Eugenia Belín Sarmiento, nieta de Domingo Faustino y figura destacada de la historia de las artes visuales de la Argentina
Eugenia Belín Sarmiento, nieta de Domingo Faustino y figura destacada de la historia de las artes visuales de la Argentina

Eugenia Belín Sarmiento, nieta de Domingo Faustino y figura destacada de la historia de las artes visuales de la Argentina

Arte
Historia
Revalorizada en los últimos años como una figura destacada de la historia de las artes visuales de la Argentina, destacamos en esta nota algunos de los logros más notables. Además, la historiadora del arte y especialista Georgina Gluzman, curadora de la muestra "El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950)" del Museo Nacional de Bellas Artes, nos acerca más a esta figura que supo ser algo más de lo que supuso la iconografía sarmientina.
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"El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950)" es una de las exposiciones que recientemente inauguró el Museo Nacional de Bellas Artes. Se trata de más de 80 obras de 44 artistas plásticas que permanecían ignoradas o desconocidas. Su curadora, Georgina Gluzman, nos cuenta más sobre esta exhibición inédita que cuestiona los relatos historiográficos oficiales, en pos de recuperar el aporte de creadoras, en varios casos, expuestas por primera vez.

En 1988, la artista argentina Fabiana Barreda observó un cuadro que le llamó la atención. Se trataba de una pintura, un retrato de una mujer. Pero no estaba en un museo ni en una galería, sino abandonado en un volquete de basura, en una calle del barrio porteño de Palermo. Lo que Barreda todavía no sabía es que se trataba de una obra de la artista sanjuanina Eugenia Belín Sarmiento, nieta de Domingo Faustino.

Retrato de María Amelia Sánchez, de Eugenia Belin Sarmiento (1891). Óleo sobre tela, 57 x 37,5 cm. Colección Fabiana Barreda. Archivo Rosa Faccaro Arte Argentino Contemporáneo.

A partir de allí, comenzó la aventura de su restauración, reconocimiento y puesta en valor. Finalmente, se confirmó que era una pieza de 1891 en la que se representa a una mujer, llamada María Amelia Sánchez. Su autora, Eugenia Belín Sarmiento, tenía 31 años.

Nacida en la provincia de San Juan, el 29 de diciembre de 1860, Eugenia Belín Sarmiento, hija de Faustina Sarmiento y Jules Belín, vivió en el seno de una de las familias más importantes del momento y de toda la historia argentina. Si bien fue conocida por ser la nieta del gran prócer, quien fue presidente de la Nación entre 1868 y 1874, también había cosechado en vida un merecido reconocimiento por su trabajo artístico. Luego, ciertos relatos historiográficos de la época y posteriores olvidaron o solaparon aquella faceta deslumbrante que la artista había demostrado. 

Eugenia Belín Sarmiento. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes.

Sin embargo, gracias al estudio de su producción —muchas de sus obras pertenecen al acervo del Museo Histórico Sarmiento—, y a la recuperación de otras piezas —como aquella aparición en los años ochenta—, poco a poco se fue revalorizando nuevamente el rol y nivel de artista que Eugenia Belín Sarmiento había logrado: una mujer que fue mucho más que se la nieta de Domingo Faustino.

Entre estos estudios y difusión que pusieron en valor parte de la obra de esta artista sanjuanina del siglo XIX argentino, se encuentra la exposición "El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950)", curada por la especialista Georgina Gluzman e inaugurada este año en el Museo Nacional de Bellas Artes (la cual continúa abierta hasta el 7 de noviembre).   

Georgina Gluzman, doctora en Historia y Teoría de las Artes por la UBA e investigadora asistente del CONICET, autora de Trazos invisibles. Mujeres artistas en Buenos Aires (1890-1923) e integrante de la Comisión Directiva del Centro Argentino de Investigadores de Arte, nos acerca más a esta figura destacada de las artes visuales de Argentina.

La investigadora Georgina Gluzman. Foto gentileza: Telediario.

-Que una de sus obras haya aparecido en un volquete reafirma el desconocimiento no solo por determinadas piezas artísticas, sino también de la figura de Eugenia como artista. ¿En vida fue reconocida más allá de ser la nieta de Sarmiento?

-Es muy interesante porque tiene que ver con lo que sucede con los relatos, a nivel de los escritos histórico-artísticos, con relación a la vida, la trayectoria, la carrera de las mujeres. Eugenia Belín Sarmiento fue, en sus años de mayor actividad —aproximadamente entre 1890 y 1910— una artista reconocida, que recibió encargos privados. También fue una artista que se preparó para la profesionalización, para el trabajo. Luego, cuando comenzó la carrera diplomática de su hermano, se aferra más a esa posibilidad de viaje y “descuida” lo que había sido su actividad sostenida en la venta de obras. Pero, de todos modos, fue una artista reconocida, por cuya obra recibió premios. Por ejemplo, en el Salón del Ateneo; distinciones de diversa clase. Y fue una artista que desarrolló un tipo de carrera muy particular de la primera generación de mujeres artistas, que podemos llamar modernas. Y de alguna manera, están inventando también la identidad artística femenina; están explorando las posibilidades y los límites de esta construcción.

