César González: “Son muchos los que necesitan que la poesía se mantenga en un lugar de inalcanzable”
César González: “Son muchos los que necesitan que la poesía se mantenga en un lugar de inalcanzable”

César González: “Son muchos los que necesitan que la poesía se mantenga en un lugar de inalcanzable”

Cine
El poeta y realizador César González participará del ciclo de cine debate que organiza la Secretaría de Gestión Cultural, en el marco del programa “Arte en Contexto de Encierro”.
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El realizador César González tiene un pasado que lo marcó. Entre los 16 y los 20 años estuvo preso por secuestro extorsivo. En la cárcel descubrió escritores como Gilles Delleuze, Niestzche, Rodolfo Walsh, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, entre otros. Allí también empezó a escribir un blog de poesía bajo el seudónimo Camilo Blajaquis -Camilo, por el revolucionario cubano, y Blajaquis, como el activista sindical asesinado que César conoció gracias al libro ¿Quién mató a Rosendo?, de Walsh- que hoy ya abandonó.

Nacido, criado y todavía vecino de la villa Carlos Gardel, en el conurbano bonaerense, en la cárcel González incursionó también en el cine gracias a la técnica del stop motion. Hoy, con 31 años, se considera cineasta (“plebeyo”, dice a veces) con seis películas en su haber, bastante distintas entre sí, pero cuyo hilo conductor puede ser el universo que gira alrededor de las barriadas populares.


Escena de LLuvia de jaulas.

Tres de sus filmes –Diagnóstico Esperanza (2013), Atenas (2017) y Lluvia de jaulas (2018)– serán proyectadas como parte del ciclo de cine debate, que el programa “Arte en Contexto de Encierro” organiza en cárceles, institutos de menores, centros de rehabilitación y hospitales. Luego de cada presentación, César dialogará con las y los internos de esos espacios no convencionales, que están atravesados por condiciones de aislamiento que él mismo vivió.

“Celebro esta iniciativa, más en estos momentos donde hay una proliferación de discursos de odio muy fuerte. El sentido común más reaccionario de la Argentina no quiere que se les garantice ningún derecho a los presos, que si es posible haya pena de muerte. Entonces, es muy simbólico y político que se organice un ciclo así, bien trabajado, desde el Ministerio de Cultura de la Nación”, asegura.


-¿Por qué se seleccionaron estas películas y cómo pensás que la recibirán los internos?
-Estoy muy contento. Se iba a presentar una película y terminaron siendo tres. Sobre todo, me alegra Lluvia de jaulas, porque no se estrenó oficialmente en la Argentina. También por su temática que coincide ya desde el título. Por más que parezca irónico, es real. Es una película donde hay mucha lluvia y donde hay muchas jaulas concretas. Todo el tiempo aparecen los operativos en el barrio, donde día por medio te despertás con el sonido de un helicóptero; vivís 24 por 7 con la Gendarmería y su derecho de poder requisarte cuando quiera y maltratarte. Esto es algo que ocurre desde hace ya once años. Ojalá que algún día cambié.

Me intriga la recepción. Es algo muy subjetivo. A mí de por sí me conmueve la actividad porque no puedo negar mi propia experiencia por más que la quiera borrar de mi memoria. Ya van 10 años, que es un montón, pero sigo teniendo amigos, familiares, incluso el protagonista de la película, Alan Garvey, que están presos. Es una cruel paradoja del destino.

Me genera también más nervios que si estuviera debatiendo con colegas directores, académicos o con quien sea. Espero que disfruten la obra, más allá de que conozcan del tema. Pienso mucho en eso, en cómo lograr que estas experiencias de vida donde hay bastante violencia, donde arriesgás la vida propia y la ajena, se puedan traducir en algo concreto para ellos con una filosofía que ya no se pueda cambiar. Hay pibes que estuvieron 10 años presos -el doble de lo que fue mi estadía- que quizá salen con un discurso contrario al mío. Terminan adoptando argumentos que no son propios. Dicen: “no cambia el que no quiere”. Entonces trato de pensar cómo hacer para que la experiencia se transforme en un discurso coherente.

-En 2012, en el marco de una entrevista para Nuestra Cultura, la revista de la entonces Secretaría de Cultura de la Nación, reivindicabas una frase de Delleuze que dice “El arte salva, el arte te hace vivir y el arte vence a la muerte”. ¿La seguís sosteniendo?

-Sí, claro que lo sostengo, pero aclarando el término “salvación”, que es de una fácil asociación con el mundo religioso. También porque la salvación en estos últimos años se ha mezclado mucho con el discurso de la meritocracia. La sostengo pero me parece importante desarrollar qué es salvación. No es del alma, no es asegurarse el pasaporte a algún paraíso, sino de lo que se trata es de poder develar, poder darse cuenta de cómo funcionan ciertos mecanismos del mundo, cómo determinan las vidas de las personas. Y buscar luchar contra esa predeterminación para poder tener una vida que valga la pena volver a vivir.

