¿Por qué Azul es una de las ciudades más cervantinas del mundo?
¿Por qué Azul es una de las ciudades más cervantinas del mundo?

¿Por qué Azul es una de las ciudades más cervantinas del mundo?

Letras
En 2007 fue reconocida por el centro UNESCO Castilla-La Mancha y, desde entonces, es sede del Festival Cervantino de la Argentina

La respuesta a por qué Azul es la ciudad cervantina de la Argentina –declarada así oficialmente en 2007, por el Centro UNESCO Castilla-La Mancha– está en la intersección de las calles San Martín y Rivadavia. Ahí, en una casa construida en 1883, descansa la colección de ediciones de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha más grande del país, y una de las más importantes de América. El artífice de esa colección fue Bartolomé J. Ronco, un abogado porteño que se instaló en Azul cuando se casó con la azuleña María de las Nieves Clara Giménez. En esa casa, que fue donada a la Biblioteca Popular de Azul luego de la muerte de ambos –él en 1952 y su compañera en 1984–, Ronco llegó a juntar cerca de 300 ediciones del Quijote, a las que se sumaron más de 200 hasta el día de hoy. La casa funciona como museo y recibe 1500 visitas por año, de las cuales la mitad es de extranjeros que llegan fascinados por la colección.

En 2007, después de un trabajo realizado en conjunto por la Biblioteca Popular, la municipalidad y la Casa Ronco, Azul recibió el título de Ciudad Cervantina de la Argentina. El Centro UNESCO Castilla-La Mancha fue creado en 2002 y, entre sus objetivos, tiene la creación de una red de ciudades que exhiban un relación especial con el cervantismo. Antes de Azul, la única ciudad de América que había obtenido esa distinción era Guanajuato, en México. El año pasado, se sumó Montevideo.

Desde que fue declarada Ciudad Cervantina, Azul realiza el Festival Cervantino de la Argentina. Este mes, tuvo lugar su décima edición, que contó con apoyo del Ministerio de Cultura de la Nación. La programación del festival incluyó un festival internacional de literatura, un encuentro de rock regional, clínicas abiertas de artesanía regional, una muestra del artista azuleño Héctor Perli, un recital lírico, una presentación de la Orquesta Municipal de Tango, una semana itinerante de cine francés, una exposición y concurso de arreglos florales llamada Las flores de Dulcinea, un circuito nocturno por los museos de la ciudad, visitas guiadas permanentes a la Casa Ronca y recitales de Los Pericos y Los Auténticos Decadentes como cierre, entre muchas otras actividades.

¿Por qué Bartolomé J. Ronco se obsesionó con conseguir ediciones del Quijote? No hay una respuesta concreta, más allá de su amor por la literatura y la cultura en general. Ronco era una especie de hombre renacentista, que, además de ejercer la abogacía –llegó a ser Secretario de la Cámara de Apelaciones de Bahía Blanca–, creó y dirigió dos revistas –en las que escribieron Borges y Alfonsina Storni, entre otros–, fue director de la Biblioteca Popular de Azul durante 22 años, fundó el Museo Etnográfico y Archivo Histórico Enrique Squirru de Azul. La Casa Ronco también alberga la que quizás sea la colección de ediciones del Martín Fierro más importante de Argentina, y, por lo tanto, del mundo. Un detalle final: las bibliotecas de madera donde están emplazadas ambas colecciones fueron construidas por él, con sus propias manos.

 

La edición más antigua de la colección Ronco es una impresa en Amberes, Bélgica, en 1697 (la novela se publicó por primera vez a comienzos de 1605). También hay una edición francesa de 1812 que perteneció a la reina María Cristina de Borbón, una edición ilustrada por Dalí y la primera edición mundial de lujo, publicada en Londres, en 1738. Entre las rarezas, se encuentra una traducida al japonés, con ilustraciones, y una adaptada a los personajes de Disney. “La misión de todos los que trabajamos acá es guardar y preservar este gran legado cultural, pero también que se exhiba, que se muestre”, dice Enrique “Chincho” Arrouy, vocal de la comisión directiva de Casa Ronco.

La presencia de Cervantes en Azul desbordó a la colección y sus instituciones, y se infiltró en la cultura popular. Un paseo por la ciudad, ubicada justo en el centro de la provincia de Buenos Aires, alcanza para ir encontrando referencias quijoteanas. En la esquina de Guido Spano y Av. 25 de Mayo, por ejemplo, hay una panadería que se llama Dulcinea –como el contrapeso amoroso de Don Quijote–, al igual que la torta de la casa. También hay una carnicería bautizada El Rocinante, en honor al caballo del héroe cervantino, en la intersección de Maipú Norte y Tiro Federal. Además, hay un grupo de motociclistas que se hacen llamar Los Quijotes del Camino Azul. A esas expresiones espontáneas, se suman los murales repartidos por distintos puntos de la ciudad. El mayor de ellos está junto a la entrada del cementerio, que es una de las obras más reconocidas del arquitecto Francisco Salamone y se convirtió en uno de los emblemas de Azul. En el parque municipal, además, hay esculturas quijoteanas de Carlos Regazzoni.