Fryderyk Chopin, el músico universal que trascendió en clave polaca
Fryderyk Chopin, el músico universal que trascendió en clave polaca

Fryderyk Chopin, el músico universal que trascendió en clave polaca

Música
Efemérides
Con su piano, Chopin definió el periodo romántico del siglo XIX e influenció a otros artistas del XX y XXI. A 211 años del nacimiento del compositor, homenajeamos la vida y legado de una figura insoslayable de la música clásica, que supo trascender fronteras y, a su vez, convertirse en un símbolo de la Polonia moderna.
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Pasaron 336 años del nacimiento del músico nacido en la ciudad alemana de Halle. Sin embargo, continúa siendo uno de los favoritos del barroco europeo, junto con Bach, y de los más influyentes de la música universal. En esta nota, repasamos parte de su gran legado musical y cómo deslumbró a los ingleses con las grandes óperas de Italia.

“Chopin tose con una gracia infinita”, escribió una vez la novelista francesa George Sand —seudónimo de Aurore Dupin—, quien había sido su pareja durante una década, entre 1837 y 1847. De cuerpo pequeño, delgado y pálido, con una salud frágil y un espíritu casi siempre atormentado, el músico polaco parecía encarnar varias de las características que se asociaban a los artistas del romántico siglo XIX. Incluso la tuberculosis, aquella enfermedad que lo hacía toser y que lo llevó a la muerte a los 39 años. Sin embargo, en ese poco tiempo con su talento y gracia —como reconocía Sand, aun en su cotidianidad—, Chopin logró la inmortalidad y sigue siendo de los músicos más admirados y celebrados en todo el mundo.  

Retrato de Chopin, por María Wodzińska (1836).

Aunque algunas fuentes indican el 22 de febrero, otras aseguran que fue el 1 de marzo de 1810, cuando el compositor Fryderyk Franciszek Chopin nació en Zelazowa Wola, perteneciente al entonces Ducado de Varsovia. De padre francés y madre polaca, comenzó sus estudios de piano a los cuatro años y, según se dice, a los ocho ya interpretaba en conciertos privados con una destreza deslumbrante. Luego, en el conservatorio de su ciudad, continuó su perfeccionamiento con estudios de armonía y contrapunto. 

A sus 19 años, había escuchado en concierto al compositor italiano Niccolò Paganini, de quien quedó impresionado por la íntima relación e identificación que tenía con su violín. Chopin entendió que él mismo también debía entregarse con toda su energía a un solo instrumento. En su caso, el piano. Pero durante ese momento, todavía en algunas ciudades, se esperaba que los compositores compusieran óperas o música para orquesta si querían triunfar. Sin embargo, los críticos lo reconocieron y hasta algunos de ellos lo bautizaron como “el Paganini del piano”. Por otra parte, es durante el Romanticismo y la difusión de las ideas de este periodo, cuando músicos como Paganini o el mismo Chopin mantuvieron firme aquello que ya había comenzado con el Barroco y se consolidó con el neoclasicismo: la música instrumental pensada como arte autónomo, capaz de expresarse independientemente de la participación de la voz humana.

“No me importan las alabanzas locales, habría que ver qué opinión tienen en Viena y en París”, expresó una vez el propio Chopin, entre sus cartas y diarios. Y es que la búsqueda del reconocimiento internacional era algo que lo motivaba y alentaba para probarse como un músico de verdad. Tenía solo 20 años y emprendió un viaje en el que visitó distintas ciudades, sin advertir que ya nunca más regresaría a su tierra. Pero su tierra nunca lo abandonó: en sus polonesas, mazurcas y melodías, Chopin perpetuó todo su orgullo por el espíritu y folclore polacos. 

Gentileza Medtnaculus.

Austria, Alemania y Francia

La primera estadía, en 1830, fue en Viena: una ciudad más que importante para Chopin porque, en aquel entonces, se la consideraba la capital europea de la música. El compositor llegó con sus partituras que, prácticamente, eran todas para piano. Además de las polonesas y las mazurcas, compuso vals y obras basadas en otras danzas que, como aquellas, no son precisamente para bailar, sino más bien para tocar en los salones. Entre ellas, se destacan: Bolero Op. 19, Tarantela Op. 43, Eccosaises Op. 72 n.º 3-5, Barcarola Op. 60 y Nocturne Op. N.º 2. También había escrito marchas fúnebres y sonatas.

