Los tesoros de papel de Alejandra Pizarnik
Los tesoros de papel de Alejandra Pizarnik

Los tesoros de papel de Alejandra Pizarnik

Letras
Efemérides
A 48 años de su muerte, recordamos a Alejandra Pizarnik descubriendo material de archivo hasta ahora desconocido sobre su obra, disponible en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
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Alejandra Pizarnik más allá del mito
A 84 años de su nacimiento recordamos a "la poeta maldita" de la literatura argentina. Su obra continúa ofreciendo novedosas lecturas a través de las décadas, y como sucede con los grandes y los clásicos, las leyendas sobre ella perviven en el tiempo.

Flora Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda el 29 de abril 1936, en el seno de una familia de inmigrantes rusos. Estudió en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda y se recibió en 1953. Un año después comenzó a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA), al mismo tiempo que se inició en el mundo de las artes de la mano del pintor surrealista Batlle Planas. Además de pintura estudió periodismo.

En 1955 publicó su primer libro de poemas: La tierra más ajena. Cinco años después, y con cuatro libros publicados, se trasladó a París. Allí trabajó para la revista "Cuadernos" y varias editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. En esos años conoció a Octavio Paz, Julio Cortázar e Ivonne Bordelois. Volvió a Buenos Aires en 1964, conoció a su amiga Silvina Ocampo y publicó otras siete obras con poemas, escritos, relatos surrealistas y novelas cortas. 

Falleció el 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, después de ingerir 50 pastillas de Seconal.

 

El Fondo Pizarnik de la Biblioteca Nacional 

Evelyn Galiazo es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es docente de las cátedras de Metafísica, Problemas Espaciales de Metafísica y Filosofía de la Animalidad, las tres de la carrera de Filosofía de la UBA. Actualmente se desempeña como Directora de Investigaciones de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM), donde trabaja con el Fondo Alejandra Pizarnik desde 2008

A continuación, Galiazo comparte en el siguiente texto el proceso de creación del Fondo Pizarnik, incorporado a la institución en 2007.

 

El revés de la trama. Origen y características del Fondo Alejandra Pizarnik de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno

En julio de 1955, Alejandra Pizarnik escribe, con el humor punzante que la caracteriza: “De pronto me admiro de todo lo que hice. De mis papeles. Algún día van a estar en el museo (de algún Instituto Psiquiátrico). A su lado habrá un cartel: Poemas de una enferma de diecinueve años. Imposibilidad de razonar. Nunca meditó. Jamás reflexionó. Ninguna vez pensó. Parece ser que es sensible. Propensión a considerarse genial. Agresiva. Acomplejada. Viciosa. No muerde”.

En cuanto al destino de su legado material, el pronóstico de Pizarnik no se aleja demasiado de la realidad. En efecto, la mayor parte de sus papeles terminó en un establecimiento bastante similar a un museo: la Biblioteca de la Universidad de Princeton. Sin embargo, las diez cajas que contienen los Alejandra Pizarnik Papers no agotan los registros escritos que dejó luego de su muerte. En la Biblioteca Nacional de Uruguay están, por ejemplo, las cartas inéditas que durante una década Pizarnik le escribió a la poeta Clara Silva. Y la correspondencia que mantuvo con André Pieyre de Mandiargues –publicada en 2018 por la editorial francesa Ypsilon, en una bella edición que curó Mariana de Ció– se halla en el archivo del escritor, depositado en el Institut Mémoires de l´Édition Contemporaine [IMEC] de la Abadía de Ardenne.

 

Pinterest.

En el año 2007, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno adquirió, por decisión de Horacio González, su Director de aquel entonces, unos 650 volúmenes de la biblioteca personal de Pizarnik, profusamente subrayados y anotados. Estas anotaciones marginales, huella visible de sus procedimientos creativos, reflejan rechazos estéticos e influencias nunca confesadas. El librero anticuario Víctor Aizenman le hizo llegar a González el dato de que el poeta y traductor Pablo Ingberg tenía esos libros, regalo de su viejo amigo Mario Nesis, el sobrino mayor de Pizarnik. Y más tarde, Cristina Piña, biógrafa de Pizarnik, puso a Leopoldo Brizuela –que trabajaba detectando posibles donaciones bibliográficas– en conocimiento de la existencia de más libros. En 2018, luego de dos años de intensas gestiones, Myriam Pizarnik de Nesis, heredera y hermana mayor de Alejandra, decidió donar 122 ejemplares más y una cuantiosa cantidad de material de archivo. Así nació el Fondo Alejandra Pizarnik de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, que añade nuevas piezas al caleidoscopio de sus voces.

A Myriam le llevó varios años tomar la decisión de desprenderse de los últimos recuerdos de su hermana, conservados tanto tiempo en silencio. “Disculpame –me dijo una tarde mirando en la pared el retrato de Alejandra y sus dibujos enmarcados. Quería hacer algo con todo esto porque ya estoy grande, pero una parte de mí se resistía a soltarlo. Le di muchas vueltas al asunto hasta que me di cuenta de que dejarlo en un lugar donde lo aprecien tanto como yo es lo mejor que todavía puedo hacer por ella.” Entre café y café Myriam se fue convenciendo de la importancia de que el material permanezca en Argentina, al alcance de los investigadores de nuestro país. Y en charlas posteriores aparecieron más fragmentos del mundo de Alejandra: fotos, cajitas, muñecas, anécdotas, costumbres de la infancia.

Pizarnik, 1962. Centro de Arte Moderno de Madrid.

Dentro de los libros de Pizarnik adquiridos en 2007 se había descubierto un pequeño tesoro de miniaturas de papel: dibujos, esquelas, notas personales, cartas sin terminar, indicaciones sueltas y postales no enviadas. Entre los materiales ingresados en 2018 hay documentos de índole variada: recortes de prensa, originales mecanografiados y corregidos a mano con diversos colores, collages, esbozos y versiones sucesivas de ensayos y poemas, notas de lectura, proyectos de escritura, ideas volcadas sobre las páginas. Ese abanico textual que en sentido laxo la crítica llama “manuscritos”: los “papeles de trabajo” que constituyen tanto el backstage como el work in progress de una obra. “Dicen que Rabindranath Tagore descubría formas divinas en sus tachaduras”, dice Pizarnik en una carta dirigida a Antonio Requeni. Con sus cambios de rumbo, su inestabilidad y su ambivalencia propias, sus papeles preredaccionales y borradores iluminan de forma inédita la belleza oscura de su poética. Por un lado, la variedad de soportes y elementos de escritura empleados revelan una concepción marcadamente plástica del trabajo poético. Por otro, los subrayados de sus libros y la recopilación de citas copiadas de esos mismos libros dan cuenta, cuando se las detecta en la obra publicada, de que Pizarnik entendía la escritura en la línea rimbaldiana de la creación de un lenguaje nuevo, como “alquimia del verbo”. El archivo, su laboratorio secreto, muestra las estrategias a través de las cuales se apropiaba de la más encumbrada tradición literaria al alterarla y grabarle su inconfundible sello.

A. Pizarnik, Encuentro con M. Duras. Entrevista publicada en La República, Caracas, 1963. Original mecanografiado y corregido a mano. (Fondo Alejandra Pizarnik, BNMM). Foto Daniela Carreira.