Saberes Compartidos: hilar la memoria
Saberes Compartidos: hilar la memoria

Saberes Compartidos: hilar la memoria

Arte
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El Museo de la Historia del Traje invita a posponer la siesta de domingo para compartir una tarde entre bordados, tejidos, historias y técnicas textiles.

Desde el año 2017, el Museo de la Historia del Traje lleva adelante un ciclo que propone encuentros con artistas, diseñadores y artesanas, quienes comparten sus saberes e invitan a realizar una actividad práctica en el patio del museo. Este 2020 los encuentros se trasladaron al formato virtual y para sorpresa de las organizadoras, la participación va en aumento.

“Este nuevo formato amplió los límites de nuestro público, participa mucha gente joven, de diferentes regiones y además podemos contar con invitadas de diferentes partes del país generando una propuesta de alcance federal. Creemos importante mantener y transmitir el patrimonio inmaterial de los haceres textiles, como continuar y no perder la interacción con nuestra comunidad”, comenta Victoria Salías, directora del museo.

El Museo de la Historia del Traje funciona en una casona típica de San Telmo. Allí se alojan más de 9200 piezas -vestidos, pantalones, calzados, accesorios, fotografías, molderías y otros materiales gráficos vinculados a la moda- que van desde el siglo XVIII hasta la década de 1980. En cada exposición temporaria, las prendas se presentan vinculada contexto social, cultural y político. “El traje es la interfaz del individuo con el mundo, un vehículo de construcción de la identidad y un modo de comunicación social”, reflexionan desde el museo.

En sintonía, la propuesta de Saberes Compartidos comenzó con encuentros esporádicos de tejido solidario, donde mujeres se juntaban en el patio cubierto del museo a tejer prendas de abrigo que luego serían donadas. Desde entonces, los motivos e iniciativas para encontrarse se multiplicaron

"En los encuentros presenciales que tuvimos fue muy gratificante ver el intercambio entre las participantes. El 90% fueron mujeres de entre 20 y 70 años, que conversaban, se enseñaban trucos, se prestaban materiales y compartían historias. Los encuentros no buscaban ser una clase  formal, a veces sucedía que sí, que nos abocabamos a aprender una determinada técnica, y otras veces era un encuentro más conceptual que buscabn expresar una mirada, una postura, un estado de ánimo. Hemos tejido junto a los colectivos Bordando Disidencias o Tejiendo Feminismos", relata Victoria.

Gisela Martínez es diseñadora de indumentaria y textil. Intuye que la sangre indígena de su tatarabuela la guío para dedicarse al teñido de fibras con tintes naturales y a la cría del gusano de seda, su especialidad desde hace ocho años. Gisela fundó su propia marca Indómita Luz donde desarrolla una línea de joyería textil contemporánea con capullos de seda. Trabajó con diversos productores y viaja por el país realizando capacitaciones sobre la actividad serícola.

“Una tiene una base gracias al estudio pero aprende en el camino, muchas veces es frustrante y otras muy gratificante, sobre todo cuando descubrís cosas nuevas, que muchas veces nacen del error. Es hermoso poder utilizar los elementos de la naturaleza, es grandiosa la paleta de colores una puede obtener, los virajes de colores que te brindan las cáscara de cebolla, la yerba mate, el café, el té, la cúrcuma, el azafrán, los distintos tipos de semillas, raíces, hortalizas”, cuenta Gisela.

Su experimentación no es solo con las fibras y los tintes sino que realiza pruebas buscando que sus procesos de producción sean amigables con el medio ambiente. La sustentabilidad y sostenibilidad son la premisa de su marca, trabaja para que cada una de sus joyas sean producto de un acto de consciencia y cuidado la nuestra tierra.

"En el trabajo de transformación de la fibra, de aprender a hilar, a devanar la seda, hacer lana de seda, de utilizar técnicas de teñido ancestrales hay una cosa de la vuelta la orígen, de poder demostrar cuantas cosas se han perdido en el tiempo y son sumamente sagradas y que, de alguna manera, entre todxs, las vamos recuperando. Me estimula el trabajo en comunidad, no solo por enseñar sino por aprender en contacto con las personas, sean niños, adultos, jóvenes. El compartir nuestros saberes es gratificante".


Colores obtenidos con yerba mate: el ocre y verde; con cáscara de cebolla:marrón anaranjado. 


Yanina Schenkel
comenzó a tejer al crochet de casualidad, para pasar el tiempo entre cursadas cuanto estaba estudiando en el IUNA. El primer muñeco que tejió lo hizo para su pequeño hijo y le pareció hermoso.

“Fue súper intuitivo y con un millón de errores, pero me abrió la puerta a una posibilidad que aún me sigue pareciendo maravillosa: la posibilidad de generar objetos y figuras tridimensionales con el tejido", comenta la tejedora.

