Héctor G. Oesterheld, el fundador de la historieta argentina moderna
Miguel Rep: “Quino nuestro Piazzolla, nuestro Borges, nuestro Maradona”
A 89 años del nacimiento de Quino, el genio del humor gráfico, lo recordamos con una entrevista al dibujante y humorista gráfico Miguel Rep.¿Dónde está Oesterheld?
Se cumplen 44 años de la desaparición de Héctor Germán Oesterheld. En esta nota Diego Agrimbau, Laura Fernández, Lautaro Fiszman y Federico Reggiani, guionistas de historietas e intelectuales como él, recuerdan su vida y analizan la importancia de su obra.De padre alemán y madre con ascendencia española, Héctor Germán Oesterheld nació el 23 de julio de 1919, en Buenos Aires. Su primer acercamiento al mundo editorial fue como corrector, mientras estudiaba la carrera de Geología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), de la cual egresó como licenciado. Ejerció durante un breve periodo para YPF, explorando yacimientos en los lugares más recónditos de la Argentina. Pero su verdadera vocación (siempre literaria) hizo que la vida lo llevara hacia otra dirección.
Gran lector de Herman Melville y Joseph Conrad, Oesterheld comenzó a escribir cuentos para chicos que todavía hoy se pueden conseguir, a través de las publicaciones de la editorial Sigmar, entre algunas otras. Y fue el 3 de enero de 1943, cuando publicó su primer cuento, “Truila y Miltar”, en el suplemento literario del diario La Prensa. En 1957 fundó, junto con su hermano Jorge, la Editorial Frontera y, a partir de allí, nacieron algunas de sus historietas como Bull Rocket y Sargento Kirk que empezaron a darle reconocimiento. Más tarde llegó la revista Hora Cero, con la que llegaron otros personajes inolvidables como Ernie Pike —un corresponsal de guerra que relata batallas de la Segunda Guerra Mundial— y, por supuesto, Juan Salvo de El Eternauta, dibujado por el talentoso Francisco Solano López.
“Oesterheld fue un hombre que estuvo a la altura de lo que creía, de sus sueños, que tuvo la capacidad de trasladar el género de la ciencia ficción a escenarios reconocibles porque entendía que la aventura no era algo que ya estaba escrito, sino algo que había que generar en el tiempo”, comentó una vez Juan Sasturain, escritor y actual director de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Y agregó: “Era un escritor de aventuras. El Eternauta es el relato más poderoso que se ha escrito en este país, no hay ninguna historia que tenga la capacidad de significado y resonancia que tiene ese folletín. Fue el mejor escritor de aventuras que tuvo este país”.
Así, Héctor G. Oesterheld se convirtió en poco tiempo en uno de los guionistas e historietistas más reconocidos del país y con una enorme proyección internacional. Y junto con la fama, también llegó la tragedia. Desde el 3 de junio de 1977, perseguido por la última dictadura militar a causa de sus ideas y militancia política, forma parte de la larga lista de detenidos-desaparecidos de la Argentina, junto con sus cuatro hijas —Estela (25), Diana (24), Beatriz (19) y Marina (18); dos de ellas, embarazadas— y tres de sus yernos. Su mujer, Elsa Sánchez, activista e integrante de Abuelas de Plaza de Mayo, mantuvo viva la memoria y obra de Oesterheld hasta su muerte en 2015. El legado literario del autor sigue vigente y continúa arraigado no solo a lo mejor de la historieta argentina, sino también a toda la cultura nacional.
Al respecto, el escritor, guionista y docente argentino Luciano Saracino, autor de novelas, guiones para series de televisión, libros para chicos, ensayos, letras de canciones e historietas —entre ellas, Historias del olvido (2007); Filgrid: Había una vez un dragón (2009); Corina y el Pistolero (2009); El Feo (2009/2010) y Hay que salvar a tomate (2010)—, nos cuenta más sobre el enorme universo que nos dejó Héctor G. Oesterheld.
El guionista Luciano Saracino.
-¿Qué significó la aparición de la obra de Oesterheld no solo para la historieta argentina, sino también para la cultura nacional?
-La aparición de Héctor Oesterheld marcó un antes y un después. Hasta que llegara él, la historieta argentina y del mundo era un medio de comunicación que utilizaba algunos recursos narrativos estándares. Los argumentos eran los clásicos que podían verse en el cine de hollywood, en los folletines o en las radionovelas. Algunos copiaban de ahí, los llevaba al papel y usaban, entonces, ese tipo de procedimiento estándar. Básicamente, el guionista de la historieta no existía hasta la llegada de Oesterheld. Los argumentos de muchas de las historias de vaqueros, policiales, románticas, bélicas, gauchescas, alguna sobre el espacio exterior también, en su mayoría, iban por ese lado: el muchachito que llegaba al pueblo y salvaba a la muchachita, y se iba. Eran muy leídos, había mucha gente que consumía ese tipo de relatos, pero no había autores, intelectuales, que se tomaran en serio el proceso de escribir historietas. La llegada de Oesterheld rompe con todo. Previamente, él ya se iba probando a sí mismo, escribe textos para chicos, artículos científicos, traducciones. Pero en un momento, el 4 de septiembre de 1957, sale a la luz su revista de historieta: la Hora cero semanal, de su propia editorial Frontera. Esa revista se transforma en un martillo que marca y rompe la cultura argentina en mil pedazos y, además, esa historia tenía en su portada una inscripción que decía: “Recomendada su lectura para lectores adultos”.
