Mujeres que construyeron la patria
Mujeres que construyeron la patria

Mujeres que construyeron la patria

Invisibilizadas por el relato histórico oficial y patriarcal, las mujeres también lucharon por sus ideas y propuestas, bregando por una patria más justa e igualitaria; conocé a algunas de ellas
Otros artículos que te pueden interesar

Aristocráticas, campesinas, indígenas, artistas, periodistas, entre tantas otras, dejaron una huella imborrable en la historia argentina, con ideas y hechos, pero que de forma deliberada no aparecieron en los relatos de la historiografía oficial. Más tarde que temprano, sabemos que estas mujeres fueron un pilar en la configuración de la Argentina naciente, no detrás de los grandes hombres de la época, sino como protagonistas con propia voz.

Todas ellas mediante diferentes profesiones se ocuparon de dar un giro a la historia mediante pequeños pasos como luchar por la Revolución, alcanzar el derecho al voto femenino o luchar por las condiciones laborales y difundir una versión alternativa de la historia de nuestro país, que ellas mismas escribieron.

 

Aquellas mujeres participaron en el día a día de la construcción histórica del país; muchas, desde el lugar privado al que estaban relegadas: el doméstico. Llevaban adelante, con los pocos recursos que contaban, en un contexto que la región atravesaba guerras continuas, las tareas del hogar y el cuidado de los hijos. En muchos casos, fueron las madres de los futuros dirigentes de la nación. Otras lograron ocupar un espacio en el ámbito público, aquel que solo estaba reservado para los hombres. María Guadalupe Cuenca, Encarnación Ezcurra, Rosa Guerra, Mariquita Sánchez, Remedios de Escalada, Petrona Rosende de Sierra, entre muchas otras, dejaron diferentes documentos, cartas y otros textos que hoy proponen una perspectiva distinta de la historiografía oficial.

Con el tiempo, el abordaje de estos documentos echaron por tierra los prejuicios contra ellas. Eran mujeres que pensaban y reflexionaba sobre el presente y futuro de su tierra, de la historia, de la política y el poder. Fueron ellas precisamente quienes apoyaron y lucharon por la educación femenina, su representación y visibilización en la agenda de la época, entre otras cuestiones fundamentales.

Petrona Rosende de Sierra, la primera periodista

Uruguaya nacionalizada argentina, Petrona Rosende de Sierra se convirtió en la primera mujer de esta región en crear un diario para difundir las cuestiones que les tocaban de cerca a toda la comunidad femenina (Así era la primera publicación feminista de la Argentina). Se llamaba La Aljaba, y su lema rezaba: “Nos libraremos de la injusticia de los demás hombres, solamente cuando no existamos entre ellos”.

El nombre, en alusión al estuche en el que las guerreras guardaban las flechas, se publicó desde 12 de noviembre de 1830 hasta el 14 de enero de 1831, durante el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas. El periódico de cuatro hojas, se publicaba los martes y jueves y sus entregas eran por suscripción, para garantizar el dinero necesario para su impresión. Petrona llamaba a sus lectoras “porción hermosa de la sociedad”, aunque en sus editoriales también interpelaba a los hombres, que la ayudaban a sostener económicamente el proyecto. “Es preciso que ellos persuadan a las señoras que deben presentarse a proteger un periódico que por primera vez se les ha dedicado”.

Apenas publicaron 18 ejemplares. Sin embargo, fue el comienzo para difundir las ideas propuestas por aquellas mujeres que supieron evitar el silencio y conseguir un lugar por derecho propio. Por su trabajo y dedicación, Rosende de Sierra fue considerada la primera periodista argentina. Terminó sus días al mando de una escuela para señoritas.

"El hombre civilizado (...) no se cree él solo capaz de progresar en las ciencias, o en las artes; no duda del talento de las mujeres, sabe que ese talento asociado al continuo estudio hace los mismos efectos, y tiene los mismos resultados, porque no hay superioridad en uno ni inferioridad en otro, como creen los que se oponen a la instrucción del sexo". (La Aljaba, 1830).

