María Sonia Cristoff: “Los prejuicios se combaten construyendo un proyecto narrativo sólido”
María Sonia Cristoff: “Los prejuicios se combaten construyendo un proyecto narrativo sólido”

María Sonia Cristoff: “Los prejuicios se combaten construyendo un proyecto narrativo sólido”

Letras
Entrevistas
En el marco del Primer Premio Nacional de Novela Sara Gallardo, convocatoria abierta por el Ministerio de Cultura para reconocer la creación y calidad literaria de autoras argentinas, la escritora María Sonia Cristoff analiza las virtudes de Sara Gallardo, las barreras que debió derribar en su época, sus herramientas y la reivindicación a la Patagonia como universo literario.
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Se presentó el primer Premio Nacional de Novela Sara Gallardo
La convocatoria está abierta hasta el 30 de abril y está dirigida a autoras argentinas con novelas publicadas.

Con el fin de homenajear y redescubrir la labor literaria de la escritora y periodista argentina nacida el 23 de diciembre de 1931, el Primer Premio Nacional de Novela Sara Gallardo abrió su inscripción a autoras argentinas con una novela publicada entre enero de 2019 y diciembre de 2020 por una editorial nacional.

La convocatoria del Ministerio de Cultura de la Nación busca reconocer la creación y la calidad literaria de escritoras argentinas, difundir la diversidad de miradas y voces del escenario narrativo actual y premiar a la mejor obra del género literario de novela publicada en nuestro país en los últimos años.  Ir a la convocatoria.

En ese afán por redescubrir a la autora y visualizar la literatura producida por argentinas, la escritora nacida en Trelew, María Sonia Cristoff, nos aporta su punto de vista sobre la autora de Los galgos, los galgos (1968), detallando entre otras virtudes el poder de síntesis de Sara Gallardo, y esa “capacidad de abrir un campo connotativo riquísimo, con muchas líneas de lectura a partir de unas frases escuetas”. Las respuestas -y también la prosa de Cristoff- no tiene adjetivos de más, pero siempre los necesarios para además de transmitir elegancia con un vasto vocabulario, que es de todos pero de pocos, llegar al quid de la cuestión sin dar vueltas ni desperdiciar líneas.

-Usted destaca en un artículo la notable capacidad de elipsis de Sara Gallardo, ¿qué la conmueve de ese poder de síntesis?

-La sintonización de un tono, el hallazgo, el talento. No quiero usar palabras grandilocuentes, pero es algo de ese orden lo que me conmueve de ese ejercicio de la síntesis. La capacidad de abrir un campo connotativo riquísimo, con muchas líneas de lectura, a partir de unas frases escuetas, inesperadas, imprevisibles. La torsión poética que le da a la lengua sin por eso caer en ninguno de los tics de las bellas letras: la anti prosa poética. Y también me fascina la subjetividad que construye esa síntesis, el arrojo para proponerse como antítesis de toda actitud explicativa, didactizante, subsidiaria.

-¿Cómo conoció la literatura Sara Gallardo?

-Cuando estaba armando mi serie de interlocutores patagónicos, cuando estaba leyendo textos de otros que hubiesen escrito acerca de un territorio que es crucial en mi escritura y en mi vida, es decir cuando estaba empezando a construirme como escritora, di con La rosa en el viento. Me voló la cabeza, diría, para mantenerme en el campo semántico del título. Y me hizo sentir menos sola, literariamente hablando. Postulé que precisamente con esa novela Gallardo hacía un gesto antiborgeano: decidía construir literatura en un territorio en el cual Borges decía que no hay nada -literariamente hablando, se entiende-, retrucaba esa Nada adscripta al Sur bifurcando la mirada, animándose a mirar desde ahí, desde esa perspectiva, tal como antes lo había hecho con el Norte en Eisejuaz. Se animaba a narrativas experimentales, mundanas, pero descolocando su lugar de enunciación. Y aunque me fascinaba Borges, y me sigue fascinando, siempre fue para mí a la vez sinónimo de una literatura de base muy porteña, un sistema del cual en esos inicios me sentía muy excluida a pesar de vivir ya acá en Buenos Aires. De hecho, con esa hipótesis yo no hacía más que hablar de mi escritura a través de la de ella, estrategia muy común entre quienes escribimos. A ese punto llegan mi interlocución y mi proximidad con Sara Gallardo.


Foto: María Sonia Cristoff, autora del ensayo sobre Sara Gallardo “Extraña forma de locuacidad". 

-¿Qué aporta la obra periodística de Sara Gallardo? ¿Se parece en algo a su obra literaria?

-Aporta aire, talento, humor, gracia, irreverencia. Y lo hace precisamente en base a esa subjetividad de la que hablaba recién, a esa construcción autoral, a esa capacidad de decir las cosas escuchando la alquimia de su cabeza en vez, en este caso, del periodismo del que hablamos, escuchar más bien los ránkings del día, los manuales de ética y la lista de favores a devolver, entre tantos otros deberes. La que ha escrito mucho acerca de la obra periodística de Sara Gallardo es Lucía De Leone; dejen todo ya y salgan corriendo a buscar Macaneos y Los oficios, las dos compilaciones que armó a partir de los textos de Gallardo publicados en distintos medios. En la primera hay una serie que a mí me fascina especialmente, que es la de los tres reportajes que hace en Salta, y que son precursores de Eisejuaz. Se ve hasta qué punto esos reportajes, esas crónicas, esos testimonios son cruciales para el armado de mundo y de personaje que se ve en esa maravilla narrativa que es Eisejuaz, se ve hasta qué punto mucho -no todo, pero sí mucho- de lo que hace como periodismo está imbricado con su literatura.

