Día Internacional del Artesano
Día Internacional del Artesano

Día Internacional del Artesano

Efemérides
Para reconocer y celebrar la labor de todas aquellas personas que trabajan con sus manos e imprimen creatividad, tradición y memoria a sus objetos, dialogamos con Sergio Bruno, cuchillero y artesano de innovación, y con Paulina Canavides, artesana textil y de tradición.
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MANTA: un incentivo a la producción artesanal argentina sin precedentes
Con una inversión de 130 millones de pesos, este programa apoyó el trabajo de 1600 artesanos y artesanas en los puntos más alejados del país y en un contexto histórico inédito.

El 19 de marzo se conmemora el Día Internacional del Artesano, porque para la religión católica es el día de San José en memoria de José, el padre de Jesús. Como José era carpintero, la tradición ligó ese día a su figura y la fecha se extendió por el mundo entero.

La emergencia sanitaria que azota al mundo afectó fuertemente al sector. Por ello, el Ministerio de Cultura de la Nación implementó una serie de medidas para ayudar a las personas que trabajan en el rubro. Una de las medidas fue la convocatoria MANTA, organizado a través de la Secretaría de Desarrollo Cultural y el programa Mercado de Artesanías Tradicionales e Innovadoras Argentinas (MATRIA), una línea de ayuda económica que tuvo como fin promover la producción artesanal. Como resultado se distribuyeron 130 millones de pesos entre 1600 artesanos y artesanas de todo el país.  

En la misma línea, otras medidas significativas fueron la aprobación del protocolo para las actividades del sector y la puesta en valor del programa Mercado Nacional de Artesanías Tradicionales Argentinas (MATRA), con la incorporación de la perspectiva de las artesanías innovadoras, actualizando su alcance y cambiando su nombre a Mercado Nacional de Artesanías Tradicionales e Innovadoras Argentinas (MATRIA). La directora, Roxana Amarilla, explica: “el programa fue creado en 1985 con un enfoque marcado por el concepto de artesanías tradicionales de las ciencias folclóricas, es decir, aquellos objetos producidos o creados manualmente por el pueblo con una función utilitaria, con carácter o estilos típicos en concordancia con los predominantes en la cultura  tradicional de la comunidad”. 

En el 2003, la UNESCO definió a las técnicas y procedimientos de la artesanía tradicional como uno de los ámbitos del patrimonio cultural inmaterial, caracterizado por la transmisión del oficio de generación en generación en las familias o en la comunidad.

Con sus acciones de política pública en materia artesana, el MATRIA alcanza a un universo más amplio que el de las artesanías tradicionales. Como por ejemplo, los reconocimientos a la calidad del producto artesanal, que incluyen a la innovación como parte de esa caracterización. En este sentido, Amarilla señala que "la innovación puede darse en el modo de transmisión del oficio, la modificación de la técnica y el procedimiento, la inclusión de nuevas materias primas, en términos productivos todo signado dentro de la investigación que hace cada artesano”. Y agrega: “en Argentina unas y otras artesanías están creadas con las manos de artesanos en grandes conglomerados urbanos o en zonas remotas con poca densidad de habitantes, lo que hizo la gestión es ampliar la competencia a todo el universo de los artesanos del país”.

Sergio Bruno vive en Córdoba, es cuchillero y hace más de 40 años que se dedica a crear piezas únicas y de diseño, es uno de los artesanos de innovación: “Creo que logré innovar sin mirar qué hacían los demás. Porque cuando uno hace o crea algo, tiene toda una carga cultural o de vivencias que se reflejan en esta creación. Si copiara, estaría contando la historia de otro y no la mía. Innové cuando empecé a usar acero inoxidable, al emplear y revalorizar maderas autóctonas de Córdoba, que son usadas como leña, y en la aplicación del diseño, incorporando a la vaina como parte de la pieza”, explica el artesano.


Cuchillo y vaina del artesano Sergio Bruno. Trabajo en madera natural. 

Paulina Canavides vive en Salta, es artesana textil y lleva adelante su taller "Las hermanas Canavides", donde desarrolla este oficio que ha sido transmitido de generación en generación en su familia. Esta característica es lo más importante para ella y espera que sus hijos puedan tener una vida digna como la que ella pudo lograr a través de los años frente al telar.

Tanto Bruno como Canavides fueron beneficiarios del programa MANTA, que fue una herramienta para poder sostener su trabajo pero también su forma de vida. A continuación, y en su día, compartieron su experiencia en sus respectivos oficios.

-¿De qué forma se iniciaron en este oficio y cómo lo aprendieron?  

Canavides: Cuando era bien pequeña, iba al telar donde estaban mis padres, mis abuelos, tejiendo todos los días y nosotras, con mis hermanas, íbamos a jugar, lo tomábamos como un juego. Después fui creciendo y cuando perdí a mi papá, a los quince años, me incorporé al telar. Ya tenía todos los conocimientos, pero comencé a tejer mi primer poncho a esa edad. Antes había poco turismo en el valle, pero cuando lo empezaron a promocionar más, empecé a vender mis tejidos, lo que me permitía comprar materia prima para seguir haciendo los productos. En ese entonces, estudiaba el profesorado de educación y trabajaba. Cada vez me involucraba más en sacar nuevos diseños, hacer nuevas combinaciones, cada día lo disfrutaba más. Entonces llegué a la conclusión de que la artesanía era lo mío, mi don. Así terminé dedicándome totalmente a este oficio. 

