"María Elena nunca se pensó como una misionera filantrópica, era una artista nata"
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"María Elena nunca se pensó como una misionera filantrópica, era una artista nata"

Música
Letras
Gabriela Massuh es periodista y gestora cultural. En 2017 publicó su libro sobre la vida y obra de María Elena Walsh, "Nací para ser breve", cuyo resultado es un emotivo reportaje realizado entre 1981 y 1982 con la artista. La entrevistamos para recordarla
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En 1980, luego de hacer un doctorado en Alemania, Gabriela Massuh regresó a la Argentina y se reencontró con su gran amiga María Elena Walsh, quien recientemente había sido diagnosticada de cáncer. En esa primera charla, tomaron la decisión de trabajar juntas en un libro sobre la apasionante vida de la cantautora. Así fue como luego de casi un año de entrevistas nació el germen de un gran libro sobre María Elena Walsh, que Massuh recién publicaría treinta años después, bajo el título "Nací para ser breve" (2017).

Este libro se transformó en una máquina delicada y precisa, que dio cuenta -mientras vela, mientras desnuda- de las particularidades del mundo intelectual porteño a partir de los años cincuenta, y más allá de la historia social del país en el siglo XX.

¿Quién es Gabriela Massuh?

Gabriela Massuh nació en Tucumán en el año 1951. Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y Doctora en Filología por la Universidad de Erlangen-Nürenberg, en la que realizó su tesis sobre "Borges, una estética del silencio". Fue docente universitaria, periodista cultural, traductora de autores universales como Kafka, Schiller, Enzensberger, Rilke y Camus, entre otros. También dirigió el Departamento de Cultura del Instituto Goethe de Buenos Aires, durante más de dos décadas, y lo transformó en un centro de intercambio y reflexión sobre temas político culturales. En el año 2011 fundó la Editorial Mardulce.

Sus novelas son políticas y contienen una fuerte reflexión sobre la realidad argentina actual. Publicó "La intemperie", en 2008, sobre la crisis económica de 2001. Luego vinieron "La omisión" (2012), "Desmonte" (2016) y "Degüello" (2019), todas editadas por Adriana Hidalgo. En 2014 publicó el ensayo "El robo de Buenos Aires. La trama de corrupción, ineficiencia y negocios que le arrebató la ciudad a sus habitantes" (Sudamericana). Fue su primer trabajo exhaustivo sobre la usurpación de bienes públicos del gobierno de Mauricio Macri como intendente de la Ciudad de Buenos Aires.


(Gabriela Massuh. Foto: Catalina Bartolomé).

La entrevista

-¿Cómo recuerda los meses de trabajo junto a María Elena recopilando su trayectoria? ¿Cuáles eran sus mayores influencias y obsesiones en este campo literario? ¿Cómo la recuerda luego de tantos años recorridos en el mundo de la literatura?

-En el año 2017 publiqué “Nací para ser breve”, un libro donde recopilé una larga entrevista que le hice a María Elena Walsh en uno de los momentos más terribles de su vida: se le había declarado un cáncer de pronóstico incierto. En medio de un tratamiento atroz de rayos y quimioterapia y luego de algunas vacilaciones por parte de ella, nos decidimos por revisar su vida, desde la infancia hasta el tiempo presente, que era el año 1981. Yo percibía, y así me lo hacía sentir María Elena, que esa entrevista era una forma de legado, casi un testamento: en medio de tanto pronóstico sombrío (además del cáncer, estábamos en dictadura) hoy puedo decir que el reportaje fue una celebración de la vida.

-¿Cómo era la dinámica de las entrevistas?

-Nos juntábamos a diario en su amplio departamento de la calle Bustamante, durante la siesta. Ella me esperaba tendida sobre un camastro en su escritorio y yo prendía el grabador. Trabajamos durante ocho meses. Yo volvía a casa al atardecer, y durante la noche vertía la entrevista sobre papel preparándome para el día siguiente. No fue fácil. Hubo días en los que a María Elena le costaba hablar, aunque lo que finalmente prevaleció fue su increíble constancia en repasar todos los puntos que quedaban oscuros.

Si algo puede decirse de María Elena es que detestaba la improvisación y la imprecisión. Volvía sobre temas que había repasado durante la noche, recordaba los nombres, agregaba recuerdos, detalles, olores, sabores, deslumbramientos. Cuando terminamos le mostré el manuscrito y ella lo revisó con la misma dedicación. Eran pequeñas correcciones hechas con lápiz, con esa inconfundible letra impecable que la caracterizaba.


(Tapa del libro, "Nací para ser breve", editado por Sudamericana).

