Judith Revel: "No se puede pensar en el lado social y cultural del ‘68 dejando de lado las reivindicaciones políticas"
Judith Revel: "No se puede pensar en el lado social y cultural del ‘68 dejando de lado las reivindicaciones políticas"

Judith Revel: "No se puede pensar en el lado social y cultural del ‘68 dejando de lado las reivindicaciones políticas"

La filósofa francesa formó parte de La Noche de las Ideas, el encuentro que tuvo como eje al Mayo Francés en Ostende y Mar del Plata

"La imaginacion no es lo que han hecho de ella", dice Judith Revel, filósofa francesa, en la primera jornada de La noche de las Ideas, un evento que reunió durante cuatros días a intelectuales argentinos y franceses en Ostende y Mar del Plata para un ciclo de charlas abiertas al público, organizado por el Institut Français d´Argentine, con apoyo del Ministerio de Cultura de la Nación. No se refiere a cualquier tipo de imaginación, sino a la del Mayo Francés, el tema elegido para esta edición del encuentro, y su consigna emblemática "La imaginación al poder".

Para Revel -especialista en pensamiento francés e italiano contemporáneos y miembro del Centro Michel Foucault-, la apropiación que hacemos desde el presente de los valores que llenaron de contenido a la gesta popular del '68 no siempre es fiel al espíritu revolucionario de ese momento. "En el ‘68, había deseos colectivos. Hoy, en cambio, la dinámica del deseo es individual. Esta lógica aleja a las personas entre sí. Lo segundo que me parece importante es que la concepción del trabajo ha cambiado. En el ‘68, había un rechazo masivo hacia el trabajo. Este rechazo tenía que ver con un deseo de libertad, de tener tiempo libre, de poder viajar. Hoy, el marco del trabajo no es tanto el industrial, como era entonces, sino que se trata más del trabajo de la imaginación o creación. Se le pide a la gente que tenga inventiva. Paradójicamente, la integración de esta imaginación dentro del marco del trabajo no logró liberar a la gente, sino que generó otras formas de sometimiento, que no son tan visibles y que suelen ser más violentas, porque las personas se sienten responsables e incluso psicológicamente responsables de lo que tienen que hacer. Aparentemente existe una desaparición de las exigencias del trabajo. Por ejemplo, no hay más paredes, no hay horarios precisos, pero sin embargo el trabajo comienza a invadir todas nuestras vidas. Yo ayer respondí un mail de la universidad a la 1 de la  mañana. Nadie me obliga a hacer eso. Yo me obligo, porque yo misma me siento responsable. Ante esto, mi respuesta no es volver hacia atrás, porque la historia nunca lo hace. Lo que creo es que hay que estar atentos, ser vigilantes. Ser fieles al ‘68 es ser vigilantes ante los nuevos mecanismos de sometimiento", dice.

-¿De qué maneras podemos ser vigilantes a estas nuevas formas?

-Es muy difícil, porque una cosa es el discurso teórico y otra lo que la gente realmente puede hacer. Desde la teoría, la forma sería rechazar un montón de cosas, como la competencia salvaje con el resto y el individualismo, y privilegiar otras, como la cooperación y compartir lo que se construye. Pero si vamos a las situaciones concretas, la posibilidad de rechazar esto no es igual para todo el mundo. Por ejemplo: coincidimos en que hay que denunciar los abusos sexuales, pero la posibilidad de denunciar que tiene un ama de casa o una secretaria con un contrato eventual no es la misma que la de una persona de poder. Es decir que, en la práctica, la vigilancia siempre está determinada por una situación social, y es ahí donde nace la injusticia.

-Según decís, las sociedades contemporáneas tomamos el concepto de imaginación y lo orientamos a los valores de la empresa, del marcado. ¿Pensás que eso constituye una traición al Mayo Francés y sus protagonistas?

-Los trabajos de los historiadores demuestran muy claramente que no era una revolución individualista. Podemos pensar lo que queramos acerca de Mayo del ‘68, pero lo que no podemos es construir una imagen falsa de ese suceso. No lo traicionamos cuando reconocemos que el mundo ha cambiado, pero sí tenemos que recordar la intención que tenía. En el ‘68, existía la voluntad de construir sí un mundo más justo. Creo que denunciar hoy el liberalismo, aunque el mundo haya cambiado, es el mismo gesto que tuvo Mayo del ‘68. Es una indignación frente al mundo tal como está, aunque el mundo de entonces ya no sea el mío. Y también es un deseo de ser feliz. Hay una palabra que ya no existe más en el vocabulario político, porque nos parece que es algo superficial, y es la palabra “felicidad”. Estaba presente en los textos de los diputados de la Asamblea Constituyente en Francia y fue muy importante en los tiempos que siguieron a la Revolución Francesa. Había grandes debates acerca de cómo hacer para que el pueblo fuera feliz. Se hablaba del derecho a la felicidad como se habla del derecho a la libertad, la igualdad o el trabajo. Y ahora ya nadie piensa en esa palabra. Yo creo que la gran cantidad de infelicidad que existe no puede dejarnos indiferentes y eso es algo que aprendimos del ‘68.

-¿Hay una parte del legado del Mayo Francés que sea indiscutiblemente bueno? ¿Consecuencias positivas, como la liberalización de las costumbres, que no puedan ser corrompidas?

-No se puede pensar en el lado social y cultural del ‘68 dejando de lado las reivindicaciones políticas. Si lo vemos como un acontecimiento puramente cultural, se falsea la percepción. Por supuesto que fue un acontecimiento cultural y social, pero justamente porque se cuestionaba todo de la sociedad, ponía todo en tela de juicio. Si hacemos del ‘68 algo solamente cultural, no entendemos nada de la historia de nuestros países.