Ada María Elflein: el viaje como espacio de libertad
Ada María Elflein: el viaje como espacio de libertad

Ada María Elflein: el viaje como espacio de libertad

Pionera entre las cronistas viajeras y mujeres periodistas, Elflein nació el 22 de febrero de 1880. En esta nota, la escritora Cynthia Cordi y la investigadora María Vicens relatan algunos aspectos centrales de su vida y su obra.

“Nos hemos internado en sombrías veredas entre bosques, cruzado ríos indómitos de caudal verde profundo, y las sombras de la prima noche nos han alcanzado antes de salir de la montaña. Y éramos tres mujeres, indefensas al decir de las gentes, pero defendidas por la cultura argentina que en los más remotos rincones de nuestro territorio muéstrase ante propios y extraños”. Fragmento de Paisajes Cordilleranos (1917).

El 22 de febrero de 1880 nació, en Buenos Aires, Ada María Elflein, la primera mujer en integrar la Academia Nacional de Periodismo. Educadora, narradora de leyendas nacionales y cronista de viajes, abrió el camino a muchas mujeres en una profesión hasta ese momento masculinizada.


Fuentes: blog adamariaelflein.blogspot.com y Archivo General de la Nación.

Egresó como bachiller en el actual Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA). Sus padres eran inmigrantes alemanes que la alentaban a estudiar y escribir. Fue precisamente su madre, Elena Schwarz de Elflein, quien aprovechó sus contactos como institutriz de familias ricas porteñas para presentar los relatos de su hija en el diario La Prensa de la ciudad de Buenos Aires.

En esa época, La Prensa era un medio importante y moderno. En 1905, la llamaron para presentar sus títulos y, entre ellos, acercó un certificado de traductora escrito de puño y letra por Bartolomé Mitre, para quien había hecho traducciones del alemán.

“Creo que para ella fue como tocar el cielo con las manos”, dice Cynthia Cordi, biógrafa de Ada María y autora de una novela sobre su vida titulada igual que el prólogo de uno de sus libros: Dos palabras. “Era muy importante trabajar en un diario tan notorio, en un equipo completamente masculino, tener una columna, recibir un sueldo por ello. Yo tomo algunas de sus palabras en la novela, donde ella lo describe como haber llegado ‘al lugar en el que deseaba estar’. Trabajar allí le dio en su momento mucha difusión a su obra y mucho prestigio”.

Durante 14 años, La Prensa le encomendó cientos de columnas semanales en las que pudo desplegar una prosa cargada de bellas metáforas que se materializaban en historias sobre personajes históricos nacionales, ficciones y, más tarde, en impresiones de sus viajes a distintos puntos de nuestro país que el propio diario le encargaba. A cada uno de esos viajes la acompaño Mary Kenny, una maestra de origen irlandés con quien convivía desde que dejó la casa familiar.


Fuente: Biblioteca Nacional de Maestros.

En su corta vida, Elflein produjo una rica obra literaria que incluye Leyendas argentinas (1906); Del pasado (1910); Cuentos de la Argentina (1911); Tierra Santa (1912); Paisajes cordilleranos (1917) y La partida (1918). Cuentos como La cadenita de oro -el primero que publicó el diario La Prensa- o El mensajero de San Martín son parte de la memoria infantil de varias generaciones.

Tal vez su crónica más representativa sea Paisajes cordilleranos, sobre las impresiones de su viaje por los lagos andinos del Río Negro y Neuquén: "Las montañas, erguidas en amplio y solemne anfiteatro, aparecen salpicadas de manchas de nieve que recogen los rayos solares y los reflejan en haces deslumbradores". 

La salita de Ada

Su presencia en la redacción de La Prensa fue un hito para la historia de las mujeres y los medios en la Argentina, que no estuvo exento de impacto. Para no incomodar, el diario le preparó un espacio propio para que trabajara sola.


Fuentes: blog adamariaelflein.blogspot.com y Archivo General de la Nación.

“Esa ‘salita’, justamente por su carácter anecdótico, extraordinario, se convirtió también en un símbolo polivalente de la profesionalización femenina en la prensa de la época”, explica María Vicens, autora de la investigación Escritoras de entresiglos: un mapa trasatlántico, y agrega: “Implica un logro y un reconocimiento, pero también una forma (más sutil, más engañosa) de ser marginada por su género. Lo notable también es lo perturbador que resulta su cuerpo en ese espacio. Más allá de lo que escriba y opine, su sola presencia dispara la necesidad de rediseñar el espacio, establecer nuevos límites”.

