Radioteatro en el Cervantes

Todos los martes, a las 19, protagonizado por Nora Cárpena.


Teatro

Luego del éxito de 2015, el Ciclo de Radioteatro inició su segunda temporada el martes 19 de abril. Con frecuencia semanal, y entrada libre y gratuita, la actividad se extenderá hasta fin de año con la actriz Nora Cárpena en el rol protagónico de cada obra y la dirección general de Víctor Agú.

“Este año —explica el investigador Alberto Wainer—, el ciclo se propone homenajear a Teatro Abierto, un hecho que trascendió el espacio de las teatralidades y se constituyó en una auténtica respuesta de la cultura y la sociedad argentina en general, a la dictadura cívico-militar genocida que asoló nuestro país entre 1976 y 1983”.

Los radioteatros, que se presentan todos los martes a las 19 en la Sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes, tienen efectos en sala de Sebastián Pozzi, música en vivo de Nicolás Perrone, asistencia de dirección de Rodrigo Colo Pi Garau y Federico Gómez Bac y producción del TNC de Alicia Briel del Área de Extensión Cultural.

Nora Cárpena, Aldo Pastur, Gabriel Rovito, Roly Serrano y Luciana Ulrich integraron el elenco, junto a Sebastián Pozzi en los relatos, de la primera presentación —ofrecida del 19 de abril al 10 de mayo— que fue “Gris de ausencia”, de Roberto “Tito” Cossa, en versión de Víctor Agú y con dirección de Jorge Graciosi.

Estrenada en agosto de 1981, esta obra es “un grotesco cómico y desolador. No cabe duda —opina Alberto Wainer— que la idea del viaje, de esa pérdida y de ese extrañamiento estaba, de alguna manera, en el ADN de quienes descendían de los barcos, y a los que las circunstancias obligaban a volver a embarcarse en un itinerario inverso”.

El Ciclo continuó en mayo con “Hay que apagar el fuego”, de Carlos Gorostiza. El prolífico autor que en 1949 conmovió al teatro argentino con su obra “El puente”, estrenó esta pieza en Teatro Abierto de 1982.

En versión de Víctor Agú y Sebastián Pozzi, “Hay que apagar el fuego” contó con las interpretaciones de Nora Cárpena, Mario Pasik y Horacio Peña, los relatos de Luciana Ulrich y la dirección de Julio Baccaro.

A partir del martes 14 de junio se presentó “Papá querido”, de Aída Bortnik. Con Nora Cárpena, Aldo Pastur, Horacio Roca y Beatriz Spelzini, relatos de Luciana Ulrich y la dirección de Luis Agustoni. La obra de Bortnik, en versión de Víctor Agú y Sebastián Pozzi, se ofreció hasta el 5 de julio.

Con las interpretaciones de Nora Cárpena, Daniel Miglioranza, Roberto Mosca, Salo Pasik, Gabriel Rovito y Luciana Ulrich, los relatos y efectos en sala de Sebastián Pozzi y la dirección de Víctor Agú, el martes 12 de agosto comenzó “El nuevo mundo”, de Carlos Somigliana. En versión de Víctor Agú, esta obra se ofreció los martes 19 y 26 de julio y 2, 9 y 16 de agosto.

Carlos Somigliana (1932-1987) compartió espacio, circunstancia histórica y actitud ética- artística, con muchos de los dramaturgos englobados en ese difuso `realismo psicológico´ de los años 60 que nos propuso pluralidad de estéticas y perspectivas... –opina el investigador Alberto Wainer–.

 

El Ciclo continuó con el estreno de El corso de Manuel Cruz, el martes 13 de septiembre. Adaptada por Victor Agú y Sebastián Pozzi, con las interpretaciones de Nora Cárpena, Antonio Grimau, Mirta Wons, Claudia Cárpena, Sebastián Pozzi, Luciana Ulrich y Gastón Ares, los relatos de Julio Viera y la dirección de Santiago Doria. Esta obra se ofreció hasta el 4 de octubre.

El próximo martes 11, a las 19, subirá a escena Príncipe azul de Eugenio Griffero, adaptada por Víctor Agú y Sebastián Pozzi para este Ciclo. Con la dirección de Víctor Laplace y las interpretaciones de Antonio Grimau, Víctor Laplace y Nora Cárpena, esta puesta –que se presentará todos los martes hasta hasta el 1º de noviembre–, tiene música en vivo de Damián Laplace y locución de Luciana Ulrich.

"Teatro abierto -explica el investigador Alberto Wainer- que había estallado en 1981 como una respuesta cultural de urgencia, y que, en algunos casos, subordinaba los aspectos formales a la transparencia de la metáfora, se abría, en su segunda edición -no sin resistencias- a experiencias de gramáticas más radicales y, en consecuencia, retomaba las ricas y ya casi olvidadas confrontaciones estéticas que habían ido definiendo al Teatro Argentino. Eso -continúa Wainer- de ninguna manera suponía resignar su razón de ser histórica: demostrar a los represores culturales la vigencia y la vitalidad de nuestra escena, por el contrario, daba fe de una maduración saludable. Príncipe Azul, de Eugenio Griffero, es ejemplar al respecto, trasciende su propia peripecia, la del reencuentro otoñal de dos hombres que, cincuenta años atrás, se prometieron una cita de amor, y ensaya una poética de absoluto despojamiento, que, por su lirismo y falta de énfasis, resulta paradojalmente provocadora. Aunque la obra refiere a un magma de miedos y claudicaciones (el primero de ellos, a la libertad) coyunturales pero demostradamente recurrentes y actuales, no creo que redunde ni acote la temática resaltar que -aunque más de 400 homosexuales integraron la lista del terror genocida- en el “Nunca más” de la CONADEP, no consta ni a una sola persona detenida o desaparecida a causa de su orientación sexual."