5 obras para ver en "Rodin. Centenario en Bellas Artes"
5 obras para ver en "Rodin. Centenario en Bellas Artes"

5 obras para ver en "Rodin. Centenario en Bellas Artes"

Arte
A un siglo de la muerte del escultor francés Auguste Rodin (1840-1917), el Museo Nacional de Bellas Artes presenta una muestra con 22 obras de su acervo permanente
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Bajo la curaduría de la directora artística, Mariana Marchesi, el Museo Nacional de Bellas Artes presenta “Rodin. Centenario en Bellas Artes”, una muestra con 19 esculturas y 3 dibujos del artista francés que desafió las normas de la armonía y el equilibrio que regían en el academicismo clásico de la época.

¿Cuándo? Podrá visitarse en las salas 10 y 20 de la planta baja, del 28 de noviembre de 2017 al 29 de abril de 2018, de martes a viernes, de 11 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20.

La entrada libre y gratuita.

Sobre la muestra

Para el director del Museo, Andrés Duprat, "la exposición permite apreciar en toda su potencia las derivas de las obras de Rodin pertenecientes al patrimonio nacional. Son en sí mismas una invitación a reflexionar, puesto que su presencia en el espacio público –El pensador, el Sarmiento–, junto a las piezas que integran el acervo del Museo, hacen del escultor un punto de referencia para el arte de nuestro país, que ha tenido en el diálogo con el modelo francés una de sus postas históricas".

Por su parte, Marchesi agregó: Con esta muestra, el Bellas Artes se une a la red internacional de instituciones que a través de su patrimonio llevan adelante un programa común de actividades para celebrar a un artista que transformó de manera radical el modo de entender la escultura”.

Conocé la historia de 5 obras que estarán en exposición:

  1. El Beso

    Esta escultura es una de las escenas que se representaron para La puerta del Infierno, aquella gran obra compuesta por distintas figuras inspiradas en la Divina Comedia, de Dante Alighieri; Las flores del mal, de Charles Baudelaire, y la Metamorfosis, de Ovidio, que fue encargada para decorar la entrada del Museo de Artes Decorativas en París. Pero Rodin nunca la terminó y la pieza hoy se exhibe el Museo D’orsay, en la capital francesa. La escultura representa dos figuras sentadas, que se besan entrecruzando sus brazos, con un movimiento al parecer incómodo, pero que cada extremidad forma determinadas líneas y aristas que estructuran y dinamizan la pieza en general. En señal de gratitud a Eduardo Schiaffino –el primer director del Museo Nacional de Bellas Artes–, por los pedidos encomendados, Rodin obsequia El beso, una de sus obras más populares. La réplica en yeso es tomada del original en mármol del Museo de Luxemburgo.


  2. Cabeza monumental de Balzac

    Este retrato del creador de La comedia humana se aleja de una búsqueda del parecido físico para rescatar los elementos esenciales de la personalidad del escritor y de su fuerza creativa. Fue encargada por la Sociedad de Escritores de Francia, en 1881, por pedido del entonces director Émile Zola, y exhibida en 1898 luego de un arduo trabajo. Ya en la primer presentación del proyecto se había desatado una fuerte polémica, lo que llevó a repetidas postergaciones de su emplazamiento final. Si bien el monumento representa al escritor francés de pie, vestido con un hábito que usaba para trabajar, el interés de la escultura se centra en la cabeza. La estrategia visual del Rodin fue simplificar el cuerpo por medio de los pliegues de la túnica con el objeto de conducir y concentrar la mirada en la expresiva cabeza del célebre literato. 



  3. La Tierra y la Luna

    En 1906, Eduardo Schiaffino recibió el encargo de adquirir obras de arte en París para la ciudad de Buenos Aires. Y fue directamente al taller de Rodin, que en ese momento se hallaba en la cúspide de la fama. Eligió dos obras muy importantes: un bronce de gran tamaño, El pensador, que había sido erigido unos días antes en París frente al Panteón; y un mármol, La Tierra y la Luna. El pensador llegó en 1909 y fue instalado en la Plaza del Congreso. En esa época, Buenos Aires era la ciudad de América donde Rodin estaba mejor representado y su Museo el primero en poseer un mármol del artista. La Tierra y la Luna es en realidad el tercer ejemplar de una composición, cuyas dos primeras versiones habían obtenido gran éxito. Los tres mármoles difieren ligeramente entre sí en cuanto a tamaño. El que se presenta es el de mayor volumen. Se trata de una serie de piezas que fueron construidas a partir de figuras creadas para la Puerta del Infierno. La maqueta que sirvió para la ejecución de La Tierra y la Luna permite identificar los elementos iniciales, que fueron completados durante la ejecución del mármol: la cabellera desplegada de la figura femenina acurrucada en la parte superior no es otra que Andrómeda.



  4. Amor fugit

    Este bronce es uno de los que conforman La puerta del infierno del Museo de Artes Decorativas de París en 1880. El proyecto constaba aproximadamente de 180 figuras. Aquí, las dos figuras superpuestas y conectadas por sus respectivas espaldas, le dan a la obra un tono dramático, donde la idea del amor entre dos personas se representa como un conflicto, un enfrentamiento de las fuerzas que luchan por imponerse una a otra en una fuga que no es otra que la del tiempo. Otra lectura posible se insinúa por la actitud de los cuerpos, en poses de mucha tensión que resaltan la dificultad de esa relación. En este mismo sentido, si bien la escultura simboliza la oposición, al mismo tiempo muestra lo complementario de lo femenino y lo masculino.



  5. Estudio para Los Burgueses de Calais

    Estas cabezas representan a dos burgueses franceses: Pierre de Wissant y Jean d’Aire. Se trata de un grupo escultórico propuesto por el intendente de Calais, Omer Dewavrin, en 1884, para rendir homenaje a quienes heroicamente habían decidido llevar las llaves de la ciudad al Rey Eduardo III de Inglaterra, en 1347, tras once meses de asedio por las tropas inglesas. En cuanto a su estilo, evidencian un cruce entre la escultura gótica y elementos del lenguaje renacentista cercanos a Donatello. El artista tuvo una especial preocupación por destacar los sentimientos de una profunda humanidad que reflejan los personajes. Se dice que logró una identificación con el espectador de la época, por compartir las penurias y el sacrificio evocados en la representación. También se aprecia la dimensión psicológica que Rodin imprimió a estos dos personajes.