Carlos Mugica, un cura para un mundo mejor
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Carlos Mugica, un cura para un mundo mejor

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El 7 de octubre se conmemora el Día Nacional de la Identidad Villera, en homenaje al principal referente del movimiento de sacerdotes que eligen dedicar su vida al trabajo en los barrios populares. Para esta nota conversamos con la periodista María Sucarrat, autora de "El inocente. Vida, pasión y muerte de Carlos Mugica".

Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe nació en Villa Luro, ciudad de Buenos Aires, el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia de la aristocracia argentina. Luego de terminar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires comenzó la carrera de derecho, que abandonaría para ingresar en 1951 al Seminario Metropolitano de Buenos Aires. Ocho años más tarde, el 20 de diciembre de 1959, fue ordenado sacerdote en la Catedral de la ciudad de Buenos Aires.

Fuente: Diario Perfil

Comenzada la década del 60, Mugica se desempeñó como asesor espiritual de la Juventud Estudiantil Católica del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Juventud Universitaria Católica de la Facultad de Medicina. Entre los jóvenes que se formaron a su lado en esos años, se encontraban algunos de los que pasarían a militar en la Tendencia Revolucionaria de la Juventud Peronista y en la agrupación Montoneros.

En 1967, Carlos Mugica se integró al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, una corriente renovadora dentro de la iglesia católico con un profundo compromiso con la realidad social y política de América Latina.

Fuente: Caras y Caretas

La mayor parte de su trabajo comunitario lo realizó en la Villa 31, en el barrio porteño de Retiro, donde había sido nombrado párroco de la Capilla del Cristo Obrero. En los primeros años 70 Mugica junto a sus compañeros y colaboradores inició lo que se conocería luego como movimiento de curas villeros.

Fuente: Diario Infobae

El 11 de mayo de 1974, a las puertas de la iglesia de San Francisco Solana, en su barrio natal de Villa Luro, Carlos Mugica fue asesinado por integrantes de la organización armada paraestatal Alianza Anticomunista Argentina.

Multitudinario velatorio de Carlos Mugica - Fuente: Contraeditorial

María Sucarrat es periodista y formó parte de las redacciones de reconocidos medios como Perfil, El Comercio (Perú), Grupo Veintitrés, Crítica de la Argentina y Tiempo Argentino. Actualmente colabora con la revista Contraeditorial.

En el ámbito de la gestión pública se desempeña como Subdirectora de Medios Comunitarios y Pluralidad de Voces en el Ente Nacional de Comunicaciones - Enacom. 

También es docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de la Plata, para alumnos y alumnas en contexto de encierro.

Fue colaboradora en distintos capítulos de los dos tomos de El mundo es un pañuelo, sobre viajes al exterior de las Madres de Plaza de Mayo, y prologó el libro No nos han vencido, de Luis Zarranz.

Es autora de los libros Vida sentimental de Eva Perón y El inocente. Vida, pasión y muerte de Carlos Mugica, sobre el que nos cuenta en la entrevista a continuación.

María Sucarrat  foto: Pilar von Zelko

- ¿Cómo fue tu encuentro con la figura de Carlos Mugica? ¿Qué te llevó a comenzar la investigación sobre su vida?

- Mi encuentro con la figura de Carlos Mugica fue casual. Un colega estaba haciendo la investigación y no pudo seguirla. Tuvimos una reunión en la editorial Norma, que sacó la primera edición, nos pusimos de acuerdo y continué con muchísimas dudas. Mugica era un varón, sacerdote, en fin. Todo eso se disipó cuando conocí a quienes habían sido de alguna manera parte de su vida. Eduardo de la Serna, Alberto Carbone, también Ricardo Capelli y Carmen González. Sus relatos sobre Carlos me enamoraron. Todos estuvieron muy cerca de él y coinciden en que él no parecía de este mundo. 

- El inocente. Vida, pasión y muerte de Carlos Mugica tuvo distintas ediciones. Entre la primera y la última pudiste acceder a nuevos documentos e información. ¿Qué aspectos de su historia pudiste comprender con mayor profundidad a partir de ese material?

