David Viñas, la pasión intelectual
David Viñas, la pasión intelectual

David Viñas, la pasión intelectual

Letras
Efemérides
A 93 años de su nacimiento, recordamos a uno de los escritores argentinos más comprometidos del campo cultural y de los primeros en reflexionar sobre las implicancias entre literatura, historia y política. Con una personalidad vehemente y explosiva, supo cautivar a toda una generación de pensadores, estudiantes y lectores.
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A 99 años del nacimiento del autor de "Rosaura a las diez", homenajeamos al novelista y dramaturgo argentino que, a través de una literatura notable, irónica y aguda, se convirtió en uno de los escritores latinoamericanos más renombrados de su generación. En esta nota, exploramos distintos momentos de su vida y algunos de sus libros más recordados.

Escribió novelas, cuentos, ensayos, teatro y guiones. Todo junto suma una treintena de libros. Fue uno de los intelectuales argentinos que dejó una huella indeleble en la historia de la literatura y cultura argentinas. Sobre todo, por haber trastocado los modos de leer las obras literarias, a partir de su ensayo Literatura argentina y realidad política, publicado en 1964. Con un estilo muy personal, atravesó las piezas de ficción con la historia y las relaciones de poder, con las luchas políticas y sociales, con categorías teóricas que dieron forma a una nueva manera de entender la literatura de esta parte de la región.  

Gentileza: Circoanálisis.

David Viñas nació el 28 de julio de 1927, en Buenos Aires. Estudió en una institución religiosa y en un colegio militarizado, ya que de muy joven intentó primero una vida religiosa y, luego, una militar. Sin embargo, no llevó a cabo ninguna de las dos, para abrazar de lleno la intelectual. Estudió Filosofía y Letras, y comenzó a rodearse de algunos otros jóvenes pensadores entre los que se encontraba Adelaida Gilgi, su futura esposa y madre de sus dos hijos. Con una fuerte personalidad, Viñas se fue instalando poco a poco como uno de los mejores referentes culturales de su tiempo.

La revista Contorno

En los años cincuenta, junto con su hermano Ismael y Susana Fiorito, fundó la revista Contorno: una publicación de tendencia marxista y existencialista que se introdujo de lleno en un debate no solo literario y que, de alguna manera, rompió con un tipo de visión cultural, crítica y lenguaje que imperaban hasta entonces. Desde su primer número, en noviembre de 1953, se convirtió en una de las revistas culturales más notables de la época, en la que intervinieron reconocidos escritores, críticos y pensadores como Oscar Masotta, Juan José Sebreli, Rodolfo Kusch, Noé Jitrik, Carlos Correas, Tulio Halperín Donghi, su compañera Adelaida, entre tantos otros. Finalizó, con diez números y dos cuadernos, en 1959. En 2007, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno volvió a publicar una edición facsimilar de la revista completa. En su prólogo, quedó bien clara la función de Contorno.

“En algún momento en que debió valorar esa experiencia, el crítico Rodríguez Monegal destinó a Contorno la expresión parricidas. Esta fortísima palabra quería significar la naturaleza del corte que intentaba la revista. Corte con los lenguajes aúlicos y melancólicos del ciclo anterior, que podrían señalarse en la obra de Eduardo Mallea; corte con los estilos críticos que se lanzaban a proteger normas lingüísticas ajenas a una nueva coloquialidad innovadora –como trasunta la crítica de Masotta al profesor Vocos Lescano–; corte con una visión prejuiciosa de la política argentina, que mantenía a las clases populares bajo una observación en la que mucho pesaban los criterios de la revista Sur, para quien la ‘reconstrucción nacional’ significaba en primer lugar un exorcizo de ‘los hombres capaces de todos los males’”, decía el entonces director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, en esa edición de 2007. 

Y agregaba: “Por otro lado, trazar la línea para dejar atrás el mundo que se veía adocenado –como ‘un Zeppelin inodoro’, había escrito David Viñas–, implicaba levantar las nuevas banderas de la época, en primer lugar las que se iban a recuperar –tenían nombre: Roberto Arlt primero, Martínez Estrada después–, y luego los núcleos temáticos que era necesario analizar. Se reflexionaría sobre ellos con nuevos modos del ensayo y la teoría: el peronismo y el desarrollismo. Campo de ensayo de una nueva actitud cultural, Contorno, en el breve ciclo de sus apariciones, habló con una nueva lengua y esa lengua silbaba su aquí y ahora argentino”.  

También desde los cincuenta, llegaron sus libros, en los que Viñas no abandona nunca sus preocupaciones históricas, políticas y estéticas, y con las que indaga sobre las múltiples manifestaciones de la violencia en los distintos planos del poder y las ideologías que la posibilitan. En las ficciones narrativas, sus personajes también estarán atravesados por los efectos de las redes del poder y los combates que se librarán con sus propias ideas y convicciones. Con una prosa única y personal, David Viñas se transformó en un autor insoslayable de la literatura argentina.

Obras y premios

Por su novela Dar la cara, recibió en 1962 el Premio Nacional de Literatura, distinción que volvió a ganar en 1971, por Jauría; en 1972 por su obra de teatro Lisandro, obtuvo el Premio Nacional de Teatro y, al año siguiente, con Tupac-Amaru, el Premio Nacional de la Crítica. Escribió también las novelas Cayó sobre su rostro (1955) -Premio Gerchunoff-, Los años despiadados (1956), Un dios cotidiano (1957) -premio Kraft-, Los dueños de la tierra (1958) -Distinción de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores-, Los hombres de a caballo (1967) -Premio Casa de las Américas-. Por supuesto, entre sus notables ensayos: Literatura argentina y realidad política (1964) marcó un antes y un después en la crítica literaria argentina; Rebeliones populares (1971); Momentos de la novela en América Latina (1973); Indios, ejército y fronteras (1982); Los anarquistas en América Latina (1983); De Sarmiento a Dios. Viajeros argentinos a USA (1998).

En 1991 había ganado la Beca Guggenheim a la cual, si bien él mismo se había presentado, luego la rechazó como homenaje a sus dos hijos, María Adelaida y Lorenzo Ismael, secuestrados y desaparecidos durante la última dictadura militar.

Fue en aquel tiempo cuando se exilió en distintos países de América Latina y Europa. Y, en 1983, regresó a la Argentina para estar al frente de la cátedra de Literatura Argentina, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires: cargo que, al igual que la ensayista Beatriz Sarlo, sería recordado como uno de los docentes más prestigiosos de esa Facultad. A los 83 años, por una complicación de neumonía, murió el 10 de marzo de 2011 en Buenos Aires, su ciudad natal.

Foto de portada: Alejandra López.