Emilio Pettoruti, el gran cubista argentino
Emilio Pettoruti, el gran cubista argentino

Emilio Pettoruti, el gran cubista argentino

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Repasamos en esta nota vida y obra del pintor y crítico vanguardista, uno de los más importantes de la Argentina del siglo XX, a 129 años de su nacimiento.

Hubo un tiempo en que sus cuadros debían presentarse bajo vidrio, por la cantidad de escupitajos que recibía por día. En la Argentina, para muchos, era considerado un “artista degenerado” y una ofensa para “la dignidad de la patria”. Sin embargo, en Europa aplaudían la audacia y visión vanguardistas que el artista había incorporado del incipiente futurismo y cubismo del Viejo Continente. Con los años, ganó la pulseada contra aquellos que, en esta parte de la región, se resistían a la renovación del lenguaje plástico. Emilio Pettoruti por fin pudo exponer sin protección y hacerse un lugar entre los grandes del panteón de las artes.

Nació en la ciudad de La Plata, el 1 de octubre de 1892. Hijo de inmigrantes italianos, su formación escolar se dio de manera autodidacta. No obstante, alentado por su abuelo que había reconocido en él cierto talento para el dibujo, la caricatura y la pintura, ingresó a la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal para perfeccionarse. No pasó demasiado tiempo para que expusiera sus primeras obras. Y lo hizo en la tienda Gath & Chaves, una de las más visitadas por la clase alta porteña de principios del siglo XX.

Luego, mediante una beca del gobierno argentino, viajó a la ciudad italiana de Florencia para continuar sus estudios plásticos. Allí no solo observó las pinturas de los grandes maestros, sino que se interesó, cada vez más, sobre la vanguardia futurista y otras que comenzaban a pisar fuerte durante ese momento. Se relacionó con muchos de los artistas y pensadores de estas vanguardias, como aquellos que participaban de las revistas Cronache d'Attualitá y Valori Pastici: Giacomo Balla, Enrico Prampolini, Giorgio De Chirico, y Carlo Carrá, entre otros. Muchos de ellos se juntaban en los cafés Aragno e Il Greco, para debatir muchas de sus ideas. 

En su viaje por Europa también conoció las obras de Pablo Picasso y Juan Gris, quienes se convirtieron en los grandes artistas españoles de ese siglo europeo, por el famoso estilo que poco a poco se popularizó con el nombre de “cubismo”. Mientras tanto, se dice que Pettoruti se ganaba la vida como ilustrador de libros y algunos proyectos de escenografía. Pero no dejaba de pintar y de crear. 

Toda aquella influencia empezó a tomar forma y dimensión en su propia obra. Por ejemplo, para la Bienal Internacional de Venecia de 1920, presentó un paisaje sintético con el marcado estilo vanguardista. Al año siguiente, mientras participaba de la Prima Mostra del Paesaggio Italiano y en la Esposizione Nazionale della Citta di Roma, realizó a su vez un envío para concursar en el Salón Nacional argentino, pero fue rechazado. Y no sería la primera vez que sucedería. 

Autorretrato (1918). Museo Nacional de Bellas Artes.

Mientras Pettoruti cosechaba notoriedad y prestigio en el exterior, en la Argentina -al menos, para determinado sector- causaba el efecto contrario. Por ejemplo, sus obras notoriamente cubistas y otras abstractas -como Mujer en el café (1917), Autorretrato (1918) o El filósofo (1918)- y alejadas del costumbrismo o naturalismo que imperaba todavía en la Argentina, obtenían gran éxito en Viena, Berlín y otras ciudades donde logró exponer; y aquí, otras que envió para ser presentadas en el Salón Witcomb de Buenos Aires, en 1924, fueron de enorme polémica. Sin embargo, ayudó a resquebrajar cierto posicionamiento frente a las artes plásticas argentinas y mirar en pos de la renovación del lenguaje artístico de toda la región.

Sol argentino o intimidad (1941). Museo Nacional de Bellas Artes.

Además de su ejercicio como creador, Pettoruti también desempeñó la escritura de la crítica de artes: una faceta en la que también se destacó. “La mayoría de las investigaciones y obras publicadas hasta ahora lo analizaban como creador, sin duda el costado más importante de su personalidad, pero no el único. Pettoruti fue un hombre multifacético que estuvo en el ojo del huracán mientras las vanguardias históricas revolucionaban el clima artístico europeo y fue muy cercano a algunos de esos movimientos, aunque no necesariamente compartiera sus postulados. Le interesaba la renovación del arte por la vía que esta se manifestase”, compartió Rodrigo Díaz Varela, quien dirigió la Fundación Pettoruti, en Emilio Pettoruti. Crítico en Crítica: una publicación que reunió las críticas de arte de Pettoruti, a cargo de May Alcalá y Sergio Baur

Y agregó: “Tal vez sea la faceta menos conocida de Pettoruti. Después de conocer a Natalio Botana, director del Diario Crítica, durante todo el primer semestre de 1927, Pettoruti escribe una columna semanal sobre artistas que han captado su interés”. 

Finalmente, el artista volvió a la Argentina en 1930, se casó con la crítica de arte chilena María Rosa González y su trayectoria plástica comenzó a dar de qué hablar. Así, llegó un ofrecimiento para dirigir el Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata. Accedió y, entre sus planes, estaba renovar el arte argentino. Para ello, compró varias piezas de su amigo y colega, Xul Solar. Paralelamente, continuaba con su producción individual: expuso parte de su obra en el Círculo de Bellas Artes, Montevideo (1939); en Amigos del Arte, Buenos Aires (1940); en el Museum of Art de San Francisco (1944), y en la National Academy, Nueva York (1944). En 1947, lo separaron de la dirección del Museo Provincial.

El improvisador (1937). Museo Nacional de Bellas Artes.

En ese momento, emprendió otro viaje por Europa para seguir difundiendo lo que mejor sabía hacer. Continúo produciendo y exhibiendo. Esta vez, en las galerías Il Milione, Milán (1952); Número, Florencia (1952), y San Marco, Roma (1953). Se estableció en París y expuso también en Durand-Ruel (1954); Musée d'Art de Saint Etienne (1957), entre otros espacios. A principios de los 60, integró la Primera Exposición Internacional de Arte Moderno (Museo de Arte Moderno, Buenos Aires); Construction and Geometry in Painting (Nueva York) y participó, allí en la capital francesa, junto con los artistas más importantes de la abstracción, en la exposición “Arte abstracto constructivo internacional”, presentada por la reconocida Galerie Denise René.

En 1966, cinco años antes de su muerte, escribió y publicó sus memorias: Un pintor ante el espejo. Por su trayectora, obtuvo el Premio Continental Guggenheim de las Américas (1956) y el Gran Premio otorgado por el Fondo Nacional de las Artes (FNA, 1967). Mientras se encontraba en París, falleció a los 79 años, el 16 de octubre de 1971. Hoy, a 129 años de su nacimiento, no se soslaya la importancia que posee en la historia del arte argentino, la cual fue creciendo aún más con el tiempo. Actualmente, está reconocido como uno de los grandes artistas plásticos de toda Latinoamérica. Tal vez, el cubista más notable que supo introducir, y no sin batalla, la vanguardia artística en esta parte del mundo.