-¿Por qué esa inscripción?
-Hasta ese momento, la historieta y el cómic no eran todavía para adultos o lo era, pero la leían a escondidas; se trataba de un arte muy menor. Oesterheld viene para decir que se podía hacer historietas con literatura, que se podía llegar al pueblo, escribiéndole historias grandes. Él escribe historias grandes. En ese número uno de la Hora cero, donde nace El Eternauta, aparece Ernie Pike, también una historia de guerra, una de vaqueros y una de ciencia ficción. Cada una de esas historietas son inmortales, maravillas, escritas por un intelectual que llegó a contarle historias al pueblo. ¿Y por qué al pueblo? Porque el que leía historietas era el pueblo. En ese sentido, Oesterheld marca un antes y un después, y de alguna manera es el guionista fundante de lo que luego sería reconocido en el mundo como la historieta argentina.
-Sabemos que El eternauta fue su obra más popular, pero también que Oesterheld fue más que eso. ¿Podrías compartir sobre sus comienzos y primeras obras?
-Sí, Oesterheld fue mucho más. El Eternauta fue su hitazo, es una obra absolutamente maravillosa, eso es innegable, es aquella también con la que se hace reconocido en todo el mundo y, especialmente, es la que lo vuelve inmortal en la Argentina. Leer, por ejemplo, Ernie Pike —sobre todo, el ilustrado por Hugo Pratt— es un viaje a las guerras de la humanidad, una guerra humanizada en la que no hay malos y buenos: los hombres son hombres en las guerras de Oesterheld. El mal lo encarna el propio concepto de la guerra. Entonces, podíamos encontrar en sus historietas alemanes buenos, americanos malos, etc. Él comienza a romper esta dicotomía del bien y del mal, y comienza a hablar de que el mal es, existe, sobrepasa incluso el concepto de lo humano. El mal nos rodea. En ese sentido, Ernie Pike es una obra preciosa; pero si tengo que recomendarle a un extraterrestre que acaba de bajar al planeta Tierra qué se puede llevar de Oesterheld para Marte, sería Mort Cinder —ilustrado por Alberto Breccia, es la historia de un hombre que no puede morir o que muere mil veces; Sherlock Time —también ilustrado por Breccia, se trata de otro hombre, pero que tiene en la torre de su mansión una nave espacial; también un libro de cuentos de ciencia ficción inédito de Oesterheld que Editorial Planeta publicó hace poco, H. G. Oesterheld. Más allá de Gelo. Otra pieza notable es Sargento Krik. Hay muchas cosas hermosas de Oesterheld por conocer, más allá de El Eternauta, porque se trata de una producción muy extensa. Incluso El Eternauta II, una historia muy hermosa para leer, entendiendo también lo que pasó con su vida y cómo fue esa vida, esa militancia, esa idea política que se filtraba dentro de su literatura.
-Ahora sí, hablemos de El Eternauta. ¿Por qué creés que tuvo tanto éxito y está tan arraigado a la cultura argentina?
-El Eternauta se volvió una historia imprescindible e inmortal por un montón de motivos: primero porque es la primera gran obra de ciencia ficción argentina, con todas las letras. Había algunos escritores que escribieron alguna que otra obra, pero El Eternauta es la primera gran obra planteada de ciencia ficción y para la ciencia ficción. Y es la que vino también para contarnos que en Buenos Aires, en la Argentina, en América del Sur, también podíamos vivir la aventura, que la aventura no era patrimonio exclusivo de los estadounidenses, de los franceses, de los ingleses, incluso, de los marcianos. No todo tiene que pasar en Detroit, Chicago, París, en minas escondidas en medio del África, o en Marte, Venus o Júpiter. La aventura también podía pasar acá y podíamos ser nosotros quienes emprendiéramos el camino del aventurador, aquel que vive y se juega la vida con esa aventura. Eso nos lo contó Oesterheld, nos contó que podíamos no solo escribir una gran historia como escribían los estadounidenses, sino también que podíamos soñar y vivir esa aventura, enfrentar nosotros a ese invasor, que incluso podíamos perder y morir, y otra veces, ganar y tener victorias. El Eternauta también nos contó que habíamos crecido: nosotros, los lectores, ya no éramos más niños y que nunca más íbamos a ser niños. Con lo cual, El Eternauta de Oesterheld, nos prepara para un concepto que, luego, nos iba a acompañar todo el resto de la vida: los finales tristes también existen. Cuando crecés, ya no necesitás un final feliz. Y eso también es una piña en la cara para toda la literatura en general. Entonces, es un historia que habla sobre la amistad, un grupo de amigos, un padre de familia, un hombre común y corrientes que se llama Juan Salvo. “Juan”, ese nombre argentino por antonomasia pero también de muchas regiones latinoamericanas, ese hombre de clase media que trabaja, que sostiene a su familia y, de noche, tiene una pequeña buhardilla en la parte superior de su casa donde juega con sus amigos a las cartas, al truco. Es ese hombre común y corriente que, llegado el fin del mundo, debe emprender el camino para recuperar lo propio y se vuelve un héroe sin verlo. Y no lo ve porque las circunstancias, al hombre de clase media, lo vuelven un héroe. Por eso mismo es una aventura diferente y que quedó tan arraigada en la cultura argentina, porque nos conmueve, nos convoca. Juan Salvo no es Superman, no es Bruce Wayne; desde su nombre y apellido, Juan Salvo, nos está diciendo quién es y quiénes somos.
