Alfonsina Storni: vida y obra
Seis poemas de amor de Jorge Luis Borges
La lista incluye "El amenazado", "1964", "El enamorado", "Las causas", "Lo perdido" y "Ausencia".13 poemas para recordar a Alejandra Pizarnik
Flora Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril 1936, y murió el 25 de Septiembre de 1972. A 83 años de su nacimiento, recordamos a la artista con 13 poemas de su autoría¿Quién fue María Rosa Lida?
A 108 años de su nacimiento, el 7 de noviembre de 1910, homenajeamos a la mujer argentina que marcó un antes y un después en la investigación de las culturas clásicas y literaturas hispánicas.Roberto Arlt después de África
¿A qué fue el escritor al continente africano? ¿Qué vio? ¿Cómo volcó las experiencias en su trabajo? Todo esto nos contó la especialista Laura Juárez como adelanto de la charla que dará en el Museo Casa de Ricardo Rojas, organizada en conjunto con el Museo Nacional de Arte Oriental.¿Qué otros poemas escribió José Hernández además del Martín Fierro?
En esta nota, recordando el aniversario de su fallecimiento, el 21 de octubre de 1886, a sus 51 años, transcribimos cuatro poemas del militar, periodista, poeta y político argentino José Hernández“Soy un alma desnuda en estos versos,/ Alma desnuda, que angustiada y sola,/ Va dejando sus pétalos dispersos”. Así se definía en uno de sus poemas la escritora Alfonsina Storni, quizá la poeta más famosa que dio la literatura argentina. Íntima y misteriosa, fue su modo de construirse y mostrarse. Pasaron 80 años de su fallecimiento, pero sus versos se siguen recitando.
Nacida el 29 de mayo de 1892, en el pueblo suizo de Capriasca, llegó a nuestro país a los cuatro años: Argentina, ese lugar lejano que encarnó con puño y letra, y desde donde formó parte de un grupo de literatas latinoamericanas que lucharon no solo por el reconocimiento artístico, sino también por un lugar, como mujeres, en la sociedad que les tocó vivir. Entre ellas, la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou.
Sus días en Argentina
Vivió en San Juan, Santa Fe y Buenos Aires. Atravesó una infancia con pocos recursos económicos, lo que la obligó a dejar sus estudios para pornerse a trabajar. Primero como ayudante de su madre modista, y tras la muerte de su padre, como obrera en una fábrica de gorras. Sin embargo, nunca abandonó su deseo de estudiar. Ya en Buenos Aires, egresó como maestra y fue docente en el Teatro Infantil Lavardén y en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. En 1917, llegó a ser directora en un colegio de Marcos Paz. Pero fue un año antes cuando publicó su primer libro, La inquietud del rosal, con el que comenzó a forjar su faceta más profunda, viva y con la que sería recordada en la historia de la literatura argentina.
A partir de allí, Alfonsina comenzó a frecuentar algunos círculos literarios, como el grupo Anaconda, con Horacio Quiroga y Enrique Amorín; o el grupo Signos, con Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna, y a publicar poemas en las revistas Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Colaboró también en las publicaciones Caras y Caretas; Nosotros; Atlántida; La Nota, y en el diario La Nación, desde donde alzó la voz a favor de la igualdad y los derechos de la mujer.
“Así” (fragmento)
Mariposa triste, leona cruel,
di luces y sombra todo en una vez.
Cuando fui leona nunca recordé
Cómo pude un día mariposa ser.
Cuando mariposa jamás me pensé
que pudiera un día zarpar o morder.
Teatro, madre y feminista
Storni también incursionó en la dramaturgia y en el teatro para niños. En 1927, estrenó El amo del mundo, en el Teatro Nacional Cervantes, y en 1931, Dos farsas pirotécnicas.
Fue madre soltera en una época que socialmente era inaceptable o reprochable. Ella no se dejó avasallar y puso a relucir su espíritu feminista, también expresada en su lírica. Sus poemas “Tú me quieres blanca”, “Así”, o “La loba” son ejemplos de ello.
La obra de Alfonsina
Algunos expertos de la obra de Storni dividen su producción en dos etapas: una muy influenciada por el romanticismo y un modernismo más refinado y estetizante, cuyos ecos pueden leerse en La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918) o Irremediablemente (1919), y otra caracterizada por un tenor más oscuro y nostálgico, con una construcción de versos distinta e innovadora, como en sus libros Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938).
“La loba” (fragmento)
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
(...)
Vanguardia
Luego llegó la vanguardia y, con ella, su creatividad y fuerza poéticas se transformaron en una voz más personal. En su libro Languidez (1920) comenzó a quebrar cierta métrica y a utilizar términos que vienen de la oralidad más cotidiana. Así, empoderó una primera persona mucho más intimidante, intensa y reveladora.
“Mundo de siete pozos”
Se balancea,
arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.
Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.
Y riela
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una luna muerta...
“La obra de Alfonsina Storni nace de su gran sensibilidad anímica. Su alma se cierne sobre las realidades de la vida a una altura a la cual no puede seguirle la materia. De aquí que ambas se hallen en desacuerdo. El dilema es este: o descender el alma al nivel de la materia o ascender la materia al nivel del alma. Pero el alma de Alfonsina Storni no transige en descender”, dice el poeta Fernando Maristany.
Víctima de una enfermedad terminal, se suicidó el 25 de octubre de 1938 en la ciudad de Mar del Plata. Antes de poner fin a su vida, escribió el poema “Voy a dormir”, con el que se despidió de su hijo, de su tierra y, por supuesto, de sus lectores.
Su último poema: “Voy a dormir”.
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...