Chango Spasiuk: "La diversidad es un tesoro que se ve reflejado en mi música"
Chango Spasiuk: "La diversidad es un tesoro que se ve reflejado en mi música"

Chango Spasiuk: "La diversidad es un tesoro que se ve reflejado en mi música"

Música
Entrevistas
El músico misionero, ícono del chamamé, nos cuenta cómo el lenguaje universal de la música permite borrar las distancias geográficas y culturales, y abrirnos a un sinfín de horizontes posibles.
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Desde los 12 años, cuando tuvo por primera vez un acordeón entre sus manos, el Chango se dejó llevar a todos los mundos inimaginados que el instrumento le presentó.

Aquellos iniciáticos chamamés, polcas y schotis, que levantaban nubarrones de tierra en los jolgorios de su pueblo natal, treinta años más tarde, viajaron para estremecer el silencio amplificado del Teatro Colón. Los primeros aplausos del Premio Revelación de Cosquín (1989) hicieron eco en el Globalfest de Nueva York. A partir de ahí, logró la maravillosa experiencia de ir de gira con su ídolo de la infancia y coterráneo, Raul Barboza, y a borrar las distancias geográficas y culturales, invitando a músicos del otro extremo del planeta para componer una canción sobre "Caa Catí": un pequeño pueblo misionero. En cada una de sus vivencias, el Chango Spasiuk lleva el chamamé y las expresiones propias litoraleñas desde su tierra colorada hacia el infinito.

-Fusionar géneros, grabar con los más diversos artistas o tocar en lugares “fuera de lo común” para el género es una característica propia de tu trabajo. ¿De dónde nace esa búsqueda por lo diverso?

-La diversidad esta en la raíz de donde yo vengo, porque nací y me crié en un lugar de la provincia de Misiones, rodeado de la influencia del sur de Brasil por la costa del río Uruguay; y por la influencia del Paraguay, por la costa del río Paraná. La misma provincia tiene un sentido complejo étnicamente; se fusionaron los pueblos originario con lo mestizo, lo criollo y con los inmigrantes que han venido a fines de 1800.

Cuando yo nací, la música y la impronta que me rodeaba era diversidad pura y toda esa multiplicidad de colores siempre estuvieron. No es que he tratado de convivir o de adaptarme, sino que todo eso es parte del lugar donde yo nací. Por eso en toda mi música hay elementos relacionados con lo mestizo, con lo criollo, con lo europeo, porque todas esas influencias están desde mi infancia. Para mí la diversidad es un tesoro que, constante y espontáneamente, se ve reflejado en mi música.

He estado en muchos escenario y tocado con mucha gente; pero, de alguna manera, mi música siempre tiene el mismo centro de gravedad que es la tradición de donde vengo: el chamamé y la música del noroeste argentino. Siempre sentí que si quería que alguien respete mi tradición, debía observar, aprender, mirar y tratar de conectar. Y en ese ejercicio he grabado y tocado con mucha gente, me he esforzado por tratar de entrar en aquellas otras texturas y ver de qué manera las podía enriquecer.

Siempre sentí que con el acordeón podía adaptarme a otros mundos, por eso grabé con tanta gente superdiversa y ha sido muy bello para mí. He conocido muchas personas y he derrumbado un montón de prejuicios que tenía, como pensar: "A este músico de rock no le interesa nada del chamamé". Y, de golpe, me he encontrado con gente de muchísima sensibilidad y que conocía de mi tradición. Eso me ayudó a ver que no puedo juzgar al otro hasta que no trate de conocerlo, de acercarme, de hablar con él y si se puede tocar. O si no, simplemente tener una actitud de respeto y de conexión.

Entre la tierra colorada y la aurora boreal

En noviembre, junto con el guitarrista noruego Per Einar Watle, el Chango lanzó su último disco Hielo Azul Tierra Roja. Los músicos se conocieron en Argentina en 2017 e inmediatamente cayeron en una especie de enamoramiento musical, que los impulsó a componer juntos y a dar vida a ese disco en el que conjugan las raíces de rock y jazz noruego, con el acordeón y el chamamé. Así, construyeron un paisaje músical común.

Steinar Raknes, Marcos Villalba, Kenneth Ekornes y Anne Gravir Klykken son el resto de la tripulación de este disco que rompe las fronteras musicales y nos comparte composiciones de esperanza, anhelo, perseverancia y abrazos.

-Una banda de rock nórdica compuso chamamés. ¿Cómo se logró esa amalgama cosmopolita? 