- El tema fue que para la primera edición fui a hablar con el sacerdote jesuita José María Meisegeier, más conocido como el Padre Pichi. Durante la entrevista me mostró unas cajas. Dijo que era un archivo de la vida de Carlos. ¡Pero no me las dejó abrir! Las había embalado para enviarlas a la Universidad Católica de Córdoba. Varios años después, apareció la posibilidad de hacer una segunda edición. Viajé a Córdoba, abrí el archivo y lo fotografié entero. Entonces, con la etapa macrista en ciernes, la editorial que se había interesado me explicó que sus ediciones ya no tendrían nada que ver con la historia y mucho menos de la década del setenta. Habían decidido hacer un viraje hacia las ediciones de neurolingüística, de autoconocimiento, etcétera. El libro, que ya estaba escrito, durmió el sueño de los justos hasta que la editorial Octubre decidió publicarlo. Y ahí vio la luz. Además de la reedición con muchos agregados, incluí un capítulo, el XVI, que tiene el informe inédito hasta entonces “Factor religioso (Tercer Mundo) en la Argentina” confeccionado por la Secretaría de Informaciones del Estado, que dependía directamente de Presidencia de la Nación. Ese texto estaba en una de las cajas de Pichi.  

- ¿Caracterizarías a Carlos Mugica como un militante político o solo religioso?

- Era ambas cosas. Mugica, en un punto, era más peronista que Perón. Un militante social completo y una persona hermosa. Atento a todas y cada una de las causas de injusticia que, en ese momento y en este también, atravesaban su zona de acción que era la Villa 31, en la Ciudad de Buenos Aires. Esa militancia la combinaba con su religiosidad que lo era todo en su vida. Nunca dejó de rezar, ni de celebrar, ni de bautizar, ni nada. Combinaba ambas facetas. La religiosa, es cierto, antecedió a la política. Luego se combinaron. 

- La aparición de Mugica puede entenderse como producto del panorama de renovación dentro de la iglesia católica a partir del Concilio Vaticano II. ¿Creés que fuera de ese contexto habría sido posible alguien como él, teniendo en cuenta las condiciones generadas en nuestro país por un movimiento como el peronismo?

- Por supuesto que era producto del panorama de la renovación. Pero esa renovación en él, en su interior, no ocurrió en su viaje al Vaticano  sino en la ciudad de Buenos Aires cuando vio que los más vulnerados estaban al lado de Perón. Y entonces llegó la pregunta: “Si los más pobres están con Perón, ¿yo dónde estoy? ¿qué estoy haciendo?”. Ese fue su giro copernicano.

- ¿Cuáles dirías que fueron los atributos personales de Carlos Mugica que le dieron ese carácter casi mítico que lo distingue de otros sacerdotes que dedicaron sus esfuerzos a los más vulnerables?

- Un atributo podría ser la intensidad. Hacer todo para ayer. Trabajar sin tiempo, con la velocidad del que tiene hambre o tiene sed y hasta que no come o toma algo no puede pensar en otra cosa. Cada uno de los sacerdotes tercermundistas tenían en común el amor al otro. Algo sencillo como es ponerse en el lugar del otro. Todos ponían el cuerpo en lo que hacían. Pero Carlos era un poco particular en su personalidad y en sus modos de decir y de hacer. 

- Hoy las condiciones de precariedad de la vida de los sectores vulnerables son notablemente más graves que en la época de Mugica. ¿Dirías que actualmente hay en nuestro país religiosos que continúan su tarea y mantienen vivo su legado?

- Tiendo a pensar que los sectores no son vulnerables porque saben bien qué quieren y a dónde van. Los sectores son vulnerados porque somos una sociedad consumista que permanentemente los pone a un costado y que no se pone en el lugar del otro. Hoy los curas contemporáneos a Carlos y las generaciones más jóvenes lo admiran y continúan con sus ideas y sus obras. En su última carta, los Curas en Opción por los Pobres lo dejan claro: “estar junto al Pueblo es un imperativo para nosotros, los curas, pero esperamos que también lo sea para todas y todos aquellos que reivindican las banderas de la justicia social, soberanía política y libertad económica. Para que sea el Pueblo quien nos mire a los ojos y nos diga, como le decían a Carlos: ‘usted habla por nosotros’. Así, su sangre derramada nos limpiará los ojos para ver, nos señalará el camino para andar y nos fortalecerá los músculos para reconocer al antipueblo y celebrar el encuentro y la mesa con las compañeras y compañeros”.

- ¿Por qué elegiste El inocente como título del libro?

- Carlos parecía tener cierto matiz de ingenuidad en sus actos. Una pincelada infantil en sus ganas de cambiar el mundo. Tuvo fe y creyó con fervor que el amor todo lo podía, al punto de torcerle el brazo a López Rega y esa inocencia terminó en su martirio. Es decir, fue vilmente asesinado por la Triple A en la puerta de la iglesia luego de dar misa. Y ahí se une el tema de la intensidad, de la perseverancia, de ir a fondo con una idea, la justicia social por caso, que luego se tornó en su asesinato cobarde.

Gentileza Editorial Octubre