Bordados de los Valles de Altura
Bordados de los Valles de Altura

Bordados de los Valles de Altura

Diseño
La artesana jujeña Mónica Quipildor nos cuenta sobre esta hermosa técnica ancestral, que es a la vez una práctica contemplativa y reparadora.
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“Cada trabajo que terminás te pone feliz”. Así sintetiza Mónica Quipildor su experiencia como artesana del Bordado de los Valles de Altura jujeños, una técnica milenaria llena de color que se inspira en las flores y la naturaleza de los cerros.

Mónica es parte de la comunidad de mujeres de Caspalá, un pequeño pueblo a 3100 metros de altura en el departamento de Valle Grande, Jujuy, que mantiene vivo un saber que se transmite de generación en generación. Su voz pausada y serena habla de otra característica del bordado: su práctica reconfortante y contemplativa. “Sufrí violencia de género. Me encerré mucho y el bordado me ayudó a salir”, revela.

Aunque ahora vive en Humahuaca, sigue bordando de la misma manera que aprendió de pequeña al observar a su bisabuela Isabela y que hoy enseña junto con su hermana Cándida. “La técnica que uso es la misma de todas las bordadoras de mi pueblo: hilos finitos, relleno delgado, más ancho y así vamos diseñando cada flor, cada textura, cada figura. Es un bordado sin nudos que por su prolijidad no se distingue la cara. Es como si estuviera bordado de las dos partes, pero en realidad se hace de un solo lado”.

“En las fiestas o eventos que hay en el pueblo, u otros cercanos, cada mujer saca su rebozo nuevo. Es como estar a la moda. Las jóvenes usan unos muy coloridos mientras que las señoras mayores, más sobrios. Todas tienen sus propias creaciones y gustos que muestran en esas festividades. También se le suma una puntilla que se hace con aguja crochet, de hilos de colores con figuras dobles, corazones, flores, zigzag y gusanitos”, explica. Los rebozos menos cargados pueden llevar de dos a tres meses de trabajo, mientras que los más cargados pueden demorar hasta medio año. “Requiere mucha paciencia, sentarse horas y horas a bordar”, confiesa.

El mito dice que los rebozos floridos  -unas mantas que se usan sobre los hombros- nacieron para alegrar. “Caspalá en el verano se pone bien lindo y en invierno está todo triste, seco, entonces dicen que para animarlo empezaron a hacer flores en los rebozos. Sobre la tela, se veían como flores reales”, dice Mónica sobre lo que su bisabuela alguna vez le contó.

-¿Cómo aprendiste a bordar?
-Antes nadie lo enseñaba. Era como algo íntimo, casi instintivo. Si vos llegabas de visita y estaban bordando, lo tapaban y seguían cuando te ibas. Yo aprendí observando a mi bisabuela. Cuando íbamos al campo con las ovejas, le pedía que me relate historias. Me sentaba a escucharla y observarla. Así empecé a captar. En la escuela también se practicaba. Dejé un tiempo en la adolescencia y luego retomé para hacerme mis propios rebozos.

-¿Qué significa para vos el bordado de los Valles de Altura?
-Con cada flor, cada color, cada matiz que hacés te despierta algo hermoso. Te saca de todo, te hace olvidar los problemas. Todo lo que hago es como si lo estuviera haciendo para mí, ya sea una cartera, una manta, una cartuchera y, ahora, barbijos. Cada trabajo que terminás te pone feliz. Las personas te agradecen y genera mucha alegría que valoren tus habilidades.

-¿Por qué empezaste a dar talleres?
-Fue por necesidad. Sufrí violencia de género y no quería que mi agresor quedara libre. No teníamos dinero para un abogado y mi hermana me propuso que empezáramos a dar talleres para pagarlo. Ahora está preso. La pasé muy mal, no quería salir a la calle y ella me convenció porque me decía que iban a participar solo mujeres. Ahí me puse a armar una carpeta para explicar todos los errores que cometí cuando aprendí a bordar de niña. Al taller empezaron a llegar mujeres de todas las edades y todas las profesiones. Después se sumaron hombres, cosa que nos sorprendió. Nos decían: “Entro a tu taller y los problemas se van”. Era todo alegría y risas.


También tuvimos la oportunidad de hacer reuniones sobre paridad de género. Muchas mujeres se desahogaban con problemas de violencia que ni yo misma sabía que estaban viviendo. Para mí ha sido una felicidad muy grande. Yo he salido de mis problemas con el bordado y ver que otras personas también lo hace me pone feliz.

Empezamos enseñando por una necesidad, pero ahora lo hacemos porque nos parece importante que se siga aprendiendo, que no se pierda la cultura del bordado, que es la de nuestro pueblo, del lugar de dónde venimos.

Flores en los cerros

Existe otro mito que explica el origen de las flores en los rebozos y es el que dice que las mujeres de la zona se inspiraron en el “Camino de las flores", un bello paseo entre los cerros de Caspalá donde se pueden observar ramos de flores grabados naturalmente en las rocas.

De ese camino, toma su nombre “Flor en Piedra”, un grupo de 22 artesanas de Caspalá que se organizaron para producir sus bordados artesanales. Es que estos rebozos tan característicos de los Valles de Altura solo los realizan las vecinas de Caspalá, Santa Ana y Valle Colarado y ellas se organizaron para potenciar su producción.

Taller de bordado artesanal

Hoy y mañana, a las 11.30, Mónica Quipildor brindará un taller sobre las distintas técnicas del bordado en el Mercado Artesanal de Jujuy. La feria se habilitó todos los fines de semana en la Plaza Ricardo Vilca, de San Salvador de Jujuy, con estrictos protocolos de bioseguridad aprobados por el COE provincial.