Javier Daulte recorrió la muestra del Bellas Artes en Mar del Plata
Javier Daulte recorrió la muestra del Bellas Artes en Mar del Plata

Javier Daulte recorrió la muestra del Bellas Artes en Mar del Plata

"Congreso de Tucumán: 200 años de arte argentino" se exhibe en el Museo MAR hasta el 28 de febrero; así fue la visita del director de Ni con perros, ni con chicos
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A casi un mes de haber estrenado temporada en Mar del Plata, Javier Daulte se tomó un recreo y fue a recorrer, por segunda vez, la muestra Congreso de Tucumán: 200 años de arte argentino, que se exhibe hasta el 28 de febrero, en el Museo Mar. Contento con las repercusiones que está teniendo la obra que fabricó Fernando Albinarrate –en la que Omar Calicchio y Laura Oliva se ponen en los zapatos de Charles Laughton y Elsa Lanchester–, el capitán al frente de Ni con perros, ni con chicos habló con el Ministerio de Cultura sobre el arte argentino, sus gustos y preferencias.

-Como artista, ¿cuál es tu mirada sobre el arte argentino?

-Es muy curioso, yo no me creo un gran conocedor del arte plástico y, sin embargo, cuando estuve recorriendo esta muestra hace un par de semanas, de pronto decía: “¡Ah!, esta obra es de tal artista”, porque, bueno, obviamente hay de Ferrari, de Jorge Macchi y de tantísimos creadores. Y vi una gran muestra, muy bien curada, muy bien seleccionada y que realmente entusiasma mucho ver. Lo de Noé que es tremendo, mucha calidad, mucho estallido de color que está realmente muy, muy bien, y además están muy bien reunidas las distintas épocas del arte argentino.

-¿Tenés un artista favorito o alguna obra que te guste más?  

-De esta muestra, hay varias. “Sin título” (1987), de Antonio Seguí, me encanta, es hermoso el cuadro, no lo podría tener en mi casa porque no me cabe. Berni me encanta. Las cosas más contemporáneas de video y fotografía también me gustan. Hay un Castagnino: “Figura agachada, ca” (1960), que es hermoso. Esta parte de la muestra me gusta mucho: “Figura o retrato de muchacho” (1942), de Spilimbergo, es divino; el “Retrato de Lino Enea Spilimbergo” (1967-1968), de Alonso, también; “Farfalla” (1961), de Pettoruti, es increíble, un gran cuadro, realmente una síntesis impresionante. La bola de León Ferrari (“Luna”, 2008) me encanta; y este “Sin título” (2002), de él, también. Está muy bien curada la muestra. Además, yo me di cuenta, cuando vine la vez pasada, cómo mira la gente, cómo les entusiasma. Y el museo está espectacular.

-¿Ves a la Argentina como un semillero de artistas?

-No estoy tan actualizado respecto de la plástica, pero acerca del arte en general, creo que la Argentina es un referente. Creo que vas a encontrar en todas las áreas un argentino que se destaque. En todas las épocas hay argentinos que han dejado una huella y han hecho historia. Ni hablar de la literatura donde lo tenemos, ni más ni menos que a Borges, por nombrar uno, porque se nos caen diez nombres sin pestañear. En la música también, estamos en Mar del Plata, la tierra de Piazzolla. Yo creo que sí, siempre los artistas están atentos a lo que ocurre en la Argentina, tengo esa sensación. Pero, como todo, son ciclos, son momentos, quizás este es el momento de la música o de la plástica.

-¿Qué te parece esta obra: “Chola Nike” (2015), de José Ballivián?

-Me hace acordar a un fotógrafo que toma a gente muy, muy humilde de Bolivia, Perú, y les saca fotos en lugares a los que ellos, en general, no tienen acceso. En el lobby de un hotel cinco estrellas, por ejemplo. Y es muy fuerte, se vuelve muy político. Esta obra ya es muy política. Ves el sombrero de la chola con el logo de Nike y ves que el consumismo no tiene límites de clase, ni de fronteras. Está bueno. Es muy fuerte y dice mucho con muy poco. Lo más triste de esta obra es que estoy seguro de que el 99% de la gente que viene a verla reconoce a Nike y no sabe que es el sombrero boliviano.

-Cuando estás de vacaciones, ¿vas a museos, al teatro, al cine, leés?

-Curiosamente, uno es más de ir a museos y a muestras fuera del lugar donde vive. Yo en Buenos Aires trato, cada tanto, de ir a la Fundación PROA, al Museo de Bellas Artes, al Museo de Arte Contemporáneo, trato de llevar a mi hijo, de ir con amigos, con la familia, de estar atento. Y en vacaciones, sí. Yo no veraneo en Mar del Plata sino a cien kilómetros, y ahí estoy re tranquilo y leo un montón.

-¿Qué leés?

-Este año leí la última de Jöel Dicker, un novelista suizo muy, muy joven, que se llama El Libro de los Baltimore; leí la última de Stephen King, que está espectacular, Quien pierde paga; leí Stoner, de John Williams, que es una novela del 65 que ahora se recuperó y está haciendo furor en todo el mundo. Y tengo todavía un listado de libros que me están esperando.

-¿Te queda tiempo para ir al teatro?

-Lo que me pasa, por lo general, es que yo trabajo mucho, entonces ir al teatro se convierte en ir a ver las cosas que hacen mis amigos, y hay un lugar del espectador que, en mi lugar, lo voy perdiendo. Cuando viajo sí puedo ser más espectador, porque no conozco a nadie de los que están en el escenario.

-En esa situación, ¿te permitís entregarte al disfrute total de la obra o tu mirada de director está siempre latente?

-Eso es casi inevitable. O también pensar: “¡Qué bueno, a mí no se me hubiera ocurrido!”. Por lo que sea, por más o por menos, uno está trabajando siempre, es así. Por eso, mis vacaciones son leer novelas.

-¿Cómo es la vida de un director de teatro?

-Es algo que está buenísimo, porque uno es independiente, pero al mismo tiempo no es que terminé hoy, fiché, salí, terminé a las seis de trabajar y me fui. No. Hay una parte que es esencialmente creativa, que tiene que ver con eso, con tener ideas, con sentirse libre y relajado para estar creando, y después hay un trabajo con el cuerpo que es cuando uno dirige o corrige. En este momento estoy por presentar mi primera novela literaria. Se llama El circuito escalera –la saca Random House con Alfaguara–, entonces ahora estoy empezando a pensar en la presentación, que es un trabajo más de poner el cuerpo, el creativo ya fue. También estoy escribiendo una obra de teatro que se llama Clarividente. Pero la novela es mi primera aventura narrativa.

-¿De qué trata?

-Habla de la relación de un padre con su hijo adolescente, desde la pubertad hasta que pasa los 20.  Es sobre el vínculo que uno como lector ve que ellos tienen, pero ellos no se dan cuenta que lo tienen. Por eso se llama El circuito escalera: es algo que está conectado y que al mismo tiempo ellos no terminan de ver. Es una galería de personajes, este es un chico que cuando empieza la novela ve algo muy, muy fuerte, muy traumático, y uno ve las consecuencias de eso, a pesar de que él nunca se lo cuenta a nadie y nunca nadie sabe que él presenció eso. Todas esas consecuencias se ven en su relación con su padre, con su madre –que están separados–. Es una historia de perdón, de reconciliación. Sale ahora en librerías y se va a presentar el 23 de febrero en el CCK.