-¿Hoy, sus obras permiten lecturas contemporáneas? ¿Todavía nos siguen hablando e interpelando?
-Creo que una obra se vuelve un clásico, justamente, porque puede ser leída en distintos momentos históricos y esos mismos momentos interpelan esa obra. Y la obra, por su parte, sobrevive e interpela al presente, a un presente que puede tener 50, 100, o más años. Shakespeare sigue interpelando al mundo actual y no solo al mundo en el que fue escrito. Oesterheld es también de los autores que aún hoy nos sigue convocando e interpelando. Con Ernie Pike, El Eternauta o Sargento Kirk, Oesterheld nos está hablando del hombre, de la humanidad, del alma humana. Él era un intelectual lúcido, sensible, que pudo leer su tiempo y, si uno puede leer su tiempo, tranquilamente, también le va hablar al futuro. Así que sí, creo que la obra de Oesterheld es una obra que puede ser leída en este tiempo y que tiene centenares de lecturas diferentes, diversas, a las que tenía en el momento cuando se escribió. Eso lo vuelve maravilloso. La capacidad que ha tenido El Eternauta, por ejemplo, de atravesar el tiempo y el espacio, como su propio personaje, convierte también la obra en un viaje de tiempos y espacios.
-¿Hay semejanzas y diferencias entre el Oesterheld historietista y el Oesterheld escritor? ¿Cómo se da esa relación?
-Oesterheld, cuando escribía cuentos, traía de la historieta argumentos y personajes. Entonces, de alguna manera, aparecía el historietista en su prosa literaria. Y cuando Oesterheld escribía historietas, también escribía cuentos. En el Oesterheld guionista también se escucha y lee al Oesterheld escritor. Cada una de sus viñetas está repleta de literatura. No se trata de un historietista que escribe historietas, es un escritor que escribe historietas y que va aprendiendo a escribir historietas sobre la marcha. Y aprende así porque, en aquel momento, se aprendía a escribir historietas de esa manera, sobre la marcha. Oesterheld aprende y uno recorre ese camino de aprendizaje, mientras lo va leyendo. Y cuando leemos esa prosa, notamos que es una prosa literaria. Concretamente, cada viñeta de El Eternauta, sin ir más lejos, es un fragmento, un párrafo de un cuento, de una novela. De hecho, por eso es una obra que sobrevive la traspolación de géneros: historieta, cuento, ahora va a aparecer la serie en Netflix. Eso es porque la historia se banca y sobrevive los diferentes cambios de ropa. Oesterheld pensaba la historia no como historietista, sino como escritor. Entonces, sí, encontramos diferencias entre el Oesterheld que escribía cuentos e historietas, en relación con el modo en que encaraba la historia; pero la historia en sí no tenía miedo de ser historia de género. En ese contexto, Oesterheld era diferente a sus contemporáneos: él encaró y contó un tipo de literatura que casi nadie lo hacía, esa literatura de género. Escribía policiales, wésterns, gauchesca, ciencia ficción, terror. Escribía todo eso pensando en la gente y en el público con un respeto muy profundo. En ese sentido, el Oesterheld escritor y el Oesterheld historietista son absolutamente conscientes, reales y concretos.
-Para quienes todavía no entraron en el mundo Oesterheld, ¿por dónde comenzar y qué cosas tener en cuenta?
-Primero habría que tener algún tipo de concesiones respecto del tiempo cuando su obra fue escrita. Hay que entender que la historieta se escribía de otra manera, tenía mucho más texto y era mucho más literaria que la de ahora. Entonces, primero, habría que entrarle desde ese costado, saber que estamos entrando a una obra escrita en los '50. Segundo, que estamos abordando la obra de un intelectual y, por eso mismo, se trata de una producción que no siempre es fácil, no siempre es agradable. Y con agradable no digo que no sea placentero; sino que, a veces, el placer radica en la incomodidad que nos produce leer algunas obras de Oesterheld, porque son obras que increpan. Tercero, habría que tener bien presente que la obra de Oesterheld no nos va a contar un cuento de hadas, en el que siempre ganan los buenos, ni siquiera en el que los buenos son buenos y los malos son malos. A la hora de entrar en sus libros, saber que vamos a estar con un narrador de historias, en la mente de un narrador de historias, y que, en el mejor de los casos y si estamos preparados, nos puede llegar a cambiar la vida.