El santito de la música
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Todos los 6 de enero Empedrado celebra a San Baltasar, el santo negro que desembarcó hace más de 100 años en el pueblo correntino y creó una nueva y única forma de venerarlo: la charanda
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Nadie sabe con exactitud cómo un santo y un tambor se reunieron en Empedrado, un pueblo grande de trece mil habitantes al que llaman “la perla del Paraná” por lo exótico de sus playas y de sus barrancas que bordean el río. El Paraná es una arteria centrar por donde circulan dorados y surubíes, siendo su pesca una de las principales actividades económicas de la región, luego de que la tala sin control terminara con el comercio del quebracho. Ese río que nace en la amazonia brasileña hermana a los países a través de su música, sus bailes y vocablos compartidos.

Celebración de San Baltasar, en Corrientes capital.

Ese río fue navegado por centenares de africanos esclavizados que tenían como destino el puerto de Buenos Aires y Montevideo. También lo navegaron los mulatos que combatieron junto a Gervasio Artigas en la Guerra por la Independencia, siendo casi los únicos que resistieron hasta la derrota definitiva en Tacuarembó. De la misma manera lo hicieron los trabajadores golondrinas provenientes de Paraguay y Brasil, y hasta incluso los tres reyes magos.

Por ese mismo caudal, hace 100 años, llegó desde Brasil una afrodescendiente que es conocida como "la brasilera", aunque ya nadie recuerda su nombre. Trajo lo justo y necesario: las estatuillas de Melchor, Gaspar y Baltasar. Al llegar a Empedrado formó pareja con el pescador Blas Pérez y, con el tiempo, ese apellido se convirtió en un sello indisociable del mestizaje cultural.

Un 6 de enero de 1919, un tambor de 1.30 metros, con parches de cuero a cada lado, sonó por primera vez frente a la figura de San Baltasar, y desde entonces el rito se repitió todos los años. Al igual que la familia Pérez, la fiesta de San Baltasar se fue agrandando. Entre danzas circulares, el sonido del triángulo, la guitarra criolla y un coro de voces dieron origen a un nuevo género afro correntino nacido en Empedrado: La Charanda.

Patio donde se celebra la fiesta de San Baltasar en Empedrado.

El tambor de la charanda empieza a sonar en la noche del 5 de enero, esperando las 00hs que comience el día de San Baltasar. La capilla donde se ubica este santo negro (o cambá) se llena de banderines, de fieles (promeseros) y del público de la zona que se acerca a compartir la música, la danza, las bebidas y comidas. Una procesión acompaña al santo en andas mientras recorre las calles del pueblo hasta llegar a la puerta de la iglesia, que según el cura de turno lo deja ingresar o no. De vuelta a la capilla, ya con el sol escondido, la charanda se toca y se baila entre chamamés y cumbias.

La capilla se ubica a unas pocas cuadras del río. Tiene los colores que identifican a San Baltasar: el rojo y el amarillo. En el predio, donde en la época de Blas había un enorme timbó que daba la sombra tan necesaria en el verano correntino, ahora hay un patio de cemento, la "cancha", donde se ubica un poste de madera en el medio que se usa para bailar la charanda. Allí, los 6 de enero, las parejas, en un binomio hombre/mujer (la “dama” y el “damo”), danzan en círculo mientras cantan charanda. Alrededor de la cancha, los encuentros, los brindis y las charlas se suceden.

Olga y Mirta en la capilla junto al santito.

Las cuidadoras del santo

Alrededor de la figura del santo se despliegan una serie de roles y tareas que ocupan los vecinos, vecinas, familiares y devotos: los que cuidan al santo, los que se ocupan del mantenimiento la capilla y se encargan de los preparativos para las celebraciones, los charanderos, los promeseros. En este caso, son las familias Pérez y Romero quienes cumplen principalmente estas tareas.

Olga es la nieta de Blas Pérez. Tal como hicieron sus abuelos y sus padres, vive en las inmediaciones de la capilla de San Baltasar. Ella se encarga todos los días de llevar el santo a su casa para que pase la noche, y a primera hora de la mañana lo vuelve a ubicar en el capilla. El tambor colorado de la charanda también descansa junto al santo.

