La caja 26: maravillas literarias de Bioy Casares y Ocampo
La caja 26: maravillas literarias de Bioy Casares y Ocampo

La caja 26: maravillas literarias de Bioy Casares y Ocampo

Letras
Se trata de una valiosa parte de los lotes que contienen la biblioteca personal del matrimonio de escritores, donada a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno
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En septiembre pasado se realizó –después de varios años de intentos y negociaciones– la donación de la biblioteca personal de los escritores Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Esto no solo representa una acción de gran importancia para salvaguardar y conservar la biblioteca de dos grandes autores de la literatura nacional, sino también la posibilidad de abordar y estudiar un importante patrimonio cultural y literario que, a partir de ahora, investigadores argentinos y extranjeros tendrán la posibilidad de acceder y conocer. 

Durante quince años los libros esperaron en cajas, en un depósito cuyas condiciones de preservación no eran las mejores para este tipo de materiales. Se trata de diez lotes –de entre 30 y 35 cajas– con un total de 17 mil libros. Quien llevó adelante la tarea de organizarlos fue el librero Alberto Casares, gran amigo del matrimonio de escritores y de Jorge Luis Borges, entre otros.

Lo más curioso de la repartición que Casares llevó a cabo es la caja 26. Ahí se guardaron los libros más destacados. Los bibliófilos, como tantos otros, hacen una misma pregunta: ¿qué hay en la caja 26?

“Se trata de un artefacto de librero. Es decir, cuando la colección se dividió en lotes para satisfacer a cada uno de los herederos –que todos recibieran una parte equitativa– el librero, Alberto Casares, puso en la caja 26 de cada lote lo que él consideraba lo más valioso de esa colección a nivel económico. A veces coincide con lo más valioso patrimonialmente”, destacó Laura Rosato, una de las investigadoras de la Biblioteca Nacional que, desde hace más de una década, comenzó a estudiar el conjunto bibliográfico, junto con Germán Álvarez. Y agregó: “Ahí se reúnen primeras ediciones de Borges, por ejemplo de “El Zahir” en Los Anales de Buenos Aires con sus correcciones manuscritas; ediciones de Bioy Casares también con correcciones para una segunda edición, libros antiguos, etc., pero todo desde una perspectiva y lógica comerciales. Sin embargo, hemos visto en otras cajas maravillas de una gran valor patrimonial”.

El número 26, quizá, es parte del universo borgiano donde el azar construye lo propio, ya que nadie sabe a ciencia cierta por qué Casares eligió ese número. Sí era sabido que era muy amigo de Bioy, Borges y otros escritores. De hecho, la despedida del autor de El Aleph en su último viaje hacia el exterior se realizó en la librería de Casares. Por eso, la familia de Bioy no dudó en encargarle el trabajo en cuestión.

Por su parte Germán Álvarez, otro de los investigadores de la Biblioteca Nacional, señaló: “Alberto Casares hizo una repartija de una forma rápida, sin ver todos los libros. Fue eligiendo a medida que los veía. En esta biblioteca hay muchos libros de la biblioteca personal de Borges, que tienen notas, firmas, fechas. Por ejemplo, en algunas cajas donde una descripción reza ‘libros ingleses’, hay muchos libros de Borges con tantas o más notas que aquellos ejemplares que se incluyeron en la caja 26. Para la Biblioteca Nacional esto es importantísimo porque, desde ahí, se puede reconstruir ese trabajo de editores que hicieron los autores en conjunto. Hay otras cajas con otros tipos de libro, como las guías Michelin de los viajes a Europa de Bioy. Ahí también se pueden reconstruir los asiduos viajes que emprendía: dónde paraba, dónde comía, qué hacía y con quién iba. Entonces, para un biógrafo, esto tiene un valor impresionante. Para Alberto Casares, quizá en ese momento, no”.

Sobre el estado de conservación de los libros, Rosato explicó que esta biblioteca fue de gran uso, no era una biblioteca de bibliófilo. Es decir, los ejemplares pertenecían a una familia de la élite porteña ilustrada que la consultaba de forma permanente: los libros están usados, marcados, transitados, no impolutos. Hay primeras ediciones, libros muy valiosos, pero que se han usado y mucho.

¿Qué hay en la caja 26?

