Dibujos de la propia infancia, sesenta años después
Dibujos de la propia infancia, sesenta años después

Dibujos de la propia infancia, sesenta años después

Infancias
Los dibujos que componen la exposición "El museo en la frontera" fueron realizados por chicos y chicas de entre 8 y 12 años en 1964 y recopiladas y conservadas por casi 60 años en el Museo Terry.

Era octubre de 1964. En La Quiaca, provincia de Jujuy, Félix Leonardo Pereyra, el primer director del Museo Terry ya entendía que un museo no son sólo sus paredes o las obras que allí se exponen y salía a realizar talleres de arte y concursos de dibujo con chicos y chicas de entre 8 y 12 años de la Escuela Provincial N° 25 de Yavi, la Escuela N° 86 y la Escuela Nacional N° 25 (hoy, Escuela de Frontera Nº 1) de La Quiaca.

Pereyra cobijó aquellas obras en el archivo del Museo protegiéndolas de la humedad, de las diferencias de temperatura, de la luz, y resguardando cada dibujo entre láminas de papel libres de ácido para que se mantuvieran en óptimas condiciones.

Era marzo de 2020. Juan Ignacio Muñoz recién asumía como director del Museo Nacional Terry cuando la pandemia obligaba a cerrar las puertas y a él se le ocurría revisar el archivo del Museo para tomar conocimiento de lo que allí se atesoraba.

Casi 60 años después, se encontraban intactos los dibujos de chicas y chicos que hoy son adultos que rondan los 70 años y que, en su infancia, tenían miradas de su lugar, de la llegada del tren, del carnaval, los copleros y de la vida en la frontera entre Argentina y Bolivia.

“Cada dibujo es un mensaje cruzando el tiempo: viene del pasado a traernos la mirada y los sueños de la infancia, a proponernos reflexiones sobre la cultura y la identidad, a promover el reencuentro con quienes fuimos y con seres queridos que ya no están”, reflexiona Muñoz.

Para encontrar a aquellos artistas recurrieron a Radio Nacional desde donde comenzaron a buscar a quienes habían concurrido a esas escuelas en 1964. Cada dibujo tenía en la parte de atrás del papel el nombre, apellido y grado. Así que pasaron el listado por la radio y comenzaron a contactarse los y las dibujantes o algún miembro de su familia.

El locutor de la radio leyó al aire el nombre de su propio padre y la emoción lo embargó al encontrar su dibujo.

Migrantes, personas que viven en Bolivia y en San Salvador de Jujuy hasta donde llegó un equipo del Museo para entrevistarlas, uno de los dueños de la panadería más conocida de La Quiaca, mecánicos de autos que siguen dibujando, todos y todas participaron de la emotiva inauguración de la exhibición “El museo en la frontera” que puede visitarse, con entrada libre y gratuita, hasta el 20 de junio en el Hotel de Turismo.

“Hace unas semanas recibí un llamado diciéndome que tenían algo para mí. Me dijeron que un museo tenía un dibujo de mi papá y que hoy iba a poder verlo. Hace más de cuatro meses perdí a mi padre a causa de esta pandemia. No saben la felicidad que siento hoy, de poder encontrarnos una vez más con mi papá”, dijo Griselda Quispe, hija de Eleuterio Quispe, uno de los dibujantes, el día de la inauguración de la muestra.

Los habitantes de la puna muchas veces trabajan en la zafra durante la temporada. O lo hacían en las minas o el tren. Las familias no conservan muchos objetos de sus infancias y recobrar estos dibujos fue, en muchos casos, reencontrarse con su historia.

Estos dibujos son tesoros de una enorme sensibilidad artística. También vemos considerado aquí al arte infantil como una categoría prestando atención a las producciones artísticas de las infancias.

“Estos dibujos también son la memoria de una frontera. Expresan la vida en la frontera a mediados de la década de 1960, desde el punto de vista de niños y niñas, tanto de Argentina como de Bolivia. Una mirada donde lo tradicional se mixtura con el proceso modernizador potenciado por la llegada del ferrocarril en el año 1907, y la presencia cada vez más firme del Estado argentino en la región”, plantea el sociólogo Radek Sánchez, que trabajó en el desarrollo de los textos de la muestra.

Algunos estudiantes decidieron dibujar los “grandes” edificios representativos de la ciudad de La Quiaca que llamaban su atención en aquel momento como el destacamento de la Gendarmería Nacional, la iglesia, el mercado municipal, la aduana y el puente internacional, todos construidos en piedra.

Y otros las fronteras, el carnaval, las comparsas y las agrupaciones de copleros. Quienes vivían en Yavi, un ámbito más rural, optaron por retratar animales, calles del pueblo, casas bajas, su entorno.

Lucas Vera, un juez de paz de Yavi vió el dibujo que le mostraron y dijo que no era suyo, no logró reconocerlo. Pero luego, al mirarlo con detenimiento, vio su firma en él. La firma que mantiene desde los 10 años y que tan importante es para su profesión es la que la ayudó a descubrir que esa iglesia había sido dibujada por él hace 58 años.

José Moscoso es boliviano y vive en Jujuy. “Lo único que hacía era dibujar todo el día, sólo tenía lápiz y papel”, recuerda de esos días al ver sus producciones y agradece el cuidado con el que se preservaron los dibujos, con el que se cuidó parte de su historia y parte de la historia de nuestra frontera.