“Mi abuelo Blas estaba en pareja con una mujer brasilera que fue la que trajo el santito. Cuando ella murió, mi abuelo se juntó con mi abuela Cándida. Para ese entonces él ya se había hecho devoto de San Baltasar, ya tenía el santo que le había dejado “la brasilera” y la casa al lado de donde construyeron la capilla. Después que murió el abuelo y murió la abuela, quedó mi mamá Adela a cargo del santo. Y ahora me encargo yo".

Las barrancas de Empedrado.

Mirta Romero se encarga del cuidado de la capilla y de los preparativos previos a cada 6 de enero. Ella canta y baila charanda desde que se acuerda y no se ha perdido ni una celebración. Antes se usaba salir pueblo por pueblo a buscar colaboraciones para poder festejar San Baltasar. Y en uno de esos viajes parece que se perdió Gaspar, porque acá solo quedó Melchor y Baltasar. Dicen que Blas Pérez perdió al santo en una apuesta en el pueblo de Derki, eso dicen, yo no sé", cuenta como un secreto Mirta.

La  familia Pérez y Romero, que están unidas por varios lazos de parentesco, son la memoria viva de la charanda. Comparten la historia oral, recuerdan anécdotas de aquello que le contaron otros, a los que también hubo otros que les contaron.

La familia Pérez y la familia Romero en la capilla

La memoria del pasado y del presente

Telmo Pérez y Yiyo Romero son quienes en la actualidad se suben al tambor ambipercusivo y ejecutan los toques de la charanda. Los acompañan en guitarra y en triángulo (tilin tilin como le dicen) Diego y Hugo Romero, hijos de Yiyo. Este árbol genealógico se ramifica y encuentra a Rufino Pérez, un actor clave en la historia por ser el charandero más consagrado, conocedor de todas las canciones, y se cree, autor de las letras de muchas.

“Mi papá (Félix Romero) empezó a tocar el bombo en la época del finado Rufino Pérez. La pareja era el finado Rufino y mi papá. Cuando fallece Rufino empecé yo a tocar en su lugar junto con mi papá. Y cuando fallece papá, se suma Telmo, que antes tocaba el tilin tilin. Yo aprendí tocar por papá, papá aprendió del finado Rufino y ahora tocamos nosotros dos con Telmo y así seguimos la cadena”, cuenta Yiyo Romero.


Yiyo y Telmo junto al tambor de la charanda.

“Rufino era sobrino de Blas Pérez, mi abuelo. Yo no conocí a mi abuelo pero conozco sus historias. Nosotros tenemos la herencia de nuestros familiares de tocar con este bombo. Este bombo que tenía mi abuelo tiene más de 100 años, es de palo santo y en su época los parches eran de cuero de perro, dicen, porque parece que sonaban mejor y duraban más. Hoy son de cuero de chivo, porque anda a matar a un perro ahora. El anillo que nosotros usamos de metal antes era de madera de tala”, describe Telmo mientras toca el tambor.

Yiyo y Telmo no faltaron casi nunca un 6 de enero en Empedrado. Yiyo se dedicaba a la pesca y Telmo era remolcador en el puerto. En sus épocas más productivas hacían lo imposible para que el 6 de enero, cayera cuando cayera, coincida con su día de franco. Si bien Yiyo prometió cientos de veces dejar de tocar en San Baltasar, nunca lo hizo. Todo lo contrario.

“Yo le decía a mi viejo 'el día que vos te vayas yo no voy a tocar más el bombo, no quiero ser como vos que te quebrantas acá al lado mio'". Él se amargaba porque decía que la fiesta se caía, que había poca luz, poca comida, poca bebida. Antes la charanda duraba más de tres días, se carneaban las vacas y los chivos que traían los promeseros en agradecimiento o para volver a pedir. Se bailaba, cantaba, tocaba, se tomaba durante toda esa caravana.

"Con el tiempo se fue perdiendo y ahora a nadie le importa demasiado, nadie se acerca a querer aprender. Pero nosotros seguimos y la vamos a pelear y la vamos a sacar adelante”, concluye Yiyo.

Las canciones y las danzas

“Hay varias canciones que tienen partes en guaraní, que no sabemos si las inventó el finado Rufino o ya existían de antes. Nosotros pensamos que las inventó Rufino, inspirado en el paisaje de isla en la que vivía, porque las canciones hablan de yacarés, de carpinchos... pero no sabemos, eso se lo llevó con él. Rufino venía al pueblo, tocaba y cantaba, no más. Nunca pensamos en escribir las letras, pasarlas a música o algo así, las aprendimos escuchando nomás. Por eso es importante que los chicos aprendan todos lo que nosotros sabemos, para que no muera con nosotros”, dice Telmo.