A Yanina le encanta dibujar animales y tejerlos. De a poco fue buscando nuevas formas de profesionalizarse y de vivir de esa actividad que, de repente, se convirtió en su oficio. Entonces le surgió la idea de vender los patrones para que otras personas pudieran tejerlos, así también como empezar a dar talleres para enseñar a interpretarlos.

"Hoy en día el tejido -tanto de muñecos como de accesorios y prendas- se ha convertido en sustento de muchísimas familias, especialmente mujeres que encuentran en este oficio la posibilidad de un ingreso cuando se ven imposibilitadas para salir a trabajar, o simplemente encuentran en el tejido un trabajo más satisfactorio".

Con su marca Pica Pau va por la edición de su tercer libro y reconoce que, si bien los muñecos tejidos se fueron haciendo cada vez más conocidos, todavía el tejido artesanal se sigue considerando como un arte menor, por eso remarca:

Uno de los objetivos principales de muchas y muchos que nos dedicamos a este oficio es enfocarnos en la profesionalización y en la puesta en valor del trabajo de las personas que se dedican a tejer. Desde conocer y aprender sobre los distintos materiales y técnicas que utilizamos: su origen, valor, trazabilidad, etc, pasando por su transmisión en libros, revistas, talleres, etc, así como la obtención de derechos de autor y propiedad intelectual de quienes diseñamos. Para mí es un orgullo y una felicidad enorme que nuestro trabajo sea reconocido como parte de nuestra cultura", concluye.

Adriana Torres es artista, diseñadora y creadora de la marca Miga de Pan. Mientras estudiaba ilustración una amiga la invitó un curso de bordado y quedó fascinada. Comenzó a incorporar la técnica y a mezclarla con sus acuarelas, acrílicos y con el crochet. Siguió aprendiendo de manera autodidacta y sus creaciones la llevaron a recorrer el mundo dando talleres de bordado creativo. En sus viajes, aprovecha para conseguir libros y profundizar en sus investigaciones sobre técnicas en desuso.

"En un pueblo del norte de Italia existe una técnica de puntillas muy antigua que es sin bastidor, sin tela, es un bordado en el aire. Se sabe muy poco, encontré solo un libro al respecto y un video en YouTube donde la utiliza un artesano sueco! Es importante aprenderlas y transmitirlas para poner en valor de los siglos de conocimiento que una técnica trae por sí misma".


Mesa de trabajo en el taller de Adriana

Como todo arte es dinámico, Adriana sabe que los modos de hacer van mutando y que es difícil que una técnica se conserve en estado puro.

“Yo investigo y voy mutando. Voy a un país y enseño una técnica que ellos desconocen, la enseño a mi manera porque voy tomando lo que me gusta, y lo mismo con otra y así se va transformando. Voy variando los materiales, sea seda, algodón, lino, pero más allá de la materia prima, para mí lo importante es el movimiento. Esa repetición en el hacer del bordado, de las puntadas, en manejar la tensión, el movimiento que es casi un trabajo de meditación, sobre todo cuando ya decidiste el color, ya tenés el hilo, el diseño, cuando empezás a bordar, entrás en un estado de repetición, te relajás y fluís”.

En las últimas décadas se gestaron fuertes movimientos que impulsan la recuperación de técnicas textiles tradicionales que ponen en valor la calidad del trabajo artesanal y que cuestionan los procesos de produccción de la industria de la moda. Victoria Salías considera que hay dos factores importantes en esta vuelta a los orígenes.

Hay una preocupación por el patrimonio inmaterial , por mantener vivas técnicas ancestrales que se van perdiendo. Mucha gente joven está interesada en el tejido de encaje a bolillo, por ejemplo, que es una técnica europea que tiene cientos de años y que en algún momento fue popular en nuestro país pero ya se dejó de usar. Y son técnicas que poseen un alto valor cultural y los materiales producidos perduran, no contaminan, son originales. Y a su vez, hay un paralelo entre el fast fashion, donde las grandes marcas propone un recambio permante y ofrecen productos nuevos todo el tiempo, y la emergencia de productores que son conscientes de que el mundo de la moda es la segunda industria más contaminante del planeta y que se sostiene bajo condiciones de trabajo desiguales, entonces apuestan a recuperar el valor de las prendas hechas de forma artesanal. Estas marcas piensan en el productor y en en el consumidor, que no compre solo un producto sino una historia detrás esa prenda, única, que nunca va ser igual a la otra porque detrás están las manos de las y los artesanos interviniendo y eso le da una emotividad sin igual”.

 

Los domingos de agosto, a las 15, podés participar de las diferentes propuestas de Saberes Compartidos:

Encuentro virtual de tejido a cargo de Yanina Schenkel.

Encuentro virtual de teñido con tintes naturales, a cargo de Gisela Martínez.

Encuentro virtual de zurcido invisible, a cargo de Adriana Torres.