Mary Shelley, la creación de una mujer
Mary Shelley, la creación de una mujer

Mary Shelley, la creación de una mujer

Letras
Efemérides
A más de dos siglos de su nacimiento, la autora de Frankenstein continúa en el panteón de los clásicos de la literatura. Su obra la convirtió en una de las escritoras más leídas, pero no solo fue la creadora de aquel monstruo sin nombre. En esta nota, exploramos parte de su vida y legado, cuyos aportes ayudaron a la profesionalizaron de la escritora mujer.

Novelista, ensayista, dramaturga y biógrafa inglesa, Mary Shelley logró el reconocimiento mundial por una de las obras más famosas de la literatura occidental: Frankenstein o el Prometeo moderno (1818). Sin embargo, no fue solo la creadora de aquella historia que marcó una época en la ficción gótica y de terror, sino también instaló un gran antecedente en el rol de la mujer escritora, independiente y feminista.

Retrato de la escritora Mary Shelley.

Nacida el 30 de agosto de 1797, en la Londres victoriana y en pleno desarrollo industrial, sus padres fueron quienes la inspiraron e incentivaron a abrazar una vida profundamente intelectual. Del lado paterno, William Godwin fue un filósofo y político que ganó cierto renombre por ser uno de los precursores del pensamiento anarquista; y del lado materno, Mary Wollstonecraft, escritora, pensadora y autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792): uno de los primeros textos de la filosofía feminista de la época. “No es extraño que siendo la hija de dos personas que han alcanzado la celebridad literaria, haya tenido desde muy pequeña deseos de escribir”, dijo Mary Shelley en la introducción de la tercera edición de Frankenstein de 1831 –la primera que se publicó con su nombre, ya que las dos anteriores se habían editado de forma anónima–.

No obstante, la pequeña Mary nunca llegó a conocer a su madre. A partir de ese momento, la muerte fue un tema recurrente durante el resto de su vida. Se dice que, desde que aprendió a leer, lo hacía con frecuencia sentada sobre la hierba al costado de la tumba de su progenitora. De adulta, sus propios embarazos también fueron trágicos: solo logró sobrevivir un hijo de los cinco que concibió, con el también poeta Percy Shelley, de quien Mary tomó el apellido. También tomó la palabra, su propia palabra, inspirada en todas aquellas historias y ficciones de su infancia, comenzó a escribir las suyas. 

En 1816, cuando apenas tenía 18 años, se dice que las enormes erupciones del monte Tambora y las bajas temperaturas trastocaron el clima de ese momento. Casi no había actividades en la vía pública. Mientras tanto, había que pasar el rato. La tradición sostiene que en la casa de Lord Byron, en Ginebra, el escritor inglés le propuso a unos amigos que habían llegado de visita, un desafío literario: escribir la historia de fantasmas más escalofriante. En aquel grupo de amigos estaba Mary Shelley. También su marido, y el médico John William Polidori, a quien se le adjudica haber escrito el primer relato de vampiros. Durante varios días, los visitantes cumplieron la consigna como un simple juego. Luego, cada uno leyó su historia, una más terrorífica que la otra. Lo que no advirtieron es que entre esos relatos, estaba la que se convertiría en una de las obras más celebradas de la literatura: Frankenstein. Y, claramente, Mary había sido la ganadora

Grabado en acero para el frontispicio de la edición revisada de 1831 de Frankenstein, publicado por Colburn y Bentley (Londres).

“Me dediqué a pensar en una historia, una historia que rivalizara con las que nos habían entusiasmado con esta tarea. Una que hablara sobre los miedos misteriosos de nuestra naturaleza y despertara un horror emocionante, una que hiciera que el lector temiera mirar a su alrededor, que helara la sangre y acelerara los latidos del corazón. Si no lograba esto, mi historia de fantasmas sería indigna de su nombre”, expresó Mary en una de sus cartas. Muchos concuerdan en que Frankenstein es una gran metáfora que aborda el nacimiento como algo creativo y destructivo a la vez, una tensión entre luz y oscuridad en la que Shelley exploró los rincones más tensos de su propia vida.

A partir de ahí, la autora consiguió una fama y prestigio extraordinarios cuando ser mujer y escritora de ese tipo de historias en el Londres victoriano era poco frecuente. La vida y la muerte, el dolor y la culpa, la fe y la ciencia son los ejes que recorren su obra, en la que el doctor Víctor Frankenstein llevó adelante el increíble experimento de crear vida. Pero luego no todo es lo que parece y todo se vuelve una cacería entre creado y creador. Hoy, a más de 200 años de su publicación, continúa formando parte de los clásicos para leer entre las distintas generaciones de lectores.

Además, Mary no solo escribió aquella historia que la catapultó al escenario mundial de las letras, sino otras que también contaron con una buena recepción, como Mathilda; Valperga; El último hombre; Lodore, y Falkner, textos en los que incorporó muchos elementos autobiográficos, como la relación con su padre. También abordó temáticas feministas –herencia intelectual de su madre– con las que expuso el rol de la mujer en la sociedad inglesa. Escribía cuentos, poesías, ensayos y otros textos que también llegaban por encargo. Definió con profesionalismo y dedicación la figura de la escritora profesional, convirtiéndose en una redactora todo terreno que escribió para vivir y vivió para escribir. Muchos años después, la escritora neozelandesa Katherine Mansfield dijo: “Primero soy escritora y después mujer”. Shelley, más de un siglo antes, habría acordado también.