Sin embargo, en Viena, su música no había sido muy bien recibida. En esa época estaban muy de moda los vals de Johann Strauss y se decía que los que había compuesto Chopin, justamente, no se podían bailar. Por otra parte, había un cierto recelo de los austríacos hacia los polacos, ya que no veían con buenos ojos a aquellos que se rebelaban contra el zar Nicólas I de Rusia; y la tierra polaca estaba en plena batalla. Un tanto deprimido, Chopin continúo su viaje por Europa.

La pianista argentina Martha Argerich toca una pieza de Chopin: Polonaise N.° 6 l'heroique. Gentileza Gygese.

En Múnich, recibió la noticia de la caída de Varsovia ante Rusia; Polonia estaba anexada al Imperio zarista y no había logrado su independencia. El músico tenía 21 años y fue cuando compuso su Estudio N.º 12 “Revolucionario”. Generalmente, estos estudios compositivos eran piezas instrumentales breves que servían para ejercitar y entender las destrezas técnicas del instrumento musical. Pero los suyos, como el de otros grandes maestros, eran auténticas obras de arte. 

Luego, llegó a París, la otra gran capital. Creía que solo estaría una temporada, pero estuvo hasta el final de su vida. Allí frecuentó a la alta sociedad, a otros grandes artistas como el pintor Delacroix, el escritor Víctor Hugo y otros músicos como Franz Liszt. Tampoco perdió la oportunidad de entablar relaciones con muchos de sus compatriotas polacos que habían huído de la persecución zarista. Algunos de ellos organizaban distintas actividades en pos de la independencia de Polonia. Fue en ese momento cuando varios de los polacos exiliados alentaron a Chopin para convertirse, mediante su música, en un símbolo nacional de su propia tierra. Antes y ahora, no hay dudas de que el gran patriotismo y nacionalismo polaco de Chopin está en su propia música.

Gentileza Marcin Tjernback.

La música chopiniana y la patria polaca

“El compositor se fue de Varsovia cuando tenía 20 años y nunca regresó. A lo largo de su vida, Polonia no existió: fue tragada por Rusia, Prusia y Austria en 1795, y solo se volvió a materializar como país independiente 123 años más tarde”, dijo el periodista de la BBC, Marek Pruszewicz. Y agregó: “El patriotismo de Chopin encontró su expresión en su música, y para los polacos llegó a simbolizar el nacionalismo polaco”.

Uno de sus biógrafos franceses, Michel Deledicque, expresó también: “Salvo unos vehementes apóstrofes escapados de su pluma, cuando una nueva desdicha de Polonia desencadenaba sus iras patrióticas, es difícil percibir en sus escritos algo de las tremendas pasiones interiores que consumían su alma. Por lo general, con sus aristocráticas relaciones, el tono de sus cartas era el de un joven mundano, y frecuentemente trataban de frivolidades poco acorde con el carácter de sus obras. Es que los secretos de su corazón los guardaba exclusivamente para su música, única verdadera confidente suya”.

Gracias a la obra de Chopin, sostiene Pruszewicz, los polacos sintieron una gran identificación y encontraron la encarnación musical de su país.

Casa natal de Chopin, en Zelazowa Wola.

El éxito, el amor y la peste

A los 26 años, Chopin ya había logrado ser el compositor y músico de moda en los salones parisinos. Ese público francés, sobre todo, adoraba sus improvisaciones. Algo que no ocurría en los conciertos: el compositor no solo odiaba las interpretaciones en público (algunos expertos sostienen que su forma de tocar, llena de matices, no era adecuada para las grandes salas), sino que, además, se dice que Chopin padecía de un gran pánico escénico. Para su suerte, según biógrafos como Andre Maurois, Rafael Ortega o el propio Raux Deledicque, Chopin no necesitaba de los conciertos para ganarse la vida como otros músicos: las clases que dictaba a las familias más adineradas le alcanzaban para tener un buen pasar.