-¿Cree que a Sara Gallardo le pesó, como mujer, ser escritora y periodista?

-Está esa famosa anécdota del comentario paterno que a Sara parece haberla marcado tanto, o más bien haberla impresionado, esa frase en la que su padre, para alabar un libro escrito por una mujer, dice que parece haber sido escrito por un hombre. Laura Arnés la menciona al principio de un artículo en el que analiza muy bien lo que Sara Gallardo logró hacer para revertir ese mandato patriarcal que lamentablemente se extendió mucho más allá de la casa familiar, cuáles fueron sus estrategias para plantar modos de resistencia, para burlar, para instalar el desorden.

Sobre María Sonia Cristoff

Nació en Trelew en 1965. Se graduó en Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y vive en la Capital Federal desde entonces. Es autora de los libros de no-ficción Falsa calma (2005) y Desubicados (2006) y las novelas Bajo influencia (2010) e Inclúyanme afuera (2014). Publicó tres antologías: Acento extranjero, Idea crónica y Pasaje a Oriente; trabajó como traductora, fue residente del International Writing Program de la Universidad de Iowa y del programa Rayuela en Leipzig (Alemania) y sus textos fueron traducidos a siete idiomas. Escribe para distintos medios nacionales, da clases de escritura en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y en la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Tres de Febrero (UNTREF). Entre sus distintos ensayos se destaca “Extraña forma de locuacidad", uno de los textos que compilaron Paula Bertúa y Lucía De Leone en su libro Escrito en el viento: lecturas sobre Sara Gallardo.


Foto: la escritora argentina, María Sonia Cristoff.

-¿Qué prejuicios atraviesan las escritoras hoy? ¿Cómo cree que se combaten esos prejuicios?

-Creo que los prejuicios se combaten construyendo un proyecto narrativo sólido. Y por eso entiendo una práctica de la escritura que no esté solamente enfocada en el aspecto productivo, en llenar las solapas de listas de títulos y de premios, sino que también se enfoque en una práctica (auto)crítica, en una práctica muy activa de lectura que derive en un espacio de interlocución elegido, activo, no impuesto. Me parece que si una está dispuesta a hacer de médium, digamos, entre lo que una va escribiendo y las lecturas que esa escritura va demandando, requiriendo, necesitando, entonces logra armar esa comunidad de interlocución donde puede haber autoras y autores de los géneros y épocas y lugares más variados, y es sobre todo con esa comunidad con la que conversamos, es con esa comunidad que nos medimos.

Hay una gran potencia en eso de darle solidez al proyecto propio, es algo que nos fortalece, nos corre del lugar de víctimas. Más allá de este aspecto más ligado al día a día de la escritura, creo que también los prejuicios se combaten con medidas y proyectos como este Premio, que den mayor visibilidad a la literatura escrita por mujeres, y con leyes de cupo que deberían estar vigentes hasta que el estado general de las cosas cambie realmente. Y creo también que los prejuicios se combaten con humor: muchas veces los prejuicios son tan banales que me dan verdadera risa.


Foto: Tapa de
Falsa calma, uno de sus libros de no-ficción, publicado en 2005.

-La cito: “Los disparadores de la memoria, en mi experiencia, están más asociados al caminar y al dormir que al sabor de una galletita”. ¿Sale a caminar para inspirarse? ¿Durmiendo también se le ocurren cosas? ¿Qué otros métodos de escritura tiene y puede compartir?

-Sí, soy una caminante compulsiva. Resuelvo problemas de escritura y también otros caminando. Y soy fanática de las escrituras ligadas al caminar, desde Rebecca Solnit hasta Mary Shelley, pasando por Thoreau y Herzog, etcétera, etcétera, toda esa serie de escritores que necesitaron moverse están entre mis interlocutores habituales. Otra práctica crucial para mí es la conversación: tener esos pocos interlocutores de carne y hueso con quienes uno puede hablar justo de algo que en la escritura nos está obsesionando o complicando o fascinando. Y otra es la disciplina: desde hace varios años ya mis primeras horas de la mañana son para escribir -lo que muchas veces significa leer-, pase lo que pase. Despejar esas horas de la mañana ha sido mi propia versión del cuarto propio, uno de mis grandes logros en la no siempre fácil negociación con el mundo y las obligaciones que nos toca a quienes escribimos.

-¿Cómo supera la sensación de agobio antes de la escritura? ¿Le suele pasar?

-Me pasa en algunos momentos, sí. Especialmente cuando alguna cosa, alguna demanda extra del mundo me obliga a interrumpir la escritura continua de la que hablaba antes. En esos casos la escritura se me vuelve como uno de esos gatos que, cuando uno se va de viaje, nos esperan a la vuelta con todo un repertorio de comportamientos escurridizos y vengativos.

-¿Cómo se le escapa a los clichés, a las “polarizaciones tranquilizadoras”, como usted las llama, con los cuales Sara Gallardo no acepta trabajar?

-Animándonos a ser interpelados por la multiplicidad y la contradicción, por la proliferación de sentidos. Abriéndonos a la capacidad transformadora de la escritura, del arte en general. Partiendo de algo que creemos saber pero no imponiéndolo. Huyendo de toda solemnidad y de toda fijeza.

-Además de la síntesis, usted también repara en la capacidad de imprevisibilidad que hace a la locuacidad de Gallardo, ¿la ficción tiene que aspirar a eso?

-Absolutamente. Imprevisibilidad a nivel de la frase -es decir del tono, de la respiración de la prosa- y de la hipótesis subyacente en ese proyecto narrativo. Sin eso, la ficción se vuelve reemplazable y deudora. Prefiero irme a ver una serie o a leer un ensayo.