“Mi padre escribió una novela que llegó antes de tiempo”
“Mi padre escribió una novela que llegó antes de tiempo”

“Mi padre escribió una novela que llegó antes de tiempo”

María de los Ángeles Marechal recuerda a su padre a 70 años de haber publicado "Adan Buenosayres”, novela que marcó la literatura argentina. Conocé más sobre la obra de Leopoldo Marechal y su vida política, en palabras de su hija

En 1948, se publicó Adán Buenosayres, quizá la gran obra del escritor argentino Leopoldo Marechal (1900-1970) en la que se narran las peripecias del poeta que da nombre a esta historia, como si se tratara de un verdadero Ulises. Estructurada en siete partes o “libros” –como decía el autor– y con un estilo muy particular para la época, la publicación atravesó sus propias andanzas, ya que más allá de algunos comentarios positivos, la crítica no la acompañó y pasó inadvertida. Sin embargo, esos mismos procedimientos narrativos fueron los que la llevaron, en ediciones posteriores, a ganar un gran protagonismo en la literatura argentina, consagrándose como un texto precursor de la novela latinoamericana.


Fuente: Archivo Maria de los Ángeles Marechal

Ambientada en los últimos tres días de vida del protagonista, el 28, 29 y 30 de abril de algún año de la década de 1920, Adán Buenosayres es presa de una experiencia trascendental y, a partir de allí, se abandona hacia una fuerza superior. Algunos dicen que se trata de una conversión que sufrió el propio escritor. Él mismo así lo expresó:

“Una profunda crisis espiritual me sobrevino. Yo estaba en París y escribía el primer esbozo de Adán Buenosayres, ajustándolo a las líneas ‘exteriores’ de la epopeya tradicional. (...) la crisis a que aludí me llevó a desconfiar de todas las ‘exterioridades’ y a buscar en el meollo de las cosas una razón profunda que las moviese. Así fue como, leyendo y releyendo las epopeyas clásicas, presentí que bajo las apariencias de sus conflictos, quería manifestarse una ‘realización’ espiritual o una ‘experiencia’ metafísica. (...) Tal es, (...) la clave espiritual de mi Adán Buenosayres: ella traduce sus proceso del alma que, por ser el mío, transferí a mi personaje”.

Este personaje principal, a partir de allí, comienza a recorrer y encontrar distintos espacios y figuras en las que pueden reconocerse a los amigos de Marechal que pertenecían al grupo intelectual de Florida y a los llamados “martinfierristas”. Entre algunos de ellos, Borges, Xul Solar, Scalabrini Ortiz, Fijman. Situada entre la novela tradicional y las nuevas estéticas literarias de esta parte de la región, el libro fue también una oportunidad para discutir y reflexionar sobre distintas problemáticas de la topografía urbana, las oleadas inmigratorias y el surgimiento de la industria cultural masiva.

Marechal y la política, en palabras de su hija

Su relación con el peronismo lo apartó de ciertos círculos intelectuales de la época y circuitos literarios. Sin embargo, nunca dejó de escribir y continuó fiel a sus ideas. María de los Ángeles, hija del escritor, hizo eco de esta polémica:

“Mi padre escribió una novela que, creo, llegó antes de tiempo, rompió los moldes, era muy innovadora. Al ser humano le cuesta aceptar imágenes y voces diferentes a las preestablecidas en el canon vigente de la época, y miran con desconfianza y recelo lo nuevo, lo diferente”, opinó.

Y agregó: “Algunos de los martinfierristas se incomodaron con él; otros críticos literarios escribieron directamente en forma negativa. Algunos, pasado el tiempo, rectificaron sus opiniones. Tal vez influyó que se haya adherido a la idea justicialista del General Perón. Mi padre siempre fue empleado del gobierno (desde 1921) en sus diferentes roles: maestro, profesor, requerido para trabajar nuestras tradiciones; luego presidente de la Comisión de la Tradición y el Folklore, presidente del Consejo Nacional de Educación en Santa Fe, director de Cultura Estética, director general de Cultura. Pero muchos omiten o desconocen que ese mismo gobierno peronista lo degradó luego en 1948. Son todos datos que fui incorporando en la biocronología que, año a año, voy ampliando. Sin embargo, como él mismo lo sostuvo, no fue un funcionario político ni un militante”.

Más allás de los vaivenes políticos y de los criterios estéticos y artísticos de cada época –y a casi 50 años del fallecimiento de Marechal–, María de los Ángeles señala que a su padre siempre se lo leyó y de forma constante. Y concluyó:

“En general, no hubo movimientos pro-Marechal para ubicar su obra, en sus justos valores como sucedió con otros autores. Creo que fue politizado en forma excesiva tras su muerte y sus libros padecieron los avatares políticos. Me parece que fue un creador abandonado a su suerte, en vida y luego mucho más; utilizado por distintas vertientes que, muchas de ellas, no lo leyeron con el detenimiento que merece todo escritor. En palabras de Julio Cortázar, se trata de la 'desmesura' que inaugura un 'nuevo idioma' en la literatura".

Fragmentos de Adán Buenosayres

“Templada y riente (como lo son las del otoño en la muy graciosa ciudad de Buenos Aires) resplandecía la mañana de aquel veintiocho de abril: las diez acababan de sonar en los relojes, y a esa hora, despierta y gesticulante bajo el sol mañanero, la Gran Capital del Sur era una mazorca de hombres que se disputaban a gritos la posesión del día y de la tierra. Lector agreste, si te adornara la virtud del pájaro y si desde tus alturas hubieses tendido una mirada gorrionesca sobre la ciudad, bien sé yo que tu pecho se habría dilatado según la mecánica del orgullo, ante la visión que a tus ojos de porteño leal se hubiera ofrecido en aquel instante”.

 

"La primavera reía sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los retoños vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad acerca de la muerte. Y no había lágrimas en nuestros ojos ni pesadumbre alguna en nuestros corazones; porque dentro de aquel ataúd sencillo (cuatro tablitas frágiles) nos parecía llevar no la pesada carne de un hombre muerto, sino la materia leve de un poema concluido”.

 

“Con los ojos puestos en el Cristo de la Mano Rota, guarda silencio Adán, esperando un signo inteligible, un solo eco de sus voces, la sombra de una comunicación.

Pero no advierte señal alguna, como no sea el frío estelar que parece llover desde lo alto sobre su agonía. Entonces comienza en él un relajamiento más doloroso que la tensión. Adán ignora que mil ojos invisibles están llorando por él en las alturas, y que los de la espada, en torno suyo, han comenzado a mirarse y a sonreírse, como si desde la eternidad poseyeran un secreto inviolable. Y Adán intenta el último llamado:

—Señor, ¡no puedo más conmigo! Estoy cansado hasta la muerte. Yo…”.

 

“En adelante me di a la grata empresa de roer y devorar físicamente los volúmenes del recinto, las encuadernaciones lujosas, los ricos dorados, los papeles del Japón, de Flandes y de Italia. Roía y me aletargaba como antes; pero ahora lo hacía con un ritmo bestial, entregado a las leyes rudimentarias del hambre y del sueño”.

 

“Pero sólo me fue dado rastrearte por las huellas peligrosas de la hermosura; y extravié los caminos y en ellos me demoré; hasta olvidar que sólo eran caminos, y yo sólo un viajero, y tú el fin de mi viaje”.