Bruno: Es un poco curioso. Un día me compré un cuchillo en la feria artesanal de acá, de Córdoba, y no me resultó de buena calidad. Entonces, caí en cuenta de que lo podía hacer yo. En ese momento trabajaba como productor de seguros. Entre mis asegurados, había un señor que tenía un taller de tornería y máquinas, y le pregunté si las podía usar; así arranque y aquí estoy. Siempre me movilizó hacer cosas manuales: tallar madera, hacerme mis boyas y cañas para pescar, etc. Soy autodidacta. En cierta forma, creo que empecé jugando en el taller de mi abuelo, que era tapicero de coches de plaza. Ahí él tenía una fragua, un yunque y una afiladora de pie. Cuando iba a su casa, agarraba fierritos, los calentaba y los golpeaba para darles forma, hacía como unos cuchillitos chiquitos. O sea, estaba forjando y los afilaba en la afiladora. Capaz que por eso de grande me saltó el chip de que yo los podía hacer.


Poncho bordado, Paulina Canavides.

-¿De qué manera realizan sus artesanías? 

Canavides: Hay personas que se dedican a hacer sólo el hilo, nosotros arrancamos desde el teñido, ya sea con plantas naturales o con tintes artificiales. Después, el secado del hilo, el ovillado. Luego, ya en el telar, hacemos el urdimbre y el enlizado, la colocación de los lisos para arrancar con el tejido en sí. Una vez que tenemos la tela, comenzamos a confeccionarla, hacer la costura, colocar el cuello, los flecos y, por último, realizamos el planchado. Esto en lo que respecta al poncho, pero también hacemos ruanas, mantas de cama, alforjas, fajas, bufandas, entre otros.

Bruno: Uso acero inoxidable que forjo y/o formo. Completado el proceso del formado, hago el templado y revenido. Todo mi trabajo es a mano alzada, tanto en el formado como en el pulido de la hoja. El encabado lo hago en espiga. Termino el cuchillo dándole forma y puliendo las maderas del cabo. Las vainas las hago y las formo para cada cuchillo, porque las considero parte de la pieza, y son cosidas a mano.


Poncho con flecos, diseño y realización de Paula Canavides.

-¿Qué materiales utilizan y cuánto tiempo les lleva realizar las piezas? ¿Tienen algún sello o particularidad?

Bruno: Las hojas son de acero inoxidable. Para los gavilanes o guardas suelo usar tres materiales: bronce, camplo o acero inoxidable. Para el encabado uso maderas autóctonas de Córdoba, ya que esta es una forma de darle identidad de origen a la pieza. Las vainas son de cuero, uso vaqueta. En cuanto al tiempo de realización, hay dos: el de realización y el de idealización o diseño. Mi sello está en que, al revés de casi todos los artesanos en cuchillería, que en general parten del conocimiento del acero o de las armas blancas, yo partí del diseño. Esto me hace idear a las piezas como una unidad, incluidas las vainas, y no tratarlas como una hoja y un cabo impuestos uno al otro. También tengo muy en cuenta las tres patas del diseño: simpleza, funcionalidad y estética, que en general los hace reconocibles.

Canavides: Los materiales que utilizamos son lana de oveja y de llama, todas las piezas las hacemos con ese tipo de lana, ya sea hilado muy fino o con un calibre más grueso. También trabajo con lana de vicuña. El tiempo aproximado varía de acuerdo al diseño del producto. Si hablamos de un poncho, el tiempo estimado es de 15 días. Puede ser un poco más si el hilado es muy fino. 

 


Cuchillo finalizado junto a su dibujo previo, por Sergio Bruno.

-¿Qué significa para ustedes este oficio?

Canavides: Me siento feliz cuando estoy frente al telar, porque sé que cada pieza que hago, la hago con amor, con dedicación, paciencia y siempre tratando de sacar lo mejor. Sé que todos los días por lo menos un turista va llegar a visitarme, a ver un producto y su calidad. Lo más bonito es que día a día tengo nuevos amigos. Quizás personas que nunca hubiese conocido si no fuese por la artesanía. Creo que lo mejor que me ha podido pasar es estar en mi telar.

Bruno: Creo que es una de las tantas formas que busca el ser humano para expresarse y dejar una huella, o un vestigio de su paso por este mundo. El pensar que de acá a un montón de años alguien se pueda preguntar quién era el loco que hizo esto. Es verlo como una forma de vida y no como un medio de vida.

-¿Consideran que enseñar su oficio es una forma de transmitir su arte?

Bruno: No tengo una continuidad familiar en este oficio, pero tengo ya varios alumnitos que vienen a mi taller y, aparte, he dado cursos en la escuela de artesanías de Berazategui, en el taller de un orfebre en El Belloto en Chile y en la Fundación Planea de Valparaíso. Suspendí los proyectados por la pandemia. Una vez que pase, voy a continuar con los cursos o talleres, deben ser alrededor de treinta las semillitas plantadas. Ahora estoy más dedicado a esto que a hacer ferias. Sería muy triste y egoísta dejar que mis experiencias se perdieran.

Canavides: Enseñar este arte es lo máximo. Principalmente, les estoy enseñando a mis hijos, que al vivir conmigo, todos los días me están mirando y aprendiendo. Me satisface porque sé que el día de mañana, esto que se viene transmitiendo de generación en generación, el tejido, permanecerá en la familia. Me da alegría, quiero que ellos sigan y que a través del tejido puedan tener una vida mejor, una vida digna.