-¿Cómo comenzó su carrera como artista visual?

-Ella comienza su carrera con su guía, con Procesa Sarmiento, quien también había sido una artista muy reconocida. Procesa fue discípula, entre otros artistas, de un maestro francés que recorrió buena parte de América Latina a mediados del siglo XIX. Procesa reafirma sus saberes con él; se vuelca a la enseñanza del dibujo y la retratística. Luego cuando se casa, Procesa deja su carrera y, más tarde, retoma su actividad artística cuando su esposo tiene problemas de salud y no puede trabajar. Allí, ella se hace cargo económicamente para sostener a su familia. Y, entre las muchísimas mujeres a las que forma, se encuentra Eugenia Belín Sarmiento, que era su sobrina. Lo que aquí ocurre es muy interesante, porque hay una transmisión de saberes entre mujeres; algo que las feministas de la década de 1970 van a denominar ese linaje materno, esa genealogía femenina; aunque es rara vez reconocido el lazo entre ellas.

Desnudo en el parque, de Eugenia Belin Sarmiento (1908). Pastel sobre papel.

Colección Museo Histórico Sarmiento.

-¿Qué tipo de obras produjo y cuál su importancia hoy en la historia de las artes visuales?

Eugenia Belín Sarmiento tiene una fuerte impronta como retratista, que tiene por supuesto mucho que ver con su formación inicial con Procesa, pero también se desarrolla en los campos de la naturaleza muerta. Particularmente, es muy fuerte su producción en la pintura de ramillete o también la llamada “pintura de flores”; y también en el desnudo. Ella realiza desnudos a partir de los primeros años del siglo XX. Acá tenemos un punto interesante para discutir: la supuesta exclusión de las mujeres de este ámbito. Porque vemos que las mujeres también practicaron desnudo a partir del modelo. Hay una interesante faceta para explorar y para desarmar estos relatos heredados en torno de las mujeres que poco o nada hicieron.

-Su abuelo fue una personalidad que estaba a favor del desarrollo intelectual de la mujer. ¿Eugenia Belín contó con cierto privilegio para estudiar y trabajar, o padeció el machismo como tantas otras (desde su familia más directa, las instituciones, la crítica, etc.)?

-Domingo Faustino Sarmiento, por supuesto, fue una persona fundamental en su vida. Su fuerte involucramiento con la educación de las mujeres. Pensemos también que Samiento es una suerte de apóstol del trabajo femenino. Ese modelo de la maestra que él instala tan fuertemente se vincula no solo con la educación de las nuevas generaciones, sino con el trabajo profesional, pago, extradoméstico de las mujeres. Eugenia, sin dudas, cuenta con el privilegio de tener una cierta inserción en círculos sociales; pero, al mismo tiempo, su asociación con Sarmiento la limita muchísimo, porque se hace más conocida por los retratos de Sarmiento que por el resto de su producción. Se la consideró muy tempranamente como la auténtica y verdadera intérprete de la imagen del prócer. Y acá nos encontramos con este doble filo que significó una Sarmiento: por un lado, sin dudas, esas conexiones, la posibilidad de venir a Buenos Aires para seguir perfeccionándose en sus estudios, a partir de 1880; pero también este estar unida permanentemente a la iconografía sarmientina y no haber trascendido como nada más que una especie de apéndice de su abuelo, Domingo Faustino.

Uno de los retratos que pintó Eugenia Belín Sarmiento de su abuelo, Domingo Faustino.

Exhibido en el Museo Histórico Sarmiento.

-¿Cree que hoy cuenta con cierto reconocimiento o todavía estamos en un camino de reconstrucción historiográfica?

-Todavía estamos en un momento de reconstrucción. Hay muchas obras que todavía tienen que seguir apareciendo. Si bien ya conocemos muchas obras porque muchas de ellas forman parte de la colección del Museo Histórico Sarmiento, un museo nacional en el barrio porteño de Belgrano, que cuenta con un acervo muy importante de su obra, hay muchísimas obras que, sabemos, fueron vendidas durante su vida y forman parte de colecciones privadas. Por eso es muy importante que empecemos a crear una conciencia generalizada en torno al valor de sus obras para que no terminen en un volquete, como esta obra estupenda que encontró Fabiana Barreda en la década del ochenta. Siguen apareciendo obras de Eugenia Belín Sarmiento, a veces, en anticuarios. Todavía no tiene un valor de mercado y eso, por supuesto, dificulta la comprensión de su rol. Sabemos que, muchas veces, la legitimación en el campo artístico también se da por la vía del mercado. Pero es importante reencontrar toda esta producción, rescatar estas obra de manos privadas y, sobre todo, que estas manos privadas realmente se den cuenta del valor histórico y artístico que tienen estas piezas; que las preserven y también que las pongan a disposición de aquellas personas que estamos estudiando las carreras de mujeres artistas de fines del siglo XIX y comienzos del XX, para poder integrar estas piezas a unas narrativas más amplias.