Casi todas las primeras ediciones de Borges, sus primeros poemarios, todos dedicados a Silvina o Bioy. También están las primeras novelas de Bioy Casares que, actualmente, están excluidas del mercado. Hace mucho tiempo que el escritor las retiró y hoy son las joyas más buscadas por los expertos: cuatro novelas que el lector común desconoce su existencia. También hay cédulas reales, ejemplares antiguos, libros infantiles de las hermanas Ocampo -como una edición ilustrada de Peter Pan-, revistas de arte y un gran sector de manifiestos de vanguardias europeas, que fueron adquiridos en el momento de publicación. Estos últimos los compró Silvina y, con ellos, hizo una pequeña colección invaluable.


Otras de las joyas que se pueden encontrar son libros con dedicatorias de Gabriel García Márquez, textos de Alejandra Pizarnik dedicados a Silvina, de Norah Lange con palabras de afecto en varias de sus ediciones, y de otros tantos intelectuales de la Argentina y del exterior, quienes construyen, de alguna manera, una suerte de mundillo o galaxia que, en este caso, rodeó al matrimonio Bioy Casares y Ocampo.

Los libros, luego de su proceso inventarial en la Biblioteca Nacional, serán trasladados a su antigua sede, en la calle México 564 de la Ciudad de Buenos Aires. Ahí, además, se están llevando a cabo distintas actividades para promover investigaciones; convenios con universidades nacionales e internacionales para dar visibilidad sobre esta gran adquisición cultural en un espacio más que privilegiado y abierto para todo público: el Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, uno de los lugares con mayor impronta borgeana de Buenos Aires. Estas salas, que Jorge Luis Borges adoptó durante 18 años como su segundo hogar, fueron escenario de creación y de trabajo literario.

La importancia de conservar el patrimonio nacional

Rosato y Álvarez destacaron, además lo invaluable de esta colección, la importancia de que quedara en el país y en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Hay otras bibliotecas de autor que todavía están con destino incierto; libros de intelectuales que fueron muy cercanos a Borges. Desde la Biblioteca Nacional, hay gran interés por reconstruir esa galaxia de relaciones, ya que Jorge Luis tenía una enorme cultura de la amistad y la colaboración.

Desde esta perspectiva, parecen cada vez más necesarias políticas culturales que protejan y faciliten las compras, ventas y donaciones en la Argentina, para evitar la pérdida de grandes y valiosos patrimonios culturales y literarios como, por ejemplo, la biblioteca de la escritora argentina Estela Canto, la cual terminó rematada en librerías de viejo de la Avenida Corrientes, la de Alejandra Pizarnik, actualmente, en la Universidad de Princeton (Estados Unidos) –solo una parte menor fue rescatada por la Biblioteca Nacional–, y hasta una gran parte de los ejemplares del propio Borges, hoy en la Universidad de Virginia de aquel mismo país.

Los dos investigadores, a partir de ahora, se ocuparán de supervisar el traslado de los libros e intervenir para que se cumpla en tiempo y forma. Además, una vez que se realice el ingreso de cada ejemplar, su restauración y todas las etapas correspondientes que establece oficialmente la Biblioteca Nacional, prestarán su colaboración para que el personal bibliotecario pueda contar con herramientas que servirán, después, en la reconfiguración de cada ejemplar. Es decir, qué parte mirar de cada uno de ellos para que, luego, el investigador pueda entender qué ejemplar está abordando. Para eso, por supuesto, tiene que estar descrito según los criterios bibliotecológicos necesarios.

Ambos, quienes ya habían trabajado sobre notas de lecturas de Borges, tendrán en este sentido un nuevo abordaje –y quizá otras perspectivas– sobre esta biblioteca que se incorpora. Y es que ahí se encuentra una gran parte de la colección del gran escritor argentino, ya que es la primera gran biblioteca con la que Borges tuvo relación. “Hay trabajo para varias generaciones de investigadores. Porque la puesta en valor no es solo la restauración, sino poner en contexto los libros, qué significan en un plan lectura, en una biblioteca personal y distintas líneas que cada investigador propondrá”, aclaró Rosato. Y Álvarez concluyó: “Nuestra expectativa es también cumplir con lo que pedían los donantes”.