Medio siglo y casi todo escrito

En la época del reportaje, a los 51 años de edad, María Elena ya había concluido la mayor parte de su obra poética, toda su obra infantil y sus canciones para adultos. Solo faltaban sus libros autobiográficos “Novios de antaño” y “Fantasmas en el Parque” y la recopilación de sus notas periodísticas en “Amor Brujo”, que vinieron después.

"Aquellas entrañables respuestas", describe Gabriela, "tienen hoy, afables y sinceras, la generosidad de una articulada e inolvidable confesión. Son, creo yo, la vida y la creación de María Elena contada por ella misma. Para mí fue una experiencia invalorable. A pesar del contexto de la enfermedad y del encierro de la dictadura, recuerdo aquellas siestas como una burbuja llena de luz".

-¿Por qué publicó el libro 30 años después?

-Pues bien, porque nunca sentí estar a la altura de esa vida y de esa figura gigante que era María Elena. El paso del tiempo me quitó los complejos y las vacilaciones. Cuando después de tres décadas volví a leerla, supe que no podía dejar pasar más tiempo sin rendirle ese homenaje. No el que yo le había hecho, sino el que ella me había hecho a mí con su sinceridad. Creo que fue el acto más generoso que alguien pudo haberme hecho.(Revista Alfonsina, año 1 número 1. Foto: Sara Facio y Alicia D´Amico).

-¿Cuál era la concepción que tenía María Elena respecto del feminismo y cómo era su relación con dichas agrupaciones?

Hay algunos indicios, como su profunda admiración a Virginia Woolf, su amistad con Victoria Ocampo. También se manifestó a favor de la despenalización del aborto frente al Presidente Alfonsín en el retorno de la democracia. Fue tapa de la de Revista Alfonsina, dirigida por María Moreno.

¿Por qué cree que hoy en día no se la toma como una referente feminista?

-No sé si esto es así. Creo que el movimiento feminista, que en realidad es la suma de muchos movimientos, está hoy concentrado en una serie importantísima de reivindicaciones políticas puntuales, desde la violencia de género hasta el aborto, desde el Ni una menos hasta la equiparación de la violencia contra la naturaleza con la violencia contra el cuerpo de la mujer (el “mandato de masculinidad” de Rita Segato).

María Elena no puede ser hoy el estandarte de todo esto aunque habría suscripto cada una de estas reivindicaciones. Cada movimiento busca sus propias referencias según la época y las necesidades. Hoy por hoy, la figura de María Elena está ligada a su trabajo revolucionario en materia de literatura infantil, y con el mensaje, la factura y la música de sus canciones. Que haya sido una de personas que más se comprometió con el feminismo en la Argentina es algo que hoy nadie puede poner en duda. Basta con leer ese maravilloso panfleto que publicó en el número 41 de la revista Humor en 1980, en plena dictadura, cuando la palabra “feminismo” era un oprobio.

-¿Cómo cree que evolucionará la figura feminista de María Elena?

-Yo creo que es cuestión de tiempo. Los modelos referenciales de los movimientos se van articulando según necesidades concretas y ya llegará el día en que rehabilitemos, también en este ámbito, a la persona que sostuvo que “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir era el libro más importante que había leído en su vida.


("Sepa Ud. por qué es machista". Revista Humor).

"María Elena solía decir que ella no escribía para los chicos, sino desde su propia infancia. Del mismo modo puede decirse que no escribía para las mujeres sino desde su absolutamente consciente y aprendida condición de mujer".

-¿A quiénes considera que llegó su influencia de forma más pura? ¿A músicos y educadores, a escritores?

-A todos y todas y mucho más allá. Influyó en nuestro amor por el país, en nuestra forma de mirar los árboles, en nuestra celebración del verano con jazmines, en nuestra piedad, en nuestra razón solidaria, en la celebración de la gracia y en nuestra nostalgia del paisaje de infancia. No hay distinción de influencias en esto. Solo que muchas veces nos olvidamos de celebrarlo.


(Retrato de María Elena Walsh por Sara Facio, 1965. Archivo Museo Nacional de Bellas Artes).

-¿Cómo recordaba María Elena aquellos años de éxito en Europa con Leda Valladares?

-Los años en París con Leda Valladares fueron años de profesionalización sobre el escenario. Hasta entonces María Elena no había cantado en público. Tímida como era, sobre el escenario desplegó la misma profesionalidad que la caracterizó en cada uno de sus emprendimientos artísticos. “Yo nací profesional”, solía decir. Y eso lo aprendió en París junto a Leda Valladares donde hicieron una carrera auspiciosa en un género que tuvo mucho éxito a comienzos de la década de 1950: el music hall. O café concert, como le decíamos aquí.

Fueron aplaudidas, reconocidas, llegaron a grabar un disco en Alemania e hicieron juntas una verdadera vida de bohemia parisina conviviendo con artistas, exiliados, músicos pobres, intelectuales frustrados, en fin… Por el famoso Hotel du Grand Balcon donde se alojaban, pasaba gente como Lalo Schiffrin o Violeta Parra.(Leda y María. Fuente: Peña de mujeres).

