Crónica de una función accesible en el Teatro Cervantes
Crónica de una función accesible en el Teatro Cervantes

Crónica de una función accesible en el Teatro Cervantes

Teatro
#CulturaAccesible
La experiencia incluye visitas táctiles y funciones con recursos accesibles para garantizar un acceso igualitario a la cultura a todos los públicos. Se trata de un trabajo del Área Gestión de Públicos del teatro con la Dirección Nacional de Innovación Cultural (DNINC) de la Secretaría de Cultura de la Nación.
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La filosofía del Teatro Nacional Cervantes, que puede verse a través de su programación, apunta a incorporar recursos técnicos y humanos para que las personas con discapacidad sensorial (visual, auditiva y la comunidad Sorda) puedan disfrutar las obras en igualdad de condiciones según sus necesidades. Para eso, durante el 2019, la institución incorporó dos funciones accesibles en todas las reposiciones de las obras. En este caso, la función del jueves 28 de marzo de En lo alto para siempre, contó con audio-descripción introductoria, visita táctil, intérpretes de LSA (Lengua de Señas Argentina), programa de mano con código QR, aro magnético e incluso la posibilidad de asistir con perros guía, en cumplimiento con la ley nacional N°26858 de Derecho de acceso, deambulación y permanencia de personas con discapacidad acompañadas con perro guía o de asistencia a lugares públicos y privados de acceso público y a los servicios de transporte público.

Cervantes para todo público

La sala del Cervantes enciende sus luces y se empieza a poblar. El silencio desaparece a medida que el público colma de bullicio el hall central que mira a la calle Libertad. A las 21 comienza En lo alto para siempre, obra escrita y dirigida por Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas, a partir del cuento homónimo de David Foster Wallace, con Sergio Boris, Pablo “Kun” Castro, Delfina Colombo y María Onetto.

Hoy la representación será accesible y para todos los públicos: la función contará con los recursos diseñados para personas con discapacidad sensorial visual, auditiva y comunidad Sorda, con una visita táctil incluida, para que la vivencia resulte lo más completa posible.

Espero ansiosa a los asistentes. Quiero conocer expectativas, saber si vivieron esta experiencia alguna vez, quiero constatar, o no, lo que sospecho sobre el poder de la imaginación. El primero en llegar es Carlos García, que responde como si supiera qué quiero saber. Carlos es miembro de la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos y Ambliopes (FAICA) y en unos minutos va a participar de la visita táctil que antecede a la obra. “La visita guiada es la mejor forma de conocer el teatro por dentro. En general, las personas ciegas prestamos muchísima atención a la voz, a los tonos. Nosotros enfatizamos en algunas elementos, y así accedemos al sentido de la obra”. Y agrega: “Estas visitas nos acercan a la escenografía y nos permiten tomar otra dimensión. Creo que es la primera vez que se hacen estas visitas táctiles en Argentina. Es muy importante que se sigan ampliando, porque para nosotros, para las personas ciegas, nos permite acceder”.

Ese “acceder” implica un sinfín de significados. Carlos cuenta que como integrante de la FAICA, el Teatro lo convocó para colaborar y testear este tipo de visitas. “Lo bueno es que no solo estamos participando de la accesibilidad desde la consulta, sino también desde la planificación. Estamos interviniendo en todos los eslabones de la cadena de la accesibilidad”.

-¿Qué es la accesibilidad para vos, Carlos?
-Accesibilidad no quiere decir solamente que a uno le pregunten cuando algo ya está hecho, sino que uno pueda intervenir desde el origen; eso es lo verdaderamente importante, porque de esa manera estamos garantizando, ni más ni menos, el derecho a la cultura.

Rosa también presenciará una función accesible por primera vez. Sigue mi voz cuando le hablo, y me cuenta sobre ella, tímida y entusiasta. “Soy de Buenos Aires. Trabajo para la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, en lo que tiene que ver con partituras en braille. Me enteré de la función accesible y vine porque me gusta mucho el teatro. Cuando me contaron sobre la obra me dio mucha curiosidad asistir a algo diferente; creo que la visita me puede aportar mucho para luego presenciar la obra”.

Visita táctil (touch tour)

El hall del Cervantes ya está colmado de gente. Aimé Pansera trabaja en el Área Gestión de Públicos del teatro y propone a los presentes hacer una ronda, que se va armando con la ayuda de los acompañantes. La charla introductoria se desarrolla en el vestíbulo. Aimé describe el espacio al detalle para que todos puedan hacerse una idea de la belleza que los rodea.