Mariquita Sánchez, la informante

Alguien que conocía muy bien a Juan Manuel de Rosas era Mariquita Sánchez. Ambos forjaron una relación cercana desde niños, por medio de conocidos y amigos en común, pero Sánchez también profundizó otra con los representantes de la Generación del 37, el movimiento intelectual que fundó el Salón Literario en Buenos Aires, al que adhirieron distintas personalidades como Domingo F. Sarmiento, Esteban Echeverría, Bartolomé Mitre, Vicente F. López, José Mármol y Miguel Cané, entre otros. Todos ellos opositores a Rosas. Muchos, queriendo evitar la persecución, emigraron a Montevideo, Chile o Bolivia, mientras que otros se alojaron en distintos lugares alejados del puerto, como Echeverría en Los Talas. Mariquita Sánchez, quien llevaba a cabo las tertulias de aquel Salón en su casa, se estableció en la capital uruguaya en 1837.

Muchos historiadores todavía no dan respuesta certera del porqué de su exilio. Desde allí, y como testigo de la invasión que llevaría adelante el general Juan Lavalle hacia Buenos Aires, Mariquita Sánchez escribió un diario dirigido al autor de El matadero, con lo que ella consideraba lo más relevante de los acontecimientos, y distintas reflexiones sobre la revolución y la ilusión de un mundo mejor.


(Mariquita Sánchez)

Así se expresaba: “Mi corazón, mi pensamiento están en mi patria, desgraciada, oprimida. ¡Quién sabe a estas horas cuántas víctimas habrá! (...) Mis hijos tienen que empezar a conquistar de nuevo la libertad después de veintinueve años. A esta hora se decidía la suerte de un nuevo mundo por unos pocos hombres arrojados que se lanzaban a un océano de peligros y dificultades. No desconocían, como se piensa por algunos, la grande obra que emprendía. El más intrépido conocía que era temerario el proyecto, pero lo adoptaron, lo emprendieron y no dieron vuelta la cara. Es preciso seguir su ejemplo”.

Además de su compromiso con la patria naciente y pensamiento crítico, Mariquita será también recordada por ser la anfitriona y la pianista de la primera vez que sonó el actual Himno Nacional Argentino. Aquella Marcha Patriótica, como se la llamaba en ese entonces, se escuchó por primera vez en su casa, el 14 de mayo de 1813. Sin embargo, hay historiadores que refutan esta idea, ya que Mariquita nunca expresó ese gran momento.

Rosa Guerra, la primera dramaturga publicada

Otra de las mujeres que tomó la pluma como recurso para alzar la voz fue Rosa Guerra. Escritora y periodista, fue la primera dramaturga publicada, con su obra “Clemencia”. Fiel a sus convicciones feministas y lucha por los derechos de la mujer, no dudó en escribir una novela que desafiaba todos los estándares de la época: Lucía Miranda, editada en 1860, que cuenta la historia de amor entre una dama española y un cacique indígena. Nunca contrajo matrimonio y murió a los 34 años.

Antes de eso profesó la enseñanza y dirigió el colegio privado que regenteaba Ana Bevans, en el barrio de Belgrano. Su militancia también se hizo pública con la impresión de su propio periódico: La Camelia, nacido el 11 de abril de 1852, hasta el 20 de junio del mismo año, con la salida de 31 números. Fue un bisemanario, publicado por la imprenta Republicana luego de la caída de Juan Manuel de Rosas. Además de sus escritos, contaba con la colaboración anónima de varias mujeres, bajo el eslogan “Libertad! No licencia; igualdad entre ambos sexos”. Sus propuestas bregaban por la igualdad social y emancipación femenina, con un tono discursivo combativo, destinado a resistir las doctrinas de secularización social vigentes.

(Rosa Guerra)

Libertad para nuestro sexo, libertad únicamente limitada por la razón por la equidad. Los hombres pretenden enajenar para sí solos la libertad; es decir, quieren ser exclusivamente libres y empiezan por no saber ser justos” (La Camelia, 1852).