En ese sentido, el arte te salva en situaciones que fueron de estar efectivamente al borde de la muerte, por lo menos las que experimenté yo. En la cárcel la muerte es una presencia constante, un riesgo continúo. No puedo negar que lo que me salvaba ahí (no se me ocurrió otro verbo en ese momento), fueron las ganas de escribir, leer y después de filmar. Efectivamente, hoy estaría muerto o hubiera vuelto a caer preso, que es una forma de morir también. Lo sostengo y lo seguí difundiendo también en los talleres que durante estos años estuve dando. En un barrio popular, en una villa, también hay una relación fuerte con la muerte, que siempre pasa y a pibes jóvenes.

-En tus películas apelas a planos contemplativos, por ejemplo, que en el cine comercial serían largos. ¿Sería acertado definir a tu cine de social y poético?
-Me gusta social y poético, entendiendo que asociamos lo poético a algo más inmaterial, esotérico, algo que desborda al lenguaje.

Creo que la poesía es un formato literario estrictamente pero que no hay que dejarla en ese lugar. Es también una forma de vivir. Esto es algo que retomo del cineasta ruso Andréi Tarkovski. Hay que desmentir eso que pregonan del otro lado. Son muchos más los que necesitan que la poesía, la literatura, se mantenga en un lugar de inalcanzable, que lo puede hacer solo alguien con capacidades superiores. Esto es algo que me encuentro mucho en los talleres. Les pibes me decían que no podían hacer poesía. No porque no supieran escribir o leer, que en nuestro país aún con índices de pobreza altos el sistema público garantiza la alfabetización. Por algo están siempre escribiendo en el celular, subiendo historias. En mis talleres trato de sacarle ese manto sagrado a la poesía, que lo que logra es que la misma elite sea siempre la que accede y la que se considere “poeta”.

-¿El cine también es algo inalcanzable para los sectores más populares?
-Mucho más. La poesía de última es algo que podés escribir con un pedazo de madera prendido fuego. Dejás que se apague y escribís con negro en cualquier parte. Filmar cine es algo heroico, desde los medios de producción hasta la distribución. El cine tiene una sobredosis de falta de acceso. Por eso también me enfoqué tanto ahí, porque veo más desafíos en el cine que en la literatura.

-Sin embargo, vivimos rodeados de pantallas.
-Sin duda el cine tiene una capacidad de llegada mucho mayor que la literatura. Tiene esa contradicción. Así como es elitista en la producción es mucho más popular en el consumo que otras artes. Todes tenemos desde chicos una relación con las películas. Es un estereotipo criticar a Hollywood. No voy a negar las lágrimas que se me cayeron mirando ET. Después sí, uno va descubriendo la maquinaria que hay detrás de eso.

-¿Quiénes son tus referentes en el cine nacional?
-La hora de los hornos fue fundamental como referencia para Lluvia de Jaulas. Hay una escena en la city financiera que se inspira en ella, estéticamente y políticamente. Es una película que hoy es referencia para el cine mundial, no solo político. Fue muy triste la partida de Pino Solanas por más que esta sociedad nos impone la idea de que la gente de cierta edad se tiene que morir.
Leonardo Favio, ni hablar. El dependiente es una de mis películas favoritas. Lucrecia Martel, además de ser una gran cineasta, es una gran filósofa que, por suerte, la tenemos acá. Sus cuatro películas son cada una, únicas. Me gusta mucho el cine de Luis Ortega, Albertina Carri, Lisandro Alonso, Marcos Berger. También, la opera prima de Sabrina Blanco, La botera, filmada en la Isla Maciel. Hay grandes cineastas en este país. Valoro que vivamos en una cultura tan cinéfila. Supongo que eso es algo que me facilitó un poco las cosas.

Estreno en el Bazofi

César presentará varios filmes en el marco de “Bazofi”, el festival online de rarezas que organiza Fernando Martín Peña. “Estoy muy emocionado porque será el estreno absoluto de Castillo y Sol, mi última película y parte de lo que podría llamar una trilogía sobre el aislamiento”, dice.

“Peña es un genio. Era el conductor de Filmoteca. No puedo comprender cómo no se pasa más ese programa en la TV Pública. Fue un ciclo que le permitió a alguien como yo, de una villa, que me crio mi mamá sola y que también estuvo presa, poder conocer la historia del cine. Nunca hubiese tenido los recursos económicos para estudiar y Filmoteca fue una forma de hacerlo”, asegura.

El domingo 29, a las 19:15 h, en el Bazofi, será entonces el estreno mundial de Castillo y Sol, con Mariano del Río, Ananda Li Bredice, Alan Garvey, Nadia Rodriguez, Guillermo Romano, Sofía París, Javier Omezzoli, Sofía de Rosas y Elías Zacovich.

* La foto de portada es de Nacho Arnedo.