El dúo musical Leda y María duró diez años, de 1953 a 1963. En esos años aprendieron de cantautores como Boris Vian, Jacques Brel, Charles Trenet, Georges Brassens y Edith Piaf. Entre los discos publicados figuran "Chants d’Argentine", "Sous le ciel de l’Argentine", "Entre valles y quebradas (volúmenes 1 y 2)", "Canciones del tiempo de Maricastaña" y "Leda y María cantan villancicos".

Limericks y juegos de palabra

Uno de los rasgos que destacaba María Elena de esa época fue que allí, en ese hotel, durante siestas solitarias había comenzado a garabatear sus primeros versos para chiques como una manera de jugar con las palabras recordando las Limericks, que le leía su padre cuando ella era chica, esa suerte de poesía popular infantil del mundo anglosajón que juega de manera desopilante con las palabras. Allí comenzó su carrera como autora de literatura infantil, de manera que cuando volvió a la Argentina, en 1955, ya tenía todo el bagaje de la que sería su próxima etapa.

Autóctona

Estos años representaron un aprendizaje y revalorización de lo autóctono. Incluso quizá por ese motivo María Elena decidió volver a la Argentina. La revalorización de lo popular, de lo originario, de lo autóctono no nace en París. Nace paradójicamente de la estadía de María Elena en Maryland, invitada por Juan Ramón Jiménez en 1949. Juan Ramón, personaje refinado y de vastísima cultura, tuvo un rol preponderante en la formación de María Elena. "Me cuenta en el libro", agrega Gabriela, "algo que reproduzco aquí porque lo considero importantísimo para la relación que luego tuvo María Elena con lo popular en cualesquiera de sus formas:

 “Yo sentí, aprendí a sentir lo folclórico a partir de Juan Ramón. Con él escuchábamos todo el tiempo las canciones españolas recopiladas por García Lorca y él me contaba cómo había influido, junto con Manuel de Falla, en la revalorización del cancionero tradicional español”.

(Fuente: Gata Flora Mag. Foto: Sara Facio).

"Aquella música y aquellos versos no tienen parangón. Parece paradójico, pero a través de Juan Ramón empecé a valorar a Atahualpa Yupanqui, justo en un momento en que era prohibido en la Argentina. Es que en los gustos poéticos de Juan Ramón había una exasperada búsqueda de la sencillez aunque esa sencillez le fuera inaccesible porque lo que escribía entonces era muy barroco”.

-¿Qué quiso decir?

-Quiere decir que la invitación de Leda Valladares a ir a París con ella para cantar folclore argentino vino solo a reforzar una predisposición que María Elena había aprendido con Juan Ramón. Ahora bien, María Elena no volvió a la Argentina porque sintiera que “tenía que dar algo más”. Nunca se pensó a sí misma como misionera filantrópica, artística social o lo que fuera. Nadie más lejos de esa solemnidad de “un artista que siente que tiene que dar algo”. María Elena era una artista nata, y como tal trabajaba y aprendía para ganarse la vida. Cuando hay conciencia de la tremenda dificultad, del increíble trabajo, del inconcebible esfuerzo que significa la producción artística, no hay lugar para postulados de este tipo. María Elena volvió a la Argentina porque consideraba que la etapa del music hall, tal como ellas la habían transitado, había concluido.(Fuente: Cancioneros).

-Haciendo repaso de su carrera, se podría decir que María Elena vivió muchas vidas, exploró todas sus posibilidades artísticas y no tenía miedo a incursionar en ningún género, ¿considera que fue feliz o este salto de una inquietud a otra era parte de su inconformismo?

-Yo creo que no existen artistas o intelectuales genuinos que no sean inconformistas. El espíritu crítico y su expresión es parte constitutiva del arte que no es florero, del conocimiento que no es genuflexo (puesto de rodillas), del intelectual que no se deja seducir por el poder. Hay una canción memorable donde María Elena habla de la felicidad, la Canción del jardinero Adán, cito nomás las tres primeras estrofas:

Mírenme, soy feliz
Entre las hojas que cantan
Cuando atraviesa el jardín
El viento en monopatín.

Cuando voy a dormir
Cierro los ojos y sueño
Con el olor de un país
Florecido para mí.

Yo no soy un bailarín
Porque me gusta quedarme
Quieto en la tierra y sentir
Que mis pies tienen raíz.

 

Esa es para mí la definición de la felicidad de María Elena, y acaso la mía también: "Un país jardín florecido para que por fin podamos echar raíces sin que destruyan nuestra casa común".

Agradecimientos: Gabriela Massuh, Sara Facio y Catalina Bartolomé.