado necesariamente con la tecnología. Se puede pensar en Leonardo Da Vinci como un hacker”.

En 2014, Wazzabi, coordinado por Muro, fue convocado para realizar un proyecto de innovación educativa en una escuela de la Ciudad de México. Sobre esto, dice: “La escuela tenía como opción comprar computadoras para los chicos, pero querían alguna otra alternativa. Ahí nos llamaron y nosotros les ofrecimos, antes de comprar tecnología, ver cómo podíamos hacer para que los chicos hicieran la tecnología. Allí realizamos el primer makerspace escolar de Latinoamérica. En concreto, lo que se hizo fue armar un espacio. Se remodeló la biblioteca para que con los libros convivieran máquinas de impresión 3D, de corte láser, de coser, un pequeño laboratorio de química, de electrónica y diversos materiales para que los chicos puedan hacer desde bufandas a cohetes”.

Y señala: “Lo más difícil es cambiar mentalidades. No en los alumnos, el gran desafío son los docentes, porque cuando se forma a los docentes, se los forma como autoridades del conocimiento y hay que acostumbrarse a no saber todo y a formarse junto con los estudiantes, porque todos los días surgen nuevas cosas. Pero eso va en contra del lugar clásico de autoridad que tienen los docentes. Hay que comprender que si bien tienen que ser la autoridad en las aulas, no necesariamente deben saberlo todo y ser autoridades en el conocimiento, sino acompañar y recorrer con los alumnos el proceso de aprendizaje”.

Carolina Araujo, Tucumán

Es tucumana, tiene 31 años y un gran recorrido académico. Con tres títulos en su haber —licenciada, profesora y máster— y un cuarto en camino, es auxiliar docente graduado de Lógica del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), coordinadora de las XVI Jornadas de Filosofía del NOA “Las prácticas científico tecnológicas desde una perspectiva crítica”, miembro de un proyecto de investigación con el mismo nombre y auxiliar de investigación del Instituto de Epistemología.

“Mi trayecto de investigación comenzó en la tesis de Licenciatura con el análisis de la noción de 'Progreso' en la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt. Rastreando ese concepto y las críticas a esa idea, llegué a la reflexión de que la tecnología no progresa por una ley inmanente y que tiene que ver con decisiones políticas que van estructurando los diseños, pero que no somos socialmente conscientes del peso de estas decisiones. Esto es lo que investigué durante mi estadía de estudios de máster en la Universidad de Salamanca bajo el título: 'El problema posmoderno en la tecnología: limitar los excesos de la autonomía'. Allí conocí la obra de Andrew Feenberg, un investigador norteamericano que creó una teoría crítica de la tecnología para explicar cómo podemos generar acciones políticas tendientes a apropiarnos más de esas decisiones y generar proyectos tecnológicos diferentes”, dice Araujo.

“Es un modo nuevo de entender la tecnología –continúa explicando–, no como una herramienta sino como un medioambiente en el que hay que tomar decisiones de organización, planificación, educación. En mi tesis doctoral abordo esta cuestión buscando generar un marco teórico que nos permita pensar cómo aplicar esta nueva concepción filosófica de la tecnología en la práctica, replanteando nuestros prejuicios deterministas (que hay un solo curso posible para la tecnología), la idea de que la organización siempre es vertical y autoritaria, la idea de que sólo unos pocos pueden decidir cómo será nuestra forma de vida en la medida en que se promueven ciertos estilos de vida a través de los diseños tecnológicos. La propuesta consiste en pensar algunas claves teórico prácticas para democratizar el acceso y la toma de decisiones en la producción tecnológica y no solo en su uso o empleo”.

En la XVI edición de las Jornadas de Filosofía del NOA, que incluyó una mesa titulada “Las prácticas científico tecnológicas desde una perspectiva crítica”, Araujo presentó, junto a su equipo de investigación del mismo nombre, los trabajos desarrollados en esta área. Estos consistían en “trabajos reflexivos sobre la producción científica y tecnológica como procesos sociales, que involucran diferentes valores (económicos, políticos, militares, éticos, culturales) y no solo los epistémicos o técnicos. En esa oportunidad escribimos un trabajo en coautoría con el Ingeniero Rubén Fernando Araujo, mi padre, de la Universidad Tecnológica Nacional, sobre la formación de los ingenieros en la universidad y la necesidad de generar espacios de debate y reflexión filosófica en sus carreras, examinando algunos programas de materias como Inteligencia Artificial. Como fruto de ese trabajo compartido, está hoy en ciernes la posibilidad de crear el primer Museo de Computación, como un espacio, además, de dictado de talleres como el de Filosofía de la Tecnología”, cuenta la académica y agrega que su objetivo “es pensar una instancia de formación filosófica en dicho lugar y seguir generando diálogos entre las disciplinas”.

Debido a su gran recorrido y áreas de interés, Araujo es una de las jóvenes seleccionadas para participar de Ideas. Y se encuentra expectante: quiere “conocer y acceder a la información de la gestión de Proyectos Culturales” y encontrarse con Luciano Floridi, Hiromi Ozaki y Kevin Esvelt, “quienes se dedican al área o presentan trayectos de investigación afines a la Filosofía de la Tecnología con orientación crítica”.