María Remedios del Valle, la madre de la patria

"La madre de la patria", así la llamaron a María Remedios del Valle, una argentina de origen africano que nació en 1766 en la capital del Virreinato del Río de la Plata. Ella no fue ama de casa, ni periodista, ni esposa de un político. Su vocación de servicio la llevó a realizar trabajos de enfermería para auxiliar a quienes defendieron la ciudad porteña durante la segunda invasión inglesa, en 1807. Sin embargo, su espíritu patriótico la hizo ir más allá, incluso, para tomar las armas. Así lo hizo. Estuvo enlistada en distintas batallas como la de Tucumán, Salta y Ayohúma. Su marido y dos hijos no sobrevivieron a las guerras, mientras que ella continuó atendiendo a los heridos y arriesgando la vida por su tierra.

Fue Manuel Belgrano quien, deslumbrado por su compromiso, disciplina y lealtad, la nombró capitana de su ejército. Entre sus hazañas, se destacó por su gran fortaleza. Se sabe que fue herida de bala, hecha prisionera por los españoles y sometida como escarmiento a nueve días de azotes públicos que le dejaron cicatrices para el resto de su vida. Pero pudo escapar e incorporarse a las fuerzas de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales, para otra vez cumplir una doble función, la de combatiente y enfermera. Cuando cumplió 60 años, ya terminada la guerra, María Remedios del Valle volvió a Buenos Aires para convertirse en mendiga. Y así murió nuestra madre de la patria, vendiendo pasteles, tortas fritas y recogiendo sobras en los conventos.

Pero su suerte cambiaría de nuevo, a mediados de la década de 1820, cuando el general Juan José Viamonte la reconoció pidiendo limosna en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, ya hundida en una extrema pobreza. Una vez elegido diputado, solicitó ante la Sala de Representantes que se le otorgase una pensión por los servicios prestados a la patria. Así se le reconoció un sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería, de 30 pesos, que se le abonaría recién el 15 de marzo de 1827, tras 7 años de insistencia legislativa.

Sin embargo, pasaron casi doscientos años hasta que en octubre de 2010, durante la sesión de homenaje al Bicentenario, las diputadas Paula Merchan y Victoria Donda presentaron un proyecto en el Congreso Nacional para levantar un monumento en su honor.


(Lee más sobre María Remedios del Valle en esta nota: Por qué el 8 de noviembre es el Día Nacional de los afroargentinos).

 

María Loreto Sánchez de Peón Frías y Juana Moro, espías de la revolución

María fue jefa de Inteligencia de la Vanguardia del Ejército del Norte y autora del plan continental de Bomberas, aprobado y autorizado por el Gral. Güemes. Loreto conoce en su juventud a Pedro José Frías, un revolucionario con el que tuvo dos hijos. Lideró Las Damas de Salta, un grupo conformado por amigas y conocidas, entre las que se encontraban Juana Moro de López, Petrona Arias, Juana Torino, Magdalena Güemes, Martina Silva de Gurruchaga y Andrea Zenarrusa, que eran ayudadas por sus hijos y criadas, y participaban mujeres de todas las clases sociales.

Juana Moro espiaba montada a caballo los movimientos del enemigo por un territorio que sólo conocía ella. Llegaron a apresarla y  la obligaron a cargar cadenas e incluso fue detenida y tapiada en su casa, pero sobrevivió al salir unos días más tarde gracias a la ayuda de unos vecinos.

(María Loreto Sánchez de Peón Frías. Fuente: Los Andes).

Se disfrazaban, ocultaban papeles entre sus faldas, montaban a caballo y recorrían largas distancias para obtener información y transmitirla al ejército patriota. Se organizaban para anticiparse a los planes del enemigo. Loreto se disfrazaba de viandera, con una canasta de comida en la cabeza y granos de maíz en los bolsillos a sentarse a la plaza donde estos acampaban. Cuando aparecía el oficial  que cantaba uno por uno los nombres, ella pasaba un grano de maíz de un bolsillo a otro por cada presente y luego enviaba esa información a través de un buzón encubierto en la corteza de un árbol. Todos los días, las criadas lavaban allí la ropa, transportando mensajes, que luego un soldado retiraba al anochecer dejando nuevas instrucciones y pedidos de información. 