“Tenemos que darnos cuenta que la charanda de Empedrado es única como el tambor. En Camba Cuá también se toca charanda pero es diferente a la de acá, son otros toques más ligados al candombe y la danza no es la misma, usan otros movimientos, otras canciones”, explica Yiyo.

El Parque Camba Cuá (o “cueva de negros” en guaraní) queda a 60 kilómetros de Empredrado. La zona fue un asentamiento de afrodescendientes que dejaron arraigadas sus raíces culturales en la historia de la ciudad. Allí, desde hace 24 años que se celebra a San Baltasar y se toca y se baila charanda entre otros ritmos afros.

Yiyo y Telmo cuentan que "Ya llega el día charanda", "No quiero caricias" y "Mango Mango" son las tres canciones que ellos saben a la perfección y las que cantan todos los 6 de enero. La misma canción se repite como un mantra tres veces antes de pasar a la siguiente. Y así se va completando la rueda que vuelve a empezar una y otra vez.

Ensayo videoclip.

Vencer al tiempo

Hernán Oviedo forma parte de la Dirección Nacional de Diversidad y Cultura Comunitaria dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación. Junto a un equipo de coreógrafas y realizadores audiovisuales coordina proyecto “Vencer al tiempo”, que busca rescatar el valor tradicional de esta celebración única, siendo los jóvenes quienes le den un nuevos sentido a esta práctica cultural.

“Nosotros queremos vincular la tradición con los nuevos lenguajes por eso estamos armando un videoclip donde participan mas de 200 empedradeños, en su mayoría jóvenes niñas y niños. Muchos de ellos desconocían la charanda y hoy están bailándola, entonando las canciones, aprendiendo los toques. Durante este trabajo Yiyo les estuvo enseñando a los pibes de la cuerda de tambores cómo tocar el ritmo de la charanda, por lo que ahora son cinco, siete, diez pibes más los que conocen el ritmo".

Ensayo videoclip.

El proyecto "Vencer al tiempo" trabaja con referentes y profesionales locales. Chavelí Razongles, Rober Cabrera y Yamila Almirón son jóvenes nacidos en Empedrado y profesores de danzas y de teatro. Están trabajando en la coreografía para el videoclip, donde partiendo del paso base de la charanda fueron agregando figuras que hacen convivir lo tradicional con lo nuevo.

“Fuimos haciendo distintos tipos de coreografias alrededor del tambor, algunas más vinculadas a lo afro, a lo ritual, siempre teniendo el paso original como patrón pero haciéndolo de otra manera”, dice Chavelí, que además de coordinar a las damas y los damos realiza con el grupo la tarea de recuperar las memorias familiares sobre la charanda.

“A todos los niños, niñas y jóvenes que participan les contamos la historia, qué van a bailar, por qué lo van a bailar, porque muchos no conocen. Nos dimos cuenta que generaciones mas chicas no lo conocían ni la charanda ni a san Baltasar. Y ellos, al contarles a sus padres, tíos, abuelos, vecinos que están bailando y tocando charanda, enseguida un mar de historias y relaciones aparecieron".

Tanto para Clavelí, Rober y Yamila, el 6 de enero de 2020 será la primera vez que bailen la charanda el día de San Baltasar. Chavelí y Rober conocían la danza y la música porque sus familias los llevaron de pequeñas alguna que otra vez a la ceremonia. Para Yamila, la más joven del grupo con 21 años, será su primera experiencia: “Ya la estoy descubriendo, experimentando en el cuerpo”, dice.

Chavelí, Rober y Yamila ensayando para el videoclip.

Rober también habla de sus sentimientos: “A mi me genera una emoción tremenda, me pone muy contento que se quiera recuperar la charanda, lo popular de la fiesta, porque antes todo Empedrado se daba cita en ese lugar. Si no viste a alguien durante diciembre, fija que lo ves el 6 de enero. Entonces me siento orgulloso de estar trabajabajando para que se logré instaurar en el empedradeño lo que significa la charanda para el pueblo”.

El próximo 6 de enero, Yiyo y Telmo, como cualquiera de los cientos de promeseros agradecerán al santo cambá por estar cumpliendo su deseo: ¡que la charanda perviva!