“Bienvenidas, bienvenidos. Así comienza el paseo”, dice. La visita incluye una minuciosa descripción de cada parte por la que se atraviesa. Primero, el vestíbulo, con su araña-lámpara de bronce; el Salón Azul, el interior de la ochava que forman Avenida Córdoba y Libertad; dos pisos por escalera o ascensor hasta la Sala Orestes Caviglia, donde nos detenemos.

Aimé describe la sala, el escenario y cada objeto de la escenografía. Tres filas con capacidad para 135 espectadores forman un semi círculo. Las butacas son rojo mate, de pana, con apliques de bronce. Detalla lo que se ve y lo que no. “El suelo es mullido. La escenografía, la esquina de una casa, sin paredes, solo la estructura, que permite ver el interior. Arriba, la terraza, donde transcurre gran parte de En lo alto para siempre”. También da pistas sobre la obra: “Es la historia de Virginia, una mujer de unos 50 años que revive atormentada el suicidio de su hijo Pablo”. Es la imagen poética de una casa hundida. Sillones, una mesa ratona mediana, una mesa con restos de comida, un balde, agua en el piso. Caminamos sobre el escenario y la idea de la infinitud de la imaginación se hace más cercana. Tocar, sentir, oler, saborear. Seis personas con discapacidad visual recorren el escenario con sus manos y alguien dice bajito: “siento que veo lo que toco”. El resto asiente, comprendiendo lo que dice. Los rostros sonríen a medida que miran el espacio con sus propias manos, ahora sus ojos.

Llegan las actrices y los actores: María Onetto, Sergio Boris, Delfina Colombo, Pablo Castro. Se sientan sobre un gran escalón, frente al público y de espaldas al escenario. Laura toca la escenografía. Siente en el aire que alguien está cerca. Y entonces le cuento que me acerqué para conocer sus sensaciones; para charlar. María termina el recorrido y toma asiento. La mujer que la acompaña le cuenta sobre mí. “Esta iniciativa es bárbara; para la gente diferente, esto es bárbaro. Tocando me doy cuenta de todo. Me encanta”.

Le pregunto a María sobre la imaginación, y me contesta que “la imaginación permite ver todo lo que una quiera”. Está acompañada por su mamá, pero asegura que “siempre me arreglé sola; hago todo sola”. Su mamá, más que venir de acompañante, vino a ver la obra. Se lo digo y asiente sonriendo.

Vuelve Aimé. Describe los cambios de luces que acompañan los distintos climas por los que atraviesa la obra. La presenta a Camila, una de las directoras de la obra. Se presentan los actores y las actrices. María Onetto habla sobre Virgina, el personaje que encarna, describe su vestimenta, su andar y su fisonomía. Boris, Colombo, Castro, la siguen.

El post

Ubaldo camina lento por la planta baja, sostenido del brazo por una acompañante. Le pregunto por la experiencia y me responde que "estuvo muy buena. Soy ciego adquirido, me quedé ciego de grande, y esto me pareció muy piola. Es la primera vez que participo en algo así". Luego me cuenta que quedó ciego a los 16 años, por causa de un tumor. En su caso, la pérdida de la visión fue paulatina. Vuelvo a preguntar por la imaginación. "¡Uh, la imaginación! Un lugar importantísimo. Porque yo remito todo lo que me cuentan a mi memoria, a las cosas que vi, las cosas que leí, las cosas que leo, y así hago un conjunto. Cuando me cuentan la historia de una casa me imagino la casa posible, y con estas visitas táctiles la puedo imaginar muchísimo más".

En lo alto para siempre

La Sala Orestes Caviglia está llena. Un nene de unos 6 años toma a su madre del brazo. Una voz en off describe el escenario, la escenografía, el vestuario de los actores y las actrices. Lo mismo hace la intérprete de lengua de señas, cuyas manos y rostro gesticulan al son de los protagonistas.

Virginia pasa los días en el techo de su casa. No quiere bajar. Su hijo, Pablo, se tiró desde ahí hace un tiempo. Un ensayo sobre el vacío, la angustia, la desesperanza, los fantasmas de la razón, el sosiego, la esperanza. La obra tiene toques de humor solapado en la oscuridad, en una iniciativa de política pública apta y accesible para todo público.

  • Las próximas funciones accesibles serán el jueves 13 y sábado 15 de junio. Se presentará El hombre que perdió su sombra.