Nuevos límites que Ada se encargaba de empujar con sus aventuras: visitó la Cordillera de los Andes con el perito Francisco Moreno, escaló montañas, durmió en refugios y recorrió la Argentina en tren, barco, auto y a caballo, siempre con grupos de mujeres.

Según explica Cordi, en esos tiempos se alentaba a las mujeres, y a las maestras en particular, a hacer viajes de estudios: “Eso les permitía también ser mejores educadoras. Las crónicas viajeras son representativas del sentido que Ada María le daba a los viajes, un sentido femenino en particular, un sentido de conocimiento, liberador, de fortalecimiento y de crecimiento de la mujer”.

Ada María Elflein murió el 24 de julio de 1919 con Mary Kenny a su lado, su compañera de toda la vida.


Fuente: Biblioteca Nacional de Maestros.

“Elflein trata de explicar la experiencia del cuerpo propio sumergido en la naturaleza”

Para María Vicens, investigadora del CONICET y doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Ada María representa un cruce entre escritura, profesionalización de la mujer y experiencia.

-¿Elflein fue la primera mujer en asistir a una redacción como trabajadora de prensa?
-Hasta donde sabemos, sí, aunque no podemos descartar que haya habido otras mujeres contemporáneas o antecesoras de Elflein trabajando en el ámbito de la redacción. De hecho, el siglo XIX muestra un variado arco de experiencias de mujeres en el mundo de la prensa, como los periódicos que fundaron Juana Manso y Juana Manuela Gorriti, el trabajo de Andrea Bacle como litografista o las colaboraciones pagas de escritoras profesionales extranjeras como Emilia Pardo Bazán en La Nación y Clorinda Matto en El Tiempo, entre otras. Pero el caso de Elflein se destaca, no solo porque fue contratada por un diario que en ese momento era de los más populares y modernos del país para escribir una sección semanal, sino también (y sobre todo, diría) por la disrupción que genera su presencia en ese ámbito y la solución que encuentra el diario para que ella trabaje ahí. Como Elflein era una mujer joven y soltera, se le reserva salita para que “trabaje más cómoda”, que la mantiene separada del resto, según cuentan los testimonios de la época. Y esa salita, justamente por su carácter anecdótico, extraordinario, se convirtió también en un símbolo polivalente de la profesionalización femenina en la prensa de la época: implica un logro y un reconocimiento, pero también una forma (más sutil, más engañosa) de ser marginada por su género. Lo notable también es lo perturbador que resulta su cuerpo en ese espacio, más allá de lo que escriba y opine: su sola presencia dispara la necesidad de rediseñar el espacio, establecer nuevos límites para circular, paredes que funcionan como techos de cristal, ¿no?

-Las biografías que circulan en internet señalan que Elflein empezó su carrera como maestra.
-No hay una biografía oficial de Elflein, pero una de las más completas (y que sirvió de base para muchas semblanzas posteriores) es la que publica El Monitor de la Educación Común en 1919, poco después de su muerte. Allí es donde se detalla que estudió el bachillerato en el Colegio Nacional (cuyo título en ese momento, según entiendo, te habilitaba para trabajar como maestra) y que fue el propio Bartolomé Mitre el que le extendió un “certificado como traductora” luego de que hiciera para él varias traducciones del alemán consideradas muy difíciles. También se dice que empezó trabajando como institutriz, dato bastante factible porque su mamá trabajaba de institutriz para las familias ricas porteñas y porque era una salida laboral bastante común para las mujeres educadas de clase media. De hecho, en el cuento “Un gato no más” aparece una mirada totalmente descarnada sobre la docencia (Sofía, la protagonista es maestra particular) que hace pensar que Elflein conocía bien el paño (¡y sus avatares!). En un momento dice, por ejemplo: “Pensó en su vida sin alicientes, con la eterna ronda de inglés, francés, gramática y aritmética, inculcados á niños malcriados ó indiferentes; en sus continuos temores de perder á sus discípulos, en las largas caminatas para reemplazar á los perdidos, en los sueldos mezquinos, en todo su trabajo árido que no recibía jamás el menor premio ni estímulo. El asco la sacudió; el hastío le apretó la garganta”.