-Per Einar conoce la Argentina, viajó por la región y le compuso canciones. Estuvo por Corrientes y le compuso un tema a Corrientes; estuvo en la localidad de Caa Cati y también le compuso un tema. De alguna manera vivió un poco los lugares en algunos viajes pero cuando uno se quiere acercar al otro, hay más puntos de contacto que lo que uno cree. Es simplemente querer ir al encuentro con el otro y, cuando existe ese deseo, ese anhelo, ese interés real, uno siempre encuentra ese espacio en común por donde empezar a construir, y eso es lo que ha sucedido.

Cualquier construcción estética que esta hecha con cierto amor, pasión, trabajo y dedicación tiene altas probabilidades de circular en otros escenarios e interpelar a diversos públicos. En el caso de Hielo Azul Tierra Roja, los noruegos se han acercado más a lo argentino, que yo al mundo noruego. Hay temas como "Julian" o "Caa Cati" que son chamamés y las composiciones son Watle, quien no solo ha aprendido a tocar el género, sino que ha compuesto canciones en esa dirección. Entonces el disco es un viaje por un montón de texturas bellas y de canciones muy lindas que van en muchos estados y yo estoy muy feliz con ese proyecto. Estoy muy feliz que este circulando el disco, que la gente pueda disfrutar y se pueda encontrar en las diez canciones que hay en Hielo Azul Tierra Roja.


“Cuando las fronteras se cierran y los aviones dejan de volar, la música sigue uniendo a los pueblos”, enuncian los músicos en su disco.

El chamamé, patrimonio de la humanidad

Hace pocos días que el chamamé fue declarado “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” por la UNESCO. Pudo haber sido el reegue jamaiquino o las tamboradas españolas, pero fue la tradición de esa danza y de esa música, que son ambas cosas a la vez, la que fue reconocida. Y el Chango tuvo mucho que ver en esta misión de dar a conocer, al interior del país y en el mundo entero, esta expresión cultural litoraleña, que tanto Tránsito Cocomarola, Ernesto Montiel o Emilio Chamorro cimentaron; y que un sinfín de músicos anónimos y reconocidos enriquecieron y transformaron.

"Que el chamamé sea declarado patrimonio inmaterial es un reconocimiento y resignificación de la tradición del chamamé que es sumamente bella y hay que estar a la altura de eso. No hay que perder la disciplina ni la construcción que se ha realizado durante los últimos años con respecto a la tradición.

Hemos subestimado durante muchas décadas al chamamé, pensando que era una música de consumo interno y no una música que podía circular en otro tipo de escenario del mundo, pero es el momento de correrse de esos clichés que hemos instalado en determinadas músicas nuestras y de empezar a ver de que en ellas hay un potencial y una expansión muy grande.

La Argentina tiene una música popular que se nutre de la diversidad y que es totalmente vigente en su transmisión oral. Y el hecho de este reconocimiento es un regalo para toda la comunidad de la música y de la cultura argentina. Es un llamado de atención para pensarnos, para resignificarnos, para volver a mirarnos y unir un montón de piezas de las que estamos hechos y una de ellas es el chamamé".  

-¿La música puede ayudar a transitar momentos difíciles o a ampliar la manera en que percibimos el mundo?

-La música es mucho más que lo que nosotros creemos que es. Por momentos hay lenguajes que están más asociados con el entretenimiento. Pero la música es una construcción estética que invita a muchas otras cosas más, con pandemia o sin pandemia, en ella hay una herramienta objetiva de muchísimo valor.

Atahualpa diría que la música es la oportunidad de encontrar la sombra que el corazón ansia. Uno la puede llenar de un montón de palabras, pero lo más importante es que tiene que ser atravesado por esa experiencia, uno la tiene que vivir, tiene que poder ser atravesado por la experiencia de escuchar la guitarra de Yupanqui, el piano de Marta Argerich, la música de Piazzola, la voz de Mercedes Sosa, el violín de Rafael Gintoli o el mundo sonoro de Cocomarola.

En ello hay mucho más que una música folclórica, popular o una canción como para poner en un cumpleaños. Hay una oportunidad que está invitando a otra cosa y esa otra tiene que ver con el ser humano, con su mundo anímico y emocional. Tiene que ver con el hombre ante la vida o ante ese momento que le toca vivir en el mundo, inclusive para tratar de comprender de qué se trata todo esto y cómo uno puede encajar de una manera constructiva en este mundo.