Entre ese público fiel que se maravillaba con sus interpretaciones, muchas mujeres quedaban embelesadas con su pasión y talento. Con varias de ellas había entablado relaciones, pero casi ninguna tenía un final feliz. Muchas de ellas terminaban el compromiso debido a la salud o posición económica de Chopin, quien no era dueño de una inmensa fortuna. Sin embargo, en 1838 llegó a conocer a la autora que escribía bajo el nombre de George Sand. Comprometida literaria y políticamente, una adelantada de su época (una suerte de Victoria Ocampo francesa), abogaba fuertemente por la democracia. Chopin encontró a una gran compañera y estuvieron diez años juntos. Habían viajado a Mallorca donde, según comentan algunos autores, Chopin contrajo la tuberculosis. Por ese motivo fueron obligados a abandonar la isla española. El sufrimiento y la angustia volvían a ser parte de la personalidad del compositor.

Retrato de la escritora y amante de Chopin, George Sand, por Auguste Charpentier (1838).

“Me lo encontraba a las diez de la noche, pálido, ante el piano, con la mirada perdida y despeinado. Necesitaba unos instantes para reconocernos”, detalló su amante y novelista en uno de sus textos. El compositor no pasaba buenos momentos, pero logró terminar una cantidad de preludios que le habían encargado desde París. Estos preludios no eran introducciones o partes de otras obras más extensas, como solía suceder en la composición musical del siglo XIX, sino que eran piezas notables en sí mismas. Sobre estos, dijo una vez el escritor André Gide: “En ninguna otra parte Chopin se mostró más íntimo”. Finalmente, Sand y Chopin terminaron la relación. Según la escritora, porque el compositor “era dulce, jovial y encantador en sociedad. Pero el Chopin enfermo era desesperante en la intimidad”. El músico volvió a recibir otro golpe que lo desestabilizó aún más. 

Fotografía de Chopin. Se cree que fue tomada en 1849, poco antes de su muerte, por el fotógrafo Louis-Auguste Bisson.

Últimos días y legado

Sus obras publicadas incluyen 55 mazurcas, 27 estudios, 24 preludios, 19 nocturnos, 13 polonesas y 3 sonatas para piano. Entre otras composiciones se destacan los conciertos de juventud, en mi menor y fa menor opus 11 y opus 21, respectivamente, así como una sonata para violonchelo y piano, y 17 canciones. 

La autora y musicógrafa del Teatro Colón, Pola Suárez Urtubey, comentó en uno de sus ensayos: “Formado en Mozart, Beethoven y Bach, cuya influencia es evidente, es posible advertir que Chopin fue un genio de la estructuración musical en todos los sentidos, muy particularmente en el de la dialéctica armónica, donde alcanza el nivel más alto de especulación, dentro de una serie muy diversa de obras que van desde las miniestructuras de un preludio o una danza hasta las macro de una sonata o un concierto. Partiendo asimismo de la herencia beethoveniana en lo que se refiere a presurizaciones melódicas y armónicas o elaboraciones motívicas, llega Chopin a anticipar procedimientos que hoy nos llenan de renovado asombro, a la luz de lo que vino después”. 

Y agregó: “Además, se trata de elucubraciones que jamás traicionan la pura belleza sonora. Su propuesta era de un elemental candor: ‘La finalidad última es la simplicidad -declaró en cierta ocasión-. Después de haber agotado todas las dificultades, de haber tocado una inmensa cantidad de notas (...), es la simplicidad la que debe surgir con todo su encanto, como la última perfección del arte’”.

Gentileza Ardiem.

Luego de la revolución de 1848, cuando se instauró la Segunda República Francesa, Chopin viajó a Inglaterra, donde tuvo un gran éxito con sus conciertos. Pero el clima no ayudó en absoluto para su salud. Regresó a París donde finalmente, a sus 39 años, murió el 17 de octubre de 1849. Su cuerpo fue enterrado en el Cementerio de Père-Lachaise; pero, por pedido expreso del compositor, su corazón fue depositado en la Santa Iglesia de Varsovia