-¿Ella elegía presentarse como maestra y escritora infantil?
-En realidad, la imagen idealizada de Elflein como una maestra joven rodeada de niñitos y niñitas es una figura que se va consolidando con los años, en el entrecruzamiento de lo que escribe (su primer libro, Leyendas argentinas, está dedicado, ante todo, al público infantil), lo que la prensa escribe sobre ella y las expectativas respecto de la autoría femenina en ese momento. Que una mujer escribiera cuentos infantiles (recordemos que la docencia históricamente ha sido percibida como una extensión “natural” de la maternidad y la maternidad, como un instinto indiscutiblemente femenino) era una vía de profesionalización aceptable para las mujeres que querían dedicarse a las letras, y mucho menos perturbadora para los estándares de la época que el periodismo, por ejemplo. Elflein, como otras mujeres que querían profesionalizarse (pienso, por ejemplo, en las hermanas López o Carlota Garrido de la Peña en Santa Fe), no confrontó con esa mirada idealizada y esencialista, sino que la aprovechó en su beneficio, como ha analizado Mónica Szurmuk, ya sea para trabajar en un ámbito masculinizado como la redacción de un diario, viajar con otras mujeres por el país o decidir no casarse y preferir vivir con una compañera.

-¿Qué diferencia hay entre esos primeros cuentos y leyendas para la Biblioteca Infantil Argentina y sus crónicas y cuentos para adultos?
-En Elflein no hay distinción entre cuentos “para niños” y “para adultos” porque casi todo lo que escribió se publicó primero en su sección de La Prensa, que no hacía distinciones entre los distintos climas y temáticas de sus relatos. Como en su primera época su narrativa se centra bastante en leyendas folclóricas y tradiciones históricas (varias de las cuales compila su primer libro), rápidamente se la identificó como una escritora infantil, que escribía sobre el pasado patrio historias apropiadas y entretenidas para las y los más chicos. Pero lo que se observa cuando leemos detenidamente su sección en La Prensa es que su universo ficcional es mucho más amplio que cierta idea de literatura ejemplar con la que en ese momento se identificaba la literatura infantil. De hecho, hay todo un período de su escritura, cuando su sección pasa a titularse “Realidades y ficciones”, en el que Elflein hace a un lado las leyendas y tradiciones y empieza a escribir relatos por lo general protagonizados por mujeres anónimas (como la protagonista de “Un gato no más”), donde lo que se narra, en diferentes tonos que van desde lo risueño a lo trágico y lo melodramático, es la experiencia de la modernidad en una ciudad como Buenos Aires (la inmigración y el desarraigo, los trabajos, los mandatos, la violencia machista, la soledad). Finalmente, podríamos pensar en una especia de tercer período protagonizado por sus crónicas de viaje, donde vuelve a un tono más ligero, concentrado en la idea de aventura y en tratar de traducir al público urbano de Buenos Aires la experiencia del cuerpo propio sumergido en la naturaleza que escapa de la ciudad y se encuentra con “los rincones de la patria”.

-¿Cuál es la influencia que tiene la vida y obra de Elflein en la literatura femenina de la Argentina?
-Creo que es una influencia que ha ido ganando espacio en los últimos años de la mano de la crítica, que ve –especialmente en su narrativa de viaje– un entrecruzamiento muy interesante entre escritura, profesionalización y experiencia, así como un eslabón importante entre las escritoras pioneras del siglo XIX y autoras que empiezan a publicar poco después que Elflein, mucho más conocidas, como Alfonsina Storni o Norah Lange. En lo personal, creo que todavía hay mucho más para descubrir, tanto en su narrativa (sobre todo, en sus cuentos), como en ese mundo de principios de siglo XX, tan agitado por los claroscuros de la modernización, las guerras, las revoluciones, y el lugar que las escritoras y periodistas encontraron para contarlo.

Fuentes:
- http://www.bnm.me.gov.ar/
- http://adamariaelflein.blogspot.com/
- https://www.ecured.cu/
- "Escritoras de entresiglos: un mapa trasatlántico. Autoría y redes literarias en la prensa argentina (1870-1910)", de María Vicens.
- "Dos palabras", de Cynthia Cordi.
-  "Paisajes Cordilleranos", de Ada María Elflein (1971)