Juana Manuela Gorriti, la primera novelista

Fue la primera novelista argentina. Nació en 1816, proveniente de una familia patricia, su padre fue el general Gorriti del Gobierno de Salta. Con la derrota de su padre se exiliaron a Bolivia, donde Juana Manuela se casó con Isidoro Belzú, que llegó a Presidente de ese país y fue asesinado en las guerras civiles del continente. Manuela había abandonado a su marido antes de su muerte para seguir su pasión por la literatura en Perú con sus hijas. La Revista de Lima publica su trabajo. “La quena” (1845), su primera novela, es considerada el primer texto narrativo publicado por un autor nacido en el actual territorio argentino. Posteriormente publicó "El guante negro", "La hija del mazorquero", "Un drama en el Adriático", "El lecho nupcial", "La duquesa de Alba", "Sueños y realidades", "Vida militar y política del general don Dionisio Puch", "Panorama de la vida", "Peregrinación a la tierra natal" y "Lo íntimo", entre otros trabajos sobre la historia de los próceres como el General Güemes y uno de los primeros folletines sudamericanos, “Peregrinaciones de un alma triste”. Era muy respetada por el mundo literario limeño, especialmente por las primeras escritoras de la región. Cuando se produjo la caída de Rosas, Gorriti empezó a ganar reconocimiento en Buenos Aires. Su trabajo de ficción versa sobre las viudas de la Independencia, reflejando los padecimientos generados por la guerra de independencia contra España y las luchas internas posteriores.Tras la muerte de sus hijas y sus hermanos, Manuela volvió a Buenos Aires para cobrar una pensión. Fallece en 1892.

 

(Juana Manuela Gorriti. Fuente: Cuarto).

Julieta Lantieri, la primera votante

Fue la primera mujer incorporada al padrón electoral en América Latina. Durante su carrera fundó junto a Cecilia Grierson la Asociación de Mujeres Argentinas en 1904. Dos años más tarde se recibió de médica, siendo la quinta mujer en conseguirlo en nuestro país. Publicó artículos en revistas de divulgación científica, en congresos y en sus prácticas políticas. Impulsó varios congresos, entre ellos, el Primer Congreso Femenino Internacional, el Primer Congreso del Niño a nivel mundial, la Liga Por los derechos de la Mujer y la Liga por los Derechos del Niño, además de participar en la Liga contra la trata de blancas. En 1920, organizó un simulacro del voto femenino sobre el cual Alfonsina Storni escribió una crónica del que fue un hecho verdaderamente revolucionario para la época. Junto a Carolina Muzzilli obrera y militante socialista organizó en 1913 el Primer Congreso del Niño. Junto a Salvadora Medina Onrubia, periodista, dramaturga (1894-1972) y Alfonsina Storni, poeta, periodista, dramaturga (1891-1938) tenían una relación de mutua admiración y fueron las primeras sufragistas de nuestro país. 

 

(Julieta Lanteri. Fuente: La Izquierda Diario).

 

Carolina Muzzilli, militante, obrera y periodista

Fue obrera textil, militante socialista y periodista feminista. Con dieciocho años se afilió al Partido Socialista y participó del Centro Socialista Femenino. La militancia de Muzzilli incluyó el dictado de conferencias sobre la situación laboral femenina, la participación en congresos y la difusión de los problemas laborales de las mujeres. Publicó artículos en La Vanguardia, órgano de prensa del Partido Socialista, fue autora de “folletos militantes” y fundó y dirigió Tribuna Femenina, periódico que financió con su salario de modista. Muzzilli recorría las fábricas para conocer las condiciones laborales de las obreras y llegó a convertirse en Inspectora de Higiene para poder seguir dichas condiciones más de cerca. Publicó tres libros: "El divorcio", "El trabajo femenino" y "Por la salud de la raza".Luchó además por los derechos políticos de las mujeres y la conquista del divorcio. Tuvo una destacada actuación en el Primer Congreso Feminista de 1910. Años más tarde, sus investigaciones académicas fueron reconocidos internacionalmente. Falleció de tuberculosis contraída en las fábricas en 1917 con 28 años.

 

Todavía hay muchos textos y testimonios por descubrir, a través de los cuales se podrá conocer no solo la historia de las mujeres y su participación en la construcción de la Argentina, sino también la de toda una sociedad que aún continúa luchando por la ampliación de derechos, la inclusión y la igualdad.