"Hasta donde se pueda, siempre". Fernando Martín Peña despide a Pino Solanas
“La hora de los hornos” o la crónica para la liberación de Pino Solanas
En esta nota, Juan Carlos Desanzo, Lita Stantic, Fernando Martín Peña y Roger Koza cuentan su relación y parecer sobre el filme-ensayo que fue fundacional para el cine político argentino.16 de febrero de 1936: nace Fernando "Pino" Solanas
Fue una figura central en la vida cultural y política de nuestro país, que transformó el cine político y se destacó por su compromiso social.Pino Solanas, emblema del cine y la cultura nacional
A los 84 años falleció, en París, una figura que fue central en la vida cultural y política de nuestro país. Transformó el cine político y se destacó por su compromiso de lucha por causas sociales.Hay mucho para agradecer a Pino, empezando por su tremenda capacidad para pensar por fuera de las diversas formas represivas, ya sean intelectuales o políticas. Hubiera sido fácil para él estancarse en su papel de publicista exitoso, pero en cambio usó todos los recursos que le dio ese lugar para enfrentar a la dictadura de Onganía con La Hora de los Hornos, un film único en la historia del cine por sus características y su tremenda influencia. Hay que agradecerle su mano a mano con Godard, un diálogo extraordinario sobre política y cine que no se conoce como debiera. Y hay que agradecerle su enorme obra personal posterior, empezando por esa obra maestra inabarcable que es Los Hijos de Fierro, resultado tenaz de esa libertad suya para ponerse objetivos desmesurados -como prolongar a José Hernández- y alcanzarlos.
Los cineastas tienen que agradecerle su rol en la sanción de la Ley de Cine del 94 y tendrían que agradecerle también haber sido el primero de ellos que militó activamente por la causa de la preservación, hasta lograr la sanción de la ley de creación de la CINAIN. Esa iniciativa fue dormida por casi todas las gestiones posteriores, pero también fue el sueño justo de quien comprendió mejor y más activamente que la inmensa mayoría de sus colegas la necesidad y la urgencia de preservar nuestra cultura audiovisual.
Yo le debo su amistad, desde mediados de los 90, el descubrimiento de intelectuales como Scalabrini Ortiz o Hernández Arregui, y con ellos la posibilidad de pensar una Argentina libre del sojuzgamiento al que quieren condenarla sus poderes fácticos. Le debo su solidaridad con lo que llamábamos "las causas perdidas", como hacer un contrafestival de Mar del Plata en 2000 o los reiterados ciclos en los que siempre, siempre estuvo. Le debo también el momento más intensamente político de toda la historia del BAFICI, una charla con Abdehrramane Sissako en 2007 que ojalá alguien conserve. Y le debo la confianza de permitirme revolver sus archivos y ratificar en ellos su profunda coherencia artística.
Grande, Pino. Hasta donde se pueda, siempre.